miércoles, 13 de septiembre de 2017

Papa Francisco: Tomaos en serio la lucha contra el demonio



Debemos siempre vigilar contra el engaño del demonio, dijo el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en Casa Santa Marta. El Pontífice subrayó que no se puede seguir la victoria de Jesús sobre el mal “a medias” y reafirmó que no debemos confundir, relativizar la verdad en la lucha contra el demonio.
 
Jesús expulsa a los demonios, y alguien empieza a dar explicaciones “para disminuir la fuerza del Señor”. El Papa Francisco habló en la homilía, tomando el Evangelio de hoy, sobre la tentación de disminuir la figura de Jesús como  si fuese “como mucho un curador”, pero sin tomarle “del todo en serio”. Una actitud, observó, que “ha llegado hasta nuestros días”.
 
“Hay algunos sacerdotes que cuando leen este pasaje del Evangelio, este y otros (sobre expulsión de demonios, n.d.r.), dicen: ‘Jesús curó a una persona de una enfermedad psíquica. No se lee esto aquí, ¿no? Es verdad que en aquel tiempo se podía confundir una epilepsia con la posesión del demonio; ¡pero es también cierto que existía el demonio! Y no tenemos derecho a simplificar tanto las cosas, diciendo: ‘Todos estos no estaban endemoniados; eran enfermos psíquicos’. ¡No! La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio”.
 
Por esto, advirtió, “no debemos ser ingenuos”. El Papa, por tanto, observó que el Señor nos da algunos criterios para “discernir” la presencia del mal y para ir por el “camino cristiano cuando hay tentaciones”. Uno de los criterios es “no seguir la victoria de Jesús sobre el mal” solo “a medias”. “O estas conmigo – dice el Señor – o estás contra mí”. Jesús, añadió, vino a destruir al demonio, “a darnos la liberación” de la “esclavitud del diablo sobre nosotros”. Y, advirtió, no se puede decir que así “exageramos”. “En este punto – dijo – no hay medias tintas. Hay una lucha, y una lucha en la que se juega la salud, la salud eterna, la salvación eterna” de todos nosotros.
 
Está después el criterio de la vigilancia. “Debemos ser vigilantes siempre – exhortó el Papa – vigilar contra el engaño, contra la seducción del maligno”.
 
“Y podemos preguntarnos: ‘¿Yo me vigilo a mí, mi corazón, mis sentimientos, mis pensamientos? ¿Guardo el tesoro de la gracia? ¿Guardo la presencia del Espíritu Santo en mí? ¿O lo dejo estar, seguro, creo que voy bien?’ Si tu no guardas, viene el que es más fuerte que tu. Pero si llega uno más fuerte que él y le gana, le quita las armas en las que confiaba y se reparte el botín. ¡La vigilancia! Tres criterios, ¡eh! No confundir la verdad. Jesús lucha contra el diablo: primo criterio. Segundo  criterio: quien no está con Jesús, está contra Jesús. No hay enseñanzas a medias. Tercer criterio: la vigilancia de nuestro corazón, porque el demonio es astuto. ¡Nunca se le expulsa para siempre! Sólo lo será el último día”.
 
Cuando el espíritu impuro sale del hombre, recordó el Papa, “vaga por lugares desiertos, buscando alivio, y al no encontrarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde he salido’. Y cuando la encuentra “barrida y en orden”. Entonces va, “toma a otros siete espíritus peores que él, vienen y moran en ella”. Y así, “la última situación de ese hombre se vuele peor que la primera”.
 
“La vigilancia, porque su estrategia es esa: ‘Tu te has hecho cristiano, sigue adelante en tu fe, yo te dejo, te dejo tranquilo. Pero después, cuando te has acostumbrado y no vigilas tanto y te sientes seguro, yo vuelvo’. El Evangelio de hoy comienza con el demonio expulsado y termina con el demonio que vuelve. San Pedro lo decía: ‘Es como un león feroz, que gira a nuestro alrededor’. Es así. ‘¡Pero, Padre, usted está un poco anticuado! Nos asusta con estas cosas …’. No, ¡yo no! ¡Es el Evangelio! Y esto no son mentiras: ¡es la Palabra del Señor! Pidamos al Señor la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación. ¡El ha vencido al demonio! ¡Por favor, no hagamos tratos con el demonio! Él busca volver a casa, tomarnos en posesión … ¡No relativizar, vigilar! ¡Y siempre con Jesús!”

El día que Lucía le dio a la Virgen de Fátima un frasco de colonia


En su quinta aparición en Fátima, la Madre de Dios prometió «un milagro para que todos crean»
El 13 de septiembre de 1917, hace 100 años, tuvo lugar la quinta y penúltima aparición de la Virgen de Fátima en Cova de Iria. Después de lo ocurrido en verano (en julio tuvo lugar la visión del infierno y en agosto la Virgen no pudo aparecerse en Cova de Iria porque Lucía y los beatos Francisco y Jacinta habían sido detenidos por las autoridades), el encuentro ocurrió sin altercados; más allá, por supuesto, de la aparición misma.
En cierto sentido, la Virgen parece haberlo querido utilizar para preparar la que sería la última aparición, la de octubre. Un mes antes, prometió a los niños hacer «un milagro para que todos crean».También les anunció que «vendrá también Nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen, y san José con el Niño Jesús para bendecir al mundo».
La Virgen sí aprovechó la ocasión para pedir a los pastorcitos que suavizaran las penitencias que se imponían para lograr la salvación de los pecadores. Una de ellas era llevar una cuerda en la cintura, tan apretada que a veces les hacía sangrar. «Dios está contento con vuestros sacrificios –les dijo–, pero no quiere que durmáis con la cuerda; traedla solo durante el día».


