domingo, 14 de febrero de 2016

Giuseppe Verdi, un ateo inquieto que buscaba a Dios “Va Pensiero” y la “Forza del destino”: las dos óperas en las que el compositor dialoga con Él

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¿Es posible hablar de religión y fe, relacionándolo con un hombre como Giuseppe Verdi, considerado por todos, sino ateo, al menos muy tibio con respecto a la Iglesia y la devoción? La respuesta es “sí” como demuestra Egidio Bandini en Il Sussidiario (22 agosto) analizando algunas de las obras maestras de Verdi.
El compositor habría escuchado fuertemente la llamada a la fe “al ponerse en gracia de Dios”, como él mismo escribía, a lo mejor con un sencillo signo de la cruz, o más a menudo, dando voz y armonía a las más bellas obras.
La fe y el “Va Pensiero”
Hablando de la relación de Giuseppe Verdi con la fe y la religión, se llega, enseguida, para comprender como, por el Maestro, se haya tratado verdaderamente de “una falta de la que tenía llena el corazón” y para explicarlo mejor, evidencia Bandini; es el mismo Verdi, a través de su coro más famoso: el “Va pensiero”.
La nostalgia conmovedora que sienten los judíos en el exilio es algo muy personal, íntimo, que Verdi destaca, anima con su música más bella, más emocionante, más conmovedora. Es la nostalgia por lo que había irremediablemente perdido: la mujer, los hijos, el calor de la familia y, por todo esto, la fe.
La Providencia Divina
En el “Va pensiero” el Maestro canta el dolor de la distancia, el deseo de la vuelta, la búsqueda de lo que falta: pero es consciente de que a sus seres queridos no los volverá a tener más, pero si entiende que podrá recuperar el consuelo de la fe, el abandono a la Providencia, la gracia de Dios. De aquí, del “Nabucco”, que puede considerarse la primera obra verdaderamente verdiana, es la consecución de esta búsqueda, traducida en una música inolvidable: a veces trabajosa como en “Rigoletto”, a veces tormentosa como en “Traviata”, hasta ese himno al Señor solemne y potente, “Immenso Ftah” de “Aida”.
La búsqueda religiosa
Ya el papa Benedicto XVI afrontó el tema de la fe en Verdi.
Ratzinger decía que Verdi, a causa del clima anticlerical del Renacimiento y de las tragedias familiares que le golpearon, con la prematura muerte de su primera mujer y de sus dos hijos, pasó de la fe a un ateísmo inquieto, nunca lejos de la búsqueda religiosa.
“En sus obras, afirmaba el pontífice, llama la atención siempre cómo supo tomar y transformar musicalmente las situaciones de la vida, sobre todo los dramas del alma humana, de una forma tan inmediata, incisiva y esencial, que raramente se encuentra en el panorama musical”. “Es un destino siempre trágico, continúa el Papa, el de los personajes verdianos del que no pueden escapar los protagonistas de “la Fuerza del Destino”.
El enfrentamiento con Dios
Todos los temas se convierten en ocasión para Verdi para meditar sobre la imposibilidad de huir del destino. Pero naturalmente, comenta Benedicto XVI, “afrontando el tema del destino, Verdi se encuentra cara a cara con el tema religioso, con Dios, con la fe, con la Iglesia, y emerge de nuevo el ánimo de este músico, su inquietud, su búsqueda religiosa”.
Vemos aquí como el ateísmo del Verdi ya maduro está efectivamente lleno de dudas y de intereses por la religión. En “La Fuerza del Destino”, observa el Papa, “no solo una de las arias más famosas, “La Virgen de los Ángeles”, es una especial oración, pero nos encontramos con dos historias de conversión y acercamiento a Dios: la de Leonora, que reconoce dramáticamente sus culpas y decide retirarse a una vida ermitaña, y la de don Álvaro, que lucha entre el mundo y una vida en soledad con Dios”.

