domingo, 8 de diciembre de 2019

Admirabile signum: 10 datos de la carta del Papa sobre el valor del pesebre en Navidad

Pesebre. Crédito: Pixabay (Dominio Público)


El pasado día 1 de diciembre el Papa Francisco firmó durante su visita a Greccio (Italia) la carta apostólica Admirabile signum sobre el significado y el valor del belén en Navidad, una tradición con cerca de ocho siglos de antigüedad que ayuda, de una manera “dulce y exigente”, a transmitir la fe de padres a hijos.
La carta ha sido firmada el día en que comienza el tiempo de Adviento como una invitación del Santo Padre a alentar esta hermosa tradición iniciada por San Francisco de Asís en la Navidad de 1223 en Greccio.
“Es realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza. Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular. Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”, alentó el Papa.
En ese sentido, para acoger la invitación del Papa Francisco a apreciar el valor del pesebre, te presentamos 10 puntos para comprender la carta apostólica Admirabile signum:
  1. El pesebre es como un Evangelio vivo: El Papa Francisco recuerda que la escenificación del nacimiento de Jesús “surge de las páginas de la Sagrada Escritura” para invitar a los hombres a ponerse en camino atraídos por Cristo, que se “ha hecho hombre para encontrar a cada hombre”. El evangelista Lucas narra que María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada”.
  2. San Francisco quería “contemplar” la fragilidad del Niño Jesús: Quince días antes de la Navidad de 1223, el santo le expresó a un hombre de nombre Juan que deseaba “celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”. El hombre cumplió con el deseo del santo y el 25 de diciembre, junto a frailes y personas de distintos lugares, San Francisco encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno. Las personas “mostraron frente a la escena de la Navidad una alegría indescriptible, como nunca antes habían experimentado”. “Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró solemnemente la Eucaristía, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía. En aquella ocasión, en Greccio, no había figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes”.
  3. En 1223 uno de los presentes “vio” a Jesús en el pesebre: El Papa recuerda en su carta que “el primer biógrafo de San Francisco, Tomás de Celano, recuerda que esa noche, se añadió a la escena simple y conmovedora el don de una visión maravillosa: uno de los presentes vio acostado en el pesebre al mismo Niño Jesús. De aquel belén de la Navidad de 1223, ‘todos regresaron a sus casas colmados de alegría’”.
  4. El pesebre manifiesta la ternura de Dios: “¿Por qué el belén suscita tanto asombro y nos conmueve?”, pregunta el Papa en su carta. Y señala que es porque “manifiesta la ternura de Dios”, que siendo Creador del universo, “se abaja a nuestra pequeñez”. Además, el belén “es desde su origen franciscano una invitación a ‘sentir’, a ‘tocar’ la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación” y “una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados”.
  5. En el belén la creación participa en la fiesta de la venida de Jesús: En Admirabile signum, el Papa Francisco repasa los elementos que componen el nacimiento que se arma en los hogares, como el cielo estrellado, los paisajes, los animales y los pastores. Ellos, afirmó, recuerdan lo que habían anunciado los profetas, “que toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías”. Además, “los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor”; asimismo, “los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece”.
  6. María es la madre que contempla a su hijo: Al llegar a la Virgen María, el Papa destaca que en el pesebre su figura la muestra como la madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo. “Vemos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica”, afirma Francisco.
  7. Representa a San José como custodio de la familia: Luego, el Pontífice afirma que “junto a María, en una actitud de protección del Niño y de su madre, está San José”, representado con el bastón en la mano y, a veces, sosteniendo una lámpara. “Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia” y que no duda en ponerse en camino ante la amenaza de Herodes. Fue el primer educador de Jesús niño y adolescente; “y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica”.
  8. ¿Y las otras figuras del pesebre?: En su carta, el Papa también se refiere a la costumbre de colocar “en nuestros belenes muchas figuras simbólicas, sobre todo, las de mendigos y de gente que no conocen otra abundancia que la del corazón”, pero que “están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no desentonan en absoluto”. Pero también están otras figuras “que parecen no tener relación alguna con los relatos evangélicos”. Sin embargo, “esta imaginación pretende expresar que en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura. Del pastor al herrero, del panadero a los músicos, de las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan..., todo esto representa la santidad cotidiana”.
  9. Nos pone ante el gran misterio de la vida: Francisco asegura en Admirabile signum que cuando en Navidad colocamos la figura del Niño Jesús “el corazón del pesebre comienza a palpitar”. “Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos”. Dios Creador esconde su poder “en la debilidad y en la fragilidad” de un niño cuyo nacimiento “suscita alegría y asombro, porque nos pone ante el gran misterio de la vida”. “Viendo brillar los ojos de los jóvenes esposos ante su hijo recién nacido, entendemos los sentimientos de María y José que, mirando al niño Jesús, percibían la presencia de Dios en sus vidas”, afirma el Papa.
  10. Los Reyes Magos nos recuerdan nuestra misión evangelizadora: El Papa también recuerda que cuando llega la fiesta de la Epifanía está la costumbre de colocar las tres figuras de los Reyes Magos que llegan de Oriente para contemplar al Niño y ofrecerle los dones de oro, incienso y mirra. Esta escena llama “a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser evangelizador”. Además, los Magos, hombres sedientos de lo infinito, “enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo”. Además “no se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en ponerse de rodillas y adorarlo”; y cuando retornan a sus países, “habrán contado este encuentro sorprendente con el Mesías, inaugurando el viaje del Evangelio entre las gentes”.
El Papa Francisco invita en su carta apostólica a recordar cuando se era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construir el belén. “Estos recuerdos nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha dado al transmitirnos la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de transmitir a los hijos y a los nietos la misma experiencia”, aseguró.
“No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra vida. En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición”, expresa el Santo Padre en Admirabile Signum.
La carta completa puede leerse AQUÍ.

