miércoles, 11 de octubre de 2017

Un Papa sencillo, hasta en la mesa; las 4 polentas de Juan XXIII


Comía poca carne y mucha verdura, quesos como el talleggio, el stracchino... la comida típica de una familia humilde de Bérgamo

Angelo Roncalli nació en el seno de una humilde familia campesina en Bérgamo, era el cuarto de trece hijos, familia muy aferrada a los buenos valores y una fe firme. Después de una larga y dura jornada en el campo, todos se sentaban a escuchar atentamente al jefe de la familia, papá Juan (de quien luego tomará el nombre para su pontificado), leer el evangelio y la vida de los santos.
Al convertirse en Papa trajo consigo todas esas buenas costumbres que había aprendido en familia: ir a la cama temprano después del noticiero, estar muy cerca de la gente con un gesto o una caricia acortando distancias que ponían más en guardia a los guardias del vaticano; y quizás añorando las risas y juegos con sus hermanos tenía una gran preferencia por los niños.
Por ello, la primera Navidad de su pontificado hizo una visita sorpresa a los niños en el hospital Bambino Gesù, que por su vestimenta lo confundieron con San Nicolás; también salvó a miles de niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando era nuncio en Budapest, concediéndoles certificados falsos de bautismos. Y muchos habrán oído algunas vez la famosa frase con el famoso “Discurso a la luna”: “regresando a casa, encontraréis a los niños; hacedles una caricia y decidles: ésta es la caricia del Papa”.
Su estilo simple, humilde, familiar hizo pronto que todo el mundo lo amara nominándolo el “Papa Bueno”. Y así también era su gusto culinario: simple, con platos típicos de la tradición bergamasca. Comía poca carne y mucha verdura, quesos como el talleggio, el stracchino…
Pero su plato preferido por excelencia que nunca podía faltar en su mesa era la polenta, que las monjitas del “Ordine delle Poverelle di Bergamo” le preparaban con tanto cariño, respetando las tradiciones propias de su pueblo. También nosotros podemos gustar de estas ricas recetas.
Polenta con leche: polenta hervida y leche fría, era el plato obligatorio al mediodía en el campo
Polenta curada: apenas se sacaba de la paleta de madera con la que se cocinaba al fuego se ponía en una olla con mantequilla derretida, ajo y queso rallado
Polenta asada: Polenta fría cortada en rodajas y dorada en un sartén donde antes se ha frito cebolla en mantequilla
Polenta de pasta roja: en un recipiente para horno se alterna capas de polenta con salsa de tomate, salchicha, carne de cerdo picada y setas; se termina espolvoreando mucho queso rallado y se cocina por media hora en el horno.

Miércoles de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario


Libro de Jonás 4,1-11. 

Jonás se disgustó mucho y quedó muy enojado.
Entonces oró al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor! ¿No ocurrió acaso lo que yo decía cuando aún estaba en mi país? Por eso traté de huir a Tarsis lo antes posible. Yo sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para enojarte y de gran misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas.
Ahora, Señor, quítame la vida, porque prefiero morir antes que seguir viviendo".
El Señor le respondió: "¿Te parece que tienes razón para enojarte?".
Jonás salió de Nínive y se sentó al este de la ciudad: allí levantó una choza y se sentó a la sombra de ella, para ver qué iba a suceder en la ciudad.
Entonces el Señor hizo crecer allí una planta de ricino, que se levantó por encima de Jonás para darle sombra y librarlo de su disgusto. Jonás se puso muy contento al ver esa planta.
Pero al amanecer del día siguiente, Dios hizo que un gusano picara el ricino y este se secó.
Cuando salió el sol, Dios hizo soplar un sofocante viento del este. El sol golpeó la cabeza de Jonás, y este se sintió desvanecer. Entonces se deseó la muerte, diciendo: "Prefiero morir antes que seguir viviendo".
Dios le dijo a Jonás: "¿Te parece que tienes razón de enojarte por ese ricino?". Y él respondió: "Sí, tengo razón para estar enojado hasta la muerte".
El Señor le replicó: "Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche se secó,
y yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad, donde habitan más de ciento veinte mil seres humanos que no saben distinguir el bien del mal, y donde hay además una gran cantidad de animales?".

Salmo 86(85),3-4.5-6.9-10. 
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.

Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!

Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti,
y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque tú eres grande, Dios mío,

y eres el único que hace maravillas.

Evangelio según San Lucas 11,1-4. 
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".