miércoles, 19 de abril de 2017

Diez razones para criar a nuestros hijos en el catolicismo



Temas importantes a meditar justamente en este Domingo de Resurrección


En el año 2000, coincidiendo con el Jubileo decretado por el Papa San Juan Pablo II, Michael Leach y Therese J. Borchard editaron un libro novedoso y de gran provecho para los lectores estadounidenses: “I Like Being Catholic (Me Gusta Ser Católico)”.
Han pasado 17 años desde su publicación y el texto no pierde vigencia, sobre todo en una Iglesia como la estadounidense que ha tenido que vadear el río de aguas caudalosas de los casos de pederastia sacerdotal, iniciados en la arquidiócesis de Boston, casi al mismo tiempo que salía a la luz el libro.
Del acervo de temas e informaciones, extraemos uno de ellos, elaborado por Michael Leach bajo el título “Diez razones para criar a tus hijos en el catolicismo”:
1. Así tendrán algunas “reglas” que rechazar cuando sean adolescentes.
2. Así tendrán algunas reglas para reconsiderar cuando tengan a sus propios hijos.
3. Así tendrán algunos valores que acariciar por el resto de sus vidas.
4. Así tendrán algo a lo que aferrarse cuando los tiempos sean malos.
5. Así tendrán, al menos, una vieja y arrugada Biblia que leer -y encontrar sabiduría- en su casa o en su apartamento cuando se vuelvan mayores y vivan interesados en el mundo.
6. Así sabrán que todas las personas, incluso aquellas que parecieran ser enemigas, son el rostro de Cristo en diferentes modos de presentarse.
7. Así tendrán la experiencia de la fe vivida en comunidad.
8. Así sabrán que la Navidad es el regalo del Amor en sus corazones.
9. Así sabrán de la muerte y de la Resurrección de Cristo, y comprenderán que la vida es algo más que sufrimiento.
10. Así sabrán que el cielo comienza en el sitio donde se encuentran parados, que están aquí por gracia de Dios y que Dios mismo no los habrá de abandonar jamás.
Son diez temas importantes para meditar justamente en este Domingo de Resurrección, cuando la vida triunfa sobre la muerte y cuando los católicos vivimos la mayor de todas las alegrías: que Cristo ha resucitado; verdaderamente ha resucitado.

Cómo visten las religiosas según su orden


Cada atuendo es una declaración y un recordatorio de su compromiso con Dios y la Virgen

Algunos insisten en decir que la moda es superficial. Pero no lo es ni en la vida cotidiana de las mujeres “regulares” ni de las monjas (aunque de distintas maneras). Los hábitos religiosos tienen una historia antiquísima y, desde entonces, han sido dotados de un simbolismo prácticamente sagrado, ya que significan que la persona consagró su vida a Dios.
Aunque con los años su vestimenta ha cambiado un poco, en general su atuendo austero y sencillo ha mantenido su base inicial. Sin embargo, según cada orden religiosa, hay detalles o “accesorios” que varían y cada uno está dotado de un significado interesantísimo. A continuación, la explicación del hábito de cuatro de ellas.

 Monjas Benedictinas


Las religiosas de esta orden religiosa llevan una túnica, velo, cinturón y escapulario (entendido como la pieza larga que cuelga adelante y atrás). Todo su atuendo es de color negro, tanto porque ese color significa penitencia como también porque era la tela más económica cuando la orden fue fundada en Italia siglos atrás, reflejando así modestia. Debajo del velo utilizan una toca (pieza de tela ceñida al rostro) blanca para enmarcar su rostro.
Tanto el velo (que suelen llevar doble, uno blanco y uno negro encima) como la toca son un recordatorio que le pertenecen a Dios; además, permiten cubrir su cabello para protegerlas de toda vanidad. El cinturón es símbolo de las cadenas de Jesucristo y de obediencia; mientras que el escapulario representa su compromiso con la conversión.

Monjas Carmelitas


Su hábito consiste en una amplia túnica color café oscuro (que es una invitación a abrazar la cruz cada día, así como un recordatorio de la tierra, ya que Karmel -Carmelo- significa Jardín de Dios), sujeta por un cinturón (casi siempre de cuero, símbolo de auto-control) cuyo extremo pende de lado, y un escapulario del mismo color con un escote trapezoidal (según la tradición, el 16 de julio de 1251 la Virgen María se apareció a San Simón Stock en Inglaterra, a quien entregó el escapulario del Carmen).
El escapulario representa la protección de María y su deseo de vestirlas en Cristo. Para salir, utilizan también un manto o capa blanca, que simboliza la pureza del corazón y la mente, la santidad y la castidad.

Monjas Dominicas


Las hermanas de esta orden visten de blanco como señal de simplicidad, luz, pobreza y, sobre todo, recordatorio de que son las “novias” de Cristo. Su hábito fue propuesto por la Virgen al Beato Reginaldo de Orleans.
Su velo es negro (símbolo de humildad, además para diferenciarse del blanco de las novicias) y pueden usar una capa de este color durante el invierno o alguna ceremonia. La unión de ambos colores tiene un significado especial, ya que es la penitencia (negro) cubriendo y protegiendo la pureza (blanco), demostrando también que para permanecer “limpios”, se requiere hacer sacrificios. Algunas llevan un largo rosario de 15 misterios sujeto al cinto y todas deben portar un escapulario blanco.

Monjas Clarisas


Al pertenecer a la Segunda Orden de San Francisco, utilizan un hábito muy sencillo de túnica, toca, velo (negro) y un cordón como cinturón. En cuanto al color del hábito, suele ser marrón como el de los monjes, pero también puede ser gris (San Francisco en realidad usaba un hábito gris, pero se sabe que el Santo tenía fascinación por las alondras porque tenían una especie de capucha como los religiosos y eran aves muy austeras).
El cordón que utilizan tiene tres nudos para representar los votos de castidad, obediencia y pobreza. En cuanto al calzado, al igual que ocurre con casi todas las religiosas, suelen ser sandalias pero también depende si hay una necesidad especial, por lo que también utilizan zapatillas de goma o zapatos cerrados de cuero.
Para las mujeres comunes, el qué nos vamos a poner el día siguiente puede ser una complicación por la variedad de opciones. Pero para las religiosas, que sólo tienen una, también es un desafío porque es la confirmación de su entrega a Dios.

19 de abril: Fiesta de San Expedito, mediador ante problemas urgentes

San Expedito fue un comandante de la legión romana y mártir de la Iglesia del siglo cuarto. Se le venera como protector ante problemas en el trabajo, la familia y en caso de juicios. Es decir, se le suele invocar en problemas urgentes debido a una rápida acción que realizó contra el demonio. Su fiesta se celebra cada 19 de abril.
Según la tradición, cuando San Expedito se iba a convertir, el maligno se le acercó en forma de un cuervo y le empezó a gritar: “cras, cras, cras”. Que en latín significa “mañana, mañana, mañana”. Todo para tratar de que dejase su decisión para después y se enfriara su fe.
El santo de inmediato aplastó al cuervo tentador, diciendo: “¡Hodie, hodie, hodie!” que quiere decir “hoy, hoy, hoy”. “No dejaré nada para mañana, a partir de hoy seré cristiano”, añadió. Al final, murió como un valiente mártir.
San Expedito también es protector de jóvenes, estudiantes y enfermos. Se le representa como un soldado con una cruz en la que está escrito “hodie” (hoy) y la hoja de palma que simboliza el martirio. En sus pies le colocan un cuervo con la palabra “cras” (mañana).
En este día, miles de fieles se congregan en la Parroquia Nuestra Señora Balvanera de Buenos Aires para venerar una antigua imagen de San Expedito y participar de las Misas, confesiones y bendición de objetos.