Oración a Nuestra Señora Desatanudos



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ORACIÓN
Santa María, llena de la Presencia de Dios, durante los días de tu vida aceptaste con toda humildad la voluntad del Padre, y el Maligno nunca fue capaz de enredarte con sus confusiones. Ya junto a tu Hijo intercediste por nuestras dificultades y, con toda sencillez y paciencia, nos diste ejemplo de cómo desenredar la madeja de nuestras vidas. 

Y al quedarte para siempre como Madre Nuestra, pones orden y haces más claros los lazos que nos unen al Señor. Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra, tú que con corazón materno desatas los nudos que entorpecen nuestra vida, te pedimos que recibas en tus manos (se pone la intención) y que lo libres de las ataduras y confusiones con que lo hostiga el que es nuestro enemigo. 
Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo, líbranos de todo mal. Señora Nuestra, y desata los nudos que impidan nos unamos a Dios para que, libres de toda confusión y error, lo hallemos en todas las cosas, tengamos en Él puestos nuestros corazones y podamos servirle siempre en nuestros hermanos.
Amén.
Recordamos que en la Parroquia de San Pío X, tenemos un cuadro  de su adveración para su devoción. 

10 cosas que quizás no sabías sobre la Inmaculada Concepción de María

 
inmaculada concepcion de la virgen maria  pinturas frescos de maria

Muchos no comprenden la celebración de la Inmaculada Concepción de María. Con estas 10 preguntas y respuestas se conocerá mejor.

La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María es parte del plan de Dios para la salvación de la humanidad.
Cristo, que recibe su carne humana de su madre, recibe esta carne de una persona que, por un don singular de Dios, ella misma viene a este mundo sin el pecado original, pues nada puro podía manchar al Hijo de Dios en el vientre materno
Esto es un regalo de Dios para la mujer que elegiría libremente ser su madre. El regalo resalta la naturaleza extraordinaria de la misión de la Madre de Dios: nadie tendría siquiera la relación que Dios en Cristo tiene con la Santísima Virgen María.
Nadie será nunca la Madre de Dios, excepto la Santísima Virgen María. Conoce ahora 10 cosas que debes saber sobre la Inmaculada Concepción

1. Fiesta de la Inmaculada Concepción.

Es la fiesta que celebra que la Virgen María fue concebida sin mancha del pecado original.
Dios quiso concederle este privilegio en orden al don de su Maternidad divina. No hay que confundirlo con la virginidad de María.

2. Aprobación del dogma.

El 8 de diciembre de 1858 fue aprobado el Dogma de la Inmaculada concepción bajo un enorme festejo de todos los fieles, y fue aprobado por Pío IX mediante la Bula Ineffabilis Deus.

3. ¿Qué dice el dogma de la Inmaculada?

"Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho". Bula Ineffabilis Deus.
Como no podía ser de otro modo, el estilo es muy del siglo XIX, y puede sonar rimbombante y un poco duro; pero en su momento, produjo un júbilo extraordinario en todo el mundo católico.

4. La historia del dogma.

Podríamos "liquidar" la historia del dogma de la Inmaculada en cuatro líneas, pero sería eso, "liquidarlo".
Es una historia preciosa, y lo mejor es conocerla a fondo. Te ofrecemos un enlace con la historia completa:

5. ¿La Iglesia puede inventar dogmas?

La Iglesia no se inventa dogmas nuevos. Son verdades recogidas en el depósito de la fe, y que en un momento dado son formuladas expresamente como dogmas por parte del Papa.
Los dogmas son proposiciones formales sobre verdades que no admiten dudas para la fe católica.
No es necesario que todas las verdades de la fe católica sean formuladas expresamente como dogmas. Los dogmas lo que hacen es subrayar algunos aspectos fundamentales.

6. Celebración en España.

Los reyes de España destacaron durante siglos en su defensa del dogma de la Inmaculada, aunque éste no fue declarado como tal hasta el siglo XIX.
La fiesta ya se celebraba en el Imperio Español desde 1644, y en toda la Iglesia desde 1708. Pío IX quiso dedicar una columna a la Inmaculada en la plaza de España de Roma, como reconocimiento de estos méritos.

7. ¿Por qué se celebra el 8 de diciembre?

La Iglesia celebra la fiesta de la Natividad de la Virgen el 8 de septiembre y, por tanto su Inmaculada Concepción se celebra nueve meses antes.

8. La novena de la Inmaculada.

Es una devoción cristiana que consiste en prepararse interiormente para la fiesta de la Inmaculada los nueve días previos.
Se celebran misas especiales, se reza el Santo Rosario u otras devociones marianas, pero en cualquier caso, lo más importante es vivirla personalmente.
En algunos lugares empieza el 29 de noviembre, y otros el 30, según se incluya o no el día de la fiesta.

9. Patronato.

La inmaculada Concepción comparte patronato con varios países del mundo:
España, Portugal, Corea del Sur, Japón, Colombia, Nicaragua, Estados Unidos, Filipinas, El Salvador, Venezuela, Panamá, Paraguay y Polonia.

10. La Inmaculada conceción y el arte.

La Inmaculada Concepción ha sido uno de los grandes temas del arte cristiano desde siglos antes de la definición del dogma.
Dejamos el enlace a una web gráfica que recoge algunas de las principales muestras pictóricas. Arte de la Inmaculada Concepción

¿Qué es la Inmaculada Concepción?


¿Qué quiere decir que la Virgen María fue concebida sin pecado? ¿Por qué es un dogma? ¿Qué supone para la vida cristiana?

1. La Inmaculada Concepción de María constituye para los católicos una buena noticia de esperanza en la liberación del pecado traída por la redención de Cristo en la Cruz. Durante los siglos, a pesar de las dificultades en la definición del dogma, el pueblo católico ha creído y defendido intensamente esta verdad.
El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX (Giovanni Maria Mastai Ferretti, 1792-1878) proclamaba con la bula Ineffabilis Deus el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Es decir, que la Virgen María había sido preservada por Dios desde el mismo instante de su concepción, por los méritos de la redención de Cristo, del pecado original que todos los hombres tienen por la transgresión de Adán, para prepararse la más perfecta madre para su Hijo.
“El misterio de la Inmaculada Concepción es fuente de luz interior, de esperanza y de consuelo”, afirmó Benedicto XVI durante la oración del rezo del Ángelus el día de la Inmaculada del año 2010.
Sobre la pureza de María, Benedicto XVI decía el 8 de diciembre de 2009 que “María Inmaculada nos ayuda a redescubrir y defender la profundidad de las personas, pues en ella se da una perfecta transparencia del alma en el cuerpo. Es la pureza en persona, en el sentido de que espíritu, alma y cuerpo son en ella plenamente coherentes entre sí y con la voluntad de Dios”.
El Papa anima a dirigirse a la Inmaculada con la alegría de ser sus hijos: “Cada vez que experimentamos nuestra fragilidad y la sugestión el mal, podemos dirigirnos a Ella, y nuestro corazón recibe luz y consuelo”.