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Rezando voy


domingo 14 de febrero

101 Maneras de vivir la Cuaresma. (Parte 1) Son tan sencillas, que están a tu alcance


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1. Repita una pequeña oración a lo largo del día. Puede ser: “Señor, ten misericordia de mí”, o “Jesús, ayúdame a conocerte y a hacer tu voluntad”. También puede usar sus propias palabras.
2. Haga una lista de las cosas por las cuales está agradecido(a). Escriba diariamente diez cosas por las que está agradecido(a): familia, talentos, amigos, éxitos, etcétera.
3. Ore por la gente que le hace pasar un mal rato. Hay días en los que estas personas sobreabundan.
4. Repita continuamente las palabras de San Ignacio de Loyola: “Toma Señor y recibe toda mi libertad”.
5. Utilice su imaginación al hacer oración. Imagínese usted mismo(a) como una de las personas que están frente a Jesús en una escena de los Evangelios. Imagine su respuesta y reacción al mensaje que ha escuchado de Jesús.
6. Haga una lectura pausada de alguno de los cuatro relatos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Por ejemplo, puede leer Lucas 22, 39 a 24, 12.
7. Convierta en oración alguna actividad amorosa que haga por los demás. Por ejemplo, cuando saca la basura de la casa, cambia el rollo de papel higiénico o le ayuda a su hijo a hacer la tarea. Hágalo de todo corazón y esa acción será una oración.
8. Haga oración mientras realiza una caminata.
9. Concédase tiempo para la meditación, para estar en calma por un momento, para vaciarse de las distracciones y para abrir su corazón a Dios.
10. Participe en uno de los servicios litúrgicos que su parroquia ha organizado.
11. Ore junto con su familia a la hora de los alimentos. Oren siempre por las personas necesitadas.
12. Ore mientras realiza sus mandados. Pídale a Dios que le ayude a reconocer su presencia en cada uno de los lugares a los que se dirige.
13. Cuando escuche o vea noticias respecto a alguien que está en problemas, ore por esa persona. Invite a sus hijos a que oren también por ella.
14. Cuando esté en el mercado, ore por los campesinos y todas aquellas personas que hacen posible que los alimentos lleguen hasta su mesa.
15. Al momento de acostarse, concédase un momento para orar por aquellas personas que no tienen hogar y que esa noche dormirán en la calle.
16. Deje que uno de sus himnos favoritos se repita en su mente como una forma de oración. Seleccione una frase o palabras que tengan un significado especial para usted.
17. Rece diariamente el rosario y otras oraciones que son parte de la tradición católica. Dese cuenta de que está uniendo su voz a millones de personas que han orado estas plegarias a lo largo de los siglos.
18. Bendiga a sus hijos y a otros miembros de la familia cuando se retiran o regresan a casa. Trace sobre su frente la señal de la cruz.
19. Ore en los momentos de mayor tráfico, especialmente cuando se encuentra con un mal conductor. Ore por él o ella y pídale a Dios que le ayude a mantener la calma a lo largo del día.
20. Haga oración mientras está haciendo fila o cuando alguien lo ha puesto en llamada de espera. Ore por los servidores públicos que atienden a la gente todo el día.
21. Ore mientas trabaja en el jardín; deje que esa actividad sea su oración.
22. Si en su barrio puede escuchar las campanas de alguna iglesia, ore al escucharlas. Si no le es posible, ore al momento de escuchar otro sonido, por ejemplo, al timbrar el teléfono, cuando ladra algún perro o cuando suena el toque de salida en una fábrica cercana.
23. Ore al escuchar el ruido de una sirena. Ore por las personas que posiblemente estén en un problema serio.
24. Haga oración por las personas que necesita perdonar y que le cuesta mucho perdonar. Pida que disfruten las bendiciones que usted mismo espera recibir de Dios.
25. Eleve una oración a Dios que le ayude a pedir perdón a las personas que ha herido de alguna manera.
26. Ore por la persona que lo ha dirigido espiritualmente, sea que esté viva o muerta.
27. Ore mientras lleva a pasear a su mascota.
28. Si toca un instrumento musical, deje que ese momento sea su oración.
29. Ore mientras crea una pieza de arte. Haga algo creativo cada día de la Cuaresma y hágalo para dar gloria a Dios.
30. Ore por la persona desconocida quien, en este preciso momento está al borde del suicidio. Pídale a Dios que tranquilice a esa alma desolada.
31. Escoja a un miembro de su familia nuclear o extendida y ore por él o ella a lo largo del día. Elija uno diariamente.
32. Asista a misa siempre que pueda hacerlo. La Eucaristía es la oración más grande que tenemos los católicos y es un lugar seguro para encontrarse con Jesús.
33. Al final del día, concédase un momento para agradecerle a Dios las gracias y bendiciones que recibió a lo largo del día.
34. Ayune de pensamientos negativos.
35. Ayune de comer por comer, esto es, ni siquiera se moleste en probarlo.
36. Ayune de trabajar demasiado. Descubra su personalidad al margen de su trabajo.
37. Al menos un día de la Cuaresma, ayune de todo, excepto líquidos (primero verifique esto con su doctor).
38. Ayune de ver su programa favorito durante una semana o durante toda la Cuaresma.
39. Ayune del ruido. Mantenga el silencio en casa durante una hora por la mañana y por la noche, como una forma de dar la bienvenida a la presencia de Dios en su vida y en su hogar.
40. Durante la Cuaresma medite en cómo somos tentados por los pecados capitales (soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza) y en el efecto que generan en nuestra vida diaria.
41. Ayune de llenar su agenda de actividades. Deje un tiempo libre.
42. Ayune del mitote.
43. Ayune de los hábitos aparentemente inofensivos pero que lo meten en problemas.
44. Ayune de la luz. Siéntese cerca de una veladora y apague las luces de su casa. Recuerde que Jesús es la luz del mundo.
45. Escoja un día para que ayune de utilizar aparatos electrónicos.
46. Ayune de juzgar a los demás. Mientras intenta evitarlo, note la frecuencia con que se siente inclinado a este comportamiento a lo largo del día.
47. Ayune de dejar todo para después. Si tiene una responsabilidad, pídale a Dios que le ayude a cumplirla.
48. Ayune de querer vivir una Cuaresma perfecta. Permanezca abierto a la espontaneidad.
49. Ayune de llamadas telefónicas irrelevantes durante un día.
50. Ayune de escuchar su MP3 o iPod para que se dé tiempo de escuchar los sonidos de la naturaleza que lo rodea.
Mañana, 51 ideas más…
Artículo originalmente publicado por Oleada Joven.

