lunes, 24 de octubre de 2016

Francisco explica que “el jesuita es un servidor de la alegría del Evangelio” El Santo Padre ha visitado por sorpresa esta mañana la Curia general de los jesuitas, y en su discurso ha recordado que “la misericordia no es una palabra abstracta sino un estilo de vida”

El Papa en la Curia de la Compañía de Jesús - © GC36.Org


El papa Francisco ha visitado esta mañana la Curia General de la Compañía de Jesús, a poca distancia del Vaticano, donde ha participado de la reunión de la 36º Congregación General y en la oración con todos los participantes. Después de un breve saludo del nuevo superior general, el padre Arturo Sosa Abascal, el Santo Padre ha pronunciado un amplio discurso. 
De este modo, ha explicado que al rezar pensando qué les diría, se acordó con “particular emoción” las palabras finales que les dijo el beato Pablo VI al finalizar la Congregación General XXXII: «Así, así, hermanos e hijos. Adelante, in Nomine Domini. Caminamos juntos, libres, obedientes, unidos en el amor de Cristo, para mayor gloria de Dios».
La Fórmula del Instituto, ha explicado Francisco, es lo “necesario y substancial” que hay que tener todos los días ante los ojos, después de mirar a Dios. Así, tanto la pobreza como la obediencia o el hecho de no estar obligados a cosas como rezar en coro, “no son ni exigencias ni privilegios”, sino “ayudas que hacen a la movilidad de la Compañía, al estar disponibles para correr por la vía de Cristo Nuestro Señor teniendo, gracias al voto de obediencia al Papa, una más cierta dirección del Espíritu Santo”.
Por otro lado, recuerda que el caminar, para Ignacio, “no es un mero ir y andar” sino que se traduce en algo cualitativo. Es “aprovechamiento y progreso”, “ir adelante”, “hacer algo en favor de los otros”. 
Al respecto, ha expliado que el aprovechamiento no es individualista, es común. El fin de esta Compañía es “no solamente atender a la salvación y perfección de las ánimas propias con la gracia divina, mas con la misma intensamente procurar de ayudar a la salvación y perfección de las de los prójimos”. Y si para algún lado se inclinaba la balanza en el corazón de Ignacio “era hacia la ayuda de los prójimos”. Asimismo ha recordado que el aprovechamiento “no es elitista”. Y señala que las obras de misericordia “eran el medio vital en el que Ignacio y los primeros compañeros se movían y existían”. 
El aprovechamiento, por fin, es “lo que más aprovecha”. Se trata del “magis”, de ese plus, que lleva a Ignacio a iniciar procesos, a acompañarlos y a evaluar su real incidencia en la vida de las personas, ya sea en cuestiones de fe, de justicia o de misericordia y caridad.
Para reavivar el fervor en la misión de aprovechar a las personas en su vida y doctrina, el Pontífice ha presentado estas reflexiones en tres puntos. 
En primer lugar ha indicado que se debe “pedir insistentemente la consolación”. De este modo, Francisco ha precisado que “es oficio propio de la Compañía consolar al pueblo fiel” y “ayudar con el discernimiento a que el enemigo de natura humana no nos robe la alegría”. Que no nos la robe “ni por desesperanza ante la magnitud de los males del mundo y los malentendidos entre los que quieren hacer el bien”, “ni nos la reemplace con las alegrías fatuas que están siempre al alcance de la mano en cualquier comercio”. 
En esta misma línea, ha explicado que “practicar y enseñar esta oración de pedir y suplicar la consolación”, es el principal servicio a la alegría. Y si alguno no se cree digno –ha advertido– al menos insista en pedir esta consolación por amor al mensaje, ya que la alegría es constitutiva del mensaje evangélico, y pídala también por amor a los demás, a su familia y al mundo. También ha subrayado que esta “alegría del anuncio explícito del Evangelio -mediante la predicación de la fe y la práctica de la justicia y la misericordia- es lo que lleva a la Compañía a salir a todas las periferias”. El jesuita –ha insistido– es un servidor de la alegría del EvangelioEn segundo lugar,  el Papa ha invitado a “dejarnos conmover por el Señor puesto en Cruz”. 
Al respecto, ha observado que “el Jubileo de la Misericordia es un tiempo oportuno para reflexionar sobre los servicios de la misericordia”. Lo digo en plural –ha especificado– porque la misericordia no es una palabra abstracta sino un estilo de vida, que antepone a la palabra los gestos concretos que tocan la carne del prójimo y se institucionalizan en obras de misericordia. De este modo, ha querido recordar que el modo como Ignacio vive y formula su experiencia de la misericordia “es de mucho provecho personal y apostólico y requiere una aguda y sostenida experiencia de discernimiento”.
Igualmente ha explicado que el Señor, “que nos mira con misericordia y nos elige”, “nos envía a hacer llegar con toda su eficacia esa misma misericordia a los más pobres, a los pecadores, a los sobrantes y crucificados del mundo actual que sufren la injusticia y la violencia”.
En tercer lugar, el Santo Padre ha propuesto “hacer el bien de buen espíritu, sintiendo con la Iglesia”. Es también propio de la Compañía –ha reconocido– el servicio del discernimiento del modo como hacemos las cosas. Además, ha explicado que esta gracia de discernir, que no basta con pensar, hacer u organizar el bien sino que “hay que hacerlo de buen espíritu”, es lo que “nos enraíza en la Iglesia, en la que el Espíritu actúa y reparte su diversidad de carismas para el bien común”. 
Finalmente, ha subrayado que es propio de la Compañía “hacer las cosas sintiendo con la Iglesia”. En este punto ha recordado que “hacer esto sin perder la paz y con alegría, dados los pecados que vemos tanto en nosotros como personas como en las estructuras que hemos creado”, implica cargar la Cruz, experimentar la pobreza y las humillaciones, ámbito en el que Ignacio “nos anima a elegir entre soportarlas pacientemente o desearlas”.

Lunes de la trigésima semana del tiempo ordinario


Carta de San Pablo a los Efesios 4,32.5,1-8. 

Hermanos:
Sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos.
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.
En cuanto al pecado carnal y cualquier clase de impureza o avaricia, ni siquiera se los mencione entre ustedes, como conviene a los santos.
Lo mismo digo acerca de las obscenidades, de las malas conversaciones y de las bromas groseras: todo esto está fuera de lugar. Lo que deben hacer es dar gracias a Dios.
Y sépanlo bien: ni el hombre lujurioso, ni el impuro, ni el avaro -que es un idólatra- tendrán parte en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.
No se dejen engañar por falsas razones: todo eso atrae la ira de Dios sobre los que se resisten a obedecerle.
No se hagan cómplices de los que obran así!
Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz.

Salmo 1,1-2.3.4.6. 
¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!

El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.



Evangelio según San Lucas 13,10-17. 
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.
Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.
Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad",
y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado".
El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?
Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?".
Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.







Leer el comentario del Evangelio por : San Gregorio de Narek  

5 razones por las que la misa no aburría a los santos La misa se hace muy larga hasta que amas a Dios


5 razones por las que la misa no aburría a los santos

¿Alguna vez te aburres en misa?
No te preocupes, no te estoy juzgando. Cuando volví a misa por primera vez después de algún tiempo alejada, me pareció aburrida. Pero la presencia de Jesús en la Eucaristía me atraía y, con el tiempo, Su presencia en la misa me enseñó los caminos del cielo, me ayudó a desarrollar un mayor amor por la misa. Me di cuenta de que la misa era la oración más importante que pudiera rezar cualquier día.
Parafraseando al beato Santiago Alberione, la misa es como el astro rey de las oraciones. Dicho de otra forma, no hay nada que podamos hacer para acercarnos más a Dios que cuando vamos a misa.
Dicho esto, aunque ahora valoro más la misa que recién regresada a la Iglesia, a veces todavía “pongo el automático” y, hay días que al llegar el final de la misa me doy cuenta de que mi mente estaba a miles de kilómetros de distancia. Mi amor por la misa ha ido creciendo en fervor con el tiempo, pero aún necesito trabajar para mejorar.
Tal vez, igual que yo, tú también necesites un poco de motivación para ir a misa, para ver el valor que tiene, para encontrar su significado, para involucrarte y para esperar con el entusiasmo que se merece la llegada de esta oración de oraciones.
Aquí hay algunas razones por las que los santos no se aburrían en misa:
1 Los santos sabían que iban a misa con los ángeles: En ninguna misa falta asistencia. La próxima vez que vayas y haya sólo un puñado de personas en las bancas, recuerda que ¡hay ángeles por todos lados!
Los cielos se abren y multitudes de ángeles vienen a asistir al Santo Sacrificio. – San Gregorio Magno
Los ángeles rodean y ayudan al sacerdote cuando está celebrando misa. – San Agustín
2 Los santos dependen desesperadamente de la misa: La próxima vez que asistas a misa, pide a Dios por la gracia de comprender cuánta es la sed del alma por las gracias de la Eucaristía. Los santos conocían bien esta sed.
Sería más fácil para el mundo para sobrevivir sin el sol que prescindir de la Santa Misa. – San Pío de Pietrelcina 
La Misa es el alimento espiritual que me sustenta y sin el cual no podría vivir un solo día o una sola hora de mi vida. – Madre Teresa
Los santos querían honrar a Dios más que cualquier cosa: Si amas a Dios y le quieres devolver el amor que te da, ir a misa es probablemente lo mejor que puedes hacer. Es lo mejor porque participamos en el sacrificio de Jesús, sin confiar en que podríamos estar haciendo cualquier otra cosa. Y si nos centramos en amar y honrar a Dios en lugar de a nosotros mismos, entonces la misa no es aburrida.