En el caso de la Inmaculada Concepción, el sentir del pueblo fiel ha ido por delante de la formulación del dogma, ya desde los primeros siglos. En la Edad Media, la controversia llegó a extremos épicos. Por ejemplo, la defensa de la fiesta empujó a los monjes ingleses en el siglo XI a resistir a los normandos invasores, mientras que en las universidades del continente, profesores y alumnos se juramentaban con pactos de sangre en defensa de la Inmaculada. Son numerosas las leyendas medievales de apariciones y visiones angélicas en este sentido.
Existe un gran patrimonio artístico y cultural sobre la Inmaculada, especialmente en los países hispanos, en el sur de Italia y en Estados Unidos, que muestran cuán profundamente repercute en la vida cristiana la preservación de María del pecado original desde su concepción.
Muchos santos han hablado con ternura de la Inmaculada. Uno de ellos fue, por ejemplo, san Maximiliano Kolbe, quien afirmó que “el Espíritu Santo mora en Ella, vive en Ella, y esto desde el primer instante de su existencia, siempre y para la eternidad”. Es tradicional que cada 8 de diciembre, el Papa reinante se dirija a la Plaza de España de Roma para homenajear a la imagen de la Virgen Inmaculada.
En María resplandece la santidad de la Iglesia que Dios quiere para todos sus hijos. En ella, la Iglesia ha llegado ya a la perfección, por eso acude a ella como “modelo perenne” (en palabras de la carta encíclica de Juan Pablo II Redemptoris Mater) en quien se realiza ya la esperanza escatológica de la vida futura.
Referencias:
2. Con la definición papal del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María culminó un largo camino de discernimiento teológico y doctrinal de la Iglesia que duró varios siglos.
La decisión de Pío IX constituyó el culmen de una larga tradición de devoción por María Inmaculada. Desde los primeros siglos del cristianismo, y sobre todo en Oriente, la Iglesia ha celebrado la pureza de María. Los padres de la Iglesia la definían la “Panaghia”, es decir, la toda santa, santificada por el Espíritu Santo, “lirio purísimo”, “inmaculada”.
En Occidente, la tradición eclesial mantuvo siempre la doctrina de la Inmaculada Concepción, pero la evolución del dogma se vinculó al discernimiento teológico sobre la cuestión del pecado original. Las dificultades se planteaban en dos sentidos: en primer lugar, si María era una excepción, no habría necesitado ser redimida, con lo que la redención no podía considerarse universal, contradiciendo a san Pablo. El segundo problema lo planteaba el momento en el que María había quedado exenta del pecado, si antes o inmediatamente después de su concepción, pues no existía acuerdo en el modo en que se transmitía el pecado original.
La verdadera controversia comenzó en Europa en el siglo XII, con el surgimiento de las universidades y de la escolástica. El teólogo Anselmo de Canterbury elaboró entonces el concepto de prerredención, sosteniendo que a la Virgen le había sido aplicada la redención antes de su nacimiento. El franciscano Juan Duns (1265-1308), llamado Scoto por ser originario de Escocia, fue el autor de la máxima “Potuit, decuit, fecit” (Dios podía preservar a María, convenía, por tanto lo hizo): por tanto, la Inmaculada Concepción no era una excepción a la redención de Cristo, sino su más perfecta y eficaz acción salvífica.
La controversia, con todo, prosiguió y en 1439 la disputa fue llevada ante el Concilio di Basilea. Tras dos años de discusiones, los obispos declararon a la Inmaculada Concepción una doctrina piadosa conforme al culto católico, a la fe católica, al derecho racional y a la Sagrada Escritura, estableciendo que desde ese momento no se permitiría predicar o declarar algo opuesto. Sin embargo, al no tratarse de un concilio ecuménico, no se pudo pronunciar con la máxima autoridad.
En 1476, con el papa Sixto IV, la fiesta de la Concepción de María fue introducida en el Calendario romano.
Desde el siglo XVI, las grandes universidades se convirtieron en baluartes de defensa del dogma. Quien no jurase hacer lo que estuviese en su mano para defender la Inmaculada Concepción, no podía ser admitido como miembro en muchas universidades, como las de Bolonia, Nápoles, París, Colonia, Viena, Coimbra, Lovaina, Salamanca, Sevilla, Valencia, y antes de la Reforma, Oxford y Cambridge. También hubo órdenes religiosas dedicadas a su defensa, como los Frailes Menores, quienes en 1621 la eligieron como patrona, comprometiéndose a difundir la doctrina en público y en privado. A nivel de países, España tuvo un papel fundamental en la defensa del dogma.
El 8 de diciembre de 1661, el papa Alejandro VII promulgó la constitución “Sollicitudo omnium Ecclesiarum”, declarando que la inmunidad de María respecto al pecado original desde el primer momento de la creación de su alma y de su infusión en el cuerpo eran objeto de fe. También lo recogen los catecismos de Pedro Canisio (siglo XVI), Roberto Bellarmino (siglo XVII) y Jacques Bénigne Bossuet (siglo XVIII).
En 1830, Catalina Labouré (1806-1876), recibió una aparición de la Virgen, quien le confió la tarea de difundir en todo el mundo la “Medalla milagrosa”, con la imagen de María y con la inscripción “Concebida sin pecado”. La devoción que suscitó fue tan grande entre los fieles, que muchos obispos pidieron al papa Gregorio XVI la definición del dogma de la Inmaculada Concepción.
Las peticiones continuaron con su sucesor Pío IX, el cual instituyó una congregación especial de cardenales y miembros del clero secular y regular para que examinase cuidadosamente todo lo relativo a la Inmaculada. El pontífice envió también a todos los obispos católicos la encíclica Ubi primum de 1849, para que comunicasen qué devoción animaba a sus diocesanos hacia la Inmaculada Concepción de la Virgen, y sobre todo lo que los propios obispos opinaban al respecto.
En la “Ineffabilis Deus” (art 17), Pío IX confesó el “consuelo” que sintió al recibir las respuestas de los obispos, las cuales “con una increíble complacencia, alegría y fervor”, “no sólo reafirmaron la piedad” hacia la Inmaculada Concepción, sino que “también todos a una” (546 sobre 603 obispos que habían respondido)  “ardientemente” pidieron la definición del dogma con un “supremo y autoritativo fallo”. Al mismo tiempo, también los miembros de la congregación especial habían “pedido con insistencia” al Papa dicha definición, así como un consistorio de cardenales.
Por ello afirmó y definió “que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue  preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano” (art 18).
Cuatro años después de la proclamación del dogma, en 1858, la Virgen se apareció en Lourdes (Francia) a la joven Bernadette Soubirous, diciendo: “Yo soy la Inmaculada Concepción “, significativa confirmación de la proclamación de Pío IX.
El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda en n. 488 que “Dios envió a su Hijo, pero para formarle un cuerpo quiso la libre cooperación de una criatura”, y que para ser la Madre del Salvador, María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante” (490) , “desde el primer instante de su concepción, fue totalmente preservada de la mancha del pecado original y permaneció pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida” (508).

Referencias:
El dogma de la Inmaculada transformó a la Iglesia. Entrevista al periodista y escritor Vincenzo Sansonetti

¿Qué es la Inmaculada Concepción?


¿Qué quiere decir que la Virgen María fue concebida sin pecado? ¿Por qué es un dogma? ¿Qué supone para la vida cristiana?

1. La Inmaculada Concepción de María constituye para los católicos una buena noticia de esperanza en la liberación del pecado traída por la redención de Cristo en la Cruz. Durante los siglos, a pesar de las dificultades en la definición del dogma, el pueblo católico ha creído y defendido intensamente esta verdad.
El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX (Giovanni Maria Mastai Ferretti, 1792-1878) proclamaba con la bula Ineffabilis Deus el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Es decir, que la Virgen María había sido preservada por Dios desde el mismo instante de su concepción, por los méritos de la redención de Cristo, del pecado original que todos los hombres tienen por la transgresión de Adán, para prepararse la más perfecta madre para su Hijo.
“El misterio de la Inmaculada Concepción es fuente de luz interior, de esperanza y de consuelo”, afirmó Benedicto XVI durante la oración del rezo del Ángelus el día de la Inmaculada del año 2010.
Sobre la pureza de María, Benedicto XVI decía el 8 de diciembre de 2009 que “María Inmaculada nos ayuda a redescubrir y defender la profundidad de las personas, pues en ella se da una perfecta transparencia del alma en el cuerpo. Es la pureza en persona, en el sentido de que espíritu, alma y cuerpo son en ella plenamente coherentes entre sí y con la voluntad de Dios”.
El Papa anima a dirigirse a la Inmaculada con la alegría de ser sus hijos: “Cada vez que experimentamos nuestra fragilidad y la sugestión el mal, podemos dirigirnos a Ella, y nuestro corazón recibe luz y consuelo”.
En el caso de la Inmaculada Concepción, el sentir del pueblo fiel ha ido por delante de la formulación del dogma, ya desde los primeros siglos. En la Edad Media, la controversia llegó a extremos épicos. Por ejemplo, la defensa de la fiesta empujó a los monjes ingleses en el siglo XI a resistir a los normandos invasores, mientras que en las universidades del continente, profesores y alumnos se juramentaban con pactos de sangre en defensa de la Inmaculada. Son numerosas las leyendas medievales de apariciones y visiones angélicas en este sentido.
Existe un gran patrimonio artístico y cultural sobre la Inmaculada, especialmente en los países hispanos, en el sur de Italia y en Estados Unidos, que muestran cuán profundamente repercute en la vida cristiana la preservación de María del pecado original desde su concepción.
Muchos santos han hablado con ternura de la Inmaculada. Uno de ellos fue, por ejemplo, san Maximiliano Kolbe, quien afirmó que “el Espíritu Santo mora en Ella, vive en Ella, y esto desde el primer instante de su existencia, siempre y para la eternidad”. Es tradicional que cada 8 de diciembre, el Papa reinante se dirija a la Plaza de España de Roma para homenajear a la imagen de la Virgen Inmaculada.
En María resplandece la santidad de la Iglesia que Dios quiere para todos sus hijos. En ella, la Iglesia ha llegado ya a la perfección, por eso acude a ella como “modelo perenne” (en palabras de la carta encíclica de Juan Pablo II Redemptoris Mater) en quien se realiza ya la esperanza escatológica de la vida futura.
Referencias:
2. Con la definición papal del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María culminó un largo camino de discernimiento teológico y doctrinal de la Iglesia que duró varios siglos.
La decisión de Pío IX constituyó el culmen de una larga tradición de devoción por María Inmaculada. Desde los primeros siglos del cristianismo, y sobre todo en Oriente, la Iglesia ha celebrado la pureza de María. Los padres de la Iglesia la definían la “Panaghia”, es decir, la toda santa, santificada por el Espíritu Santo, “lirio purísimo”, “inmaculada”.
En Occidente, la tradición eclesial mantuvo siempre la doctrina de la Inmaculada Concepción, pero la evolución del dogma se vinculó al discernimiento teológico sobre la cuestión del pecado original. Las dificultades se planteaban en dos sentidos: en primer lugar, si María era una excepción, no habría necesitado ser redimida, con lo que la redención no podía considerarse universal, contradiciendo a san Pablo. El segundo problema lo planteaba el momento en el que María había quedado exenta del pecado, si antes o inmediatamente después de su concepción, pues no existía acuerdo en el modo en que se transmitía el pecado original.
La verdadera controversia comenzó en Europa en el siglo XII, con el surgimiento de las universidades y de la escolástica. El teólogo Anselmo de Canterbury elaboró entonces el concepto de prerredención, sosteniendo que a la Virgen le había sido aplicada la redención antes de su nacimiento. El franciscano Juan Duns (1265-1308), llamado Scoto por ser originario de Escocia, fue el autor de la máxima “Potuit, decuit, fecit” (Dios podía preservar a María, convenía, por tanto lo hizo): por tanto, la Inmaculada Concepción no era una excepción a la redención de Cristo, sino su más perfecta y eficaz acción salvífica.
La controversia, con todo, prosiguió y en 1439 la disputa fue llevada ante el Concilio di Basilea. Tras dos años de discusiones, los obispos declararon a la Inmaculada Concepción una doctrina piadosa conforme al culto católico, a la fe católica, al derecho racional y a la Sagrada Escritura, estableciendo que desde ese momento no se permitiría predicar o declarar algo opuesto. Sin embargo, al no tratarse de un concilio ecuménico, no se pudo pronunciar con la máxima autoridad.
En 1476, con el papa Sixto IV, la fiesta de la Concepción de María fue introducida en el Calendario romano.
Desde el siglo XVI, las grandes universidades se convirtieron en baluartes de defensa del dogma. Quien no jurase hacer lo que estuviese en su mano para defender la Inmaculada Concepción, no podía ser admitido como miembro en muchas universidades, como las de Bolonia, Nápoles, París, Colonia, Viena, Coimbra, Lovaina, Salamanca, Sevilla, Valencia, y antes de la Reforma, Oxford y Cambridge. También hubo órdenes religiosas dedicadas a su defensa, como los Frailes Menores, quienes en 1621 la eligieron como patrona, comprometiéndose a difundir la doctrina en público y en privado. A nivel de países, España tuvo un papel fundamental en la defensa del dogma.
El 8 de diciembre de 1661, el papa Alejandro VII promulgó la constitución “Sollicitudo omnium Ecclesiarum”, declarando que la inmunidad de María respecto al pecado original desde el primer momento de la creación de su alma y de su infusión en el cuerpo eran objeto de fe. También lo recogen los catecismos de Pedro Canisio (siglo XVI), Roberto Bellarmino (siglo XVII) y Jacques Bénigne Bossuet (siglo XVIII).
En 1830, Catalina Labouré (1806-1876), recibió una aparición de la Virgen, quien le confió la tarea de difundir en todo el mundo la “Medalla milagrosa”, con la imagen de María y con la inscripción “Concebida sin pecado”. La devoción que suscitó fue tan grande entre los fieles, que muchos obispos pidieron al papa Gregorio XVI la definición del dogma de la Inmaculada Concepción.
Las peticiones continuaron con su sucesor Pío IX, el cual instituyó una congregación especial de cardenales y miembros del clero secular y regular para que examinase cuidadosamente todo lo relativo a la Inmaculada. El pontífice envió también a todos los obispos católicos la encíclica Ubi primum de 1849, para que comunicasen qué devoción animaba a sus diocesanos hacia la Inmaculada Concepción de la Virgen, y sobre todo lo que los propios obispos opinaban al respecto.
En la “Ineffabilis Deus” (art 17), Pío IX confesó el “consuelo” que sintió al recibir las respuestas de los obispos, las cuales “con una increíble complacencia, alegría y fervor”, “no sólo reafirmaron la piedad” hacia la Inmaculada Concepción, sino que “también todos a una” (546 sobre 603 obispos que habían respondido)  “ardientemente” pidieron la definición del dogma con un “supremo y autoritativo fallo”. Al mismo tiempo, también los miembros de la congregación especial habían “pedido con insistencia” al Papa dicha definición, así como un consistorio de cardenales.
Por ello afirmó y definió “que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue  preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano” (art 18).
Cuatro años después de la proclamación del dogma, en 1858, la Virgen se apareció en Lourdes (Francia) a la joven Bernadette Soubirous, diciendo: “Yo soy la Inmaculada Concepción “, significativa confirmación de la proclamación de Pío IX.
El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda en n. 488 que “Dios envió a su Hijo, pero para formarle un cuerpo quiso la libre cooperación de una criatura”, y que para ser la Madre del Salvador, María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante” (490) , “desde el primer instante de su concepción, fue totalmente preservada de la mancha del pecado original y permaneció pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida” (508).

Referencias:
El dogma de la Inmaculada transformó a la Iglesia. Entrevista al periodista y escritor Vincenzo Sansonetti