jueves, 23 de marzo de 2017

La oración que todo católico debe conocer y rezar «El Alma de Cristo»

 
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Popularmente se asumió que había sido escrita por San Ignacio de Loyola dado que aparece en su famoso libro de Ejercicios Espirituales
Como católicos, tenemos la bendición de compartir una herencia de oración rica y vibrante, acumulada literalmente a través de miles de años. Con el tiempo, muchas de estas oraciones que en algún momento constituyeron pilares de nuestra fe han sido tristemente descuidadas o simplemente no enseñadas – y por ende no pronunciadas- tan frecuentemente como antes
Una de ellas tiene sus orígenes en el siglo XIV – El Alma de Cristo. Esta oración hace remembranza de la Pasión de Jesús y es frecuentemente pronunciada por las personas luego de recibir la Sagrada Comunión.
En algún momento fue tan conocida que, autores como San Ignacio de Loyola, ni siquiera se preocuparon en reproducirla; suponían que todos la sabían de memoria.
Origen de la oración
El autor de "El alma de Cristo" es desconocido, pero muchos han especulado que fue el Papa Juan XXII. Popularmente se asumió que había sido escrita por San Ignacio de Loyola dado que aparece en su famoso libro "Ejercicios Espirituales". De cualquier forma, las primeras versiones impresas de la oración pueden ser encontradas en libros publicados más de 100 años antes de su nacimiento. Una redacción similar puede ser encontrada en una inscripción en las puertas del Alcázar de Sevilla, un palacio real en Sevilla España, que data de fechas incluso previas entre 1350-1369.
¿Quién fue San Ignacio de Loyola?
Ignacio fue uno de 13 hermanos nacido de una familia de la aristocracia vasca en 1491. Como muchos de los jóvenes de su tiempo, sus sueños estaban llenos con historias de caballeros y soñaba con triunfos en el campo de batalla. Sin embargo, fue gravemente herido en batalla con los franceses y comenzó un largo periodo de recuperación. Fue durante este tiempo que enfoco toda la energía propia de su juventud en la lectura de la vida de Jesús y los santos para mantenerse ocupado. Comenzó a darse cuenta de su llamado hacia grandes hazañas de naturaleza espiritual y finalmente fue fundador de la Congregación Jesuita.
San Ignacio escribió "Los Ejercicios Espirituales", que es ampliamente reconocido como uno de los libros con mayor influencia para la vida espiritual. Su espiritualidad Ignaciana es llamada muy a menudo, espiritualidad para todos los días. Como lo describe la espiritualidad Ignaciana “Insistimos en que Dios está presente en nuestro mundo y actúa en nuestras vidas. Este es un camino a una oración más profunda, buenas decisiones guiadas por un agudo discernimiento y una vida activa en el servicio a los demás”.
El Alma de Cristo
Es fácil entender porque San Ignacio amaba el "Alma de Cristo". Tiene imágenes vívidas que permite a quien la reza, meditar en la Pasión de Cristo y su relación con El Señor, mientras que referirse al Cuerpo y la Sangre de Cristo, la convierte en una reflexión ideal después de recibir la comunión. El nombre "Anima Christi", como se le conoce en muchas partes, es en latín la primera frase de la oración "Alma de Cristo…"
Aquí encontramos la traducción al español que se conoce tradicionalmente:

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.


¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. 
Amén.

Por qué hacer ejercicios espirituales, según el Papa Francisco

El Papa Francisco explicó los benificios de retirarse un tiempo lejos del ajetreo diario. Fue durante una audiencia con la Federación Italiana de Ejercicios Espirituales.

Francisco
"Quien vive los ejercicios espirituales de modo auténtico experimenta la atracción, el encanto de Dios, y vuelve renovado, transfigurado a la vida ordinaria, al ministerio, a las relaciones cotidianas, trayendo consigo el perfume de Dios”.

Francisco también añadió que los hombres y mujeres necesitan experimentar a Dios y no conocerlo sólo de oídas. 

Precisamente el próximo domingo Francisco comenzará sus ejercicios espirituales en Ariccia, cerca de Roma.

¿Qué buscas? ¿Qué has hecho con tu vida? ¿Te lo has preguntado alguna vez?



