martes, 6 de marzo de 2018

Oración para cambiar



Del ruido a la paz, de la comodidad a la sobriedad...

¡Conviérteme, Señor!
Del ruido que me impide escucharte,
a la paz que me permite sentirte con nitidez.
De la comodidad, que desfigura mi felicidad
a la sobriedad que necesita mi alma para no perderte.

¡Conviérteme, Señor!
De mi voz, suave y tímida para anunciarte,
a un testimonio vivo, eficaz y valiente,
para proclamar que, como Vos,
nada ni nadie ha de salvar al hombre.

¡Conviérteme, Señor!
De mi autosuficiencia, orgullo y seguridades
a la humildad para saber y poder encontrarte.

De mis apariencias, simples e interesadas,
a la plenitud que me ofrece tu presencia,
real y misteriosa, dulce y exigente,
divina y humana, audible….y a veces silenciosa,
con respuestas….y a veces con interrogantes.

¡Conviérteme, Señor!
Y dame un nuevo corazón para alabarte.
Y dame un nuevo corazón para bendecirte.
Y dame un nuevo corazón para esperarte.
Y dame un nuevo corazón para amarte.

Amén

¿Puede un católico tener un sacerdote favorito? [VIDEO]

El P. Samuel Bonilla, conocido como “El Padre Sam”, hizo una reflexión en un video publicado en YouTube sobre las personas que tienen un “sacerdote favorito” solo porque “habla bonito”. 
Al inicio del video el sacerdote cuenta una anécdota: una señora fue a su parroquia y le dijo que no estaba de acuerdo en que había que ir a la iglesia por Cristo y que no importa el sacerdote. Más bien, afirmó que iba a los templos donde estaban los presbíteros que “no duermen, no aburren, que animan, que realmente tienen ese carisma de predicar”.
Frente a eso el P. Sam preguntó: ¿será malo tener un sacerdote preferido?, ¿será malo admirarlo? La respuesta es “no, no tiene nada de malo”.
Más bien el error está en “quedarse solo con lo bonito que me dicen", pero "que eso no me mueva a la conversión”.
Indicó que lo importante es que las palabras de ese sacerdote “realmente transformen su corazón. Que sus palabras no sólo le informen sobre la fe, sino que realmente transformen su vida”.
“No solo que le dé herramientas para hablar a las demás personas de Dios, que le dé herramientas para responder a los hermanos separados, sino que esa prédica, esa reflexión, esa homilía transforme su vida”.
El P. Sam señaló que ese fue el problema del rey Herodes quien, según el Evangelio, admiraba, escuchaba y respetaba a Juan el Bautista. Sin embargo, nunca se convirtió a su mensaje.
“Solo satisfizo sus oídos, pero su corazón siguió terco, no se convirtió. Tanto así que mandó a decapitar a Juan el Bautista”, señaló.
Por ello, insistió en que uno no debe "quedarse en lo bonito" de las palabras del sacerdote, "sino que eso me lleve a la verdadera conversión, que eso me mueva a un cambio de vida". 

¿Sediento? La meditación que está realizando el Papa

El deseo es la brújula: nos orienta hacia Dios

“Puede suceder que estemos completamente sedientos y no nos damos cuenta. Puede parecer que todo fluye, pero que en profundidad, no sea así”.
Es una advertencia del predicador José Tolentino de Mendonça en los ejercicios espirituales que el papa Francisco y la Curia Romana están realizando del 18 al 23 de febrero en la casa del Divino Maestro, en la localidad de Ariccia a las puertas de Roma.
“Entrar en contacto con la propia sed”, no es una tarea fácil, reconoció el jesuita, pero “si no lo hacemos, la vida espiritual pierde adhesión a la realidad”.
“Debemos perder el miedo de reconocer nuestra sed y nuestra sequedad”, dijo el sacerdote portugués. Pero… ¿cómo se mide la sed espiritual?

