viernes, 25 de agosto de 2017

Estos fueron los hallazgos de Santa Elena en Tierra Santa

Santa Elena / Foto: Wikipedia (Dominio Público)

 Dice la tradición que en el siglo IV Santa Elena, la madre del emperador Constantino, viajó hasta Tierra Santa para buscar la Santa Cruz.
Los obreros que la acompañaron realizaron excavaciones en el monte Calvario y la encontraron. Sin embargo, este no fue el único hallazgo de esta santa, sino que hubo otras reliquias relacionadas directamente con Jesucristo que mandó enviar a diversos lugares y que hoy se encuentran en lugares como Italia, España y Alemania.
La Santa Cruz
Escritores antiguos como San Crisóstomo y San Ambrosio narraron que, después de realizar muchas excavaciones, se encontraron tres cruces. Como no se podía distinguir cuál era la de Jesús, trajeron hasta el Monte Calvario a una mujer agonizante y al tocarla con dos de las cruces ella empeoró. Pero al tocarla con la tercera cruz, la enferma se recuperó instantáneamente.
Santa Elena, el entonces Obispo de Jerusalén Macario, y miles de fieles llevaron la cruz en procesión por las calles de la ciudad.
Actualmente en la ciudad de Caravaca de la Cruz, ubicada en Murcia (España), se conserva un fragmento del madero donde fue crucificado Jesús.
Otro fragmento de la Vera Cruz se encuentra en la ciudad de Alepo (Siria). Esta reliquia fue un obsequio a la Catedral del Niño Jesús de parte del fallecido Vicario Apostólico Emérito de Alepo, Mons. Giuseppe Nazzaro. Durante todos los viernes de Cuaresma, los fieles tienen la oportunidad de rezar el Vía Crucis con ella.
La Escalera Santa
Santa Elena mandó traer a Roma la Escalera Santa del palacio de Poncio Pilato en Jerusalén. Dice la tradición que Jesús subió por estos peldaños de mármol en Viernes Santo para ser juzgado y que derramó allí gotas de sangre.
Actualmente la Escalera Santa se conserva frente de la Basílica de San Juan de Letrán en Roma. En 1723 fue protegida con madera de nogal para preservarla de los desgastes ya que todos los días miles de peregrinos suben por ella de rodillas. En algunos peldaños se pueden apreciar a través de un cristal las gotas de sangre que derramó Cristo.
La Escalera Santa / Foto: Ximena Rondón (ACI Prensa)
En 1908 el Papa San Pío X concedió la indulgencia plenaria a todos los que asciendan devotamente la escalera, habiendo cumplido además con las condiciones de confesión sacramental, comunión eucarística y la oración por las intenciones del Santo Padre.
Los clavos de Jesús y el “Titulus Crucis”
Santa Elena también encontró los clavos que perforaron las manos y los pies de Cristo. Dice la tradición que para proteger a su hijo Constantino en las batallas, ella colocó uno de los clavos en su caballo y otro en su casco.
La santa también encontró el “Titulus Crucis”, la tablilla donde se leía “Jesús Nazareno Rey de los Judíos", y que fue colgada en la Cruz. Este último objeto fue llevado a Roma por el Papa San Gregorio Magno en el siglo VII.
Uno de los clavos y el "Titulus Crucis" / Foto: Ximena Rondón (ACI Prensa)
El “Titulus Crucis” y uno de los clavos se pueden venerar en la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén. Se cree que los otros clavos están en el altar mayor de la Catedral de Milán, en la llamada Corona de Hierro que está en la Catedral de Monza (Italia) y otro en la Catedral de Colle di Val d´Elsa en la región italiana de Toscana.
La Santa Túnica 
Dice la tradición que Santa Elena también consiguió en Jerusalén una parte de la túnica que utilizó Jesús antes de ser crucificado. Ella se la habría entregado al entonces Arzobispo de Tréveris (Alemania), San Agricio.
Esta reliquia se conserva en la Catedral de Tréveris.
La cuna de Jesús
De su viaje a Tierra Santa, la madre del emperador Constantino trajo consigo un fragmento de la cuna donde, según la tradición, reposó el Niño Jesús.
Reliquias de los Reyes Magos
Según narra la Catedral de Colonia (Alemania) en su sitio web, Santa Elena encontró las reliquias de los Reyes de Magos en la ciudad de Saba, ubicada en la Península Arábiga, y las llevó hasta Constantinopla (hoy Estambul), que en ese entonces era la capital del Imperio Romano.
Años más tarde fueron entregadas como obsequio a San Eustorgio, Obispo de Milán (Italia) y en el siglo XII el emperador Federico Barbarroja se las llevó a la Catedral de Colonia, donde permanecen hasta la fecha.
El Santo Sepulcro
Tras el hallazgo, el emperador Constantino mandó a construir la Iglesiadel Santo Sepulcro.

