sábado, 10 de septiembre de 2016

Vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario ( fin de semana 10 y 11 de septiembre)


Libro del Exodo 32,7-11.13-14. 

El Señor dijo a Moisés: "Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido.
Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: "Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto".
Luego le siguió diciendo: "Ya veo que este es un pueblo obstinado.
Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación".
Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras: "¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese pueblo que tú mismo hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa?
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste por ti mismo diciendo: "Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre como herencia".
Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.



Salmo 51(50),3-4.12-13.17.19. 
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.

Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.




Primera Carta de San Pablo a Timoteo 1,12-17. 
Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio
a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia.
Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús.
Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos.
Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida eterna.
¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.



Evangelio según San Lucas 15,1-32. 
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría,
y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".
Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".
Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos.
El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.
El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'.
Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'.
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,
pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".

10 tips de los sacerdotes para una confesión mejor ¿Has salido alguna vez del confesionario preguntándote si lo has hecho bien?


Sacerdote para confesar



Ojalá pudiera escuchar las confesiones de otras personas.
No te preocupes, no voy a poner escuchas en los confesionarios del convento. Simplemente creo que podría aprender algo escuchando cómo se enfrentan los demás a la confesión.
Hace varios años ya que tomo parte en el sacramento de la Penitencia, pero aún tengo la impresión de no saber exactamente qué estoy haciendo. A veces salgo del confesionario con dudas: “¿Lo he hecho bien? ¿Debería haber sido más específica? ¿He sido suficientemente sincera?”.
El otro día, al salir de confesarme, pensé: “¡Ya sé! Voy a pedir consejo a los hombres que  se dedican a escuchar las confesiones de la gente”.
Y esto es lo que me dijeron:
  1. Padre Bryan Brooks, Tulsa, Oklahoma:
Al hacer un examen de conciencia nos enfrentamos con nuestros pecados, pero cuando vamos a confesión, nos enfrentamos al amor, la misericordia y el perdón de Dios.
  1. Padre Sean Donovan, Pawhuska, Oklahoma:
Después de contar cuánto hace más o menos de tu última confesión, háblale al cura brevemente de ti mismo (¿Estás soltero, tienes pareja, casado por segunda vez, eres una hermana religiosa?). Conocer tu situación nos ayuda a aconsejarte mejor. 
  1. Padre Gabriel Mosher, OP, Portland, Oregón:
Los pecados son malas elecciones, no emociones desagradables; así que confiesa tus pecados, no tus estados emocionales.
  1. Padre Damian Ference, Wickliffe, Ohio:
Los pecados cometidos son una ofensa a Dios, pero los pecados confesados son un cántico a Dios. Así que, cuando confiesas tus pecados a un sacerdote en el sacramento de la Reconciliación, debes saber que también estás cantando una alabanza a Dios por su gran misericordia.
  1. Padre Matthew Gossett, Steubenville, Ohio:
¡La confesión frecuente es edificante para tu sacerdote y buena para tu alma! Los pecados, en especial los habituales o arraigados, requieren paciencia y perseverancia. Nunca te rindas, no importa cuántas veces hayas cometido el mismo pecado (…). La confesión es un sacramento de curación y, como con las heridas físicas, las heridas espirituales pueden necesitar algún tiempo para sanar por completo.
  1. Padre James Martin, SJ, Ciudad de Nueva York, Nueva York:
La confesión no trata tanto de lo malo que eres sino de lo bueno que es Dios.
  1. Padre Anthony Gerber, Cottleville, Misuri:
El sacerdote es como un médico: cuando vas al médico, le dices qué es lo que te ha estado doliendo con más o menos detalle, para que sepa cómo tratarte de la mejor forma. Y recuerda: ya ha visto a muchos pacientes con los mismos síntomas. ¡Confía en él, escucha su consejo y mejorarás pronto!
  1. Padre Joshua Whitfield, Dallas, Texas:
Dios obra mejor con una confesión sencilla y humilde de los pecados. Dios no necesita una novela. Ya la ha leído. El orgullo y la impenitencia a veces se esconden bajo nuestra verborrea. Hablen con sencillez y claridad, mencionando sus pecados: es como despojarse camino de la Cruz, para la muerte de nuestros pecados y la resurrección del perdón.
  1. Padre Jeffrey Mickler, SSP, Youngstown, Ohio:
Habla sin miedo, no te preocupes por nada. El amor de Dios es más fuerte que nuestros pecados.
  1. Padre Matthew Schneider, LC, Washington DC:
Para muchas personas, la mayor mejoría en la confesión sería cambiar la percepción de que es una lista obligatoria y abstracta de pecados, en vez de considerarlo una renovación de la relación con Dios.
¡Y un extra!
La confesión no es sólo una eliminación del pecado, es un encuentro con Cristo. 
¿Te han resultado útiles estos consejos?
El consejo número 3 me hizo replantearme mi forma de hacer el examen de conciencia y me di cuenta de que probablemente debería ser más específica a la hora de enumerar mis pecados (no porque le haga falta a Dios, sino porque me ayudaría a mí). Y todos estos consejos han renovado mi amor hacia el sacramento de la Penitencia y hacia todos los sacerdotes que entregan sus vidas para servir a Dios y a su pueblo.
Si algún otro consejo les pareció especialmente útil, ¡no duden en compartir sus impresiones con los demás lectores en los comentarios!

