viernes, 4 de octubre de 2019

5 oraciones de san Francisco de Asís para alcanzar la gloria de Dios

SAINT FRANCIS

"Señor mío Jesucristo dos gracias te ruego me concedas antes de morirme..."

San Francisco es un santo que logró asemejarse muchísimo a Cristo. El pobrecito de Asís, como le llamaban, fue un gran místico y enamorado del crucificado, con quien compartía los estigmas, un gran hombre de paz que no olvidaba nunca de alabar al Señor en la oración.
Son muchas las oraciones a la que por fortuna podemos acceder hoy gracias a varios de sus escritos, por ejemplo la que recitó Francisco en 1206, durante su período de discernimiento vocacional, en la pequeña iglesia de San Damián delante del famoso crucifijo de estilo bizantino, tan querido por los franciscanos; o Déjanos llegar a Ti que fue extraída de la Carta a los fieles.
A estas oraciones hemos adjuntado otras tres más, para que al rezarlas, todas muy bonitas, no solo recordemos la santidad del poverello sino también podamos estar más cerca de Jesucristo.

Oración ante el crucifijo de San Damián
¡Oh alto y glorioso Dios!
ilumina las tinieblas de mi corazón.
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla tu santo y veraz mandamiento.
Amén

Alabanzas al Dios altísimo
Tú eres el santo Señor Dios único, el que hace maravillas.
Tú eres el fuerte, tu eres el grande, tú eres el altísimo,
tú eres el rey omnipotente; tú Padre santo, rey del cielo y de la tierra.
Tú eres el trino y uno, Señor Dios de los dioses;
tú eres el bien, el todo bien, el sumo bien,
Señor Dios vivo y verdadero.
Tú eres el amor, la caridad; tú eres la sabiduría,
tú eres la humildad, tú eres la paciencia,
tú eres la belleza, tú eres la mansedumbre;
tú eres la seguridad, tú eres el descanso,
tú eres el gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría,
tú eres la justicia, tú eres la templanza,
tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción.
Tú eres la belleza, tú eres la mansedumbre,
tú eres el protector, tú eres nuestro custodio y defensor;
tú eres la fortaleza, tú eres el refrigerio.
Tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestra fe,
tú eres nuestra caridad, tú eres toda nuestra dulzura,
tú eres nuestra vida eterna,
grande y admirable Señor,
Dios omnipotente, misericordioso Salvador.
Amén

Déjanos llegar a Ti
Omnipotente, eterno, justo y misericordioso Dios,
danos a nosotros miserables hacer por ti mismo lo que sabemos que tú quieres,
y siempre querer lo que te place, para que interiormente limpiados,
interiormente iluminados y por el fuego del Espíritu Santo
abrasados podamos seguir la huellas de tu amado Hijo,
nuestro Señor Jesucristo, y a ti, Altísimo, llegar por sola tu gracia,
que en Trinidad perfecta y en simple Unidad vives y reinas y eres glorificado,
Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos.
Amén.

Mi Dios y mi todo
Mi Dios y mi todo,
¿Quién eres Tú,
dulcísimo Señor mío?
Y ¿quién soy yo, gusanillo
tu servidor? ¡Cuánto quisiera
amarte, santísimo Señor mío!
¡Cuánto quisiera amarte,
Señor mío dulcísimo!
¡Señor mío y Dios mío,
te entregué todo mi
corazón y todo mi cuerpo,
y ardientemente anhelo darte más,
si supiera qué más darte!
Amén.

Dos gracias te ruego
Señor mío Jesucristo
dos gracias te ruego me
concedas antes de morirme;
la primera, que sienta yo
en cuerpo y alma, en cuanto
sea posible, el dolor que Tú,
dulcísimo Jesús;
sufriste en tu dolorosísima Pasión;
la segunda, que sienta yo
en mi corazón, en cuanto
sea posible, aquel amor
sin medida que te abrasaba
y te llevó, Hijo de Dios,
a sufrir gustoso por nosotros pecadores esta misma
dolorosísima pasión.
Amén

Lecturas del Viernes de la 26ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura del libro de Baruc (1,15-22):

Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado. Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle. Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba. 

Palabra de Dios

Salmo

Sal 78,1-2.3-5.8.9

R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad, 
han profanado tu santo templo, 
han reducido Jerusalén a ruinas. 
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo, 
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.

Derramaron su sangre como agua 
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba. 
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, 
la irrisión y la burla de los que nos rodean. 
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado? 
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.

No recuerdes contra nosotros 
las culpas de nuestros padres; 
que tu compasión nos alcance pronto, 
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro, 
por el honor de tu nombre; 
líbranos y perdona nuestros pecados 
a causa de tu nombre. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafárnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»

Palabra del Señor