jueves, 5 de julio de 2018

Qué hacer cuando la Sagrada Comunión cae al suelo en la misa

CHALICE

Las directrices de la Iglesia en esta cuestión destacan la realidad de la presencia de Jesús en la Eucaristía

A veces durante la distribución de la Sagrada Comunión en la misa, puede caerse al suelo una hostia o derramarse accidentalmente la preciosa sangre.
Cuando esto sucede, el sacerdote, diácono o ministro extraordinario de la Sagrada Comunión está encargado de velar por que el cuerpo y la sangre de Jesús sean tratados con la debida reverencia.
Según la Instrucción General del Misal Romano: “Si se cae la Hostia o alguna partícula, recójase con reverencia; pero si se derrama algo de la Sangre del Señor, lávese con agua el lugar donde hubiere caído y, después, viértase esta agua en el “sacrarium”(o piscina) colocado en la sacristía” (IGMR, 280).
El “sacrarium” es una pileta especial en la habitación contigua al sagrario que tiene un desagüe que va directo al suelo. De este modo, los elementos naturales regresan a la tierra de forma digna.
Este procedimiento sigue la línea de una instrucción más antigua, un documento titulado De Defectibus, que manifiesta: “Si la hostia consagrada o alguna partícula de ella cayera al suelo, debe ser recogida con reverencia, el lugar donde cayó debe ser lavado y raspado ligeramente y luego poner la pizca o raspado en el sacrarium”.
A menudo no es posible completar todos estos pasos durante la celebración de la misa, así que lo frecuente es que un sacerdote coloque un pañuelo blanco sobre el lugar para que pueda ser limpiado adecuadamente tras la misa.
La razón por la que la Iglesia se toma tantas molestias para garantizar el trato apropiado de las Sagradas Especies en la misa es porque la Iglesia cree firmemente en las palabras de Jesús: “este es mi cuerpo, esta es mi sangre”.
Según se explica en el Catecismo de la Iglesia Católica, “por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre” (CIC 1376).
Con esta realidad en mente, lo que cae al suelo no es simplemente pan y vino, sino el cuerpo y la sangre de nuestro Salvador.
Esta creencia transmite todo lo que hace la Iglesia en conexión con la Eucaristía, reconociendo que Dios mismo está presente y que nuestra respuesta a estos accidentes debería configurarse por nuestro amor personal hacia aquel que nos creó.
No es una actividad escrupulosa, sino definida por la ternura y la tristeza de que nuestro Amado haya caído al suelo. Es nuestro deber recogerle y tratar Su cuerpo y sangre con todo el respeto que merece.

Hoy es la fiesta de San Antonio María Zaccaria, patrono de médicos

Hoy es la fiesta de San Antonio María Zaccaria, patrono de médicos
San Antonio María Zaccaria fue un médico y sacerdote italiano, fundador de los Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas) y creador de la fiesta de “La Adoración de las 40 horas”, siendo uno de los santos fundadores más importantes del siglo XVI.
Aunque murió muy joven, cumplió aquella frase del Libro de la Sabiduría en la Biblia que dice: "vivió muy poco tiempo, pero hizo obras como si hubiera tenido una vida muy larga".
Nació en Cremona, Italia, en 1502. Quedó huérfano de padre cuando tenía muy pocos años.
A los 22 años se graduó de médico y deseaba dedicarse totalmente a atender a la gente más pobre de forma gratuita y aprovechar su profesión para ayudar sus pacientes a salvar sus almas.
Unos años después, sus directores espirituales le aconsejaron que hiciera también los estudios sacerdotales, y así logró ordenarse. Entonces fue doblemente médico: de cuerpos y de almas.
Se trasladó a Milán para hacer apostolado a la mayor cantidad de personas posible. Allí fundó los Clérigos Regulares de San Pablo (Barnabitas), las Hermanas Angélicas de San Pablo y Laicos de San Pablo, e instituyó la fiesta de “La Adoración de las 40 horas” por su gran amor a la Sagrada Eucaristía.
A San Antonio María le correspondió vivir en los tiempos difíciles en los que en Alemania Martín Lutero proclamaba su reforma protestante. Fue uno de los que con su enorme apostolado preparó la gran contrarreforma que la Iglesia Católica iba a traer con el Concilio de Trento.
Falleció el 5 de julio de 1539 a los 37 años y algunos afirman que hizo labores apostólicas como si hubiera trabajado 30 años más. El Papa León XIII lo declaró santo en 1897.
Mas información del santo aquí:

Jueves de la decimotercera semana del tiempo ordinario



Jueves de la decimotercera semana del tiempo ordinario


Libro de Amós 7,10-17. 
Amasías, el sacerdote de Betel, mandó a decir a Jeroboám, rey de Israel: "Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; el país ya no puede tolerar todas sus palabras.
Porque él anda diciendo: 'Jeroboám morirá por la espada e Israel irá al cautiverio lejos de su país'".
Después, Amasías dijo a Amós: "Vete de aquí, vidente, refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí.
Pero no vuelvas a profetizar en Betel, porque este es un santuario del rey, un templo del reino".
Amós respondió a Amasías: "Yo no soy profeta, ni hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicómoros;
pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: 'Ve a profetizar a mi pueblo Israel'.
Y Ahora, escucha la palabra del Señor. Tu dices: 'No profetices contra Israel, no vaticines contra la casa de Isaac'.
Por eso, dice el Señor: 'Tu mujer se prostituirá en plena ciudad, tus hijos y tus hijas caerán bajo la espada; tu suelo será repartido con la cuerda, tú mismo morirás en tierra impura e Israel irá al cautiverio lejos de su país'".

Salmo 19(18),8.9.10.11. 
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.

Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.

La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.

Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.



Evangelio según San Mateo 9,1-8. 
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad.
Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados".
Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema".
Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal?
¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó y se fue a su casa.
Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.