lunes, 30 de octubre de 2017

La Iglesia acompaña a unos 60.000 presos en las cárceles españolas


La atención continúa tras el cumplimiento de la condena, a través de casas de acogida y distintos programas de ayuda
La Iglesia atendió en 2016 a unos 60.000 presos en España. Son datos de un informe elaborado por el Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal con datos de 74 de las 83 prisiones existentes, dado a conocer con motivo de la festividad de la Virgen de la Merced, patrona de los reclusos.
Para asistir a esas 56.569 registradas, junto a los capellanes católicos, colaboró un ejército de unos 2.000 voluntarios, de perfil mayoritariamente femenino (1.148 mujeres frente a 770 varones).
La ayuda a los presos se extiende en momentos de permiso o al complimiento de la condena. En las 67 casas de acogida de la Iglesia documentadas en el informe, fueron atendidas 2.711 personas, entre ellas unas 500 de religión musulmana. También este trabajo fue posible gracias al trabajo de los voluntarios, 421 en total.
Hubo en 2016 también programas de ayuda económica o bien de ropa, de los que se beneficiaron respectivamente 6.208 y 6.516 personas. En conjunto, la pastoral penitenciaria de las diócesis puso en marcha 951 programas, la mayoría dentro de prisión (829). Aproximadamente la mitad, 416, se dedicaron a satisfacer el derecho a la atención religiosa de los reclusos. A estos programas se suman otros 349 en el área social, no dirigidos específicamente a católicos, y 64 en el área jurídica.
Florencio Roselló, director Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española, resalta en la presentación del informe «el gran compromiso que la iglesia española tiene con nuestro hermanos privados de libertad» y pone «en valor el esfuerzo de capellanes y delegados diocesanos que han hecho posible estos resultados».
«Hacemos mucho y bien –añade–, pero si no logramos reflejarlos en datos, son muchas veces gestiones y acciones invisibles, y esa es mi lucha y mi trabajo con algunos capellanes y delegados diocesanos, mostrar el rostro del evangelio en la cárcel a través de datos, no es vanagloria, es realidad y lectura, en los nuevos tiempos, del evangelio penitenciario».




Lunes de la trigésima semana del tiempo ordinario


Carta de San Pablo a los Romanos 8,12-17. 

Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal.
Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.

Salmo 68(67),2.4.6-7ab.20-21. 
¡Se alza Dios!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
Pero los justos se regocijan,

gritan de gozo delante de Dios
y se llenan de alegría.
Dios en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:

él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
El carga con nosotros día tras día;

él es el Dios que nos salva
y nos hace escapar de la muerte.

Evangelio según San Lucas 13,10-17. 
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.
Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.
Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad",
y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado".
El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?
Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?".
Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.