sábado, 3 de marzo de 2018

Las desgarradoras oraciones de Nietzsche al Dios desconocido




“Mis lágrimas, a torrentes, discurren en cauce hacia Ti”

El filósofo Friedrich Nietzsche, quien proclamó “Dios ha muerto” y ha influido en el pensamiento de tantos ateos, expresó así, cuando tenía 44 años, su búsqueda desesperada:
Dame amor… ¿quién me ama todavía? ¿quién, aún, me da calor?
Tiéndeme manos ardientes, dale un brasero a mi corazón…
ofrécete, sí, entrégate a mí, ¡tú, el más cruel enemigo!
¿Huyó? Él mismo ha huido, mi único compañero,
mi gran enemigo, mi desconocido, ¡el Dios verdugo!
¡No! ¡Vuelve otra vez! ¡Con todos tus suplicios!
Vuelve a mí, ¡al último solitario!
Mis lágrimas, a torrentes,
discurren en cauce hacia Ti,
y encienden en mí el fuego
de mi corazón por Ti.
¡Oh, vuelve, mi Dios desconocido!
Mi dolor, mi última suerte, ¡mi felicidad!

Esta desgarradora oración está recogida en la compilación de 2.397 fragmentos póstumos del gran filósofo del siglo XIX recopilados por Friedrich Würzbach Das Vermächtnis Friedrich Nietzsches: Versuch einer neuen Auslegung allen Geschehens und einer Umwertung aller Werte (El legado de Friedrich Nietzsche. Ensayo de una nueva interpretación de todo acontecer y de una transvaloración de todos los valores).
A pesar de las dificultades para publicar todos los escritos de Nietzsche que todavía no habían salido a la luz después de su muerte, el trabajo editorial de Würzbach está reconocido a nivel internacional.
Y otros libros, como Friedrich Nietzsche de Jorge Manzano (Universidad Iberoamericana, Ciudad de México), recogen también plegarias del exaltador del “superhombre”, escritas en distintos momentos de su vida.
Como esta, cuando tenía 20 años:
Antes de seguir mi camino y de poner mis ojos hacia delante, alzo otra vez, solitario, mis manos hacia Ti, al que me acojo, al que en el más hondo fondo del corazón consagré, solemne, altares, para que en todo tiempo tu voz, una vez más, vuelva a llamarme. Abrásame, encima, inscrita hondo, la palabra: Al Dios desconocido: suyo soy, y siento los lazos que en la lucha me abaten, y si huir quiero, me fuerzan al fin a su servicio. Quiero conocerte, Desconocido, tú, que ahondas en mi alma, que surcas mi vida cual tormenta, ¡tú, inaprehensible, mi semejante! ¡Quiero conocerte, servirte quiero!
Aunque quizás la oración más entrañable que pronunció fue la que algunos reconocen como sus últimas palabras antes de morir, pronunciadas en un marco de silencio y evasión de la realidad: “Madre, soy un tonto”.

Caminando hacia la Pascua, MATERIALES PARA CATEQUESIS

Caminando hacia la Pascua, MATERIALES PARA CATEQUESIS



Sábado de la segunda semana de Cuaresma


Libro de Miqueas 7,14-15.18-20. 
Apacienta con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu herencia, al que vive solitario en un bosque, en medio de un vergel. ¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos!
Como en los días en que salías de Egipto, muéstranos tus maravillas.
¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? El no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad.
El volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados.
Manifestarás tu lealtad a Jacob y tu fidelidad a Abraham, como juraste a nuestros padres desde los tiempos remotos.

Salmo 103(102),1-2.3-4.9-10.11-12. 
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.

Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.



Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32. 
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos.
El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.
El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'.
Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'.
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,
pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".