sábado, 19 de noviembre de 2016

8 cosas que tal vez no sabías de la Fiesta de Cristo Rey

Pío XI, Primera Guerra Mundial y Cristo Rey de Swlebodzin, Polonia

En el calendario litúrgico, mañana es la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, comúnmente conocida como la Fiesta de Cristo Rey.
Es el último domingo del año litúrgico (Adviento empieza en una semana) y esta fiesta nos recuerda que sin importar lo que los poderes de la tierra nos pidan hacer, Cristo es el verdadero rey que debe reinar en nuestros corazones.
Conoce 8 detalles de esta impresionante fiesta gracias a Churchpop.com:
1. Fue instituida hace solo 90 años, en 1925.
Luego de la Primera Guerra Mundial, en medio del crecimiento del comunismo en Rusia, y con ocasión del 1600 aniversario del Concilio de Nicea (año 325), el Papa Pío XI instituyó la fiesta en 1925 a través de la encíclica Quas Primas. Su primera celebración tuvo lugar en 1926.
2. Se celebró por primera vez el día de Halloween en 1926.
Fue originalmente establecida para el último domingo de octubre, justo antes de la Fiesta de Todos los Santos. En el año 1926, cuando se celebró por primera vez, ese domingo coincidió con el 31 de octubre.
3. Fue el Beato Pablo VI quien en 1969, revisó la fiesta y le dio su nombre y fecha actual.
El Papa Pablo VI dio a la fiesta su actual título completo (la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo) y la trasladó al último domingo del año litúrgico.
4. La fiesta fue una respuesta al crecimiento de la secularización, el ateísmo y el comunismo.
Mientras el mundo pedía elocuentemente a los cristianos que deben restringir su religión y dar una mayor lealtad a los gobiernos, el Papa Pío XI escribió respecto a la fiesta:
"Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas". (Quas Primas, 34)
5. Pese a sus orígenes católicos, la fiesta es celebrada por muchos protestantes.
A pesar de que fue creada hace menos de cien años en la Iglesia Católica, algunos anglicanos, luteranos, metodistas y presbiterianos celebran la fiesta.
6. En la Iglesia protestante de Suecia, este domingo es llamado "Domingo de la condena".
Aunque oficialmente los protestantes de Suecia celebran esta fiesta como "El regreso de Cristo", su nombre coloquial "Domingo de la Condena" procede del hecho de que le dan un enfoque particular en el Juicio Final y la segunda venida de Cristo.
7. Algunos anglicanos se refieren a este domingo como "Domingo de la agitación".
Obtiene este nombre por dos razones:
En primer lugar, la oración colecta anglicana para el día comienza con las palabras, “agitad, despertad, te suplicamos oh Señor, las voluntades de tus fieles…”
En segundo lugar, algunas de las antiguas recetas del pudín o pan dulce requieren que el pudín se agite y se asiente durante varias semanas antes de ser cocinados. Este domingo se convirtió en un día que la gente tradicionalmente comenzaba a preparar el pudín cristiano, que incluye “agitar”.
Estas dos cosas se juntaron en las mentes de los anglicanos y según la Wikipedia: “Supuestamente, los cocineros, esposas y sus sirvientes iban a la iglesia, y escuchaban las palabras ‘agitad, te suplicamos, oh Señor…’, y les recordaba, por asociación de ideas, que ya era hora de empezar a agitar los pudines de Navidad”.
8. La estatua de "Cristo Rey" de Polonia es la más grande estatua de Jesucristo Rey del Universo en el mundo.
Con 33 metros de altura (un metro por cada año de la vida terrenal de Jesús) y 3 metros de base, la estatua del Cristo Rey de Swlebodzin en el noroeste de Polonia es tres metros más alta que el Cristo Redentor de Río de Janeiro, Brasil.


Papa Francisco a nuevos cardenales: Luchen contra el virus de la enemistad en el mundo Por Álvaro de Juana

El Papa pronuncia la homilía en el Consistorio. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

Desde hoy la Iglesia Católica tiene 17 nuevos cardenales –13 de ellos con derecho a voto en el caso de que se celebrase un cónclave– procedentes de varias partes del mundo.
El Papa Francisco remarcó precisamente este dato y en su homilía les advirtió del peligro de dejarse alcanzar por la mundanidad que rechaza amar al prójimo tal y como es.
Los 13 nuevos cardenales con derecho a voto son: Mario Zenari, que permanece como Nuncio Apostólico en Siria. Nacionalidad italiana; Dieudonné Nzapalainga, Arzobispo de Bangui (República Centroafricana); Carlos Osoro Sierra, Arzobispo de Madrid (España); Sérgio da Rocha, Arzobispo de Brasilia (Brasil); Blase J. Cupich, Arzobispo de Chicago (Estados Unidos); Patrick D’Rozario, Arzobispo de Dhaka (Bangladesh); Baltazar Enrique Porras Cardozo, Arzobispo de Mérida (Venezuela); Jozef De Kesel, Arzobispo de Malines-Bruxelles (Bélgica); Maurice Piat, Arzobispo de Port-Louis (Isla Mauricio); Kevin Joseph Farrell, Prefecto del Dicasterio para Laicos, la Familia y la Vida (Estados Unidos); Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla (México); John Ribat, Arzobispo de Port Moresby (Papúa Nueva Guinea); Joseph William Tobin, Arzobispo de Indianápolis (Estados Unidos).
Los 4 cardenales mayores de 80 años son: Anthony Soter Fernandez, Arzobispo Emérito de Kuala Lumpur (Malasia); Renato Corti, Arzobispo de Novara (Italia); Sebastián Koto Khoarai, Obispo Emérito de Mohale’s Hoek (Lesoto, África); P. Ernest Simoni, sacerdote de la archidiócesis de Shkodrë-Pult (Scutari - Albania).
En su homilía, el Papa Francisco recordó que la “nuestra es una época caracterizada por fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial”. “Nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos”.
El Papa puso a continuación algunos ejemplos sobre esta realidad. “Vemos cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por… Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder”.
“Entonces, todo y todos comienzan a tener sabor de enemistad. Poco a poco las diferencias se transforman en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia”, indicó.
El Santo Padre aseguro que son muchas las heridas que “crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia”.
“Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros. Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros”.
El Papa cree que “el virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar”. “No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio”.
“Venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas”.
El Evangelio que se proclamó fue el de Lucas en el que Jesús, en una parte del Sermón de la Montaña, pide a los discípulos amar al enemigo. Francisco explicó que “el llamado de los apóstoles va acompañado de este ‘ponerse en marcha’ hacia la llanura, hacia el encuentro de una muchedumbre que, como dice el texto del Evangelio, estaba ‘atormentada’".
“La elección, en vez de mantenerlos en lo alto del monte, en su cumbre, los lleva al corazón de la multitud, los pone en medio de sus tormentos, en el llano de sus vidas".
"De esta forma, el Señor les y nos revela que la verdadera cúspide se realiza en la llanura, y la llanura nos recuerda que la cúspide se encuentra en una mirada y especialmente en una llamada: ‘Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso’".
El Papa señaló que existen 4 imperativos o exhortaciones de Jesús hacia ellos: “Creo que en estos aspectos todos podemos coincidir y hasta nos resultan razonables”, dijo.
“Son cuatro acciones que fácilmente realizamos con nuestros amigos, con las personas más o menos cercanas, cercanas en el afecto, en la idiosincrasia, en las costumbres”.
Sin embargo, estas acciones tienen como destinatarios los “enemigos” y recordó las palabras exactas de Jesús: “amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman”.
“Y estas no son acciones que surgen espontáneas con quien está delante de nosotros como un adversario, como un enemigo. Frente a ellos, nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos; buscamos en muchos casos ‘demonizarlos’, a fin de tener una ‘santa’ justificación para sacárnoslos de encima. En cambio, Jesús nos dice que al enemigo, al que te odia, al que te maldice o difama: ámalo, hazle el bien, bendícelo y ruega por él”.
Francisco reconoció que es aquí donde “radica la fuente de nuestra alegría, la potencia de nuestro andar y el anuncio de la buena nueva”.
“El enemigo es alguien a quien debo amar. En el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos. Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para sacárselos de encima”.
El Pontífice recordó que el amor de Dios es “amor de entrañas, un amor maternal / paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan equivocado”.
“Nuestro Padre no espera a amar al mundo cuando seamos buenos, no espera a amarnos cuando seamos menos injustos o perfectos; nos ama porque eligió amarnos, nos ama porque nos ha dado el estatus de hijos”.
En definitiva, “saber que Dios sigue amando incluso a quien lo rechaza es una fuente ilimitada de confianza y estímulo para la misión. Ninguna mano sucia puede impedir que Dios ponga en esa mano la Vida que quiere regalarnos”.
El Pontífice concluyó su homilía recordando a los nuevos purpurados que “Jesús nos sigue llamando y enviando al ‘llano’ de nuestros pueblos, nos sigue invitando a gastar nuestras vidas levantando la esperanza de nuestra gente, siendo signos de reconciliación”.
“Como Iglesia, seguimos siendo invitados a abrir nuestros ojos para mirar las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad, privados en su dignidad”, afirmó.
“Querido hermano neo Cardenal, el camino al cielo comienza en el llano, en la cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y entregada. En la entrega silenciosa y cotidiana de lo que somos. Nuestra cumbre es esta calidad del amor; nuestra meta y deseo es buscar en la llanura de la vida, junto al Pueblo de Dios, transformarnos en personas capaces de perdón y reconciliación”.
“Querido hermano, hoy se te pide cuidar en tu corazón y en el de la Iglesia esta invitación a ser misericordioso como el Padre”, subrayó.


A continuación, el texto completo de la homilía:
Al texto del Evangelio que terminamos de escuchar (cf. Lc 6,27-36), muchos lo han llamado «el Sermón de la llanura». Después de la institución de los doce, Jesús bajó con sus discípulos a donde una muchedumbre lo esperaba para escucharlo y hacerse sanar.
El llamado de los apóstoles va acompañado de este «ponerse en marcha» hacia la llanura, hacia el encuentro de una muchedumbre que, como dice el texto del Evangelio, estaba «atormentada» (cf. v. 18). La elección, en vez de mantenerlos en lo alto del monte, en su cumbre, los lleva al corazón de la multitud, los pone en medio de sus tormentos, en el llano de sus vidas.
De esta forma, el Señor les y nos revela que la verdadera cúspide se realiza en la llanura, y la llanura nos recuerda que la cúspide se encuentra en una mirada y especialmente en una llamada: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (v. 36).
Una invitación acompañada de cuatro imperativos, podríamos decir de cuatro exhortaciones que el Señor les hace para plasmar su vocación en lo concreto, en lo cotidiano de la vida. Son cuatro acciones que darán forma, darán carne y harán tangible el camino del discípulo.
Podríamos decir que son cuatro etapas de la mistagogia de la misericordia: amen, hagan el bien, bendigan y rueguen. Creo que en estos aspectos todos podemos coincidir y hasta nos resultan razonables. Son cuatro acciones que fácilmente realizamos con nuestros amigos, con las personas más o menos cercanas, cercanas en el afecto, en la idiosincrasia, en las costumbres.
El problema surge cuando Jesús nos presenta los destinarios de estas acciones, y en esto es muy claro, no anda con vueltas ni eufemismos: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman (cf. vv. 27-28).
Y estas no son acciones que surgen espontáneas con quien está delante de nosotros como un adversario, como un enemigo. Frente a ellos, nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos; buscamos en muchos casos «demonizarlos», a fin de tener una «santa» justificación para sacárnoslos de encima.
En cambio, Jesús nos dice que al enemigo, al que te odia, al que te maldice o difama: ámalo, hazle el bien, bendícelo y ruega por él.
Nos encontramos frente a una de las características más propias del mensaje de Jesús, allí donde esconde su fuerza y su secreto; allí radica la fuente de nuestra alegría, la potencia de nuestro andar y el anuncio de la buena nueva. El enemigo es alguien a quien debo amar.
En el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos. Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para sacárselos de encima. El amor de Dios tiene sabor a fidelidad con las personas, porque es amor de entrañas, un amor maternal/paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan equivocado.
Nuestro Padre no espera a amar al mundo cuando seamos buenos, no espera a amarnos cuando seamos menos injustos o perfectos; nos ama porque eligió amarnos, nos ama porque nos ha dado el estatuto de hijos. Nos ha amado incluso cuando éramos enemigos suyos (cf. Rm 5,10).
El amor incondicionado del Padre para con todos ha sido, y es, verdadera exigencia de conversión para nuestro pobre corazón que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar. Saber que Dios sigue amando incluso a quien lo rechaza es una fuente ilimitada de confianza y estímulo para la misión. Ninguna mano sucia puede impedir que Dios ponga en esa mano la Vida que quiere regalarnos.
La nuestra es una época caracterizada por fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial. Nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos.
Vemos, por ejemplo, cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por… Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder. Entonces, todo y todos comienzan a tener sabor de enemistad.
Poco a poco las diferencias se transforman en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia. Cuántas heridas crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia.
Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros. Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros. El virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar.
No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio. Venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas.
Queridos hermanos, Jesús no deja de «bajar del monte», no deja de querer insertarnos en la encrucijada de nuestra historia para anunciar el Evangelio de la Misericordia. Jesús nos sigue llamando y enviando al «llano» de nuestros pueblos, nos sigue invitando a gastar nuestras vidas levantando la esperanza de nuestra gente, siendo signos de reconciliación.
Como Iglesia, seguimos siendo invitados a abrir nuestros ojos para mirar las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad, privados en su dignidad.
Querido hermano neo Cardenal, el camino al cielo comienza en el llano, en la cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y entregada. En la entrega silenciosa y cotidiana de lo que somos. Nuestra cumbre es esta calidad del amor; nuestra meta y deseo es buscar en la llanura de la vida, junto al Pueblo de Dios, transformarnos en personas capaces de perdón y reconciliación.
Querido hermano, hoy se te pide cuidar en tu corazón y en el de la Iglesia esta invitación a ser misericordioso como el Padre, sabiendo que «si hay algo que debe inquietarnos santamente y preocupar nuestras conciencias es que tantos hermanos vivan sin la fuerza, sin la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido que dé vida» (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, 49).



¿Cuándo una puerta es más que una puerta? Descubre la “Puerta Santa” Todo lo que siempre habías querido saber sobre las Puertas Santas – lo que son, y por qué habría que cruzar una

¿Cuándo una puerta es más que una puerta? Descubre la “Puerta Santa”





[Cuando se difundieron las imágenes del Papa Francisco abriendo la Puerta Santa en Bangui durante su visita a África muchos nos plantearon: ¿Qué es una Puerta Santa? ¿Para qué sirve?” Aleteia ofrece esta respuesta]
¿Qué es una Puerta Santa?
Una Puerta Santa es una puerta especial en una catedral o en una basílica que se abre sólo durante los años jubilares. Por tradición, la Puerta Santa es la de la basílica de San Pedro. Después de un año jubilar, es sellada y no se vuelve a abrir hasta el siguiente año jubilar. Los obreros ya han empezado a quitar los ladrillos a la Puerta Santa de la basílica de San Pedro para la ceremonia de la próxima semana.
¿Cuándo se abre una Puerta Santa?
En general debería suceder cada 25 años. Pío XII abrió la Puerta en 1950 y Pablo VI en 1975, pero San Juan Pablo II la abrió antes, en 1983, y otra vez en el 2000. Puede abrirse también durante años “extraordinarios”, como en el caso de 1983 y de este año. El Papa Francisco inaugurará el Año Jubilar de la Misericordia 2016 abriendo la Puerta el 8 de diciembre de 2015. La Puerta quedará abierta todo el año, cerrándose el 20 de noviembre de 2016. La fecha del 8 de diciembre ha sido elegida porque es la solemnidad de la Inmaculada Concepción, y marca el 50° aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.
¿Dónde están esas puertas?
Cada una de las demás basílicas mayores romanas tiene una Puerta Santa, que será abierta en las próximas semanas. La de San Juan de Letrán se abrirá el 13 de diciembre, Tercer Domingo de Adviento, mientras las Puertas de Santa María Mayor y de San Pablo Extramuros se abrirán en los domingos siguientes.
En la Misericordiae Vultus, la bula que anunciaba el Año de la Misericordia, el papa Francisco ofrece algo nuevo: un obispo tiene el permiso de designar una puerta de su diócesis como Puerta Santa.
“Para el mismo domingo establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en la Concatedral o en una iglesia de significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también en los Santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la conversión. Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las Iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia”.
El Papa Francisco ha establecido también Puertas Santas en el Santuario de Nuestra Señora del Divino Amor y en el albergue de Cáritas, ambos en Roma.
¿Cómo se cierra una Puerta Santa?
Toda la entrada es cubierta de ladrillos y desde arriba se infiltra una fina capa de mortero. Una gran cruz se inserta en el mortero. Una cajita metálica se cierra y se incrusta en el muro de ladrillos.
¿Qué hay en la cajita?
Dentro hay varios objetos asociados al Año santo, como la bula formal que proclama el Año Jubilar. En preparación de la apertura de la puerta de la Basílica de San Pedro, se derriba el muro y se quita la cajita del año 2000. Entre otras cosas, contiene 41 medallas del pontificado de San Juan Pablo II: una de oro, por el Año Jubilar, 23 de plata, una por cada año de su pontificado, y 17 de bronce, por cada año desde el último Jubileo. Está también la llave para abrir la puerta, que se dará al Papa Francisco.
¿Cómo se abren las Puertas?
Hasta hace poco tiempo, el papa golpeaba el muro de ladrillos tres veces con un martillo, y después este era desmantelado y se abría la puerta. En los últimos años, el portero se quitaba y se “liberaban” los ladrillos, para que el muro pudiera derrumbarse cuando el papa lo golpeaba. Esto provocó problemas en 1975, cuando algunos restos golpearon al papa Pablo VI, por lo cual en la época de san Juan Pablo II el muro se quita antes y el papa se limita a abrir la Puerta de par en par.
¿Qué puerta es?
La Puerta es una obra de bronce macizo proyectada en 1949 por Ludovico Consorti y realizada por la fundición artística de Ferdinando Marinelli de Florencia. Se abrió por primera vez en el Jubileo de 1950. Sobre la puerta hay 16 paneles (cuatro por cuatro) que ilustran la historia de la salvación, desde la caída del hombre hasta la resurrección del cuerpo. La de San Pedro es una de las cinco puertas monumentales proyectadas por Consorti, que le hicieron ganar el sobrenombre de “Vico dell’uscio”.
Sobre la Puerta Santa de la basílica de San Pedro en el Vaticano, el maestro de las celebraciones litúrgicas de Pablo VI, el cardenal Virgilio Noè, comparaba los paneles a los versos de un himno, que cantan la infinita misericordia de Dios, subrayando que comienzan desde la realidad del pecado, que degrada al hombre, y van hasta la penitencia que lo rehabilita, e iluminan cada momento de cualquier situación con la certeza del perdón divino.
¿Qué sucede si voy en peregrinación a Roma y atravieso las Puertas?
¡Obtienes una indulgencia plenaria! ¡Toma esta, Martín Lutero! La remisión de la pena temporal por los pecados perdonados en confesión se ofrece a quien atraviesa las Puertas, recibe la Eucaristía y la reconciliación, reza por las intenciones del papa y realiza un acto de misericordia.
¿A qué se refiere todo esto?
El Papa Francisco ha dicho que “habrá en esta ocasión una Puerta de la Misericordia, por donde quien entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y da esperanza”.
Las puertas son muy simbólicas. Representan un paso: del pecado a la redención, de la muerte a la vida, del no creer a la fe, etc. Jesús se describe a sí mismo como la puerta. La gente debe entrar a través de Cristo para llegar al Padre. La puerta es la vía de la salvación.
Hay también un simbolismo mariano, pues la Virgen María es la puerta a través de la cual la salvación entró en el mundo. Abrir las puertas en la solemnidad de la Inmaculada Concepción tiene por tanto un doble significado.
Las puertas de una Iglesia marcan el límite entre lo sacro y lo profano. Abriéndolas de par en par (y en el aniversario del Concilio), el papa Francisco está subrayando su deseo de abrir de par en par las puertas de la fe al mundo.
En el Apocalipsis (3, 20), Jesús dice: “He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y comeré con él y él conmigo”.
En Jerusalén, la Puerta de Oro es el ingreso oriental del Monte del Templo. En hebreo se llama Sha’ar HaRachamim, la Puerta de la Misericordia. En la antigua tradición judía, allí aparecería la Shekhinah y que volverá a aparecer cuando vuelva el Mesías. Jesús debió atravesarla el Domingo de Ramos. Los textos apócrifos dicen que es allí donde María encontró a José después de la Anunciación, y así representa la encarnación. Fue tapiada en la Edad Media. Algunos textos medievales sugieren un vínculo entre la Puerta de Oro y la Puerta Santa.
¿Quién comenzó esta tradición?
No Alejandro VI, aunque durante mucho tiempo se creyó así. Presumiblemente él inauguró la costumbre en 1500, pero según Herbert Thurston en The Holy Year of Jubilee “es cierto que la idea central de abrir de par en par las puertas como símbolo de la efusión de la misericordia de Dios no tuvo origen en un pontificado tan poco edificante como en el del Papa Borgia”. La referencia a Alejandro VI deriva probablemente del ampliamente difundido Diarium de Johann Burchard, que fue maestro de celebraciones de cinco papas, incluido Alejandro.
Thurston retrocede en el tiempo para encontrar referencias que preceden a Alejandro VI al menos 200 años, y nos sugiere raíces aún más antiguas.
Medallas de 25 años antes, fechadas en el pontificado de Sixto IV, muestran al papa en la puerta.
A mitad del siglo XV, el viajero William Wey, de vuelta de Tierra Santa, escribió: “En el vestíbulo de la iglesia de San Pedro hay seis puertas, una de las cuales está cerrada, y esta es la auténtica Puerta de Oro”.
Hay también una sugerencia sobre que Clemente VI ((1342-1352) soñó que se le ordenaba que abriera una puerta, pero es insuficiente y algunos de los documentos son poco claros.
En 1437 Pedro Tafur unía la indulgencia del Jubileo al derecho de asilo al atravesar la puerta de la basílica de Letrán.
Esto sugiere una raíz muy antigua de esta costumbre, que se remontaría a Constantino, el cual pidió que el papa Silvestre publicase un edicto proclamando el derecho de asilo a los cristianos que entraban en la basílica. Por lo que parece, se abusó del privilegio y la puerta fue sellada, para ser abierta solo en los años jubilares.
Muy bien. Pero entonces ¿quién lo empezó de verdad?
No lo sabemos. Por favor, ¡deja de preguntarlo!😉
Thomas L. McDonald @ThomasLMcDonald es escritor e historiador de la Iglesia

Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. (fin de semana 19-20 de noviembre) clausura del Año Extraordinario del Jubileo de la Misericordia.


Segundo Libro de Samuel 5,1-3. 

Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma sangre!
Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel".
Todos los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un pacto en Hebrón, delante del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.

Salmo 122(121),1-2.4-5. 
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor!»
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.

Allí suben las tribus,
las tribus del Señor
-según es norma en Israel-
para celebrar el nombre del Señor.

Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.

Carta de San Pablo a los Colosenses 1,12-20. 
Y darán gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos.
Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido,
en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.
El es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación,
porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él.
El existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él.
El es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. El es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo,
porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud.
Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.

Evangelio según San Lucas 23,35-43. 
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!".
También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso". 

¿Tu hijo tiene entre 1 y 3 años? Te damos 6 consejos para educarlo correctamente Desde saberlo atender hasta el aumento de la autoestima en esta importantísima etapa de la vida

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Los primeros mil días de la vida de un niño son sumamente importantes y condicionan gran parte de su existencia. De hecho, así como una planta que crece bien si el terreno es bueno y fértil, así los primeros cuidados y atenciones del niño son el prototipo, la base para una vida suficientemente buena.
¿Cómo educar mejor al pequeño que crece? Hay consejos que cada padre, de un niño de edad entre el año y los tres años, debería saber.
Lo explica en Crescere è una straordinaria avventura (Crecer es una aventura extraordinaria) Ezio Aceti (Ediciones Città Nuova)
1 – Saberlo atender
La mamá es una figura clave. Normalmente, cuando el niño llora, ella interviene y dulcemente busca atenderlo, limpiarlo, alimentarlo, es decir, calmarlo en su llanto. Cuando en cambio el niño está tranquilo, lo mima, lo abraza, manifestando alegría y felicidad. En términos psíquicos significa que toda buena mamá cumple una operación fundamental para el crecimiento armónico, y toma el ansia del niño sobre sí y restituye la calma, la positividad, la tranquilidad. Esta experiencia es la base del amor y la confianza. El niño, gracias a estos cuidados, restituye confianza, al sentirse acogido y protegido, manifestando inconscientemente la alegría de vivir. Esta experiencia es el fundamento de todas las demás. Haberla experimentado de manera suficientemente estructurada será la fuente de vitalidad y de deseo de crecer.
2 – Los riesgos de la inseguridad
Al contrario, las mamás inseguras, tensas, con carencias afectivas profundas, estructuran una atención morbosa (síntoma de simbiosis excesiva) o un descuido patológico, determinando en el niño una imagen de sí devaluada y a veces depresiva.
3 – Ayudar a la “interiorización materna”
Es sorprendente observar cómo la base de la experiencia y del refuerzo materno están en continua actividad, en una explosión de conocimientos y atenciones sorprendentes. La percepción de los objetos, la atención de las cosas aumenta tanto que, hacia el séptimo y octavo mes, el niño llega a una etapa ulterior fundamental: la interiorización materna. Es un proceso psíquico por el cual el niño “lleva a la madre dentro de sí y la interioriza”.
El niño en este proceso debe ser apoyado y guiado, no ignorado. Un proceso que permitirá al niño no sólo adquirir mayor seguridad y dominio de sí, sino también desarrollar una capacidad de soportar momentos en que la madre esté ausente. Comenzará a enfrentar el mundo, primero gateando, buscando abrir los cajones de la cocina o meter los dedos en la toma de corriente pero, sucesivamente será capaz de explorar también sin la presencia constante de la mamá.
4 – Aprendizaje imitativo
Desde el séptimo y octavo mes, muchos niños, mediante el balbuceo, expresan la que será luego la conquista de la palabra como sonido-significado, relacionado con las personas y los objetos.
Los padres deben tener en cuenta que el lenguaje es, para los niños, realidad e intención, de hecho, aunque la frase no está aún estructurada (se necesitará algún tiempo), la comprensión comienza a refinarse, tanto que cuando el niño quiere agua, dice: “Aua”, no sólo para describir el objeto agua, sino también por su deseo de beber.
La descripción de los objetos con la simple palabra o el pequeño balbuceo volverá al niño capaz de gobernarlos, vivirlos. Fue el gran psicólogo ruso Lev Vygotskij (1896-1934), fallecido joven de tuberculosis, genial en sus descubrimientos, quien demostró que la cultura y el aprendizaje imitativo son básicos para la adquisición del lenguaje, dando fundamental importancia a los modelos como la madre y el padre, que estimulan el aprendizaje de los pequeños con sus gestos cotidianos.
5 – Rechazo aparente
La percepción corporal es una conquista fundamental para cada uno; el niño, de hecho, tras haber interiorizado a la madre y experimentado con su cuerpo el caminar y con su pensamiento el hablar, hacia los dieciocho meses se hace una pregunta: “¿Quién soy?”, y aunque esta pregunta es aún intuitiva, representa la base de la identidad propia, de una persona distinta de los demás y sobre todo de la madre. Esta pregunta y búsqueda de sí mismo es tan inmediata que empieza a aparecer de manera cada vez más explícita el “no”. Este “no” a menudo no representa un rechazo de lo que se le pide al niño, sino una necesidad de afirmarse a sí mismo distinguiéndose del adulto.
Si supieras cuánta paciencia tienen los niños con nosotros cuando pensamos o les atribuimos intenciones que no tienen…
El niño no quiere desobedecer, sino afirmar el deseo de expresarse a sí mismo, aunque aparentemente parece rechazar las reglas.
6 – Ejercitar la autoestima
Para ello es necesario que ejerciten constantemente con los niños lo que nos subraya el primer principio de la autoestima, es decir, “al reconocer los pensamientos del otro” nos daremos cuenta de que todos los niños a quienes hemos considerado como malos y desobedientes, en realidad necesitaban decirnos: “Mira aquí estoy y quiero hacerlo solo”.