Conoce al primer sacerdote en la historia de un país con solo 300 católicos Por Alvaro de Juana


Primer sacerdote originario de Tayikistán. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa - Instituto Verbo Encarnado

Tiene 25 años, se llama Orzú Saidshoev y hace poco se convirtió en el primer sacerdote nacido en Tayikistán, un joven país de mayoría musulmana donde según cifras oficiales hay poco más de 300 habitantes católicos.
El Padre Orzú recibió la ordenación sacerdotal el pasado 25 de junio en la pequeña ciudad de Montefiascone, en Italia, y en las próximas semanas viajará como misionero a Rusia a través de su comunidad, el Instituto del Verbo Encarnado, una de las pocas organizaciones católicas que existen allí.
La República de Tayikistán es un pequeño país de Asia Central que tiene una población de 8 millones de habitantes, de los cuales el 95% profesa el islamismo. En 1991 se independizó de la Unión Soviética. Su territorio limita con Afganistán, Uzbekistán, Kirguistán y China.
“Siento un poco de temor porque tengo una responsabilidad muy grande ya que soy el primero (sacerdote nacido en Tayikistán) y también mucha alegría porque es un camino muy alegre, un camino de santidad para salvar las almas. Es muy importante, como hicieron los misioneros de Argentina que estaban en Tayikistán, han evangelizado la misión y gracias a ellos es que yo estoy aquí”, dijo el presbítero a ACI Prensa durante una visita a Roma.
La pequeña población católica de Tayikistán tiene “dos parroquias, una de ellas en la capital Dusambé, también tenemos tres sacerdotes misioneros de Argentina, tres hermanas de nuestro Instituto y cuatro hermanas de Madre Teresa de Calcuta”.
Para el joven sacerdote, la convivencia con los musulmanes siempre ha ido “más o menos bien porque nosotros somos muy pocos”.
“No tenemos muchos problemas por eso, pero bien. Ellos nos respetan a nosotros y nosotros a ellos” aunque reconoce que a pesar de esta buena relación “no puedo evangelizar en público y tampoco puedo llevar sotana”, explicó.
“Pido la gracia de perseverar en este camino que no es fácil, es muy difícil, y también pido la gracia de poder salvar muchas almas, para ganar las almas y llevarlas al cielo. Eso es lo principal del ministerio sacerdotal y así también pido la gracia de que en Tayikistán pueda haber muchos cristianos y puedan convertirse”, aseguró el sacerdote.
A su ordenación asistió su madre, quien viajó desde Tayikistán para acompañar a su hijo en la celebración. “Estoy muy feliz, todo salió bien. Cuando regrese a casa iré a compartir mi alegría con mis amigos y mis hermanas”, indicó.

san Nicolás de Bari: historia, tradición y leyenda.


