viernes, 27 de enero de 2017

Papa Francisco: Las mujeres son más valientes que los hombres

Papa Francisco: Las mujeres son más valientes que los hombres

En un nuevo ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana, 

la meditación del Pontífice sobre la valentía de una mujer que

  da esperanza al mundo.




“Las mujeres son más valientes que los hombres”, dijo el papa Francisco manifestando su propia opinión sobre el genio femenino y su aporte de esperanza en tiempos duros para cualquier pueblo, durante la audiencia general de este miércoles 25 de enero de 2017 en el Aula Pablo VI del Vaticano.
Lo hizo al referirse a las mujeres, a veces humildes y tachadas de ignorantes, pero llenas de fe, de valor y capaces de orientar a los hombres y mujeres de su tiempo, que se enfrentan a una situación desesperada.
La valentía de las abuelas
“Si hacemos algo de memoria cuántas veces hemos escuchado palabras sabias, valientes de personas humildes, de mujeres humildes, que uno piensa, sin despreciarlas, que son ignorantes. Pero son palabras de la sabiduría de Dios”, dijo.
“Las palabras de las abuelas. Cuántas veces las abuelas saben decir la palabra justa, la palabra de la esperanza, porque tienen la experiencia de la vida, han sufrido tanto. Confiaron en Dios y el Señor les da este dono de darnos este consejo de esperanza”, agregó.
En el marco del ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana, el papa Francisco puso como ejemplo al personaje bíblico de Judit para representar la valentía de las mujeres y la esperanza que dan al mundo.
Judit “nos enseña que, ante las situaciones difíciles y dolorosas, el camino a seguir es el de la confianza en Dios, y nos invita a recorrerlo con paz, oración y obediencia, haciendo también todo lo que esté en nuestra mano para superar estas situaciones, pero reconociendo siempre y en todo la voluntad del Señor”, sostuvo.
El papa Francisco aseguró que como ella, “tenemos que mirar más allá de las cosas del aquí y el ahora, y descubrir que Dios es un Padre bueno que sabe todo lo que nos hace falta mejor que nosotros mismos”.
Así invitó a pedir a Dios todo lo que necesitamos, “pero siempre con la humildad necesaria para reconocer su voluntad y entrar en sus designios, aunque a veces no coincidan con los nuestros, pues Él es el único que con su amor puede sacar vida incluso de la muerte, conceder paz en la enfermedad, serenidad en la soledad y el consuelo en el llanto”.
La oración de la sabiduría….
Y siguiendo este itinerario, el Papa instó a confiar en el Señor con las palabras de Jesús: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Lc 22,42). Esta es la oración de la sabiduría, de la confianza y de la esperanza.
En sus saludos en español a los peregrinos de España y Latinoamérica dijo: “los invito a todos a que, conscientes de que el amor de Cristo nos apremia, no dejen nunca de rezar para que los cristianos trabajemos, con respeto fraterno y caridad activa, por llegar a la tan deseada unidad”.
Bendición de una estatua por Lampedusa 
Antes de la audiencia, el Papa bendijo una escultura de 800 kilos de peso proveniente de la isla italiana de Lampedusa, del artista Mauro Vaccai, que representa el rescate de los prófugos, refugiados y migrantes en el mar Mediterráneo embarcados en chalupas precarias desde África.
Viuda del fiscal Alberto Nisman
Asimismo, en los tradicionales saludos del ‘bacia mano’ (beso en la mano), el breve encuentro concedido  a algunas personas que lo requieren, Francisco se encontró con la jueza argentina Sandra Arroyo Salgado, quien fuera esposa de Alberto Nisman, acompañada por sus hijas, Iara y Kala.
Este ha sido un primer encuentro del Papa con la familia del fallecido fiscal encargado de la causa del atentado contra el edificio de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) en la Argentina. El fiscal fue encontrado sin vida con un disparo en la cabeza en su edificio el 18 de enero de 2015. La causa se encuentra clasificada como “muerte dudosa”, y se han dado diversas especulaciones sobre si se trató de un homicidio o un suicidio.
Terminator en la audiencia del Papa
La música también fue protagonista de la audiencia, el Pontífice en la pequeña sala contigua al Aula Pablo VI saludó al coro anglicano de Westminster en un intercambio ecuménico.
Asimismo, 30 jóvenes y niños bolivianos, acompañados por Nicolás Castellanos, animaron con su música y coros el encuentro con el Papa. Ellos son integrantes de la Fundación Hombres Nuevos y de un proyecto social para vencer con la música la marginación en los barrios pobres en Bolivia.
Una curiosidad fue la presencia del actor estadounidense Arnold Schwarzenegger, sentado en planta baja en las primeras filas en la audiencia.



“Los ojos míos tan llenos de cadáveres, llenos” Testimonio de una superviviente de Auschwitz, en el 72 aniversario de su liberación


“Los ojos míos tan llenos de cadáveres, llenos”




