lunes, 30 de enero de 2017

Te contamos la historia de Anette Cabelli, superviviente de Auswich. Cristina López Schlichting

Te contamos la historia de Anette Cabelli, superviviente de Auswich. Su voz grave y entrecortada es el de una mujer de 91 años que a los 17 fue deportada de Grecia al campo nazi de Auschwitz, en Polonia, donde estuvo dos años. Más tarde fue trasladada a los campos de Ravensbrück y Malchow en Alemania.
Anette visita España para recordarnos que un día como el 27 de enero de 1945 fueron liberados más de un millón de judíos.Esta mujer cuenta cómo, de un día para otro, tuvo que abandonar su casa y subirse al “tren de las bestias”camino al campo de exterminio donde reinaba el horror y la sin razón.
Estas son algunas de las declaraciones que nos comentaba:
- “Al llegar al campo había muchas personas mayores que no podían alcanzar el arcén y se caían a las vías”.
- “Vivía con miedo de que mi hermano pudiera morir, me sabía su número de memoria y cada vez que sacaba un cadáver miraba si era él o no”.
- “Un nazi me salvó la vida cuando me arrebató de los brazos de mi madre. Ella iba en dirección a las cámaras de gas”.
- “Ya no me da miedo nada, he visto tantos demonios”.
Según Anette ponían a las mujeres a escribir los nombres y apellidos de las personas que enviaban a las cámaras de gas. Después de 6 meses mataban a esas mujeres para no dejar testimonio de todas las personas que asesinaron.
La atrocidad de los alemanes no tenía limites. Los gemelos y las personas con enanismo eran objeto de experimentos.
En ocasiones, recordar la historia es un acto de justicia porque es acordarse de aquellos cuyo nombre nadie puede mencionar. Familias enteras fueron asesinadas a manos de los nazis. ¡Quién le iba a decir a Anette que conseguiría salir adelante! Anette Cabelli que consiguió alcanzar la ansiada libertad al lomo de un caballo cojo que milagrosamente galopaba cada vez con más velocidad. 
Cuando llegó a territorio americano, le tomaron una foto, que ella define cómo dramática porque iba mal vestida, sucia y con un caballo en esas condiciones. Ella vive en Niza,afortunadamente, sin rencor, odio ni venganza contra el pueblo alemán.

NO TE CANSES DE COMENZAR

Con frecuencia nos cansamos de comenzar.
Y es una pena porque es renunciar a lograr lo que un día soñaste.

En primavera fui testigo de la obra de unos pajaritos.
Un día los sorprendí haciendo el nido en un limonero.
Daba gusto verlos bajar por sus pajitas y subirlas y armar el nido. Pero vino un día el vecino quiso arreglar un poco el limonero y el nido se vino abajo. Sentí pena, pero a los pocos días observé que ya habían encontrado otro lugar y comenzaron a hacer de nuevo su nido.

Si un día sueñas y la realidad derrumba tus sueños, comienza a soñar de nuevo.
Si un día te ilusionas con algo, y luego las dificultades te hacen pisar el suelo, sigue despertando ilusiones.
Si un día sientes que tu amor comienza a enfriarse, comienza por calentarlo de nuevo.
Si un día te han suspendido en los exámenes, tú sigue estudiando y preséntate de nuevo.
Si un día has salido a buscar trabajo y nadie te lo ha dado, comienza de nuevo al día siguiente.

¿No ves cómo todos los años se caen infinidad de flores de los árboles?
Pero al año siguiente vuelven a florecer.
¿No ves como las rosas se marchitan?
Pero el rosal sigue echando nuevas yemas y nuevas rosas.

La vida es un comenzar cada día.
Cada día puede ser diferente al otro.
Quien no es capaz de comenzar de nuevo se hunde en su propio fracaso.

Lunes de la cuarta semana del tiempo ordinario


Carta a los Hebreos 11,32-40. 

¿Y qué más puedo decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los Profetas.
Ellos, gracias a la fe, conquistaron reinos, administraron justicia, alcanzaron el cumplimiento de las promesas, cerraron las fauces de los leones,
extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Su debilidad se convirtió en vigor: fueron fuertes en la lucha y rechazaron los ataques de los extranjeros.
Hubo mujeres que recobraron con vida a sus muertos. Unos se dejaron torturar, renunciando a ser liberados, para obtener una mejor resurrección.
Otros sufrieron injurias y golpes, cadenas y cárceles.
Fueron apedreados, destrozados, muertos por la espada. Anduvieron errantes, cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, desprovistos de todo, oprimidos y maltratados.
Ya que el mundo no era digno de ellos, tuvieron que vagar por desiertos y montañas, refugiándose en cuevas y cavernas.
Pero, aunque su fe los hizo merecedores de un testimonio tan valioso, ninguno de ellos entró en posesión de la promesa.
Porque Dios nos tenía reservado algo mejor, y no quiso que ellos llegaran a la perfección sin nosotros.

Salmo 31(30),20.21.22.23.24. 
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.
Tú los ocultas al amparo de tu rostro
de las intrigas de los hombres;

y los escondes en tu Tienda de campaña,
lejos de las lenguas pendencieras.
¡Bendito sea el Señor!
Él me mostró las maravillas de su amor
en el momento del peligro.
En mi turbación llegué a decir:

“He sido arrojado de tu presencia”.
Pero tú escuchaste la voz de mi súplica,
cuando yo te invocaba.
Amen al Señor, todos sus fieles,
porque él protege a los que son leales
y castiga con severidad a los soberbios.


Evangelio según San Marcos 5,1-20. 
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro.
El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.
Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.
Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,
gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!".
Porque Jesús le había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!".
Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". El respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos".
Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.
Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos".
El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.
Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.
Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.
Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.
Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti".
El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.