domingo, 11 de septiembre de 2016

Las armas del diablo: el dinero y los chismes y habladurías. Papa Francisco alertó a los obispos de los "Territorios de Misión"

El Papa Francisco




«El diablo entra por los bolsillos y destruye con la lengua». El Papa puso en guardia a los obispos de los «Territorios de Misión» que están participando en un seminario promovido por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (Propaganda fide) en Roma.
El peligro son dos «armas» usadas por el diablo para tratar de destruir la Iglesia «desde dentro»: el dinero y, sobre todo, el «terrorismo» que representan los chismes y las habladurías que dividen. Francisco invitó a que las diferencias presentes en los países de origen de estos obispos (principalmente de Asia, África y Oceanía) no penetren en las comunidades cristianas «hasta prevalecer sobre su bien».
«Los lugares de los que ustedes provienen —dijo el Papa— son diferentes y muy distantes entre sí, y pertenecen a la gran constelación de los llamados “territorios de misión”.
Por lo tanto, cada uno de ustedes tiene el gran privilegio y al mismo tiempo la responsabilidad de estar en primera línea en la evangelización. A imagen del Buen Pastor, ustedes han sido invitados a cuidar al rebaño y a ir a buscar a las ovejas, especialmente a las que están lejos o se han perdido; a buscar nuevas modalidades para el anuncio, para salir al encuentro de las personas; a ayudar a los que han recibido el don del Bautismo a que crezcan en la fe, para que los creyentes, incluso los creyentes “tibios” o no practicantes, vuelvan a descubrir la alegría de la fe y una fecundidad evangelizadora.
Por ello, les animo a encontrar también a las ovejas que no pertenecen todavía al redil de Cristo: de hecho —dijo Francisco citando su exhortación apostólica “Evangelii gaudium”—, la evangelización está esencialmente relacionada con la proclamación del Evangelio a los que no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado.
En la obra misionera —prosiguió el Papa— ustedes pueden contar con diferentes colaboradores. Muchos fieles laicos, sumergidos en un mundo marcado por contradicciones e injusticias, están dispuestos a buscar al Señor y a ofrecer testimonio. Antes que nada, le toca al Obispo animar, acompañar y estimular todos los intentos y esfuerzos que ya se hacen para mantener viva la esperanza y la fe.
Las iglesias jóvenes de las que ustedes son Pastores se caracterizan por la presencia de un clero local a veces numeroso, a veces reducido o incluso exiguo. De cualquier manera, les invito a prestar atención en la preparación de los presbíteros en los años del Seminario, sin dejar de acompañarlos en su formación permanente después de la Ordenación. Sepan ofrecerles un ejemplo concreto y tangible.
En la medida de lo posible, traten de participar con ellos en los principales momentos formativos, teniendo siempre en cuenta la dimensión personal. No se olviden —subrayó— de que el prójimo más prójimo del Obispo es el presbítero. Cada presbítero debe sentir la cercanía de su Obispo. Cuando un Obispo oye una llamada telefónica del presbítero o le llega una carta, ¡responde de inmediato! El mismo día, si es posible. Pero esa cercanía debe comenzar en el seminario, en la formación, y continuar. El prójimo más prójimo del Obispo es el presbítero».
En las palabras del Obispo de Roma resonó el llamado a vigilar «atentamente para que todo lo que se realiza para la evangelización» «no sea dañado o frustrado por divisiones ya presentes o que se pueden crear». «Las divisiones son el arma que el diablo tiene más a mano para destruir la Iglesia desde adentro» .
«La otra es el dinero». «Las diferencias debidas a las varias etnias presentes en un mismo territorio no deben penetrar en la comunidad cristiana hasta prevalecer sobre su bien», puesto que la Iglesia, insistió, «está llamada estar más allá de toda connotación tribal-cultural, y el Obispo, visible principio de unidad, tiene la tarea de edificar incesantemente la Iglesia particular en la comunión de todos sus miembros».