No intelectualizar demasiado la fe

El padre Tolentino explica que estamos, “mayormente preocupados por la credibilidad racional de la experiencia de fe que por su credibilidad existencial, antropológica y afectiva”.
Nos ocupamos más de la razón que del sentimiento. Damos a la espalda la riqueza de nuestro mundo emocional, pero necesitamos mirarnos en nuestra entereza, no temerla, no negarla, sino abrazarla con madurez, lucidez  y confianza. Porque es así como Dios nos mira.
“Somos una mezcla de muchos componentes emocionales, psicológicos y espirituales, y de todos debemos adquirir conciencia”. “Dios nos ama al completo”, recuerda.

Cómo verificar el estado de nuestra fe

Una herramienta para evaluar el estado de la propia sed “puede venir de la literatura“, indica el predicador haciendo alusión a su uso para el análisis de itinerarios religiosos.
¿Por qué?
Primero, “porque la literatura logra generarse como metáfora integral de la vida y de sus diversos niveles, su fin es describir la entereza, no sólo esta o aquella dimensión unívoca.  Y la vida espiritual progresa sólo cuando es un revisión de la existencia en su totalidad”.
Segundo, “porque otorga un conocimiento concreto, no conceptual: tampoco la vida espiritual es una ideología o una idealización que sobrevuela la realidad”.
Y tercero porque “es un instrumento de precisión como pocos: logra poner en relación el yo y el nosotros, lo personal y lo colectivo, la gracia y el pecado, el encuentro y la soledad, el dolor y la redención”.
¿Y la vida espiritual? Ella no está prefabricada, está involucrada en la radical singularidad de cada sujeto.

Me di cuenta de que estoy sediento

Haciendo efectivo el ejemplo de la premisa anterior, el sacerdote reflexionó sobre un texto de la escritora brasileña Clarice Lispector, en el que narra “con la fuerza de una declaración autobiográfica”, la toma de conciencia de cuánto ella estuviese sedienta de libertad.
“Hablar de la sed es hablar de la existencia real, […] es iluminar una experiencia más que un concepto, […] es adentrarse en una escucha profunda de la vida”, dice el sacerdote, y avisa que “puede suceder que tengamos dificultad para admitir que estamos sedientos”.
“¿Sedientos de qué? ¿De quién?”: es la pregunta que podemos ponernos en medio de nuestra gran dificultad a admitir que estamos sedientos.
Sin embargo, no podemos hacer como si la sed no existiera: “del ponerse a su escucha depende la calificación espiritual de la vida”.
Uno de los requisitos para recibir el agua de la vida es estar sedientos y reconocerse como tales. “Sabemos interpretar el agua. Pero ¿cómo interpretar la sed?”.

Interpretar la sed

Escuchar la propia sed es interpretar el deseo que está en nosotros”: responde así el padre Tolentino a la pregunta presentada antes, echando mano luego de la parte final del Simposio de Platón. “El deseo  -explica– es entendido como carencia y no como necesidad”.
“Debemos – prosigue– distinguir el deseo de una mera necesidad que se aplaca y se satisface con la posesión de un objeto. El deseo es una carencia que no ha sido nunca completamente satisfecha, una tensión, […] una interminable exposición a la alteridad. Una aspiración que nos trasciende y que no determina, como la necesidad, un término o fin”.
Simone Weil, agrega el sacerdote, “revisa el discurso platónico en clave mística”, asegurando que “el deseo es bueno porque contiene una energía que se deja orientar hacia lo alto, a lo divino”.
Yen ese sentido “propone una educación del deseo que nos haga vigilantes en relación a las tentaciones de sustituciónenseñándonos, más bien, a permanecer en lo incompleto, en el vacío y en la espera”.
Esto porque para Simone Weil, no es nuestro deseo el que alcanza a Dios: si permanecemos sedientos y deseosos, es Dios mismo quien desciende hacia nuestra humanidad para colmar de plenitud nuestro deseo.
El padre Tolentino prosigue citando a Hegel, según el cual el deseo humano dirigido al otro se manifiesta como un deseo de reconocimiento.
Un deseo del ser humano es el de ser amado, mirado, cuidado, deseado y reconocido. Mientras deseamos objetos, o dejamos que a movernos sea el conseguir cosas, títulos, premios, nuestro desear no es un “verdadero desear”.
Y hoy en día – ahonda – es cada vez más claro que las sociedades capitalistas, organizadas entorno al consumo […] están removiendo la sed y el deseo típicamente humanos.
“Cuando el placer, la pasión, la alegría acaban en un consumismo desenfrenando, llegamos a la extinción de la sed y a la agonía del deseo, en el que la vida pierde su horizonte”.
Algo que sucede, observa Tolentino, en nuestras culturas y también en nuestras Iglesias: un déficit de deseo.
¿Nosotros bautizados formamos una comunidad de deseosos? ¿Los cristianos tienen sueños? ¿La Iglesia tiene hambre y sed de justicia? ¿Cómo nos ponemos ante el sueño misionero de llegar a todos?
En relación a esta “sed” que la exhortación apostólica Evangelii Gaudium  deposita en el corazón de la Iglesia… ¿nos arremangamos o estamos con las manos en mano?

