lunes, 13 de noviembre de 2017

4 salmos que todo el mundo debería saber de memoria


Los salmos son poderosas oraciones que expresan los deseos más profundos de nuestro corazón 

Uno de los libros más apreciados y usados para rezar de toda la Biblia es el Salterio (el Libro de los Salmos), tradicionalmente entendido como las oraciones personales del Rey David.
Se admite generalmente que David muy probablemente escribió muchos (pero probablamente no todos) los salmos, y estas oraciones poéticas revelan una vida interior llena de dolor, dudas, esperanzas, tristezas y alegría, con tal riqueza que, miles de años después, siguen siendo un perfecto reflejo de la condición humana. No importa qué es lo que necesites expresar con la oración: hay un salmo adecuado para ello.
Los salmos son la base de la Liturgia de las Horas (u Oficio Divino), que la Iglesia anima a todos los cristianos a rezar todo lo que sea posible, para enriquecer la relación personal con Dios.
Durante siglos, monjes y monjas acostumbraban a memorizar los salmos, pues los rollos y libros no eran fáciles de utilizar. En particular, los salmos nocturnos, que se rezaban en Maitines y Completas, tenían que aprenderse para evitar el uso de cirios y fuego.
La Iglesia aún recomienda memorizar algunos salmos para rezar con ellos, especialmente en tiempos de dificultad o alegría. Estas oraciones son medios particularmente poderosos para expresar lo profundo del corazón y los deseos y emociones mucho más allá de las palabras.
Aquí cuatro salmos especialmente recomendados:
Empezamos con el salmo más breve, el 117 (Laudate Dominum)
¡Aleluya! ¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
¡Aleluya!
Salmo 130 (De Profundis)
Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria.

Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido.

Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora.

Como el centinela espera la aurora,
espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
él redimirá a Israel
de todos sus pecados
Salmo 51 (Miserere)
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.

Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;
yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre.

Tú amas la sinceridad del corazón
y me enseñas la sabiduría en mi interior.
Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
Salmo 23 Dominus regit me
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.

Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.

Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.


Si rezas el Rosario con frecuencia, estos consejos te ayudarán a perfeccionar este hábito

Rosario / Flickr de FotoKatolik (CC-BY-SA-2.0)

Estamos en el mes del Rosario, mes en el que muchos católicos redescubren esta oración predilecta de la Virgen María, fortalecen su vida espiritual y cuentan con gracias especiales.
Por ello y para seguir perfeccionando el hábito de esta oración, contemplando a Jesús a través de la Virgen María, presentamos 7 consejos prácticos para profundizar en el rezo del Rosario, tomados del libro “El Rosario: Teología de rodillas”, del sacerdote, escritor y funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, Mons. Florian Kolfhaus:
1. Dedicarle el tiempo que se merece
Nuestros calendarios están llenos de citas. Sin embargo, es bueno reservar entre 20 a 30 minutos al día para el rezo del Santo Rosario. Este encuentro con Jesús y María es verdaderamente más importante que las demás actividades agendadas.
Este tiempo de oración se reserva finalmente para uno mismo porque es un tiempo en el que debemos dedicarnos solo a amar. Es posible reservar dos o tres días de la semana para el rezo del Rosario, y de esta forma se hará cada vez más fácil hacer esta oración, hasta finalmente practicarla todos los días.
2. Saber que rezas para alguien más
Una buena oración se basa en orientar completamente la voluntad en complacer a nuestro querido amigo, Cristo, y no a uno mismo.
3. Hacer pausas para concentrarnos
San Ignacio de Loyola recomienda la llamada "tercera forma de rezar" para adaptar las palabras al ritmo de la propia respiración.
A menudo es suficiente interrumpir un misterio del Rosario para volver a ser conscientes de que Jesús y María nos miran llenos de alegría y amor. Para esto puede ser útil respirar dos o tres veces, antes de volver a retomar la oración.
4. Dirigir nuestros pensamientos a los misterios
Se puede y se debe “desviar” los pensamientos para encontrar el misterio que debemos visualizar en nuestra mente antes de cada decena del rosario.
Es poco probable que la repetición sea útil si no es encaminada varias veces hacia lo esencial, que es la vida de Jesús y María.
5. Hacer de la oración un momento para compartir con Cristo
Uno de los primeros y más importantes pasos hacia la oración interior es no solo dedicarnos a pensar y meditar, sino mirar a quien va dirigida nuestra plegaria.
Saber que, a quien nos dirigimos, nos ama infinitamente despertará en nosotros diversos y espontáneos sentimientos, al igual que cuando disfrutamos y nos alegramos con la persona que nos importa sobremanera.
6. Cerrar los ojos o simplemente fijarlos en un solo lugar
Algunas personas cierran los ojos con el fin de concentrarse y rezar mejor. Eso puede ser una ayuda, pero a menudo es suficiente fijar la vista en un solo lugar y evitar mirar alrededor. En cualquier caso, es importante que los ojos del corazón estén siempre abiertos.
El Rosario es como una visita al cine. Se trata de ver imágenes. Algunas preguntas básicas pueden ser de utilidad: ¿Qué, quién, cómo, cuándo, dónde? Cómo veo el nacimiento de Jesús, su crucifixión, su ascensión.
A veces puedo –como si tuviera una cámara– acercar elementos o detalles y buscar un primer plano: la mano de Cristo traspasada por los clavos, las lágrimas en los ojos del apóstol Juan mientras el Señor asciende al cielo, etc.
7. Que la intención de rezar siempre sea el amor
Las palabras acompañan, nuestra mente se dispone, pero es nuestro corazón el que debe dominar la oración.
Todos los grandes escritores espirituales concuerdan en que la oración interior afecta principalmente nuestros sentimientos y emociones.
Santa Teresa de Ávila lo explica de manera simple: "¡No piense mucho, ame mucho!". En una ocasión, una anciana me contó que no podía pensar en rezar el Rosario todos los días, pero lo único que le alcanzaba era decir interiormente: ‘¡Jesús, María, los amo!’. Felicito a la mujer. A tal resultado es donde el rezo del Rosario debe llevar.

Lunes de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario


Libro de la Sabiduría 1,1-7. 

Amen la justicia, ustedes, los que gobiernan la tierra, piensen rectamente acerca del Señor y búsquenlo con sencillez de corazón.
Porque él se deja encontrar por los que no lo tientan, y se manifiesta a los que no desconfían de él.
Los pensamientos tortuosos apartan de Dios, y el Poder puesto a prueba, confunde a los insensatos.
La Sabiduría no entra en un alma que hace el mal ni habita en un cuerpo sometido al pecado.
Porque el santo espíritu, el educador, huye de la falsedad, se aparta de los razonamientos insensatos, y se siente rechazado cuando sobreviene la injusticia.
La Sabiduría es un espíritu amigo de los hombres, pero no dejará sin castigo las palabras del blasfemo, porque Dios es el testigo de sus sentimientos, el observador veraz de su corazón, y escucha todo lo que dice su lengua.
Porque el espíritu del Señor llena la tierra, y él, que mantiene unidas todas las cosas, sabe todo lo que se dice.

Salmo 139(138),1-3.4-6.7-8.9-10. 
Señor, tú me sondeas y me conoces,
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.
Antes que la palabra esté en mi lengua,

tú, Señor, la conoces plenamente;
me rodeas por detrás y por delante
y tienes puesta tu mano sobre mí;
una ciencia tan admirable me sobrepasa:
es tan alta que no puedo alcanzarla.
¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu?

¿A dónde huiré de tu presencia?
Si subo al cielo, allí estás tú;
si me tiendo en el Abismo, estás presente.
Si tomara las alas de la aurora
y fuera a habitar en los confines del mar,
también allí me llevaría tu mano

y me sostendría tu derecha.

Evangelio según San Lucas 17,1-6. 
Jesús dijo a sus discípulos: "Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!
Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños.
Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo.
Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: 'Me arrepiento', perdónalo".
Los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe".
El respondió: "Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería."