sábado, 5 de noviembre de 2016

Trigésimo segundo domingo del tiempo ordinario ( fin de semana 5 y 6 de noviembre)


Segundo Libro de Macabeos 7,1-2.9-14. 

También fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: "¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres".
Y cuando estaba por dar el último suspiro, dijo: "Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes".
Después de este, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos
y dijo con valentía: "Yo he recibido estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él".
El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos.
Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios.
Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: "Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida".

Salmo 17(16),1.5-6.8.15. 
Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad.

Y mis pies se mantuvieron firmes
en los caminos señalados:
¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:

inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Guárdame como a la niña de tus ojos,
escóndeme a la sombra de tus alas,
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,

y al despertar, me saciaré de tu presencia.

Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 2,16-17.3,1-5. 
Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza,
los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.
Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes.
Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe.
Pero el Señor es fiel: él los fortalecerá y los preservará del Maligno.
Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones.
Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo.

Evangelio según San Lucas 20,27-38. 
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección,
y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
El segundo
se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia.
Finalmente, también murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".
Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan,
pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". 

Cómo unos sostenemos las vidas de los otros Lo que yo hago es un bien que suma o un mal que resta


Cómo unos sostenemos las vidas de los otros



A veces me faltará perseverancia en la oración y tendré que confiar más en los que me acompañan, en los que recorren el camino conmigo. Mi vida sostenida por otros.
Porque son otros los que me ayudan a rezar con su testimonio, con sus palabras, con sus vidas. Me sostienen con su perseverancia, con su fidelidad, con su ejemplo, cuando yo me canso, cuando mis brazos me pesan, cuando no quiero seguir. Son ellos los que me llevan en volandas a lo más alto.
Tengo claro que es la oración de los otros la que sostiene mi vocación, mi camino, mi vida. Lo he comprobado tantas veces en mi sacerdocio. La oración de mis hermanos, de mis hijos espirituales. La oración por mí de tantos. Esa oración oculta y silenciosa.
Y sé también que mi propia oración sostiene la vida de muchos. Creo en el poder de los vasos comunicantes. Lo que yo hago tiene trascendencia. Es un bien que suma. Es un mal que resta. Es una oración que se eleva y eleva a otros.
No camino solo. No me salvo solo. No llego al cielo solo. Llego con los brazos que han sostenido mis brazos. Llego con las vidas que he sostenido en mis brazos.
Muchas veces me turba la soledad y el cansancio. Necesito a otros. Nos necesitamos los unos a los otros. Mi fe aumenta la fe de otros. La fe de otros aumenta mi fe.
Decía el Papa Francisco: “Querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse a construir con Él, es animarse a jugarse con Él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo”.
Me gusta esa imagen de la unidad, de la comunidad. Una familia unida. Una familia anclada en Dios. ¡Qué fácil es separar! ¡Cuántas personas hay que están solas, que sufren solas, que se ahogan solas! ¡Cuánto individualismo a mi alrededor!
Unir es más difícil que dividir. Hace falta mucha humildad y nos sobra el orgullo. Para unir tengo que ceder, renunciar a mi amor propio, no querer tener la razón, aunque la tenga.
Sueño con esa comunidad que se acompaña y cuida. Esa comunidad de corazones unidos en Dios. Esa comunidad de oración que tiene una misión común. Un camino en común. Una vida en común. Es la comunión de los santos a la que todos estamos llamados.
No vamos solos. Nos sostenemos los unos a los otros. A veces con dolor. A veces con alegría. Jesús en medio nos cuida. En medio de los árboles. En la montaña.