Dios nos espera con los brazos abiertos, con su gracia podemos renacer: el Papa en el Ángelus


La misericordia de Dios fue el tema central de la reflexión del Papa a la hora del Ángelus este segundo domingo de septiembre. El Santo Padre se refirió al capítulo 15 del Evangelio de Lucas, considerado el “capítulo de la misericordia”, que contiene las tres parábolas con las cuales Jesús responde a las murmuraciones de los escribas y de los fariseos, que lo criticaban porque recibía a los pecadores y comía con ellos. La primera parábola,  en donde Dios es presentado como un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para ir a la búsqueda de aquella perdida. En la segunda, es comparado con una mujer que perdió una moneda y la busca hasta que la encuentra. En la tercera parábola Dios es imaginado como un padre que acoge al hijo que se había alejado.
“Con estas tres parábolas - dijo el Obispo de Roma - Jesús nos presenta un Dios de brazos abiertos, que trata a los pecadores con ternura y compasión”.
Ante los miles fieles romanos y peregrinos presentes en la plaza de san Pedro, Francisco aseguró que el perdón de Dios cancela el pasado y nos regenera en el amor y esto “nos infunde gran esperanza”, porque “no hay pecado en el que hayamos caído del cual, con la gracia de Dios, no podamos renacer; no hay una persona irrecuperable", "porque Dios no deja jamás de querer nuestro bien, ¡aun cuando pecamos!”
Texto y audio completo de las palabras del Pontífice:
 
Queridos hermanos y hermanos, ¡buenos días!
La liturgia de hoy nos propone el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, considerado el capítulo de la misericordia, que contiene tres parábolas con las cuales Jesús responde a las murmuraciones de los escribas y de los fariseos. Ellos critican su comportamiento y dicen: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos” (v. 2). Con estos tres relatos Jesús quiere hacer entender que Dios Padre es el primero en tener una actitud acogedora y misericordiosa hacia los pecadores. Dios tiene esta actitud. En la primera parábola Dios es presentado como un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para ir a la búsqueda de aquella perdida. En la segunda, es comparado con una mujer que perdió una moneda y la busca hasta que la encuentra. En la tercera parábola Dios es imaginado como un padre que acoge al hijo que se había alejado; la figura del padre desvela el corazón de Dios, de Dios misericordioso manifestado en Jesús.
Un elemento común de estas parábolas es aquel expresado por los verbos que significan alegrarse juntos, festejar. No se habla de estar de luto. Se goza, se festeja. El pastor llama a amigos y vecinos y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido" (v.6); la mujer llama a las amigas y a las vecinas diciendo: "Alégrense conmigo, porque encontré la moneda que se me había perdido" (v. 9); el padre dice al otro hijo: “Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado" (v.32). En las primeras dos parábolas el acento está puesto en la alegría tan incontenible que es necesario compartirla con “amigos y vecinos”. En la tercera parábola, el acento se pone en la fiesta que parte del corazón del padre misericordioso y se expande a toda su casa. ¡Esta fiesta de Dios por aquellos que regresan a Él arrepentidos se entona como nunca con el Año Jubilar que estamos viviendo, como dice el mismo término “Jubileo”! Es decir, júbilo.
Con estas tres parábolas, Jesús nos presenta el rostro verdadero de Dios, un Padre de brazos abiertos, que trata a los pecadores con ternura y compasión. La parábola que más conmueve, - a todos - porque manifiesta el infinito amor de Dios, es aquella del padre que estrecha hacia él y abraza al hijo reencontrado. Y lo que impresiona no es tanto la triste historia de un joven que precipita en la degradación sino sus palabras decisivas: “Ahora mismo iré a la casa de mi padre” (v. 18). El camino de regreso a casa es el camino de la esperanza y de la vida nueva. Dios espera siempre nuestro ponernos en viaje, nos espera con paciencia, nos mira cuando estamos lejanos, nos viene al encuentro, nos abraza, nos besa, nos perdona. ¡Así es Dios! ¡Así es nuestro Padre! Y su perdón cancela el pasado y nos regenera en el amor. Olvida el pasado: y ésta es la debilidad de Dios. Cuando nos abraza y nos perdona, pierde la memoria. ¡No tiene memoria! Olvida el pasado. Cuando nosotros pecadores nos convertimos y nos hacemos encontrar por Dios, no nos esperan reproches y durezas, porque Dios salva, vuelve a recibirnos en casa con alegría y festeja. Jesús mismo en el Evangelio de hoy, dice así: “Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta más que por  99 justos que no tienen necesidad de conversión”. Y les hago una pregunta:
¿Alguna vez han pensado que cada vez que nos acercamos al confesionario, hay alegría y fiesta en el cielo? ¿Han pensado esto? ¡Es hermoso!
Esto nos infunde gran esperanza porque no hay pecado en el que hayamos caído del cual, con la gracia de Dios, no podemos renacer; no hay una persona irrecuperable: ¡nadie es irrecuperable! Porque Dios no deja jamás de querer nuestro bien, ¡aun cuando pecamos!
La Virgen María, Refugio de los pecadores, haga nacer en nuestros corazones la confianza que se encendió en el corazón del hijo pródigo: “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti” (v. 18). Por este camino, podemos dar alegría a Dios, y su alegría puede volverse su fiesta y la nuestra.
(Traducción del italiano: María Cecilia Mutual, Radio Vaticano)