Una única misa honra más a Dios que todas las penitencias de los Santos, las obras de los Apóstoles, los sufrimientos de los Mártires e incluso que el ardiente amor de la Bendita Madre de Dios. – San Alfonso Ligorio
Todas las buenas obras juntas no equivalen al santo Sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, y la Misa es la obra de Dios. El martirio no es nada en comparación: es el sacrificio que el hombre hace de su vida a Dios; pero la Misa es el Sacrificio que Dios ofrece al hombre de su Cuerpo y de su Sangre. – San Juan Vianney
Los santos encontraban felicidad en la misa: La fuente de la verdadera felicidad sólo puede encontrarse en última instancia en Dios. Los santos lo sabían y por eso iban a misa, para encontrar la auténtica dicha.
Fue la alegría lo que me trajo a la fe, la felicidad por el nacimiento de mi hija, hace 35 años, y se renueva constantemente cuando recibo a nuestro Señor diariamente en misa. – Dorothy Day
Los santos sabían que la misa es intemporal: La misa representa el Misterio Pascual de Cristo. En otras palabras, no sólo estamos rememorando la muerte y resurrección de Jesús, sino que la estamos reviviendo, nos adentramos en un momento fuera del tiempo y somos testigos del vertido de gracias salvíficas sobre el mundo.
Jesus… [es] el Cordero que fue sacrificado pero que vive para siempre, que renueva a cada instante su pasión por la continua celebración de misas por todo el mundo.– Beato Santiago Alberione
La Misa hace presente el sacrificio de la Cruz– San Juan Pablo II
Hay muchas más razones para asistir a misa, muchas más para luchar por encontrar ese profundo significado que los santos pudieron ver.
Pero terminaré con una última cita motivadora de san Leonardo de Puerto Mauricio (supongo que la pronunció con una sonrisa traviesa):
Pueblos insensatos, pueblos extraviados, ¿qué hacéis? ¿Cómo no corréis a los templos del Señor para asistir santamente al mayor número de Misas que os sea posible?

¿Conoces la oración que rezaba santa Teresa de Calcuta?

¿Conoces la “Oración para irradiar a Cristo” del Beato John Henry Newman? Me dicen que es la oración que rezan las Misioneras de la Caridad y rezaba siempre la Madre Teresa de Calcuta.
Hoy me ocurrió algo insólito. Mientras la rezaba lentamente, me sentí interpelado por esta dulce oración. Cada palabra me golpeó con fuerza el alma. Y aquí estoy… a los pies de Jesús Sacramentado para tratar de comprender, mientras la rezo ante Él.
Amado Señor, Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya. 
Salgo cada mañana de mi casa pero muy poco lo hago.
Inunda mi alma con Tu Espíritu y Vida. Penetra y posee todo mi ser tan completamente, que mi vida entera sea un resplandor de la Tuya. 
Dame esa gracia buen Jesús.
Brilla a través de mí y permanece tan dentro de mí, que cada alma con que me encuentre pueda sentir Tu presencia en la mía. 
Me pregunto cuántas almas al entrar en contacto conmigo pueden sentir Tu presencia en mi alma. ¿Será que te escondo en algún lugar de mi alma para que no te vean?  O te saco de mi alma porque me incomoda Tu presencia para hacer lo que aborreces.
Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.
 San Alberto Hurtado solía decir. “El pobre es Cristo”. Cada vez que veo un pobre me lo repito: “El pobre es Cristo”. No quiero juzgarlo ni pensar mal cuando me pide dinero. A la tercera vez me digo: ” El pobre es Cristo”. En ese momento ya no tengo frente a mí un pobre sino a Cristo mismo que me dice: “Ayúdame”.
Pero yo, un pecador… ¿Cómo lograr que te vean en mí?
De pronto encuentro una respuesta. Es una salida simple a mis inquietudes. Y le imploro a Jesús Sacramentado:
Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.
La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí; serás Tú quien ilumine a los demás a través de mí. Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean. 
Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón.
Ha terminado la Hora Santa y salgo de la iglesia, sereno con una gran paz interior, y con esta jaculatoria en los labios: