viernes, 12 de abril de 2019

El Viacrucis, una de las devociones cristianas más antiguas

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Fue la Virgen María, presente ante la cruz, la que inició los viacrucis según la piedad popular de los primeros cristianos

El Via Crucis (Viacrucis) es una de las devociones más antiguas de la Iglesia. Significa el Camino de la Cruz. Representa escenas de la Pasión de Jesús y sirve de oración que le acompaña desde su condena por Pilatos hasta su muerte en el Calvario y su sepultura.
Antoine Mekary for Aleteia
Aunque se reza durante todo el año, lo más común es la práctica del Viacrucis en los viernes de Cuaresma. Se reza en viernes porque Jesús murió en la cruz el Viernes Santo.
La piedad popular, en los primeros siglos del cristianismo, asegura que fue la Virgen María la que inició el Via Crucis, pues mientras vivió en la Tierra recorría el camino del Calvario a menudo recordando los lugares por lo que pasó su hijo Jesús.
La piadosa tradición de conmemorar el camino del Calvario, como hizo la Virgen, se extendió por toda la cristiandad en la Edad Media hasta el punto que se organizaron peregrinaciones a Jerusalén para revivir la Pasión y muerte de Jesús en la cruz preludio de la Pascua de resurrección.
En algunos lugares se ha exaltado mucho la Pasión y muerte de Jesús, relegando erróneamente la Pascua de resurrección. San Pablo escribió a los Corintios (I Cor, 15-14) que “si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe”. Luego toda la fe gira en torno a la Pascua.