Qué busco en mi vida? ¿Qué he logrado con ella?
Veo a mi alrededor y me digo:
“Esto no es lo que Dios espera de nosotros. Hay algo más. Quetrasciende, que nos supera”.
Hace unos días encontré a la salida de misa a una joven que veinte años atrás decidió gastar su vida en algo grande,  alguien: Dios.
Lo abandonó todo, su trabajo, su familia, un futuro prometedor, y se marchó para vivir un ideal, la vida en Dios.
Me acerqué contento de verla después de tanto tiempo.
Una sonrisa la distinguía.
“¿Eres feliz?”, le pregunté.
“Mucho”.
“¿Ha valido la pena?”
“Si volviera a nacer, haría exactamente lo que estoy haciendo. Dios lo vale todo”.
Imagina vivir con el ideal del Evangelio. Sin hacerle daño a los demás, perdonando siempre las ofensas Amando a tu prójimo. Preocupándote por sus necesidades, como los primeros cristianos que todo lo compartían, todo lo perdonaban.
Sabían en quién tenían puestas sus esperanzas.
“…no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro” (Heb 13, 14).
Siempre recuerdo las palabras de un gran amigo que buscaba a Dios. Lo invitaron a un programa de radio. De casualidad ese día estaba sintonizándolo en mi auto, y mientras conducía escuché estas palabras que nunca he olvidado:
En mi corazón hay un sello y es sello dice: “JESÚS”.
Quiero buscar un nuevo camino. Diferente. En el que las personas no se hagan daño. Que vivan en paz.
Busco la verdad, para poder ver un mundo mejor. Donde se valore la fraternidad y vivamos como hermanos.
“¿Qué buscas Claudio?”
“La verdad”.
“Entonces sigue los pasos de  Jesús porque Él es la Verdad”.
“¿Por dónde vas a transitar?”
“Por el camino de la verdad”.
“Entonces busca a Jesús porque Él es el Camino”.
“¿Qué esperas recibir?”
“La vida eterna”.
“Entonces ve en pos de Jesús, Claudio, porque Él es la Vida”.
Desde siempre te he buscado Señor, he necesitado de ti. Ayúdame a encontrarte en mis hermanos, los que sufren, los que nada tienen, que pueda ver el camino y seguirlo sin temor, para llegar a ti. 
No busques más. Ven y sígueme…
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. (Jn 14, 6)


Cristo es la Eucaristía: ¿esto es real o simbólico?


El Magisterio, basándose en la Escritura y la Tradición, asegura que lo que tenemos sobre el altar y después nos comemos es en verdad el cuerpo y la sangre de Cristo

En la Escritura, la Tradición y el Magisterio se toca de manera especialísima el tema de la Eucaristía.
 
La Iglesia siempre ha creído y siempre creerá, porque así lo dice la Escritura, la Tradición y el Magisterio, que después de las palabras del sacerdote "esto es mi cuerpo…" y "esta es mi sangre…", lo que tenemos sobre el altar es en verdad el cuerpo y la sangre de Jesús.
 
1. La Eucaristía en la Escritura

Jesús instituyó la Eucaristía al decir: “Haced esto es memoria mía” (Lc 22,19). Con estas palabras, Jesús quiso dar a los Apóstoles y a sus sucesores el poder y el mandato de repetir aquello mismo que Él había hecho: convertir el pan y el vino en su cuerpo y sangre.
 
Todo esto es un gran misterio, pero así lo hizo Jesús que, por ser Dios, lo puede todo. Y  los discípulos que oyeron sus palabras las entendieron de modo real, no metafórico.
 
Por eso dice San Juan que cuando le oyeron esto a Jesús algunos, escandalizados, le abandonaron diciendo: “Esto es inaceptable”. Les sonaba a antropofagia. Si lo hubieran entendido de manera simbólica no se hubieran escandalizado.

Ahora bien, Jesús también dijo de sí mismo: “Yo soy el pan de vida” (Jn 6,35). Cuando Jesús ha dicho que es ‘el pan de vida’, lo ha dicho de manera diferente a cuando dijo también de sí mismo: “Yo soy la puerta”.
 
Es obvio que al hablar de “puerta”, habla simbólicamente, pero no así al hablar de “pan de vida”, pues según san Pablo es comunión con el cuerpo de Cristo (1 Cor 10, 16).
 
Y el mismo Jesús, lo confirma al decir: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6, 56).  El sentido de las palabras de Jesús no puede ser más claro.