Papa Francisco: No hay pecado del que no podamos resurgir En el Ángelus, el Pontífice explica las “tres parábolas de la misericordia”


Pope Francis Angelus, June 29, 2016


Papa Francisco aprovechó la reflexión previa a la oración del Ángelus para recordar lo que es la misericordia de Dios: “El mensaje del Evangelio de hoy nos infunde gran esperanza y lo podemos sintetizar así: no hay pecado en el que hayamos caído del cual, con la gracia de Dios, no podemos resurgir; no hay un individuo irrecuperable, porque Dios no deja jamás de querer nuestro bien, ¡aun cuando pecamos!”.
“Dios Padre es el primero en tener una actitud acogedora y misericordiosa hacia los pecadores”, afirmó el Papa Francisco recordando tres parábolas: cuando Jesús presenta a Dios como un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para ir a la búsqueda de aquella perdida; cuando lo compara con una mujer que perdió una moneda y la busca hasta que la encuentra y cuando Dios es imaginado como un padre que recibe al hijo que se había alejado.
Papa Franciso finalizó su intervención pidiendo a la Virgen María, Refugio de los pecadores, que haga nacer en nuestros corazones la confianza que se encendió en el corazón del hijo pródigo: “Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti”. Por este camino, podemos dar alegría a Dios, y su alegría puede volverse nuestra.
Tras el rezo del Angelus, Papa Francisco recordó la situación en Gabón, “está pasando por un momento de grave crisis política”. “Encomiendo al Señor las víctimas de los enfrentamientos y sus familias”, expresó el Pontífice que animó a todos, especialmente los católicos, a ser “constructores de paz”.

¿Por qué la Iglesia no vende sus tesoros? El Papa Francisco responde a popular duda

Papa Francisco (imagen referencial) / Foto: (ACI Prensa)


En la entrevista que concedió a la revista holandesa Straatnieuws, el Papa Francisco respondió a una de las preguntas más populares entre católicos y no católicos sobre las riquezas de la Iglesia
La entrevista estuvo a cargo de Marc, un hombre de 51 años que no tiene hogar y vende la revista en la ciudad holandesa de Utrecht. Con él estuvieron Frank Dries –editor de la revista– y los periodistas Stijn Pantanos y Jan-Willen Astucia.
El entrevistador le recordó que "San Francisco eligió la pobreza radical y vendió también su evangeliario" y le preguntó si como "Papa y Obispo de Roma, ¿se siente alguna vez bajo presión por vender los tesoros de la Iglesia?"
La respuesta del Papa Francisco fue clara: "Esta es una pregunta fácil. No son los tesoros de la Iglesia, sino que son los tesoros de la humanidad. Por ejemplo, si yo mañana digo que La Piedad de Miguel Ángel sea subastada no se podría hacer porque no es propiedad de la Iglesia. Está en una iglesia, pero es de la humanidad. Esto vale para todos los tesoros de la Iglesia".
El Papa recordó que "hemos comenzado a vender los regalos y otras cosas que me dan. Y los beneficios de las ventas van a Mons. Krajewski, que es mi limosnero. Y después está la lotería. Estaban los carros que han sido todos vendidos o dados a través de una lotería y lo recaudado se ha usado para los pobres. Hay cosas que se pueden vender y estas se venden".
Asimismo, explicó que "si hacemos un catálogo de bienes de la Iglesia se piensa: ‘la Iglesia es muy rica’. Pero cuando se firmó el Concordato con Italia en 1929 sobre la ‘Questione Romana’ (el asunto romano), el gobierno italiano de aquel tiempo ofreció a la Iglesia un gran parque en Roma. El Papa de entonces, Pío XI, dijo: ‘no, querría sólo medio kilómetro cuadrado para garantizar la independencia de la Iglesia’. Este principio vale todavía".
"Los bienes inmobiliarios de la Iglesia son muchos, pero los usamos para mantener las estructuras de la Iglesia y para mantener muchas obras que se hacen en los países necesitados: hospitales, escuelas. Ayer por ejemplo he pedido enviar al Congo 50.000 euros para construir tres escuelas en países pobres, la educación es una cosa importante para los niños. Fui a la administración competente, hice esta petición y el dinero ha sido enviado".