La sed de Dios

En el final de su meditación el padre Tolentino apela al salmo 42: “Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua así mi alma suspira por ti, mi Dios”. Una imagen que describe “la distancia física que amplía el deseo”.
Es necesario reencontrar el deseo, dice el predicador, los cristianos y en particular los pastores. Un deseo cuya experiencia es una condición de mendicidad: el creyente es un mendigo de misericordia.
“El deseo nos expropia de nuestro saber acostumbrado, de nuestros diagnósticos y convicciones consolidadas, del patrimonio acumulado que nos atora, de la tiranía de nuestros puntos de vista absolutistas”. El deseo, según el padre Tolentino, “no refuerza la cerrazón en el proprio yo, sino que la trasciende y redimensiona, poniéndonos ante el Otro y su Alteridad”.
El deseo es la brújula: nos orienta hacia Dios”. Y lo importante, recuerda el sacerdote, “no es lo que he sido, ni lo que soy, sino la potencialidad que Dios, el deseo de Dios, despierta en mí”.
“El Papa recuerda que una de las peores tentaciones son la autosuficiencia y la auto- referencialidad – concluye. Cuando eso sucede, hacemos de la vida una cápsula insonorizada, que puede asemejar a una cómoda zona de confort, pero que nos hunde en una anorexia mortal, porque el don de Dios y de los hermanos no circula, ni nos alimentamos”.
El padre Tolentino finalizó esta meditación con la oración de la sedEnséñame, Señor, a rezar mi sed y a pedirte que no me la quites o canceles rápidamente, sino acreciéntala aun en aquella medida que yo no conozco y que sólo sé, que es tuya […].


En base a un artículo publicado originalmente por Radio Vaticano

Martes de la tercera semana de Cuaresma


Libro de Daniel 3,25.34-43. 

Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así:
No nos abandones para siempre a causa de tu Nombre, no anules tu Alianza,
no apartes tu misericordia de nosotros, por amor a Abraham, tu amigo, a Isaac, tu servidor, y a Israel, tu santo,
a quienes prometiste una descendencia numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar.
Señor, hemos llegado a ser más pequeños que todas las naciones, y hoy somos humillados en toda la tierra a causa de nuestros pecados.
Ya no hay más en este tiempo, ni jefe, ni profeta, ni príncipe, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias, y así, alcanzar tu favor.
Pero que nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humillado nos hagan aceptables
como los holocaustos de carneros y de toros, y los millares de corderos cebados; que así sea hoy nuestro sacrificio delante de ti, y que nosotros te sigamos plenamente, porque no quedan confundidos los que confían en ti.
Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro.
No nos cubras de vergüenza, sino trátanos según tu benignidad y la abundancia de tu misericordia.
Líbranos conforme a tus obras maravillosas, y da gloria a tu Nombre, Señor.

Salmo 25(24),4-5.6-7.8-9. 
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador,

Yo espero en ti todo el día,
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
No recuerdes los pecados ni las rebeldías de mi juventud:

por tu bondad, Señor, acuérdate de mi según tu fidelidad.
El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados;
él guía a los humildes para que obren rectamente

y enseña su camino a los pobres.

Evangelio según San Mateo 18,21-35. 
Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".