Eligió implicarse en el dolor de sus pacientes y este es el resultado Alguna vez desesperación, muchas un acercamiento a Dios y siempre humanización




Ángel es especialista en Oncología Médica y su consulta es un libro de experiencias intensas al final de la vida. Con ciencia y con conciencia médica trata de aliviar el sufrimiento de sus pacientes.
Entre el realismo y la esperanza, confía en que la profesionalidad y la misericordia ayudan a que el misterio del dolor humanice, y en algunos casos “termina acercando a Dios”.
Opus Dei - Una ventana para airear el dolor
Ángel Jiménez Lacave nació en 1946. Su labor profesional como médico oncólogo e investigador así como la docente la ha realizado, en su mayor parte, en el Hospital Central de Asturias.

Reside en Asturias (España). Durante su vida profesional ha visto muchos trenes saliendo del túnel.
Con su capacitación científica y médica y un interés especial por la filosofía y la antropología, cultivada desde la adolescencia, pasa consulta a su experiencia en voz alta: ciencia, humanismo, atención al final de la vida, muerte, fe, compañía, dolor, sufrimiento…
 El doctor Jiménez Lacave fue agnóstico en los años 60 y 70; más tarde tuvo una conversión y conoció el Opus Dei.
El doctor Jiménez Lacave fue agnóstico en los años 60 y 70; más tarde tuvo una conversión y conoció el Opus Dei.
Ángel ha ido y ha vuelto.
Las preguntas, las dudas y las certezas estaban ahí desde que el uso de razón manifestó sus inquietudes. Decidió estudiar Medicina “como el mejor camino para acercarme al del hombre y de la enfermedad y así poder participar en el proceso de curación”.
El hombre, a fondo
Y desde aquellos años de facultad, muchas personas con enfermedades han confirmado que su vocación de curar era un acierto.
Al final, entre el médico y sus pacientes hay simbiosis de experiencias, descubrimientos, maneras de entender el mundo, la enfermedad…
A él le ha servido descubrir “la dimensión ontológica del hombre y la dimensión metafísica del mundo. Con una idea más profunda de lo que es el hombre puedes entender mejor a la persona enferma. Eso fortalece la relación médico-paciente al haber aprendido a ponerte en su lugar. El hecho de que el paciente se sienta comprendido mejora enormemente la relación médica”.
Porque la Medicina es ciencia, pero no sólo química.
Él es partidario de una relación médico-paciente que supone implicarse en el sufrimiento, una actitud que pasa factura personal.
Él es partidario de una relación médico-paciente que supone implicarse en el sufrimiento, una actitud que pasa factura personal.
Cada paciente, cada día y cada circunstancia tienen su afán. Para todos, Ángel ha tratado de vivir la máxima de San Pablo: “reír con los que ríen, y llorar con los que lloran. Una frase emotiva y humana. Pienso que hay que saber escuchar al enfermo y ponerse en su lugar. Erigir una barrera para no involucrarse no es apropiado, aunque sea una actitud defensiva facilitada para la cultura actual”.
Él es partidario de una relación médico-paciente que supone implicarse en el sufrimiento, una actitud que pasa factura personal, “aunque sabemos que la Medicina, al no ser una ciencia exacta, no se evalúa legalmente por los resultados, sino por la intención, los fines y los medios”.
Dignidad universal
A Ángel le ha servido su propia biografía para descubrir que “una cosmovisión materialista suele conllevar un concepto de dignidad circunstancial. Los que ven así las cosas piensan que cuanto peor es la calidad de vida, menos merece la pena vivir. En ese modo de entender el mundo la dignidad depende de las circunstancias y esas circunstancias influyen en la dignidad del enfermo y la muerte es una liberación”.
La cosmovisión cristiana tiene el concepto de dignidad ontológica: es decir, que todos los hombres tienen la misma dignidad independientemente de su raza, su sexo, su religión, su minusvalía, su enfermedad, etc. Es la base de los derechos humanos. Ninguna circunstancia justifica eliminarlo. Eso sería la “política del descarte” de la que habla el papa Francisco”.
“La cosmovisión cristiana tiene el concepto de dignidad ontológica: es decir, que todos los hombres tienen la misma dignidad independientemente de su raza, su sexo, su religión, su minusvalía, su enfermedad, etc.”
“La cosmovisión cristiana tiene el concepto de dignidad ontológica: es decir, que todos los hombres tienen la misma dignidad independientemente de su raza, su sexo, su religión, su minusvalía, su enfermedad, etc.”
A pesar de su preparación y su contacto directo con personas que sufren, Ángel ve un sentido trascendental del dolor, con su alta dosis de misterio.
A él le ayudó empezar a entender el sentido del sufrimiento un texto que, allá por los años 80, le regaló una paciente: la carta apostólica Salvifici doloris, de san Juan Pablo II. “Nadie da de lo que no tiene. Karol Wojtyla fue sometido desde niño al sufrimiento, y el dolor le acompañó hasta su muerte. Por eso pudo escribir esta carta”.
Ciencia, humanismo y trascendencia
A Ángel le sirve integrar en consulta la competencia profesional, la perfección en el trato humano y el sentido trascendente del acto médico, porque las tres facetas son importantes y las tres juntas ayudan a aliviar el sufrimiento de los pacientes.
De esta experiencia laboral, Ángel saca una conclusión general en el análisis del misterio del dolor: “En general, el sufrimiento humaniza”.
Y explica: “He vivido casos en los que, tras una desgracia, las personas han cambiado su sistema de valores: ya no les llena tanto lo que parecía estructural y sólo era superficial. Cuanto mayor es el sufrimiento, más te acerca al acantilado de las grandes preguntas, también a las que hacen referencia a la trascendencia del hombre”.
La clave está en integrar en consulta la competencia profesional, la perfección en el trato humano y el sentido trascendente del acto médico.
La clave está en integrar en consulta la competencia profesional, la perfección en el trato humano y el sentido trascendente del acto médico.
Con respecto a la apertura a la fe de las personas que sufren, Ángel constata que “cada persona es un mundo”.
Lo que sí ha experimentado es que “a través de la misma labor profesional, la dedicación, y la buena atención, los pacientes llegan a palpar que algo real sustenta tu comportamiento, porque se sienten valorados y apreciados, y ese gesto les llega hasta el fondo del corazón. Por eso, en el fondo, a veces muy en el fondo, me atrevería a decir que el sufrimiento termina acercando a Dios”.
Y con una alta dosis de realismo, añade: “Hay que contemplar también que hay casos en que el sufrimiento lleva a la desesperación, a la pregunta frustrante sin respuesta de por qué me pasa esto a mí, a la rebelión más brutal. Ante estas actitudes el silencio respetuoso es, al menos de inmediato, la respuesta más adecuada”.