Un poco de historia

Entre las que siguieron las primeras huellas del Viacrucis se encuentra la española Silvia Eteria, abadesa de Galicia, según se cree, que peregrinó a Tierra Santa en el siglo IV.
La intrépida monja escribió Itinerarium donde describe la liturgia seguida por los cristianos de Jerusalén y destaca los ricos adornos de los altares, como los candelabros de oro, que mandó construir el emperador Constantino, a instancias de su madre, Flavia Julia Elena (santa Elena).
Silvia Eteria narra cómo vivían la Semana Santa los cristianos de Jerusalén, con actos piadosos recorriendo el camino que va del Pretorio de Pilatos al Calvario, es decir el Viacrucis.
Desde los primeros siglos los cristianos vivían los cuarenta días Quadragésima (Cuaresma) anteriores de la Pascua con ayunos y penitencia. La Cuaresma culminaba con la Semana Santa, que eran los días de mayor penitencia y ayuno hasta terminar en la alegría de la Pascua.
Durante la Edad Media, el Camino de la Cruz o Viacrucis no tenía la forma de las catorce estaciones que tiene ahora, sino que estas eran cuatro o cinco: el Ecce Homo de Pilatos en el Pretorio; el encuentro de Jesús con su Madre la Virgen María; el Cirineo ayuda a llevar la cruz; las piadosas mujeres que lloran al paso de Jesús, y por último la crucifixión y muerte de Jesús en el Calvario.
En algunos Viacrucis antiguos el camino de la Cruz se recorría al revés: empezaban por el Calvario y terminaban en el Pretorio.
¿Encontró Jesús a su Madre camino del Calvario? El día de la Pasión y Muerte de Jesús, su Madre María, la Santísima Virgen, estaba en Jerusalén, como demuestra su presencia delante de Jesús crucificado, junto a Juan y otras santas mujeres.
Es cierto que los evangelios no narran su encuentro con Jesús camino del Calvario, pero la piedad popular siempre lo ha dado por supuesto: la Virgen Santísima acompañó a su Hijo amadísimo Jesús durante todo su camino por Jerusalén hasta la cima del Calvario. Ella hizo el primer Viacrucis en vivo henchida de dolor. ¡Cuánto sufrió María!
La estación de la Verónica que enjuga el rostro de Cristo tampoco está en los evangelios, pero es una piadosa tradición que se añadió como una nueva estación en el siglo XV, y que dura hasta nuestros días.
La gran popularidad del Viacrucis vino de la mano del alemán Martin Ketzel, quien visitó Jerusalén a finales del siglo XV y quedó enormemente impresionado.
Llamó al escultor Adam Kraft de Nüremberg para que reprodujera siete grandes escenarios por donde pasó Jesús desde su condena a muerte por Pilatos hasta el Calvario.
Las Estaciones del Viacrucis tal como las conocemos hoy –las doce primeras estaciones- fueron descritas en el libro Jerusalén sicut Christi tempore floruit (Jerusalén floreció como en tiempos de Cristo), escrito en 1584 por Adrichomius.
Algo más tarde, el carmelita Jan Pascha fija las catorce estaciones actuales. A partir de ese momento la devoción al Víacrucis se multiplicó, destacando en ello la Orden de San Francisco. Un solo fraile franciscano erigió 567 Viacrucis en Italia.
Los franciscanos eran los custodios de los Santos Lugares, pero los sultanes musulmanes de Constantinopla y la acción de los mamelucos en Palestina (siglos XVI a XVIII) echaron a los franciscanos y no reconocían los Santos Lugares como tales. Estos consiguieron no obstante continuar de alguna manera con la custodia.
Desde entonces las peregrinaciones a Tierra Santa eran cada vez más difíciles. Por eso, el papa Inocencio XI en 1686, concedió a la Orden de San Francisco el derecho de erigir Viacrucis en las iglesias que ellos regentaban, recibiendo los fieles las mismas indulgencias que se concedían para la peregrinación a Tierra Santa.
Más tarde, el papa Benedicto XIV (1742) extendió a todas las iglesias poder poner las estaciones del Viacrucis y exhortó a todos los sacerdotes a enriquecer sus iglesias con el rico tesoro de las Estaciones de la Cruz.
Hoy prácticamente en todas las iglesias, capillas y oratorios existen las catorce Estaciones del Viacrucis, ya sea reproduciendo las escenas o bien en cruces sencillas de madera o de metal.
La devoción a la práctica del Viacrucis se ha reflejado en la cantidad de esculturas esculpidas que invitan a la devoción del Camino del Calvario, algunas de ellas auténticas obras de arte.
Los más famosos Viacrucis se encuentran en Roma en la Via della Conciliazione y en el Coliseo. Algunos Viacrucis han alcanzado una enorme popularidad, como el mejicano de Iztapalapa que recibe a dos millones de visitantes. Sería largo hablar de todos los Viacrucis y también de las estaciones vivientes en los países latinos y en Filipinas.
En 1991 san Juan Pablo II creó un nuevo Viacrucis para el Coliseo y el Viernes Santo lo dio a conocer a todo el mundo por medio de la televisión. Este Viacrucis se caracterizó por aumentar las estaciones a 15 y por contar solo con escenas narradas en los evangelios.
Así lo hizo atendiendo a la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II el cual aconsejó que todas las formas de oración se basaran en los textos de las Sagradas Escrituras y pensando en el ecumenismo, pues los hermanos separados no aceptarían escenas que no estuvieran en los cuatro evangelios. La Estación 15 era la Resurrección del Señor.
El papa Francisco ha vuelto a la tradición popular y ha mantenido las 14 estaciones tal como estaban antes de la reforma del papa Wojtyla. ¡Él también lo reza! 

San Juan Pablo II era muy devoto del Viacrucis hasta el punto que construyó un Viacrucis en la terraza del techo del Palacio Apostólico, donde muchos días subía a rezar el Viacrucis.
La popularidad del Viacrucis ha hecho que la palabra entrara en el vocabulario popular: cuando una persona sufre un grave y largo percance se comenta que “ha pasado un viacrucis” o “un (largo) calvario”.
 
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Lecturas del Viernes de la 5ª semana de Cuaresma

Viernes, 12 de abril de 2019

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

OÍA la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 17,2-3a.3bc-4.5-6.7

R/. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.

V/. Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

V/. En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

EN aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Elles replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor