miércoles, 5 de junio de 2019

Una vida al estilo Laudato si’

VOLUNTEERS


El futuro de nuestra casa común está en nuestras manos

Una vida Laudato Sí, como todo en la vida, es una cuestión de compromiso. En este caso de compromiso con nosotros mismos y con los demás. De compromiso con nuestra casa común. De compromiso con Dios.
Puede parecer abrumador en un primer momento. ¿Realmente cada uno de nosotros somos responsables de dejar nuestro planeta habitable a la humanidad que nos sucederá?  
Efectivamente. Tú, yo, nosotros, ellos… Cada uno puede hacer, en la medida de sus posibilidades, pequeños cambios de vida que supondrán una gran transformación en el cuidado de la tierra que habitamos, vivas en un país desarrollado o en desarrollo . 
Aquellos que tenemos hijos, cuando pensamos en su futuro, queremos que sean felices. No nos planteamos que tengan que vivir una guerra o que les falte agua, alimento o aire. Pero, ¿qué le está pasando a nuestra casa? ¿qué hemos hecho con nuestro aire, con nuestros océanos, cómo hemos generado el cambio climático?
 
AFP PHOTO / SAJJAD HUSSAIN
Las decisiones erróneas durante muchos años (el consumo desmesurado de combustibles fósiles, de aerosoles, de fertilizantes; el aumento de la ganadería para alimentar a una población creciente; la ingente cantidad de residuos generados por un afán consumista y una vida rápida, de usar y tirar) nos han llevado al punto en el que estamos.
Estamos en un momento crucial donde debemos abrir los ojos para determinar nuestra actitud ante el estado de nuestro planeta y poner en marcha una ecología integral.  Es hora de poner freno a un cambio climático que es indiscutible y para el que existe un acuerdo global, el Acuerdo de París, que, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, nos invita a pensar en un mundo diferente.
Como señala el papa Francisco en su encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, “toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo”.
Una sociedad, una vida al “estilo Laudato si’” implica pues un cambio de paradigma desde la política hasta las personas. Implica que la política deje de estar al servicio de intereses exclusivamente económicos. Una política impregnada de humanidad, de conciencia, de sensatez, de misericordia, de humildad, de respeto a los demás y de cuidado de nuestra casa común.
La defensa de nuestro planeta es la defensa del ser humano, de la seguridad alimentaria, de la biodiversidad.
VEGETABLES HARVEST
Viki2win I Shutterstock
Debemos entre todos abordar el reto que supone una vida al estilo Laudato si’, enfrentando cada problema, según las peculiaridades de cada territorio. Debemos practicar la teoría de que muchos pequeños cambios generan una transformación real en el sentido deseado. 
Todo ello implica una transformación en la manera de vivir que exige entender:
Nos debemos a las generaciones pasadas y estamos obligados a trabajar para respetar la Creación y garantizar una casa común habitable para las generaciones futuras.
Para ello cada uno de nosotros debemos plantearnos qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan. Cada uno, en silencio, desde la honestidad, deberá responder a esta pregunta mediante sus actos diarios.
¿Cómo?
  • Minimizando al máximo los productos que consumimos.
  • Utilizando solo los materiales que realmente necesitamos (ropa, alimentos, tecnología, etc)
  • Optimizando el consumo de agua
  • Disfrutando de una alimentación saludable basada en la Dieta Mediterránea con alto contenido en legumbres que tanto bien hacen a nuestra salud y a nuestros suelos
  • Disminuyendo el uso de combustibles fósiles y sustituyéndolos por energías renovables
  • Caminando más o utilizando la bicicleta o el transporte público siempre que sea posible.
  • Comprando productos locales para reducir nuestra huella de carbono global.
Una vida Laudato Sí, como todo en la vida, es una cuestión de compromiso. En este caso de compromiso con nosotros mismos y con los demás. De compromiso con nuestra casa común. De compromiso con Dios.

Lecturas del Miércoles de la 7ª semana de Pascua

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,28-38):

En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: «Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.”» 
Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 67,29-30.33-35a.35b.36c

R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios

Oh Dios, despliega tu poder, 
tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro. 
A tu templo de Jerusalén 
traigan los reyes su tributo. R/. 

Reyes de la tierra, cantad a Dios, 
tocad para el Señor, 
que avanza por los cielos, 
los cielos antiquísimos, 
que lanza su voz, su voz poderosa: 
«Reconoced el poder de Dios.» R/.

Sobre Israel resplandece su majestad, 
y su poder, sobre las nubes. 
¡Dios sea bendito! R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»

Palabra del Señor