La conversación de ese día, recogida en las memorias posteriores de sor Lucía, terminó con una anécdota curiosa: la niña, que hablaba en nombre de los tres, le ofreció a la Madre de Dios dos cartas y un bote con colonia que le habían dado algunos de los entre 20.000 y 30.000 fieles que se congregaban en Cova de Iria. «Eso no es conveniente para llevar al Cielo», contestó la Virgen.

El día que Lucía le dio a la Virgen de Fátima un frasco de colonia


En su quinta aparición en Fátima, la Madre de Dios prometió "un milagro para que todos crean"

El 13 de septiembre de 1917, hace 100 años, tuvo lugar la quinta y penúltima aparición de la Virgen de Fátima en Cova de Iria. Después de lo ocurrido en verano (en julio tuvo lugar la visión del infierno y en agosto la Virgen no pudo aparecerse en Cova de Iria porque Lucía y los beatos Francisco y Jacinta habían sido detenidos por las autoridades), el encuentro ocurrió sin altercados; más allá, por supuesto, de la aparición misma.
En cierto sentido, la Virgen parece haberlo querido utilizar para preparar la que sería la última aparición, la de octubre. Un mes antes, prometió a los niños hacer “un milagro para que todos crean”. También les anunció que “vendrá también Nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen, y san José con el Niño Jesús para bendecir al mundo”.
La Virgen sí aprovechó la ocasión para pedir a los pastorcitos que suavizaran las penitencias que se imponían para lograr la salvación de los pecadores. Una de ellas era llevar una cuerda en la cintura, tan apretada que a veces les hacía sangrar. “Dios está contento con vuestros sacrificios –les dijo–, pero no quiere que durmáis con la cuerda; traedla solo durante el día”.
La conversación de ese día, recogida en las memorias posteriores de sor Lucía, terminó con una anécdota curiosa: la niña, que hablaba en nombre de los tres, le ofreció a la Madre de Dios dos cartas y un bote con colonia que le habían dado algunos de los entre 20.000 y 30.000 fieles que se congregaban en Cova de Iria. “Eso no es conveniente para llevar al Cielo”, contestó la Virgen.

Busca la protección MATERNAL de nuestra “Madre” del cielo (Un testimonio bellísimo)


“Corazón Dulcísimo de María prepáranos un camino seguro.”
Me encanta esta bella jaculatoria de san Josemaría Escrivá. Dice mucho. Es lo que anhelo decirle a la Virgen María. Es la súplica humilde y sincera del hijo  que corre a los brazos de la madre, en medio del peligro que a menudo lo asecha. Sabe con una certeza más allá de toda duda, que bajo su regazo estará seguro y nada le pasará.
Todos tenemos un santo preferido. El mío es san Francisco de Asis.  Han marcado nuestras vidas con su heroicidad.  Nos ayudan a comprender que el llamado a la santidad también es para nosotros. Cuando puedas lee un libro que narre sus vidas y aventuras espirituales. He aprendido de ellos algo fundamental: “Confiaron en Dios y fueron grandes devotos de nuestra Madre del cielo”.
Descubrirás en ellos esa gran devoción a la santísima Virgen María. Y la evidente protección maternal que gozaron en vida. Y es que… de una madre sólo puedes esperar comprensión, un amor sublime y la seguridad que necesitas y te  impulsa a no desfallecer.
La madre ama. No importa el camino que haya tomado su hijo. Ella simplemente ama.

Basta leer la vida de santa Mónica, la mamá de san Agustín, para darse cuenta que no hay nada que las detenga, nada parece imposible, al momento que una madre lucha por la salvación de su hijo.

Me gusta sentir el abrazo cálido y tierno de mi madre. Me tranquiliza y me anima a continuar el camino de la vida.
Siento también la mirada tranquilizante de nuestra madre del cielo y hago mías las palabras de la Virgen de Guadalupe a san Juan Diego. Su dulce voz de madre:
“No temas, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?…” 
Acudo con mucha frecuencia a la Virgen.
Me equivoco tanto… Necesito un refugio seguro. Ella lo es.
Como buena madre instruye, se preocupa y nos orienta.
Siempre que la busco siento que me dice lo mismo y ¡es natural!  ¿Acaso las madres no repiten una y otra vez las mismas cosas? Lo hacen hasta que sus palabras entran y se afianzas en nuestros corazones.
Y, ¿qué es lo que ella nos dice? Está a la vista de todos en la santa Biblia.
La Virgen señala a su hijo Jesús y nos pide siempre:

«Hagan lo que él les diga.» (Jn 2, 5)

Miércoles de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario


Carta de San Pablo a los Colosenses 3,1-11. 

Hermanos:
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría.
Estas cosas provocan la ira de Dios.
Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente.
Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y las conversaciones groseras.
Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras
y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador.
Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.

Salmo 145(144),2-3.10-11.12-13ab. 
Señor, día tras día te bendeciré,
y alabaré tu Nombre sin cesar.
¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza:
su grandeza es insondable!

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.


Evangelio según San Lucas 6,20-26. 
Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»