Oración para pedir alegría en el sufrimiento, de Santo Tomás Moro


Una bellísima oración que el santo escribió en la cárcel, cuando supo que le iban a matar, a su ser más querido, su hija Margarita

Dame, Señor, un poco de sol,
algo de trabajo y un poco de alegría.
Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla, una buena
digestión y algo para digerir.
Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros.
No permitas que me preocupe demasiado
por esta cosa embarazosa que soy yo.
Dame, Señor, la dosis de humor suficiente como para encontrar
la felicidad en esta vida
y ser provechoso para los demás.
Que siempre haya en mis labios una canción, una poesía o una historia para distraerme.
Enséñame a comprender los sufrimientos
y a no ver en ellos una maldición.
Concédeme tener buen sentido,
pues tengo mucha necesidad de él.
Señor, concédeme la gracia,
en este momento supremo de miedo y angustia,
de recurrir al gran miedo
y a la asombrosa angustia que tú experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.
Haz que a fuerza de meditar tu agonía,
reciba el consuelo espiritual necesario
para provecho de mi alma.
Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, sosegado, apacible,
caritativo, benévolo, dulce y compasivo.
Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos experimente
el gusto de tu Espíritu santo y bendito.
Dame, Señor, una fe plena, una esperanza firme y una ardiente caridad.
Que yo no ame a nadie contra tu voluntad,
sino a todas las cosas en función de tu querer.
Rodéame de tu amor y de tu favor.
“Ten, pues, buen ánimo, hija mia, y no te preocupes por mí,
sea lo que sea que me pase en este mundo.
Nada puede pasarme que Dios no quiera.
Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca,
es en realidad lo mejor”.
*****
“Aunque estoy convencido, mi querida Margarita,
de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo,
ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad.
Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo:
las riquezas, las ganancias y la misma vida,
antes de prestar juramento en contra de mi conciencia”.
Santo Tomás Moro. Carta escrita en la cárcel a su hija Margarita

Viernes de la vigésima semana del tiempo ordinario


Libro de Rut 1,1.3-6.14b-16.22. 

Durante el tiempo de los Jueces hubo una gran sequía en el país, y un hombre de Belén de Judá emigró a los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos.
Al morir Elimélec, el esposo de Noemí, ella se quedó con sus hijos.
Estos se casaron con mujeres moabitas - una se llamaba Orpá y la otra Rut - y así vivieron unos diez años.
Pero también murieron Majlón y Quilión, y Noemí se quedó sola, sin hijos y sin esposo.
Entonces se decidió a volver junto con sus nueras, abandonando los campos de Moab, porque se enteró de que el Señor había visitado a su pueblo y le había proporcionado alimento.
Ellas volvieron a prorrumpir en sollozos, pero al fin Orpá despidió a su suegra con un beso, mientras que Rut se quedó a su lado.
Noemí le dijo: "Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a sus dioses; regresa tú también con ella".
Pero Rut le respondió: "No insistas en que te abandone y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
Así regresó Noemí con su nuera, la moabita Rut, la que había venido de los campos de Moab. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de la cebada.

Salmo 146(145),5-6.7.8-9.10. 
Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob
y pone su esperanza en el Señor, su Dios:
él hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos.
Él mantiene su fidelidad para siempre,
hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos,
Abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados,
el Señor ama a los justos
y entorpece el camino de los malvados.

El Señor protege a los extranjeros
y sustenta al huérfano y a la viuda;
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.
¡Aleluya!


Evangelio según San Mateo 22,34-40. 
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él,
y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".
Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Este es el más grande y el primer mandamiento.
El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".