domingo, 2 de octubre de 2016

¿Cómo tener más fe? Es difícil seguir creyendo en medio de las dificultades, de las tragedias

Niña rezando


Necesito creer en la presencia sanadora de Jesús en mi vida: “El Señor me respondió así: – El justo vivirá por su fe”. Quiero vivir de la fe. Pero me falta fe. Hoy los discípulos le piden a Jesús que aumente su fe: “En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: – Auméntanos la fe”.
Yo tengo poca fe. Me parezco a esos discípulos que no tenían fe. Me parezco a veces a tantos hombres sin fe. ¿Cómo es mi fe de verdad?
A veces puedo ver la fe como algo estático. Como un conjunto de creencias, de principios, de dogmas. Un conjunto de valores que heredé de mis padres o que me regaló Dios en algún momento de mi vida. Un conjunto de verdades que quiero conservar hasta la muerte, pase lo que pase. Pero me quedo en la teoría.
Creo o no creo en lo que me pide la Iglesia. Me ato a la certeza incierta de que Dios existe y hay un cielo. Pero es algo racional que no toca el corazón. No baja de mis labios.
Y divido a los hombres en creyentes y no creyentes. Separo a los que creen en todo lo que pide la Iglesia y los que quitan parte de esas creencias porque no las comparten. Hago grupos. Divido, separo.
Quizás mi fe es una fe algo estática. Una fe que no me lleva a actuar, a amar, a dar la vida. Y la fe que no tiene obras, es una fe muerta. Digo que tengo fe, pero es una fe teórica, de conceptos, de principios, de teorías. Por eso luego vivo en la práctica como si no tuviera fe.
Pienso en lo que hay que hacer y lo hago. Sólo quiero obedecer. Y no acabo de ver el poder infinito que tienen mis palabras finitas. Y no me asombro de su carne entre mis manos donde antes había sólo pan.
Y no me maravillan los milagros que nadie ve, de los cuales a veces soy testigo. Esos milagros ocultos en el fondo de las almas. Donde yo me abismo con respeto infinito. Y no soy capaz de ver la mano sanadora de Jesús haciendo milagros sencillos.
Me falta fe. Tal vez porque la vida me ha enseñado el dolor de los hombres. Y he sido testigo de pérdidas y desgracias. Y resuenan en mi alma las palabras del padre José Kentenich: Aunque la fe esté sembrada en el corazón desde la infancia, resulta difícil conservarla en la vida diaria, en la que Dios permite esas terribles atrocidades”[1]
Es difícil seguir creyendo en medio de las dificultades, de las tragedias, de las desgracias. Y yo soy testigo de esa fe que se tambalea en muchos hombres en medio de los terremotos. Dios parece ausentarse de la vida de algunos hombres. ¿Cómo enseñarles a creer? ¿Cómo aumentar su fe?
Hoy Jesús me dice: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: – Arráncate de raíz y plántate en el mar. Y os obedecería”. Y la mostaza es la más pequeñas de las semillas. Y la montaña es imposible de ser trasladada.
Mi fe basta con que sea pequeña como ese grano minúsculo de mostaza para ser fecunda. Definitivamente me falta fe. No acabo de creer en el poder oculto entre mis manos. En la fuerza infinita de su palabra en mis labios.
Dudo y desconfío de esa fe que sana. No soy como ese niño abrazado a su madre, confiado en su padre. Soy ese niño adulto que ha perdido la ingenuidad, la inocencia primera y busca causas y resultados en todo lo que hace. Y juzga actitudes, y condena. Se aferra a lo que conoce. Y desconfía de lo que no ha probado.
No acabo de entender cómo se puede aumentar mi fe. Tal vez dejándome caer en las manos de Dios como un niño. Tal vez renunciando a mis seguros. No lo sé. Es como un músculo que se ejercita amando. Caminando. Confiando. 
“Auméntame la fe”. Para poder ver un oasis en el desierto. La paz en medio de la guerra. La vida en la muerte. Su mano providente en el dolor. Su presencia alentadora al final de mi camino.
Quizás si me adentro más dentro de mí, más dentro de Jesús, aumentará mi fe. Si dejo de hacer tantos cálculos humanos y confío en su presencia. Si me dejo llevar por Él por los senderos de la vida. No lo sé. Tengo poca fe.
Y creo que los hombres son los que conducen mi vida, sin ver que es Dios quien lo hace oculto en las sombrasY me engaño a mí mismo haciendo proyecciones, diseñando estrategias y olvidándome de rezar más para percibir sus deseos.
Me falta fe. Como a esos apóstoles que caminaban con Jesús y no entendían nada. Quiero aprender a dejarme caer en las manos de Dios.
El otro día leía: “Algo parecido a esa terrible eternidad entre la angustia y la fe que experimenta un niño cuando por primera vez se deja caer hacia atrás y prescinde de todo apoyo para descubrir que el agua realmente lo sostiene y que es capaz de flotar inmóvil y sin ningún esfuerzo”[2].
Confiar en lo que Dios me pide. Dejarme caer en el agua y ver que no se acaba todo. Saltar con valor allí donde Dios me pide que salte. Y ver lo que no veo. Y encontrar lo que no busco.
[1] José Kentenich, Niños ante Dios
[2] Walter Ciszek, Caminando por valles oscuros.


Los 5 tipos de mamá Sus puntos fuertes, sus principales características y las marcas que dejan en sus hijos

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¿Qué tipo de mamá eres? Será el del tipo perfeccionista, imprevisible, “mejor amiga”, “yo en primer lugar” o “madre completa”? Ciertamente existen varios tipos de mamá además de estos, pero el terapeuta familiar y psicólogo Stephen Poulter nos explicó los cinco perfiles de mamá más conocidos y cuáles son sus puntos fuertes, sus principales características y las marcas que dejan en sus hijos.
  1. La mamá perfeccionista
Generalmente es una mujer ansiosa y controladora. Es presa de la apariencia por encima de todo, su fachada autoritaria y perfecta es una forma de esconder sus miedos. Los hijos de estas mujeres tienden a ser hipercríticos de sí mismos y, frecuentemente, se sienten inadecuados y vacíos, dice Poulter.
Cómo son los hijos de una mamá perfeccionista:
Puntos fuertes: Tienen un fuerte sentido del compromiso en las relaciones. Son responsables y confían en todo lo que hacen. Valoran el trabajo y la persistencia por encima de todo, pues es a través de esas cualidades que enfrentan sus desafíos.
El lado emocional: Piensan que la opinión de los demás es siempre mejor o más importante que la de ellos mismos. Frecuentemente piensan que los demás están siempre juzgando, es decir, viven para cumplir las expectativas de los demás.
  1. La mamá imprevisible
Ansiosa, irritada y excesivamente emocional, esta mamá es dominada por sus sentimientos y, por eso, su estilo parental está basado en su humor. Este tipo de mamá es el más caótico de todos. Crea problemas, dudas y crisis en su imaginación, está muy influida por sus emociones, y descarga toda esa energía en sus hijos.
Los hijos de una mamá imprevisible:
Puntos fuertes: Tienen excelentes habilidades para relacionarse con otras personas y una capacidad enorme de empatía. Muchas veces son grandes motivadores y siempre ofrecen apoyo emocional a sus colegas, así como amigos y familiares.
Lado emocional: Crecen con una necesidad intrínseca de cuidar de las personas y sus problemas emocionales. Tienen la tendencia a ser dominados por fuertes emociones como la rabia, la ansiedad y la depresión. Aprenden desde temprano a leer a las personas y las situaciones, de esa forma logran lidiar mejor con los sentimientos de los demás.
  1. La mamá “mejor amiga”.
Le gusta tratar a sus hijos de forma igualitaria, de esa forma evita la responsabilidad de establecer límites. Este tipo de mamá cree que su vida terminaría si abrazara la maternidad con todo su ser, entonces evita la responsabilidad de ese papel. Tanto el niño como la mamá se vuelven confidentes uno de la otra, y aunque sea sin querer, el niño termina sin una “mamá”.
En este caso, las necesidades emocionales de la mamá son tan grandes que intenta rellenarlas a través del niño.
Los hijos de una mamá “mejor amiga”:
Puntos fuertes: Comprenden la necesidad de la existencia de los límites entre padres, hijos, amigos y familiares. Debido a un sentido que fue creado a través de la falta de una madre verdadera, esas personas frecuentemente buscan asumir papeles de liderazgo cuando son adultos.
Lado emocional: Generalmente se sienten descuidados y tienen miedo al rechazo. Tienden a sentirse resentidos y tienen dificultad en mantener relaciones. Frecuentemente se sienten mal queridos por otros.
  1. La madre “yo en primer lugar”
Es uno de los estilos maternales más imperantes hoy en día. Estas madres son incapaces de ver a sus hijos como individuos separados de sí mismas. Sus hijos aprenden desde temprano que el papel de ellos es adular a su madre.
Hijos de una madre “yo en primer lugar”:
Puntos fuertes: Son muy buenos en apoyar a otros. Son intuitivos y perspicaces en todos los tipos de relaciones. Son leales y solidarios, capaces de observar las dificultades ajenas y solucionar sus problemas.
Lado emocional: Tienen dudas respecto a la capacidad de tomar decisiones. Tienen dificultad en confiar en sus sentimientos y ven la opinión de sus mamás como la más importante y más poderosa que la suya.
  1. La madre completa
Este es el tipo de madre ideal, desgraciadamente sólo el 10% de la población mundial tiene ese perfil de madre, dice Poulter. La mamá completa es emocionalmente equilibrada, logra ver a sus hijos como individuos y los ayuda a alcanzar su propia independencia. Puede no ser perfecta, pero independientemente de las circunstancias en que se encuentre o las responsabilidades fuera de casa, siempre está comprometida con la maternidad.
Los hijos de una mamá completa:
Puntos fuertes: Se sienten amados y comprendidos, por eso no tienen miedo de correr riesgos o sufrir cambios. Inician relaciones con facilidad, pues no tienen miedo al rechazo.
Lado emocional: Entienden que las otras personas tienen sus propias perspectivas sobre la vida, por eso son receptivos. Son capaces de navegar a través de los desafíos, de volverse independientes sin arraigarse demasiado a sus mamás.

Los jesuitas elegirán un nuevo Superior General

A partir de este domingo 2 de octubre, más de 200 jesuitas de todo el mundo se reunirán en Roma para elegir a un nuevo Superior General. Aunque esta no es su única misión. 

P. ORLANDO TORRES
Rector, Collegio Internazionale del Gesù
"La Congregación General tiene dos tareas fundamentales. La primera es elegir a un nuevo general, y la segunda tratar de asuntos de importancia para la vida y la misión de la Compañía de Jesús, en la misión que tienen en la Iglesia y en el mundo de hoy”. 

El cargo de superior general de los jesuitas es vitalicio, pero el actual general, el P. Adolfo Nicolás presentó la renuncia en vistas de los 80 años porque dijo que no quería que su edad condicionara a la Compañía de Jesús

El próximo encuentro durará aproximadamente un mes. La elección tendrá lugar en torno al 10 de octubre, una vez que hayan definido el perfil que necesitan los jesuitas para afrontar su situación actual. 

P. FEDERICO LOMBARDI
Asistente ad Providentiam del General
"La Compañía de Jesús sobre la que debemos reflexionar en la Congregación General, se está desplazando desde el punto de vista demográfico desde occidente hasta África y Asia”. 

P. ANTONIO MORENO
Provincial de Filipinas
"Tenemos varias comisiones de trabajo: la primera, sobre el estado de la Compañía de Jesús; el otro tema es la vida y misión de los jesuitas; y otra sobre gobierno interno, cómo mejorar nuestra estructura de gobierno”. 

El nombre técnico del encuentro es "Congregación general”. Más de la mitad de los participantes han sido elegidos por los 16 mil jesuitas que hay en 62 países. El nuevo Superior que elegirán será el sucesor número 31 de San Ignacio. Y el primero al que comunicarán la elección es el Papa Francisco, el primer papa jesuita de la historia. 

Celebramos a nuestros protectores: los Ángeles Custodios

[2 de octubre] Celebramos a nuestros protectores: los Ángeles Custodios


“Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida”, decía San Basilio al referirse al ángel custodio, aquel que Dios pone a cada uno desde la concepción y cuya fiesta se celebra cada 2 de octubre.
La palabra “ángel” proviene del griego y significa “Mensajero”. Estos espíritus celestiales son citados por ejemplo en el Salmo 90: "A sus ángeles ha dado órdenes Dios para que te guarden en tus caminos".
Jesús también los menciona en su famosa frase (Mt. 18,10): "Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus Ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial".
La Iglesia celebra la fiesta de los ángeles custodios desde el Siglo XVII. Fue instituida por el Papa Clemente X.
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