Tengamos en cuenta que las palabras de Jesús tienen poder, significan realmente lo que expresan. Cuando le dijo al paralítico “levántate y anda”, el paralítico sale caminando, pues eso es lo que le dijo Jesús. No es un modo de hablar, por ejemplo, para darle o levantarle el ánimo.
 
Lo mismo en la Eucaristía cuando dice “esto es mi cuerpo” y “hagan esto en memoria mía”. Sus palabras realizan lo que expresan.

¿Y con qué fin pide Jesús a sus apóstoles que hagan lo que Él hizo?
 
· Para que la Iglesia ofrezca estos dones al Padre y así ofrecerle lo mejor que tiene
 
· Para quedarse Jesús mismo corporalmente en la Iglesia por Él fundada y así ayudarnos más que si su presencia fuera meramente espiritual
 
· Para alimentar nuestras almas para la vida eterna y para perpetuar su sacrificio en la cruz con sus efectos redentores; en la misa se hace presente la obra de la redención.

¿Por qué en la Iglesia se celebra la misa?
 
La Eucaristía se celebra en la Iglesia en un acto de obediencia al Señor. Jesús quiso dejar a la Iglesia un sacramento que perpetuase el sacrificio de su muerte en la cruz.
 
Por esto, antes de comenzar su pasión, reunido con sus apóstoles en la última cena, instituyó el sacramento de la Eucaristía, convirtiendo pan y vino en su mismo cuerpo vivo, y se lo dio a comer; hizo participes de su sacerdocio a los apóstoles y les mandó que hicieran lo mismo en memoria suya.

2. La Tradición
Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y transmitido oralmente por los Apóstoles, se llama Tradición Apostólica.
“Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió diciendo: ‘Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía’. De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía’. Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, el que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor” (1 Cor 11,23-27).
Lo que san Pablo recibe del Señor, lo transmite y manda que se mantenga en el tiempo.
San Pablo es claro al afirmar que la presencia de Jesús en la eucaristía es real y no aparente; en caso contrario no hubiera dicho: “Quien come y bebe sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe su propio castigo” (1 Cor 11, 29). 
 
Si la presencia eucarística fuera sólo simbólica, estas palabras del Apóstol San Pablo serían excesivas.
 
No es lo mismo romper la fotografía de una persona que golpearla. La eucaristía no es una fotografía hoy de lo que pasó el Jueves Santo; es exactamente lo mismo. Es por esto que las interpretaciones simbólicas o alegóricas de  los no católicos o protestantes son inadmisibles.

La Iglesia ha reconocido siempre, que la Santa Misa es un memorial de la Pasión y Muerte de Cristo. Esto no significa que no haya presencia realde Cristo. La Eucaristía es un sacramento y un memorial.
 
Y el hecho de que Cristo haya dicho "este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre; haced esto en memoria mía" es muy real, son palabras reales que producen una realidad; ¿cómo se pretende pues asegurar que las palabras de Jesús se deban entender en sentido ‘simbólico’?
 
Las palabras de Dios son creadoras. Una persona como nosotros sí podría decir, por ejemplo, a los demás antes de morir: Si me aman preparen un pastel y me recuerdan; pero la persona estará ausente, en ese pastel no está la persona. Con Jesús es otra cosa, Jesús no es una persona cualquiera, es Dios.

Memorial no es sólo referente a la memoria, sino que también significa, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, un documento que testifica la verdad de un acontecimiento.
La Eucaristía hace parte de la Tradición que se ha transmitido a lo largo de la historia.
 
Cuando hablamos de la Tradición nos referimos a todo aquello que proviene de Cristo y los apóstoles pero también de las tradiciones de las que también se habla en la Biblia y se ordenan mantener:
 
"Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido" (1 Corintios 11,2). 
 
“Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros de viva voz o por carta" (2 Tesalonicenses 2,15).

"La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva” (Catecismo de la Iglesia, 83).
 
Antes de la redacción de los evangelios ya se celebraba la eucaristía; es más: inmediatamente después de la resurrección del Señor.

3. Magisterio de la Iglesia
 
La Revelación Divina abarca la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Este depósito de la fe (cf. 1 Tim. 6, 20; 2 Tim. 1, 12-14) fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia.
 
Ahora bien el oficio de interpretar correctamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia. Ella lo ejercita en nombre de Jesucristo.
 