San Nicolás de Tolentino – 10 de septiembre


San Nicolás de Tolentino (Museo Florencia pd)

«Sacerdote agustino. Abogado de las almas del purgatorio. Se le considera protector de la buena muerte, de la maternidad y de la infancia. Es muy venerado en Europa y en América»

Nació en Sant´Angelo in Pontano, Italia, en 1245. Sus padres, que durante años esperaban descendencia, en el transcurso de una peregrinación a Bari prometieron que si lograban ser bendecidos por Dios con ella en el caso de que fuese un varón lo consagrarían a san Nicolás, titular de la ciudad. Y así lo hicieron atribuyéndole la pronta concepción de ese hijo tan deseado. El pequeño Nicolás creció dando muestras de la bondad y amabilidad que, junto a su desprendimiento y sensibilidad por los necesitados, caracterizaría su vida entera. Y es que el sensible y piadoso muchacho solía atender personalmente a los pobres que llegaban a su casa pidiendo ayuda. Los primeros conocimientos se los proporcionó el sacerdote en su localidad natal.
Puede que el ejemplo y educación que recibió de sus padres, junto con la cercana presencia de los ermitaños agustinos, despertara en él una temprana vocación, porque a los 12 años ingresó en el convento como «oblato». Su idea no era recibir únicamente esa formación que completaría con creces la que pudo darle el bondadoso clérigo, sino que albergaba el sueño de ser agustino. A los 15 años inició el noviciado, y en 1261 profesó. En 1269 fue ordenado sacerdote por el obispo san Benito de Cíngoli. Después ejerció su misión pastoral en distintos puntos de la región de Las Marcas durante seis años. Pero sus superiores seguramente preocupados por su débil salud, viendo que ni siquiera le ayudaba en su restablecimiento la misión que le encomendaron de maestro de novicios que no exigía continuos desplazamientos, en 1275 determinaron enviarle a Tolentino donde permaneció el resto de su vida.
Fue un hombre de gran austeridad; es la característica que se subraya unánimemente cuando se configura su trayectoria espiritual. Su ascetismo, forjado en el fecundo aprendizaje que había tenido previamente en conventos herederos de la genuina tradición eremítica, estaba signado por la mortificación y el ayuno. Aparte de la frugalidad de su comida, y la radicalidad de su pobreza –mantenía un solo hábito que remendaba cuando era preciso, dormía poco y en condiciones no aptas precisamente para el rácano descanso y menos para una persona corpulenta como él: en un saco, con una piedra como almohada y cubriéndose solo con su propio manto–, no desestimaba todo lo que podía ayudarle a conquistar la perfección. Es decir, que estas asperezas penitenciales y las disciplinas físicas que también se aplicaba no sustituían a la donación de sí mismo. Se esforzaba en ofrendarse, como hacía por ejemplo, con su criterio. Así, aunque no le agradaba la carne, cuando el superior le recomendaba su ingesta por el bien de su salud, se doblegaba humildemente. De todos modos, con una lógica que excede a la ofrecida por textos científicos, en lo que a su bienestar concernía solía poner en duda la preeminencia del valor nutricional de la carne frente al de las hortalizas. No tenía duda de que si Dios quería para él una fortaleza física que estaba lejos de poseer, la ingesta de verduras le habría servido. Se cuenta que, en una ocasión, teniendo en el plato dos sabrosas perdices asadas, Nicolás les ordenó: «Seguid vuestro camino». Y, al parecer, las aves emprendieron instantáneo vuelo.
Al margen de estas anécdotas, tal como se puso de relieve en el proceso de su canonización, fue un hombre obediente y fiel, efectuando lo que se le indicaba con prontitud y alegría; una persona dócil, sensible, entrañable, cercana, disponible, comprensiva, exquisita siempre en su trato que disfrutaba viendo gozar a los demás en el día a día. Era lo que cabía esperar de una persona como él que dedicaba a la oración 15 horas diarias. El resto del tiempo lo repartía en tareas apostólicas, confesión, lectura, meditación, asistencia al refectorio, al rezo del oficio divino…, y algún pequeño momento solaz en el recreo comunitario. ¡La multiplicación del tiempo, como se aprecia frecuentemente en esta sección de ZENIT, es otra gracia que reciben los santos! La continua presencia de Dios en él explica la profunda e incontenible emoción que sentía ante la Eucaristía, hecho que muchas personas pudieron constatar alguna vez, y también los favores extraordinarios que recibió, así como los numerosos milagros que obró. Su apostolado estuvo caracterizado por la dulzura y la amabilidad, rubricado por su admirable caridad. De ella sabían bien cercanos y lejanos, y de forma especial los enfermos y pobres a los que asistía sirviéndose de un bastón cuando ya no tenía fuerzas para deambular por sí mismo, así como los penitentes que se confesaban con él –casi toda la ciudad lo hacía–, y las tantas personas que le acogían con gusto en sus domicilios cuando los visitaba. Ésta era otra de las actividades apostólicas de Nicolás por la que sentía particular debilidad.
En una visión contempló el purgatorio después del fallecimiento de un religioso que hallándose en él, rogó sus oraciones. Sus penitencias y súplicas por él y por otros que purgaban sus penas, fueron escuchadas. De ahí que se le considere abogado de las almas del purgatorio. Su muerte se la anunció una estrella que apareció persistentemente durante varias jornadas, apuntando primeramente a su localidad natal y situándose después en Tolentino, justo encima del convento. Un religioso venerable, al que consultó, descifró su significado: «La estrella es símbolo de tu santidad. En el sitio donde se detiene se abrirá pronto una tumba; es tu tumba, que será bendecida en todo el mundo como manantial de prodigios, gracias y favores celestiales». La estrella le siguió unos días hasta que el 10 de septiembre de 1305, invocando a María por la que tuvo desde niño gran devoción, y contemplando el preciado lignum crucis, falleció. Sus últimas palabras dirigidas a la comunidad habían sido: «Mis amados hermanos; mi conciencia no me reprocha nada; pero no por eso me siento justificado». Eugenio IV lo canonizó el 1 de febrero de 1446.

