martes, 19 de septiembre de 2017

Los siete grandes cambios que ha realizado el Papa Francisco

A lo largo de estos tres años de Pontificado, Francisco ha demostrado que no afronta los problemas a golpe de leyes sino "generando procesos", involucrando a muchas personas. 
En vez de cortar por lo sano, afronta las crisis a largo plazo, con gestos simbólicos. Y así­ ha puesto en marcha un cambio cultural irreversible.
De esos cientos de gestos y palabras con los que está cambiando el mundo y la Iglesia, nos quedamos con estos siete:
PAGA FACTURA DE SU HOTEL
En su primer dí­a como Papa fue personalmente a recoger su equipaje y a pagar su hotel. Así­ mostró que cada uno debe asumir su propia responsabilidad, y que se habí­a acabado la época de los privilegios. 
VIVIR EN SANTA MARTA
Fijó su residencia en "Casa Santa Marta". No quiere que el Papa viva en una torre de marfil. Necesita conocer los problemas de primera mano y no con intermediarios; y quiere que sea fácil acceder a él. 
ABRAZOS Y GLOBALIZACIÓN DE LA INDIFERENCIA 
Ante un mundo que pone en primer lugar el beneficio económico, y clasifica a las personas en función de cuánto ganan o cuánto son capaces de producir, el Papa apela al valor infinito de cada ser humano, y lo muestra a golpe de abrazos y sonrisas con los descartados de la sociedad. 
PERIFERIAS
Dice que la realidad se entiende desde las periferias. En Roma no ha visitado las parroquias del centro, sino las marginadas; en Europa sólo ha viajado a Albania y Bosnia Herzegovina.
Durante su viaje a México ha ido adonde nunca habí­a estado un Papa: lugares como Chiapas, Chihuahua y Michoacán. 
Y cuando en Semana Santa, celebra la Misa del Jueves Santo va a lugares heridos, como una cárcel de menores o un centro de cuidados paliativos. 
Así­ ha abierto los ojos a muchas personas sobre situaciones que no sabí­a ni siquiera que existieran. 
RESPONDE A LAS PERSONAS
Cuando los grandes encuentros incluyen testimonios, el Papa no lee el discurso que llevaba preparado sino que se deja cambiar por lo que ha escuchado. 
Lo hizo cuando en Sarajevo escuchó cómo habí­an golpeado a este sacerdote.
"Perdono de corazón a todos los que me hicieron daño".
También cuando en Kenia Emmanuel le habló sobre el drama de los jóvenes que se enrolan en milicias radicales.
FRANCISCO
"Háblale con cariño, con simpatí­a, con amor. Y con paciencia inví­talo a ver un partido, inví­talo a pasear, a estar juntos. No lo dejes solo". 
O en Filipinas, cuando esta niña de la calle le dijo que estaban abandonados y que a nadie parecí­a importarle. 
"¿Por qué Dios permite que pase esto, si los niños no tienen la culpa?".
VALENTÍA Y TRANSPARENCIA
En cada viaje, afronta ruedas de prensa en el avión sin miedo y sin censura. Responde a preguntas libremente formuladas, sin miedo a equivocarse, y sin miedo a afrontar cuestiones delicadas, como la corrupción en la Iglesia, la sexualidad o lo que él mismo lleva en el corazón. 
DECISIÓN
Ha tomado decisiones concretas y difí­ciles para simplificar la estructura del Vaticano. 
Ha creado un consejo de 9 cardenales que le ayudan a gobernar y facilitan que cualquier obispo tenga acceso directo al Papa; ha instituido una comisión para prevenir casos de abusos sexuales; y ha depurado la banca del Vaticano. 
ORACIÓN
Y aunque no es un cambio, no se entiende qué está haciendo el Papa Francisco sin mencionar que es un mí­stico que se fí­a de Dios. Ante un bombardeo inminente en Siria, convocó una vigilia de 4 horas de oración en la plaza de San Pedro. 
La palabra que más veces ha repetido en estos años es la que usa para definir a Dios: "Misericordia". Una palabra que encierra el lema y la fuerza del Pontificado.

Martes de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario


Primera Carta de San Pablo a Timoteo 3,1-13. 

Es muy cierta esta afirmación: "El que aspira a presidir la comunidad, desea ejercer una noble función".
Por eso, el que preside debe ser un hombre irreprochable, que se haya casado una sola vez, sobrio, equilibrado, ordenado, hospitalario y apto para la enseñanza.
Que no sea afecto a la bebida ni pendenciero, sino indulgente, enemigo de las querellas y desinteresado.
Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos en la obediencia con toda dignidad.
Porque si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la Iglesia de Dios?
Y no debe ser un hombre recientemente convertido, para que el orgullo no le haga perder la cabeza y no incurra en la misma condenación que el demonio.
También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio.
De la misma manera, los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas.
Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura.
Primero se los pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al diaconado.
Que las mujeres sean igualmente dignas, discretas para hablar de los demás, sobrias y fieles en todo.
Los diáconos deberán ser hombres casados una sola vez, que gobiernen bien a sus hijos y su propia casa.
Los que desempeñan bien su ministerio se hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de Jesucristo.

Salmo 101(100),1-2ab.2cd-3ab.5.6. 
Celebraré con un canto la bondad y la justicia:
a ti, Señor, te cantaré;
expondré con sensatez el camino perfecto:
¿cuándo vendrás en mi ayuda?

Yo procedo con rectitud de corazón
en los asuntos de mi casa;
nunca pongo mis ojos
en cosas infames.

Al que difama en secreto a su prójimo
lo hago desaparecer;
al de mirada altiva y corazón soberbio
no lo puedo soportar.

Pongo mis ojos en las personas leales
para que estén cerca de mí;
el que va por el camino perfecto
es mi servidor.


Evangelio según San Lucas 7,11-17. 
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores".
Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate".
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo".
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.