sábado, 24 de marzo de 2018

¿Cómo se hacen el pan y el vino eucarísticos?

COMMUNION BREAD

El Rito Romano contiene instrucciones muy específicas sobre el proceso

Desde de la Última Cena, la Iglesia católica ha realizado una celebración eucarística que incluye pan y vino que se transforman milagrosamente en cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo.
Sin embargo, la Iglesia católica considera que no puede emplearse cualquier tipo de pan o vino, por lo que existen instrucciones concretas que regulan su creación.
Para el Rito Romano (el Rito Oriental se tratará en un artículo separado), el Código de Derecho Canónico recoge los elementos básicos del proceso de elaboración del pan y del vino.
924 § 1. El sacrosanto Sacrificio eucarístico se debe ofrecer con pan y vino, al cual se ha de mezclar un poco de agua.
 § 2. El pan ha de ser exclusivamente de trigo y hecho recientemente, de manera que no haya ningún peligro de corrupción.
 § 3. El vino debe ser natural, del fruto de la vid, y no corrompido.
926 Según la antigua tradición de la Iglesia latina, el sacerdote, dondequiera que celebre la Misa, debe hacerlo empleando pan ázimo.
La instrucción Redemptionis Sacramentum añade unos cuantos requisitos más.
Por consiguiente, no puede constituir la materia válida, para la realización del Sacrificio y del Sacramento eucarístico, el pan elaborado con otras sustancias, aunque sean cereales, ni aquel que lleva mezcla de una sustancia diversa del trigo, en tal cantidad que, según la valoración común, no se puede llamar pan de trigo. Es un abuso grave introducir, en la fabricación del pan para la Eucaristía, otras sustancias como frutas, azúcar o miel. (…)
El vino que se utiliza en la celebración del santo Sacrificio eucarístico debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas.
Hay algunas excepciones a las normas anteriores, incluyendo hostias bajas en gluten y una forma de vino permitida para quienes no deberían consumir alcohol. Sin embargo, en general, estas reglas básicas regulan qué tipo de pan y vino pueden usarse en Misa.
Muchas empresas se especializan en crear este tipo de pan, incluyendo muchas comunidades de monjas. Por ejemplo, la Comunidad pasionista en Erlanger, Kentucky, hornea pan todos los días para uso en parroquias de todo Estados Unidos. En un artículo para Loyola Press se explica el proceso con detalle.
Empiezan su jornada mezclando agua y harina para hacer la masa. Allá por 1951, cuando el monasterio empezó a hacer hostias, medían la harina y el agua con tazas de medida. Ahora que el negocio se ha extendido a 100 parroquias de todo el país, tienen que medirlo con balanzas.
La masa se vuelca cazo a cazo en la máquina para hacer obleas, similar a una plancha de gofres, solo que, en vez de una parrilla, tiene grabado el símbolo del crismón. Una vez están cocinadas las láminas de 35 centímetros, se apilan y almacenan durante la noche en un humidificador, para que puedan ser cortadas sin romperse al día siguiente. Las láminas humedecidas se montan en pilas de 72 y se cortan en obleas de tamaños mediano y pequeño. Una vez cortadas, las obleas se secan en bandejas para luego ser embaladas por la hermana Paul, de 91 años, para su distribución.
Por lo general, se cree que Jesús empleo pan ázimo en la Última Cena y, según algunos estudiosos, “la hipótesis más más fundamentada es que el vino habría sido similar al actual Amarone, un vino tinto italiano hecho de uvas que han sido secadas antes de la fermentación”. Por estos y otros motivos espirituales, el Rito Romano respeta los ingredientes más sencillos para la sustancia que se convierte en cuerpo y sangre de Jesucristo.

Sábado de la quinta semana de Cuaresma


Libro de Ezequiel 37,21-28. 

Así habla el Señor:
Yo voy a tomar a los israelitas de entre las naciones adonde habían ido; los reuniré de todas partes y los llevaré a su propio suelo.
Haré de ellos una sola nación en la tierra, en las montañas de Israel, y todos tendrán un solo rey: ya no formarán dos naciones ni estarán más divididos en dos reinos.
Ya no volverán a contaminarse con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeldías. Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios.
Mi servidor David reinará sobre ellos y todos ellos tendrán un solo pastor. Observarán mis leyes, cumplirán mis preceptos y los pondrán en práctica.
Habitarán en la tierra que di a mi servidor Jacob, donde habitaron sus padres. Allí habitarán para siempre, ellos, sus hijos y sus nietos; y mi servidor David será su príncipe eternamente.
Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi Santuario en medio de ellos para siempre.
Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.
Y cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifico a Israel.

Libro de Jeremías 31,10.11-12ab.13. 
¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor,
anúncienla en las costas más lejanas!
Digan: «El que dispersó a Israel lo reunirá,
y lo cuidará como un pastor a su rebaño.»

Porque el Señor ha rescatado a Jacob,
lo redimió de una mano más fuerte que él.
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor.

Entonces la joven danzará alegremente,
los jóvenes y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré su duelo en alegría,
los alegraré y los consolaré de su aflicción.



Evangelio según San Juan 11,45-56. 
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.
Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos.
Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación".
Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada.
¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?".
No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación,
y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús.
Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse.
Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?".