Una guía espiritual para combatir el cansancio crónico Aprende la diferencia entre la necesidad de tiempo psicológico y de tiempo espiritual


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Soy médico, en la sala del hospital de seguridad social de la gran ciudad donde laboro, he podido observar a multitud de personas con los más diversos padecimientos y una enfermedad común: el agotamiento.
Por doquier, rostros cansados, miradas tristes con síntomas que gritan que existe algo roto en su interior, más allá de lo orgánico. Un cansancio que les hace arrastrar los pies, tener tensión en el cuello y nuca; hormigueo en los músculos; calambres, contracturas, mentes embotadas, dispersas, sin capacidad de concentración y tantas enfermedades psicosomáticas que los hacen moverse con pesadez en busca de ayuda; que son advertencia de la posible aparición de enfermedades verdaderamente   graves. Dan la impresión de ir tirando por la vida, cargando un fardo de peso muerto.
Es un agotamiento crónico que no se disipa descansando; por ello, el internista, el cardiólogo, traumatólogo, oncólogo y demás especialistas, nos enfrentamos en el día a día con este fantasma como el predisponente de tantas enfermedades. El agotamiento crónico es una enfermedad silenciosa y mortal, como suele serlo la alta presión sanguínea, entre otras.
Las personas parecen no saber que su cuerpo, su mente y su alma han perdido su sincronía vital, y se están enfermando por ello. Que los antibióticos solo pueden atacar una infección que no está precisamente en la mente y en el alma, que quedan sin resolverse.
Yo mismo, como todos esos seres, tengo la experiencia de mi propio cansancio. Lo he vivido y asumido, conviviendo con él muchas veces sin saber distinguir entre el cansancio clínico, psicológico y espiritual.
Existe si, el cansancio natural de haber trabajado mucho en una tarea productiva equilibrada, y que se repone con una noche de buen sueño.
Pero yo, absorbido en el trabajo del hacer más, de ganar más, de lograr más, exprimía mi tiempo en largas jornada laborales; en precipitado ejercicio en gimnasios mientras repasaba pendientes en mi mente; en la comida rápida, al tiempo que hacia informes; en fines de semana saturado con compromisos sociales; en el dormir poco para levantarme y vivir pendiente del celular programando y reprogramando actividades. Hasta que caí abatido.
Estaba cansado psicológicamente, físicamente, laboralmente, socialmente. Pero sobre todo, sentía un profundo cansancio en mi ser y deseaba volver a un verdadero encuentro con Dios, conmigo mismo, con los demás; rompiendo con una inercia que me consumía. Sabía que mi mejor medicina era volver a las regiones profundas de mi alma y encontrar la dimensión de las cosas que verdaderamente valen la pena, pues estaba olvidando que para vivir se necesita de todo poco, y que lo poco que se necesita, también se necesita poco. Bien se me podían aplicar las palabras de Jesús en Betania: —Marta, Marta, muchas cosas te preocupan mientras que solo una es necesaria.
Con la comprensión y apoyo de mi familia, me tome unos días en un retiro espiritual, sin  celular,   sin internet.
Busque esa voz en mi interior, que bien sé que cuando se lo he permitido, me llama por mi nombre para impregnar de paz mi ser, lentamente, dilatándolo, extendiéndolo. Una voz que me habla de infinito, de anhelos de pureza, de sentimientos de generosidad y entrega; que me colma de nostalgia por tocar algo total, pleno, absoluto, perfecto e inefablemente bello. Una voz que me habla de todo aquello por lo que verdaderamente vale la pena vivir y por lo que se justifica mucho el esfuerzo de reordenar las ideas, las acciones y las emociones para recuperar la paz en medio del trajín del mundo.
Decidí entonces bajar mi ritmo de trabajo, de ganar menos dinero, de hacer menos de todo lo que no era estrictamente necesario y encontrar el tiempo de Dios. De recuperar el sentido de mi vida.
Reunidos los apóstoles con Jesús, le explicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y Él les dice: –venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco.
El divino Maestro propone el justo descanso acompañados de Él para redirigir nuestros esfuerzos, sin olvidar que por mucho que nos ocupen las realidades terrenas, la primera realidad es Él.
Debemos aprender a descansar esforzándonos en diferenciar entre el tiempo psicológico y el tiempo de Dios.
El tiempo psicológico es el tiempo cerebral, el que nos representamos, calculamos y repartimos en horas y días; el que intentamos manejar y programar. Ese tiempo que siempre nos falta y del que nunca tenemos suficiente; el tiempo que, o bien pasa demasiado deprisa, o bien demasiado despacio, y que precisamente medimos en términos de rendimiento.
En cambio, tiempo para el espíritu es el tiempo de Dios, es el que por la gracia conduce nuestra vida a su más profundo nivel.
Jesús se apartaba en lugares solitarios, descansaba haciendo cosas diferentes, departiendo, encontrándose con los demás y principalmente en dialogo con el Padre.
Buscaba y encontraba el tiempo del espíritu. Un tiempo, que si nos esforzamos, lo encontraremos también nosotros siempre, en cualquier lugar y circunstancias. De lo contrario, el tiempo psicológico lo abarcara todo, viniendo la quiebra, el vacío, el cansancio total… el cansancio de nosotros mismos.
Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. 
Descansar para contemplar un mundo en el que habita un amor infinito, sin el cual, no sería todo tan bello.
Por Orfa Astorga de L. Máster en matrimonio y familia. Universidad de Navarra.

¿Se puede prohibir a alguien ser padrino? Es muy importante conocer cuáles son los requisitos

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¿Cuáles son los requisitos para ser padrino?
 
Dice el Canon 874, 1: Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:

*- Haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla.
*- Haya cumplido al menos dieciséis años, a no ser que el obispo diocesano establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción.
*- Sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir.
*- No esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;
*- No sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar.
*- Llevar una vida acorde con la fe y la misión que se quiere asumir:
a).- No haber renunciado a la fe católica.
b).- Si es casado, haber recibido el sacramento del matrimonio, casado por la Iglesia, no sólo por lo civil.
c).- Ser cristiano practicante.
d).- Dar ejemplo de una vida honrada en su trabajo, negocio, familia, etc.
 
¿Se puede prohibir a una persona ser padrino o madrina?
 
Si el padrino o madrina incurre en censura de excomunión, se debe entender que queda prohibido el ejercicio del oficio de padrino de acuerdo con el canon 1331. A tenor del numeral 2, 4 del mismo canon, sería inválido nombrar padrino o madrina a una persona cuya excomunión ha sido declarada o impuesta.
 
Al párroco o al ministro ordinario les compete la obligación de rechazar a las personas que no cumplan con los requisitos previstos, por el bien del bautizando y además porque podría ser causa de escándalo entre los fieles.
 
Pero se le pide que actúe con la necesaria fortaleza. El hecho de que una determinada conducta pública e inmoral esté muy difundida no hace que estos fieles que pretenden ser padrinos puedan ser admitidos como padrinos.
 
Esto es especialmente importante en el caso del tercer requisito (que sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir).
 
Ningún padre de familia o ningún bautizando adulto se debe extrañar si el párroco rechaza un padrino que lleva un estilo de vida incompatible con las enseñanzas de la Iglesia católica, pues es obligación del párroco actuar de esta manera.
 
Pero la fortaleza con que se debe actuar se tiene que ejercer, naturalmente con caridad, prudencia y amabilidad; empleando el tiempo que sea necesario para explicar los motivos de su actuación.
 
Sobra decir que esta negación se ha de hacer antes del rito del bautismo mismo; es decir en la preparación.
 
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