El amor de Dios.


El amor de Dios, pincha sobre este enlace.
Un sencillo pero contundente video que recuerda los fundamentos de la vida humana, especialmente la fuente esencial que es el Amor. Una producción de la Hoja Claraesperanza que ha extraído los escritos de una sencilla mujer llamada que sus amigos la conocían como Tante que vivió y murió amando.

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2016

“Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13).
Las obras de misericordia en el camino jubilar

1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada
En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.
María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.
2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia
El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.
Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.
Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.
3. Las obras de misericordia
La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.
Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
Vaticano, 4 de octubre de 2015
Fiesta de San Francisco de Assis
Francisco

San Valentín Su fiesta se celebra el 14 de Febrero

San Valentín
San Valentín era un sacerdote que hacia el siglo III ejercía en Roma. Gobernaba el emperador Claudio II, quien decidió prohibir la celebración de matrimonios para los jóvenes, porque en su opinión los solteros sin familia eran mejores soldados, ya que tenían menos ataduras . El sacerdote consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador. Celebraba en secreto matrimonios para jóvenes enamorados (de ahí se ha popularizado que San Valentín sea el patrón de los enamorados). El emperador Claudio se enteró y como San Valentín gozaba de un gran prestigio en Roma, el emperador lo llamó a Palacio. San Valentín aprovechó aquella ocasión para hacer proselitismo del cristianismo. 
Aunque en un principio Claudio II mostró interés, el ejército y el Gobernador de Roma, llamado Calpurnio, le persuadieron para quitárselo de la cabeza.
El emperador Claudio dio entonces orden de que encarcelasen a Valentín. Entonces, el oficial Asterius, encargado de encarcelarle, quiso ridiculizar y poner a prueba a Valentín. Le retó a que devolviese la vista a una hija suya, llamada Julia, que nació ciega. Valentín aceptó y en nombre del Señor, le devolvió la vista.

Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. De todas formas, Valentín siguió preso y el débil emperador Claudio finalmente ordenó que lo martirizaran y ejecutaran el 14 de Febrero del año 270. La joven Julia, agradecida al santo, plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba. De ahí que  el almendro sea símbolo de amor y amistad duraderos.

La fecha de celebración del 14 de febrero fue establecida por el Papa Gelasio para honrar a San Valentín entre el año 496 y el 498 después de Cristo. Los restos mortales de San Valentín se conservan actualmente en la Basílica de su mismo nombre, que está situada en la ciudad italiana de Terni (Italia). Cada 14 de febrero se celebra en dicho templo, una acto de compromiso por parte de diferentes parejas que quieren contraer matrimonio al año siguiente. 

La costumbre de intercambiar regalos y cartas de amor el 14 de febrero nació en Gran Bretaña y en Francia durante la Edad Media, entre la caída del Imperio Romano y mediados del siglo XV. 
San Valentín

Los norteamericanos adoptaron la costumbre a principios del siglo XVIII. Los avances de la imprenta y el bajón en los precios del servicio postal incentivaron el envío de saludos por San Valentín. Hacia 1840, Esther A. Howland comenzó a vender las primeras tarjetas postales masivas de San Valentín en Estados Unidos. 


Aunque sean los enamorados los que principalmente celebran este día, sin embargo hoy en día se festeja también a todos aquellos que comparten la amistad, ya sea maestros, parientes, compañeros de trabajo y todo el que siente, tenga la edad que tenga, el olor del amor que, como flor de primavera, nunca debe perder su agradable perfume. ¡Feliz día de los enamorados y de la amistad!