martes, 5 de junio de 2018

¿Cómo ser renovado en el Espíritu Santo?


4 pasos 

Recibimos el Espíritu Santo en el Bautismo y la Confirmación, pero muchas veces Él queda asfixiado en nosotros a causa de nuestros pecados, la vida tibia, la falta de oración, de trabajo apostólico, etc.
San Pablo dice que “el que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece” (Rm 8,9). Entonces, necesitamos ser renovados en el Espíritu Santo, ser “bautizados” en él.
No es un nuevo Bautismo ni una nueva Confirmación, sino dejar que el Espíritu Santo – que ya está en nosotros– cuide de nosotros, de nuestro actuar, de nuestros pensamientos y nuestras palabras.
1. En primer lugar es necesario purificarse. Dios no ocupa, ni usa, vasijas sucias. El Espíritu Santo ocupa cualquier corazón, incluso el corazón lleno de pecado, porque Él es Santo.
Sin embargo, es necesario renunciar con toda la voluntad al pecado; soberbia, orgullo, vanidad, codicia, ambición, sensualismo, lujuria, adulterio, pornografía, homosexualidad, gula, borracheras, orgías, rabia, odio, celos, rebeldía, resentimientos, venganzas, lamentos, blasfemias, malas palabras, horóscopos, magia, supersticiones, necromancia (consulta a los muertos), cartomancia, quiromancia (lectura de las manos), envidia, pereza, etc.
Limpiar la casa y perfumarla para que el Señor de la Gloria sea recibido. ¡Confiésate!
2. La segunda exigencia para ser renovado en el Espíritu Santo es perdonar a todos. La única exigencia que Dios nos impone para perdonarnos –cualquiera que sea nuestro pecado– es que estemos arrepentidos y que perdonemos a los que nos ofenden.
“Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mt 6, 14-15). Esas palabras de Jesús son muy claras.
En la “gran oración”, a nuestro Padre, Él nos enseñó a decir: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Cuando Pedro le preguntó “¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?, Dícele Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”(Mt 18, 21-22). Es decir, siempre.
Quien no perdona no es perdonado por Dios, y no puede llenarse de su Espíritu Santo. No siempre es fácil perdonar, pero cuanto más difícil es, más agradará a Dios y mayor será nuestro mérito.
3. En tercer lugar, es necesario querer hacer la voluntad de Dios en nuestra vida, y querer ser testigo de Jesús. Desear esto con todo el corazón.
El Espíritu Santo no viene a nosotros para nuestro deleite y bienestar, viene para que, por Él, podamos renunciar a nuestra voluntad y hacer la voluntad de Dios.
4. En cuarto lugar, pedir el Espíritu Santo con fe. Dios quiere darnos este gran don, mucho más de lo que nosotros queremos recibirlo. Y el gran secreto es pedir, y pedir por intercesión de la Virgen María. Ella es su esposa, inseparable.
Di, como ella misma nos enseñó: “Ven Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María tu bien amada esposa”. Repite muchas veces esta oración que ella misma enseñó al sacerdote Stefano Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano.
Jesús dejó claro que el Padre celestial dará el Espíritu Santo “a los que se lo pidan” (Lc 11,13).
Después de esto agradece a Dios por el Espíritu Santo presente en tu alma. No siempre será una experiencia sensible, pero siempre será una experiencia de fe.
El día de Pentecostés, san Pedro dijo que esa gracia era “para todos”, no sólo para ellos, los apóstoles. “La Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro” (Hch 2, 39).

Martes de la novena semana del tiempo ordinario


Epístola II Carta de San Pedro 3,12-15a.17-18. 

Esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego.
Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia.
Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.
Tengan en cuenta que la paciencia del Señor es para nuestra salvación, como les ha escrito nuestro hermano Pablo, conforme a la sabiduría que le ha sido dada,
Hermanos míos, ustedes están prevenidos. Manténganse en guardia, no sea que, arrastrados por el extravío de los que hacen el mal, pierdan su firmeza.
Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria, ahora y en la eternidad!

Salmo 90(89),2.3-4.10.14.16. 
Antes que fueran engendradas las montañas,
antes que nacieran la tierra y el mundo,
desde siempre y para siempre, tú eres Dios.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,

con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”.
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.

Nuestra vida dura apenas setenta años,
y ochenta, si tenemos más vigor:
en su mayor parte son fatiga y miseria,
porque pasan pronto, y nosotros nos vamos.

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que tu obra se manifieste a tus servidores,
y que tu esplendor esté sobre tus hijos.


Evangelio según San Marcos 12,13-17. 
Le enviaron después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones.
Ellos fueron y le dijeron: "Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarla o no?".
Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: "¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario".
Cuando se lo mostraron, preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?". Respondieron: "Del César".
Entonces Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios". Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.