martes, 3 de octubre de 2017

María Montessori, la mujer que revolucionó la educación


Las raíces cristianas del método de aprendizaje que respeta la psicología natural y el desarrollo físico y social del niño

Nacida en 1870, María Montessori fue una médico y educadora italiana cuyo trabajo fue elogiado por los papas Pablo VI y Benedicto XVI. Su visión del niño como una persona completa, compleja y frágil destinada a desarrollarse y su método educativo para ayudarle a lograrlo con éxito cuentan con una importante reputación internacional. Gracias sus primeros escritos, publicados en 1935, su pedagogía destacó por su originalidad impregnada de la sabiduría tradicional.
El método Montessori, aplicado todavía hoy por miles de personas alrededor del mundo, tiene sus raíces en la fe de su autora. Su intención esofrecer a los niños una educación respetuosa sus intereses y atenta a ellos para adaptar su entorno de aprendizaje a su nivel de desarrollo. María Montessori lo explica en “Dios y el niño“, un escrito inédito en el que rescata las convicciones profundas de esta célebre pedagoga.
El Niño-mesías
Para María Montessori el niño está dotado de una grandeza natural que busca desarrollarse en un entorno propicio. Ella es católica y su pensamiento toma la imagen de Cristo para proporcionar al niño una misión divina.
Su pedagogía sigue su propio camino, pero nunca se aleja de las las palabras de Cristo a los niños. Y es a través de la observación de sus comportamientos durante años llega a la conclusión que los niños están dotados de una riqueza interior innata que podrían perder o ignorar si su entorno les impide desarrollarla.
Un embrión espiritual
En “El niño” encontramos la metáfora del “embrión espiritual” que, para expresarse, tiene que pasar por una encarnación.
En numerosas ocasiones, María Montessori expresa su entusiasmo por el desarrollo del niño y el misterio que lleva consigo. Y la palabra “milagro” se plasma con regularidad a lo largo de su escritura.
El carácter cristiano de su pedagogía no da lugar a dudas en la forma en que termina su capítulo sobre el recién nacido donde encontramos una dimensión crística sin equívocos:
“Llegó al mundo
Y el mundo fue hecho para él.
Pero el mundo no lo reconoció.
Llegó a su propia casa
Y los suyos no le recibieron … “

Amor y respeto ante las diferencias


En la psicología masculina ante todo está el respeto mientras que en la femenina está el amor. Finalmente, al ser unión, respeto y amor se funden.

Una vez más, una fuerte discusión estalló de pronto entre mi esposa y yo a los pocos meses de casados. Ambos comenzábamos a reaccionar ante el juicio y el reclamo de lo que considerábamos un defecto en el otro.  Se  cernían sobre nosotros gruesos nubarrones, sobre todo por mi intolerancia ante las diferencias.
Con mi fuerte temperamento yo esperaba que en momentos como esos,  ella se sujetara intimidándose ante mis poses, gritos, gesticulaciones… pero, para mi sorpresa, en vez de ello, subía el tono y con mejores recursos racionales y emotivos sostenía su posición, solo que a diferencia de mí no llegaba a la ira, la ofensa y fácilmente perdonaba olvidando. 
Así que ahí estaba yo, con o sin razón, fuera de mis cabales con el corazón agitado. 
Iracundo, salí a la calle a caminar bajo una pertinaz lluvia que fue calmando mis ánimos. Luego, unos brillantes relámpagos parecieron iluminar mi mente y corazón,  pues comencé entonces a reconocer que me había casado con un ser pensante y apasionado de la vida, decidido a defender su individualidad y autonomía en su forma de pensar y sentir, no solo en el terreno de los valores  personales, sino también de lo opinable. Lo que marcaba decididamente nuestras diferencias al convivir. 
Regresé sinceramente arrepentido a pedir perdón, muy consciente de que la vida nos expondría a muchas diferencias, ante las que nuestro amor habría de hacer un fuerte contrapeso.
Me costaba trabajo creer que temas que nos empezaban a confrontar, como el de nuestras familias de origen, el uso del dinero, nuestros respectivos amigos, la llegada del primer hijo, los hábitos alimenticios o el uso del tiempo libre solo señalaban diferencias, que armonizadas, habrían de constituirse en un bien para nuestro matrimonio.
Y precisamente esos temas eran solo como la punta del iceberg de todo aquello en lo que deberíamos buscar ser unión, conservando nuestras individualidades.
Pasó el tiempo sin lograr cambiar de fondo. Aunque con menos frecuencia, volvíamos a apasionadas discusiones y disgustos que más de una vez me dejaron abatido. Pero fui  aprendiendo de ella: que los días de sol se imponen sobre las noches oscuras, y que había en mí cierta falta de humildad y fortaleza.
Por ello, solicité ayuda especializada.
Fueron cinco las premisas que me ayudaron a  mejorar desde la perspectiva de que, las diferencias siendo inevitables, no tenían por qué hacernos sufrir, sino unirnos más.
La primera: Debía  entender en principio, como inmadurez y falta de realismo, lo que me hizo en momentos de mi vida suponer que las dificultades en nuestra relación  no eran elementos normales del ir enfrentando juntos la vida sino algo extraordinario.
La segunda: Discutir es normal y es sal necesaria en el amor porque es señal de amar lejos de la indiferencia. Pero es necesario valorar antes y muy bien el motivo, además de hacerlo en el momento correcto, en el lugar propicio y con el tono y las palabras adecuadas.
La tercera: En la psicología masculina ante todo está el respeto mientras que en la femenina está el amor.  Al final, respeto y amor se funden cuando se abraza la verdad de que nada es más importante que conservar  la armonía.
La cuarta: Puede pasar que cualquiera de los cónyuges cometa un error por el que, de forma real o  por percepción subjetiva, el otro se considere dañado u ofendido, pero éste no debe poner en tela de juicio que se trata de un mal momento y nunca será esa la verdadera intención de quien tiene abonadas tantas muestras de abnegación en el amor. No sería justo olvidarlo ni por un instante.
La quinta: Es necesario  cultivar una fortaleza nacida del más fino amor y respeto para aceptar y sobrellevar las diferencias.
Algunos ejemplos: 
  • Capacidad de controlar el propio estado de ánimo.
  • No dejarse abatir por las contrariedades.
  • No caer en el desánimo  ante las dificultades, conservando la energía al emprender una tarea que nos hemos propuesto.
  • Prepararnos para hacer algo que sabemos que nos costará emocionalmente.
  • Desarrollar habilidad para superar los miedos, la timidez, la pereza, los enfados.
  • Desarrollar sobre todo la habilidad de superar la agresividad en nuestras reacciones.
La  fortaleza es la virtud humana estrechamente relacionada con la inteligencia emocional que nos permite sobrellevar adecuadamente los inevitables roces humanos. Y es que contribuye a moderar los impulsos para que nuestra inteligencia sepa distinguir lo conveniente de lo  inconveniente, lo bueno de lo malo y lograr una conducta equilibrada en nuestras tendencias y un uso razonable de las cosas.
Vamos logrando así que nuestra relación crezca en el amor y el respeto, al tiempo que abrimos espacio a una nueva forma de ser juntos: en criterios, gustos, aficiones, tristezas y alegrías. 
Una nueva forma desde la que vamos aprendiendo a amarnos, y por la que no es nada exagerado apreciar que los esposos con el tiempo, llegan hasta parecerse físicamente. 
Es  como la tercera dimensión en el amor.

Orfa Astorga de Lira, máster en matrimonio y familia, Universidad de Navarra.

Martes de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario


Libro de Zacarías 8,20-23. 

Así habla el Señor de los ejércitos: Vendrán asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades.
Los habitantes de una ciudad irán a otra, diciendo: "Vamos a apaciguar el rostro del Señor y a buscar al Señor de los ejércitos; yo también quiero ir".
Pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de los ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor.
Así habla el Señor de los ejércitos: En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: "Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes".

Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7. 
¡Esta es la ciudad que fundó el Señor
sobre las santas Montañas!
El ama las puertas de Sión
más que a todas las moradas de Jacob.
Cosas admirables se dicen de ti,

Ciudad de Dios.
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre aquellos que me conocen;
filisteos, tirios y etíopes han nacido en ella.»
Así se hablará de Sión:
«Este, y también aquél,
han nacido en ella,

y el Altísimo en persona la ha fundado.»
Al registrar a los pueblos, el Señor escribirá:
«Este ha nacido en ella.»
Y todos cantarán, mientras danzan:

«Todas mis fuentes de vida están en ti.»



Evangelio según San Lucas 9,51-56. 
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén
y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?".
Pero él se dio vuelta y los reprendió.
Y se fueron a otro pueblo.