miércoles, 22 de junio de 2016

¿Sabes qué oración reza el papa Francisco antes de ir a dormir? El Pontífice invitó a rezar a los fieles una oración especial cuando predicó sobre el milagro de la sanación del leproso

Dejando las hojas preparadas para la audiencia general de este miércoles 22 de junio, el papa Francisco enseñó a los fieles una oración especial para antes de ir a dormir.
“Les voy a hacer una confidencia. Yo hago esta oración todas las noches”, dijo ante los fieles y peregrinos presentes esta mañana en la plaza de San Pedro en el Vaticano.
“En la noche antes de ir a dormir yo rezo esta breve oración: “Señor, si Tú quieres puedes purificarme” y luego rezo cinco Padres Nuestros, uno por cada llaga”.
“Esto lo hago yo. Pero, ustedes también lo pueden hacer en su casa. Y piensen en las llagas de Jesús, Él siempre nos escucha”, expresó el Pontífice durante su catequesis.
De esta manera, Francisco continuó la serie de catequesis sobre la misericordia desde la visión evangélica al predicar sobre el milagro de la sanación del leproso (Lc 5, 12-16).
Pope Francis General Audience June 22, 2016
Papa Francisco con sus huéspedes de honor en la audiencia del miércoles
El Pontífice enseñó que la llagas modernas de Cristo están en los que sufren y a través de un gesto concreto pidió a los fieles tocar las heridas de los “excluidos” y “marginados”.
Por ello, presentó a sus huéspedes especiales para dar sentido a sus palabras. Se trataba de un grupo de jóvenes refugiados asistidos por la Caritas de Florencia, quienes fueron invitados por el mismo Pontífice a presenciar en primera fila la audiencia general.
Pope Francis General Audience June 22, 2016
Papa Francisco con un grupo de refugiados asistidos por la Caritas de Florencia
De hecho, el grupo de refugiados no estaba en la lista oficial de la prefectura de la Casa Pontificia con los nombres de las parroquias, movimientos y grupos por países, lista que se entrega normalmente a los periodistas.
Así, sostuvo, “hoy me acompañan estos jóvenes. Muchos piensan de ellos que era mejor que se hubieran quedado en su tierra, pero ellos sufrían mucho”.
“¡Son nuestros refugiados!. Y tantos los consideran los excluidos. ¡Por favor, son nuestros hermanos! ¡El cristiano no excluye a nadie, deja venir a todos!”.
Por otro lado, el Obispo de Roma insistió en español en que Jesús escucha siempre la oración “hecha con humildad y con confianza y rechazando todos los prejuicios humanos”.
Jesús “se muestra cercano para enseñarnos que no tenemos que tener miedo de acercarnos y tocar al pobre y al excluido”, agregó.
Entretanto, instó a que no hayan más personas marginadas como indica el Evangelio en el episodio del leproso curado por Jesús.
“Ahora es uno de nosotros. Pensemos a nuestras miserias. Cada uno tiene las suyas”.
“Pensemos con sinceridad: cuántas veces las cubrimos con la hipocresía de la buena educación. Entonces, es mejor en soledad rezar: ‘Señor, si quieres puedes purificarme’”.
Luego, invitó a los presentes a clamar la oración tres veces: “Señor, si quieres puedes purificarme”.
La audiencia general concluyó con la oración del Pater Noster y la bendición apostólica dirigida a los fieles y peregrinos presentes.

Galería fotográfica, audiencia miércoles 22 de junio 2016

Fotos ©Mekary/Aleteia


La oración en pareja, una respiración vital para nuestro matrimonio "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"




Aun siendo difícil de poner en práctica, la oración conyugal es la que coloca a Dios en medio de la pareja, la que nos hace existir como pareja cristiana.
Lejos quedaron aquellos días de preparación para el matrimonio en los que nos comprometimos a rezar juntos todas las noches…
Al principio, nos limitábamos a recitar juntos unos cuantos Ave María, a agradecer a Dios la vida que teníamos y a confiarle nuestras intenciones…
Cada noche el mismo ritual… y luego, al cabo de unos meses, cansados de esta oración cotidiana a la que habíamos dado un carácter mecánico, y alejados cada vez más del entusiasmo de los primeros meses de matrimonio, dejamos de rezar.
Sin duda alguna, habíamos entendido mal el profundo sentido de todo aquello; lo hacíamos por una especie de exigencia de nuestro amor, una exigencia que no habíamos ni meditado ni analizado lo suficiente.
Tampoco hay duda de que, sencillamente, no sabíamos cómo rezar juntos.
La oración conyugal, elemento fundador de nuestra comunión
Aunque probablemente sea “el aspecto más difícil de nuestro compromiso”, según Alex y Maud Lauriot Prévost, miembros de la congregación de parejas misioneras Communion Priscille et Aquila y autores de Jésus sauve ton couple [Jesús salva tu pareja](Salvator, 2013) y de Évangéliser le mariage: le kérygme conjugal [Evangelizar el matrimonio: el kerygma conyugal] (Salvator, 2013), la oración conyugal es “un elemento absolutamente esencial para la vida cristiana de los esposos”.
Antes que un ritual, “la oración en pareja es una experiencia común de diálogo y comunión con Dios”, según la definen Alex y Maud Lauriot Prévost.
A través de esta oración en común, cada uno de nosotros trata de manifestar su deseo de construir algo más grande que la suma de un hombre y una mujer.
Ese algo es la familia cristiana, la partícula elemental de la Iglesia, dentro de la cual se vivirá el Amor de Dios. La pareja cristiana es una pequeña Iglesia en sí misma: es la Iglesia doméstica.
La oración conyugal, una defensa contra la división
“En la pareja, quedamos desnudos delante del otro, físicamente, pero también compartimos nuestra vida interior”, insisten Alex y Maud.
Rezar en pareja supone también aceptar mostrarse al otro en la propia vulnerabilidad y ofrecerse en esta vulnerabilidad, en un abandono a Dios.
Rezar de manera vertical: Aunque la oración conyugal sea un pilar de nuestra relación, sería un error creer que está ahí en primer lugar para nosotros. Si oramos juntos, es ante todo para Dios.
Se trata de alabarle juntos, de buscar juntos aplicar su voluntad en el hogar, y no es, en un principio, para profundizar en nuestra intimidad conyugal y conocernos mejor. Si esto último es un efecto derivado de nuestra oración, tanto mejor, pero no es el objetivo.
Tampoco debe servir como una manera indirecta de ajustar cuentas mientras el otro no tiene el turno de palabra…
Es decir, nunca rezaríamos diciendo: “Señor, ayuda a mi cónyuge a no trabajar tanto tiempo y a pasar más tiempo con los niños”… a menos que el cónyuge nos lo haya pedido.
Alabar al Señor: Dar gracias es el mejor antídoto contra las tensiones y los resentimientos entre nosotros. “Si no sabemos elogiar, dar las gracias, quedamos aplastados por el peso de nuestro dolor y de nuestros problemas”, opina Maud Lauriot Prévost.
Alabemos también al Señor por el otro, para darle gracias por haberlo puesto en nuestra vida, incluso y a pesar de que nos haya podido hacer daño. “Den gracias al Señor cuando el otro nos plantea un problema, créanme, eso cambia la vida”, asegura Maud.
Rezar juntos es también, y antes que nada, rezar por el otro. “A menudo rezamos por un montón de cosas, pero no por el otro”, recalca Maud Lauriot Prévost.
“El Señor nos ha confiado la felicidad del otro, así que recemos por él o por ella, por que su reunión vaya bien, por que el Señor le ayude a sanar alguna herida que hayamos percibido,…”.
De esta forma, a través de la oración, hacemos que el sufrimiento esté presente entre nosotros, juntos, ante el Señor.
Nutrirse de la palabra de Dios: Para ello, tomemos la lectura del día, leámosla en voz alta y comentemos delante del otro aquello que nos haya llamado la atención. 
La palabra de Dios aleja el centro de la atención de nosotros mismos para centrarnos en Él, nos da claridad, ilumina nuestros pasos. Además, si somos “víctimas” de distracciones, nos devuelve al camino de la oración.
Para el padre Henri Caffarel, “la oración conyugal es el momento álgido del sacramento del matrimonio”. De hecho, las parejas casadas a veces se preguntan cómo recibir la gracia de su sacramento. 
De la penitencia, la Eucaristía, ya saben qué hacer para recurrir a su respectiva gracia, pero ¿en el matrimonio? “No hay que dudar en responderles que la oración conyugal es un medio privilegiado para obtener del sacramento del matrimonio las gracias que están reservadas para los esposos”, comentó el sacerdote.
“Si todos los hogares cristianos estuvieran convencidos de la importancia de la oración conyugal, si en todos los hogares la oración conyugal estuviera viva, en todo el mundo se experimentaría un aumento prodigioso de la alegría, del amor y de la gracia”.

¡Cuánto pesa la Misa cuando se vive con amargura!

Misa (Foto referencial) / Premsa Ajuntament de Torrent (CC-BY-SA-2.0)


En el marco del II Congreso Eucarístico Arquidiocesano (IICEA) en Ciudad de México, el P. Alberto Anguiano García abrió la jornada del 8 de junio con la ponencia “Eucaristía, Ofrenda de Amor: alegría y vida de la familia y del mundo” en la que reflexionó sobre la parábola del Hijo Pródigo.
El sacerdote explicó que el hijo que se queda en la casa del Padre no sabe bien por qué lo hace ni por qué es obediente y desganado. “Se ignora que el sabor de la vida no solo radica en los quehaceres, sino también en la capacidad interior de disfrutarlos”, resaltó.
En su opinión, “lo mismo sucede en la Misa, que no es asumida por muchos como una obligación: de lejos oímos la música y las lecturas; es decir, que no entramos de lleno en la celebración. ¡Cuánto pesa la Misa cuando se vive con los dientes apretados y un sabor de amargura en el paladar!”
El P. Anguiano explicó que es importante reeducar la manera de desear y gozar: “estamos confundiendo el gusto con la felicidad, cuando son cosas diferentes: la felicidad no está en el gusto, sino en nuestra capacidad de saborear el alimento. Así, cuando vayamos a Misa, no hagamos de nuestras celebraciones las de un difunto, sino que vivamos al ritmo de la música del Padre, que está hecha de su amor, su alegría y su misericordia”.
En la parábola, prosiguió, también está la figura del Padre que busca a sus hijos y cuando los encuentra “hace fiesta (…) los abraza alegre y misericordioso”.
“Si nosotros no experimentamos la experiencia de este Padre que viene e nuestro encuentro y nos ruega participar en su fiesta, sentiremos a este Padre como un simple patrón, y no tendremos la capacidad para poder participar de su alegría”, concluyó.
Alegría y Eucaristía
Por su parte, el P. Ramón García Reynoso reflexionó sobre el estrecho vínculo que existe entre la alegría y la Eucaristía, y meditó sobre la importancia de anunciar el Evangelio teniendo en cuenta este importante nexo.
Según informa el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME), el sacerdote cuestionó “¿cómo puede proclamarse alegre la noticia de un hombre muerto de manera horrenda y clavado a una Cruz?”
Eso es posible, explicó, por “el hecho de que el Padre, al resucitarlo, cambió el corazón de los primeros creyentes, los llenó de alegría, no de una alegría pasajera, sino de una capaz de florecer incluso en la muerte”.
“Jesús –continuó el sacerdote– es el mensajero de la alegría, en cada palabra, en cada gesto, en cada signo. Redescubramos nosotros, en sus enseñanzas, la capacidad de admirarnos unos a otros como seres humanos, como parte de la creación, como parte del gran cosmos”.
“Gracias, Jesús, porque todo lo que haces en cada Misa es para decirnos que nos amas sin límite. Tu alegría es más grande que nuestras tristezas y caídas; tu amor hasta el extremo lo disculpa todo, tu amor hasta el extremo cree profundamente en nosotros”, resaltó.
El sacerdote dijo luego que “la Eucaristía es un kairós; es decir, un tiempo de Dios, un tiempo que no podemos medir con el reloj; es Jesucristo, un acontecimiento presente en nuestras vidas, es Dios presente en nuestra historia, en nuestro tiempo, en cada rincón del cosmos. A menudo nos preguntamos qué es la alegría, cuando lo que tenemos que preguntarnos es quién es la alegría”.
De otro lado y al dictar la cuarta ponencia del simposio teológico del II Congreso Eucarístico Arquidiocesano, cuyo título fue: “Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía”, el P. Antonio Camacho aseguró que “quien ha encontrado a Cristo no puede guardárselo para sí mismo, sino que tiene el deber y la responsabilidad de compartirlo”.
“La fe no debe estar limitada a lo personal y quedarse dentro de los individuos, sino que debe llegar a más personas, a todas las que sea posible”, precisó.
Mons. Andrés Vargas Peña, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México, durante la Santa Misa celebrada en la Basílica de Guadalupe, dijo que “solo desde Cristo podemos descubrir la verdadera grandeza de la vida, porque los criterios humanos no tienen la grandeza que Él nos da, y es que cuando medimos en referencia a Jesucristo toman todas las cosas su verdadera dimensión”.
“La Eucaristía da plenitud a la vida, y la alianza entre Dios y nosotros nunca se rompe porque Cristo, con su muerte en cruz, rompió el muro que nos separaba de Dios. En la Eucaristía se sella la unión entre Dios y nosotros”, precisó.