Su culto entre mitos y leyendas

San Expedito es uno de los santos más populares en muchos países como Austria, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Filipina, Francia, Italia (sobre todo en Sicilia, Campania e Lombardía), Alemania, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Rusia, España, Turquía, Uruguay, Venezuela,EE: UU.
Su existencia se ha puesto en dudas muchas veces. Según Hipólito Delehaye, historiador jesuita y hagiógrafo, el nombre de Expedito viene de una lectura errada de Elipidio, un mártir que murió en Melitene junto a su compañero de nombre Ermogene, pero son solo tesis que indican que todos ellos junto a Expedito pertenecen al mismo grupo de mártires hasta que llegaron a identificarlo con una sola persona.
Y el nombre de “Expeditus” sería más bien un adjetivo que en latín significa (libre de cargas) que en lenguaje militar indicaría a los miembros de la infantería ligera, pero todo es bastante indicativo ya que es un santo muy antiguo de la era de las persecuciones de Diocleciano.
Este juego de palabras hizo que se convirtiera en el patrono de los comerciantes (que debían realizar acuerdos con rapidez) y de los navegantes por la misma razón también se reza por los que están sometidos a pruebas y el éxito de estos procesos.
En torno a su figura nacieron varias leyendas, la más conocida es la del “milagro del agua” en la época de Marco Aurelio. San Expedito era comandante de la XII legión romana, llamada “La Fulminante”, que estaba luchando contra los bárbaros en la región de Alemania (actualmente Armenia y Turquía).
Cercados por sus enemigos, sin comida ni agua, sólo un milagro podía salvar a los soldados. Cuando los bárbaros se acercaron para el ataque final, los soldados romanos se arrodillaron y se pusieron a rezar como habían visto hacer a los cristianos, pidiendo a Dios una solución urgente. 
Expedito conocía muy bien la historia de Jesús y se conmovía con sus enseñanzas y su actitud ante la muerte, pero como era un General de División romano y una de sus tareas era perseguir a los cristianos, siempre dejaba su conversión para el día siguiente.
Pero sabiendo que se acercaba el ataque final con los barbaros y con muchas pocas posibilidades de ganar la guerra, los soldados romanos arrodillados se pusieron a rezar imitando a los cristianos y pidiendo a Dios una solución urgente.
Los bárbaros, perplejos ante la actitud de sus enemigos, detuvieron el ataque y en ese mismo momento el cielo se volvió negro y cayó una gran tempestad y los soldados sedientos del comandante Expedito recogieron agua en sus cascos y bebieron, recuperando las fuerzas y de ese modo ganaron la batalla.
Desde ese momento muchos de los soldados se convirtieron al cristianismo y Expedito fue tocado por la gracia divina y en el momento de su conversión se le apareció el espíritu del mal en forma de cuervo diciendo “Cras, cras, cras” (que en latín significa “mañana”), pretendiendo que dejara la conversión para más adelante como lo venía haciendo, dudoso por el miedo al martirio, pero él pisó al cuervo diciendo “Hodie, hodie, hodie” (en latín “hoy”).
Después de todo lo sucedido, las dudas se disiparon y decidió dejar el ejército de los hombres para ingresar en el ejército de los cielos, dando testimonio de su fe en Cristo hasta su bautismo de sangre en el 303 donde fue martirizado y decapitado en Melitene.
Sus restos jamás fueron encontrados porque seguramente los cristianos de la época por miedo a los saqueos lo escondieron muy bien.
A san Expedito generalmente se lo representa vestido como soldado romano que pisa el cuervo que grita “cras, cras,cras”; en una mano la palma del martirio y en la otra una cruz que al principio era un reloj, con la escritura “hodie”.
Si es que necesitas el favor para una causa urgente, puedes pedirle a san Expedito que te haga de intermediario junto a nuestra Madre la Virgen María rezando la siguiente oración:
¡Señor Jesús, acudo a tu auxilio!
¡Virgen Santísima socórreme!
San Expedito, tú que lleno de valor abriste tu corazón a la gracia de Dios
y no te dejaste llevar por la tentación de postergar tu entrega,
ayúdame a no dejar para mañana lo que debo hacer hoy por amor a Cristo.
Ayúdame desde el cielo a renunciar a todo vicio y tentación con el poder que Jesús me da.
Que sea yo diligente, valiente y disciplinado al servicio del Señor,
y no me acobarde ante las pruebas.
Tú que eres el santo de las causas urgentes,
te presento mi necesidad (intención).
Sobre todo te pido que intercedas por mí para que persevere en la fe,
y así llegue al gozo del cielo con Cristo,
con la Virgen María, los ángeles y los santos. Amén


Miércoles de la Octava de Pascua


Libro de los Hechos de los Apóstoles 3,1-10. 

En una ocasión, Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la tarde.
Allí encontraron a un paralítico de nacimiento, que ponían diariamente junto a la puerta del Templo llamada "la Hermosa", para pedir limosna a los que entraban.
Cuando él vio a Pedro y a Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Entonces Pedro, fijando la mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: "Míranos".
El hombre los miró fijamente esperando que le dieran algo.
Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina".
Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de inmediato, se le fortalecieron los pies y los tobillos.
Dando un salto, se puso de pie y comenzó a caminar; y entró con ellos en el Templo, caminando, saltando y glorificando a Dios.
Toda la gente lo vio camina y alabar a Dios.
Reconocieron que era el mendigo que pedía limosna sentado a la puerta del Templo llamada "la Hermosa", y quedaron asombrados y llenos de admiración por lo que le había sucedido.

Salmo 105(104),1-2.3-4.6-7.8-9. 
¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
hagan conocer entre los pueblos sus proezas;
canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!

¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!
¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro!

Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos.

El se acuerda eternamente de su alianza,
de la palabra que dio por mil generaciones,
del pacto que selló con Abraham,
del juramento que hizo a Isaac.



Evangelio según San Lucas 24,13-35. 
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.
En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste,
y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".
"¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo,
y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.
Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro
y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".
Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?"
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos.
Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,
y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.