jueves, 10 de enero de 2019

¿Tus hijos pelean? ¿Tu cónyuge es gruñón? Este consejo de san Benito ayuda a mantener la paz


Desde atajar una disputa por videojuegos a evitar una pelea de organización doméstica, este truco, además, nos hace reír.

“No maldecir a los que lo maldicen, sino más bien bendecirlos”, leo en voz alta mientras miro a mis hijos por encima de mi edición de la Regla de San Benito acompañando mi café de la mañana: “Oíd, chicos, vamos a probar esta”.
Mis dos hijos adolescentes me sonríen con altanería como cada vez que cito esta Regla, escrita en el año 540 y comúnmente ensalzada como la norma de la vida monástica. Me hice con una copia por recomendación de un amigo: “Estás en casa todo el día con siete muchachos; eso es como dirigir un monasterio, ¿no?”.
Este amigo tenía razón en algunos aspectos. El libro es una guía para la oración, las horas de comer y las tareas prácticas para cualquier grupo de personas que vivan juntas. Pero primero debo advertir a los lectores que decidan servirse de este libro: los consejos relacionados con penitencias del estilo de “rigurosos ayunos” obviamente no son aplicables a la educación de niños. Sin embargo, hay joyas como esta, que sin duda nos ha ayudado a mantener la paz… y de paso reírnos un poco.
Así que, ¿cómo hacemos eso de “bendecir a quienes nos maldicen”, según una norma en el capítulo 4 de la Regla de San Benito?
No puedo responder por el monje que escribió este principio para profundizar en Mateo 5,44: “Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores”.
Sin embargo, mi pedante y astuto hijo de 11 años ofreció su propia visión de la idea. Después de mi sugerencia inicial, se volvió a su hermano, que le acusaba de “acaparar todo el sofá” y, con una sonrisa sacarina le replicó: “Oye, hay que ver lo que me gustan tus auriculares”.
Sí, mi hijo se burlaba de mí y se ganó una bien merecida risa, pero el caso es que terminamos teniendo una conversación estupenda. Mi marido también se metió en la charla: “Halagar a alguien que te insulta lo desarmará totalmente”, añadió.
Yo misma pude aplicar esta táctica de desarme sobre mi marido unas pocas horas más tarde.
Permitan que lo ilustre: Unos invitados a cenar en casa llegaban en 15 minutos, así que mi marido, intrépido cazador-recolector, decidió hacer lo más lógico para prepararse para la visita: ponerse a colocar los azulejos de la ducha. Bah, los invitados nunca suben a la planta de arriba y desde luego no van a ducharse. En cualquier caso, esto era importante para mi querido esposo en la presentación de su hogar, así que se puso a correr de un lado a otro con la cara roja como un bebé estreñido, mirándome con ojos acusadores y refunfuñando: “Alguien ha cambiado de sitio mis herramientas… alguien me las ha movido”.
En vez de defenderme como haría habitualmente, le sonreí, respiré hondo y le ofrecí un cumplido que había previsto esa misma tarde, sabiendo que tendría ocasión de usarlo (porque somos olímpicos en esto de discutir justo antes de que llegue visita). “Tienes un cuerpo de escándalo —le dije— y un alma hermosísima”.
Se quedó sin palabras y desarmado, literalmente, porque dejó caer su espátula de la masilla. Nos reímos con ganas y lo pasamos estupendamente con nuestros invitados. Desde entonces, el consejo de san Benito ha servido de divertida arma arrojadiza entre mis hijos, sobre todo a modo de broma. “¡Tu barbilla tiene un perfil magnífico!”, gritaba alguno en medio de un rifirrafe por un videojuego esta mañana.
Y aunque no hay duda de que mi familia tiene una naturaleza sarcástica, espero que este consejo de un monje del siglo VI termine por calar y dar fruto. Personalmente, me sentó muy bien centrarme en las muchas y estupendas cualidades de mi marido aquella noche de cena con invitados, en vez de obsesionarme por sus irritantes excentricidades (que casi siempre incluyen masilla y azulejos del baño).
Ahora bien, no estoy sugiriendo que todo el mundo deba salir de una situación seria o abusiva simplemente soltando un cumplido a su agresor. En absoluto. “No dar paz fingida” es otra de las joyas de san Benito. Se refiere a crear una vida hogareña que sea sinceramente armoniosa. Y si compilas una lista de cumplidos auténticos para tus seres queridos antes de una riña habitual de casa, llegarás a esa armonía más rápidamente, por muchas razones.
Una de ellas es que no te permitirás ignorar las numerosas virtudes de un ser querido a causa de un único error, real o percibido. De nuevo, como ilustra mi pelea pre-cena con invitados, el cumplido ofrecido en un momento de tensión desvió la atención de los hábitos singulares de mi marido para centrarla en sus mejores virtudes. Para bien de ambos.

Lecturas del 10 de Enero. Feria de Navidad

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,19–5,4):

Nosotros amamos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: Quien ama a Dios, ame también a su hermano. Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él, En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no, son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 71,1-2.14.15bc.17

R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Dios mío, confía tu juicio al rey, 
tu justicia al hijo de reyes, 
para que rija a tu pueblo con justicia, 
a tus humildes con rectitud. R/. 

Él rescatará sus vidas de la violencia, 
su sangre será preciosa a sus ojos. 
Que recen por él continuamente 
y lo bendigan todo el día. R/. 

Que su nombre sea eterno, 
y su fama dure como el sol; 
que él sea la bendición de todos los pueblos, 
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Lucas (4,14-22a):

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. 
Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

Palabra del Señor