Este Magisterio, según la Tradición Apostólica, por tanto, es una prerrogativa de los obispos en comunión con el sucesor de Pedro que es el obispo de Roma o el Papa.

El Magisterio no está por encima de la Revelación Divina, sino que está a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido. Por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, el Magisterio de la Iglesia lo escucha devotamente, lo guarda celosamente y lo explica fielmente.

“Aquí estoy”, te dice jesús desde el sagrario. (un bello testimonio)



Me agrada visitar a Jesús sorpresivamente los domingos en la madrugada. Son las 5:00 a.m. y allí estoy, sorprendiendolo.  Es como si me dijera: “Eh Claudio, a esta hora ¿no duermes?” Y le respondo: “He querido estar contigo”.
Son momentos irrepetibles los que vives en su presencia.
Siempre me he sentido tranquilo cuando estoy al lado de mi buen amigo Jesús.  Me basta estar allí, en su dulce presencia, y recordar lo que hizo por mí.
Es mi mejor amigo, desde que era un niño.
Al crecer me alejé un poco, pero estoy de vuelta, más resuelto a buscarlo, a seguir el camino que nos mostró. Y vivir el Evangelio. Perdonar. Amar. Dar más de mí.
Cuando llego a verlo en aquella capilla suelo decirle: “Aquí estoy Jesús”. Y es como si me respondiera desde el sagrario: “Aquí estoy, Claudio”.
Esta mañana le dije: “Creo, pero aumenta mi pobre fe”.
Necesito tener más fe. Creer de verdad. Confiar en su Palabra y sus promesas.
Qué diferente sería mi vida si confiara plenamente en Él.
Cuando eres una persona como yo, necesitas tener presencia de Dios, para poder continuar cada día. Por eso, en medio de las más grandes tentaciones me digo: “Si pierdo la gracia, lo pierdo todo”. 
Valoro  muchísimo “la  gracia” porque me permite mostrarle a Jesús mi alma, sin miedos, sin temores, sin  tener que ocultarme por mis pecados.
A veces antes de ir a verlo, sintiéndome indigno, sucio, me confieso con un sacerdote.
Me sonrío porque es como si el buen Jesús me dijera: “Cada vez me cuestas más Claudio”. Y es que todos somos pecadores Todos caemos en algún momento de nuestras vidas. Es aquí cuando recuerdo las sabias palabras de un sacerdote amigo quien me dijo: “Tranquilo. Santo no es el que nunca cae sino el que siempre se levanta”.
Hoy te recordé. Siempre te pido que le mandes mis saludos cuando lo visitas. Hice un video corto para ti. Estábamos Jesús y yo y me pareció una buena idea compartir contigo ese maravilloso momento.
Podrás verlo haciendo CLIC AQUÍ.
A menudo pienso en la capilla de las Siervas de María, frente a mi casa, en Colón. Cuando era niño vivíamos del otro lado de la calle. Me bastaba asomarme por la ventana para saludar a Jesús. Le sabía en aquél sagrario, no tenía la menor duda. Allí estaba Jesús y era mi amigo. ¡Eso era estupendo! Pronto iré a verlo en Colón. Necesito revivir esos días, cuando éramos Jesús y yo, los grandes amigos.

Jueves de la tercera semana de Cuaresma


Libro de Jeremías 7,23-28. 

Así habla el Señor:
Esta fue la orden que les di: Escuchen mi voz, así yo seré su Dios y ustedes serán mi Pueblo; sigan por el camino que yo les ordeno, a fin de que les vaya bien.
Pero ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron hacia atrás, no hacia adelante.
Desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy, yo les envié a todos mis servidores los profetas, los envié incansablemente, día tras día.
Pero ellos no me escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que se obstinaron y obraron peor que sus padres.
Tú les dirás todas estas palabras y no te escucharán: los llamarás y no te responderán.
Entonces les dirás: "Esta es la nación que no ha escuchado la voz del Señor, su Dios, ni ha recibido la lección. La verdad ha desaparecido, ha sido arrancada de su boca".

Salmo 95(94),1-2.6-7.8-9. 
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor!

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros, el pueblo que él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
«No endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis obras.»



Evangelio según San Lucas 11,14-23. 
Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada,
pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios".
Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.
Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.
Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras,
pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.