El viernes 27 de enero se conmemora el 72º aniversario de la liberación del campo Auschwitz-Birkenau, jornada reconocida por Naciones Unidas como el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Para que la memoria no se entumezca, Annette Cabelli, griega de 91 años afincada en Niza, dio este miércoles su testimonio en el Retiro, de la mano del centro Sefarad-Israel y el Ayuntamiento.
“Cuento mi historia porque el mundo entero debe saber lo que pasó. Tuve suerte de salir viva y debo contarlo”, explica la anciana, acompañada en todo momento por su amiga y confidente Linda Sixou, cantante francesa de música sefardí que la ayuda a expresarse, a recordar.
No hace mucho que Cabelli ha dado a conocer su historia. Sus hijas, Denise y Jacqueline, hasta el año pasado no escucharon de boca de su madre qué ocurrió durante los dos años que estuvo en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. O durante la marcha de la muerte hasta Ravensbrück. O el día de abril de 1945 que despertó y la guardia alemana por fin había desaparecido.
Nacida en la comunidad hebrea de Salónica, en Grecia, Annette se quedó huérfana de padre con tan solo 4 años. Su madre, trabajadora en una fábrica de pantalones, apenas podía pasar por casa a cuidar de sus tres hijos. Annette era la pequeña y “pronto aprendió el oficio de costurera, aunque no le gustaba mucho. Esto es lo único en lo que se pudo formar antes de que llegaran los alemanes”, explica su amiga Linda en conversación con este semanario.
Hambre y estrellas amarillas
La invasión trajo consigo hambre y estrellas amarillas en el brazo, aunque durante el primer año no se tomó ninguna otra medida antisemita, lo que trajo una falsa sensación de seguridad. Pero un caluroso sábado de julio, coincidiendo con el sabbat, convocaron a los cerca de 9.000 varones judíos de entre 18 y 45 años en la plaza de la Libertad y les obligaron a hacer ejercicios físicos humillantes a punta de pistola.
4.000 de ellos fueron enviados a trabajar para una empresa alemana que fabricaba carreteras en una zona griega donde abundaba el paludismo. En diez semanas, una cuarta parte de los hombres fallecieron. Al término de la guerra, solo quedaron 2.000 judíos de Salónica. 45.000 desaparecieron.
Mientras, a las mujeres, ancianos y niños “nos montaron en trenes que eran para bestias. Yo era joven y pude aguantar, pero las ancianas morían unas encima de otras”, recuerda Cabelli en su testimonio. Ella, a partir de ahora la prisionera 4.065, iba con su madre y una prima. “Mi mamá lloraba todo el rato. En una de las paradas del tren nos recogieron en camiones con el símbolo de la Cruz Roja para engañarnos”.
“Mi amiga tuvo mucha suerte”, o un ángel de la guarda con una misión muy clara. “Al bajar del camión en Auschwitz eran las cinco de la mañana. Había dos filas. Una iba directa a las cámaras de gas. Otra, a la zona de trabajos. Ellas estaban en la fila de las mujeres que iban al crematorio, pero un guardia nazi, nunca sabremos por qué, cogió a Annette y a su prima y las cambió de fila.
Este hombre las salvó en varias ocasiones, las vigilaba desde lejos e impedía –cuando podía– que acabaran muertas”, explica Linda. De hecho, gracias a él Cabelli trabajó en la enfermería. “Allí al menos se mantuvo bajo techo”.
El humo de la muerte
Su familia había muerto. Lo supo casi al inicio, cuando “una noche vi mucho humo en el cielo que no desaparecía. Me dijeron que uno de mis hermanos y mi madre estaban allí, que los que no veíamos en los campos de trabajo habían sido reducidos a cenizas”.
Eso la sumió en una profunda depresión de la que todavía, en ocasiones, se resiente. Aunque “fue una gran luchadora. Contrajo el tifus, convivió con gente que moría, dormía junto a ancianos que gritaban cada noche llamando a su mamá, sobrevivió a una marcha de la muerte de Auschwitz a Ravensbrück y logró salir viva del último campo en el que estuvo, el de Malchow”, afirma su amiga.
Harry Cabelli, judío y griego como ella, volvió a cruzarse por los caminos de Auschwitz con su amiga de la infancia en un par de ocasiones. La tercera vez que la vio los dos huían hacia Francia. Llegaron juntos, se casaron y tuvieron dos hijas.
Durante todos estos años de estudio pormenorizado ha sido imposible definir una cifra exacta de muertos durante la Shoá, pero se estima que fueron entre 15 y 20 millones de personas. Para no olvidar el horror ni cada una de estas vidas, cada año, comunidades judías de todo el mundo organizan actos de recuerdo de Holocausto. En la capital será este viernes, 29 de enero, a las 12:30 horas en la Asamblea de Madrid.
Cristina Sánchez Aguilar
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega

¿Hay que arrodillarse ante el sagrario? El sentido de la genuflexión


¿Hay que arrodillarse ante el sagrario?





Con motivo de las Navidades fui a la iglesia acompañado de una persona que no es creyente, o al menos eso dice. Me había dicho que no había pisado una iglesia desde la Primera Comunión. En la conversación comentaba que la Iglesia tiene cada vez menos seguidores y solo hace falta ver que la gente que va a misa es cada vez más vieja.
“¿Tú crees realmente eso?”, le pregunté. “¡Es evidente!”, me respondió. “No entiendo de qué “evidencia” me hablas, pues me has dicho que llevas casi 40 años sin pisar una iglesia”. “Bueno… -se excusó- es lo que me han dicho”.
Le invité a asistir a una misa un domingo a las doce. La iglesia estaba bastante llena y, lógicamente había gente de todas las edades, sin faltar jóvenes y niños con padres jóvenes que suelen colocarse al final del templo por si lloran o berrean o gritan.
Aquello desmentía a quienes habían informado (“me lo han dicho”) a este amigo: gentes de todas las edades. Había un confesor que estaba muy solicitado, también por fieles de todas las edades. Le indiqué este hecho. “La gente se confiesa porque necesita del perdón, del perdón de Dios y una palabra de aliento de la inmensa misericordia divina”.
Me hizo notar un dato en el que yo no había caído. “Mira lo que hace la gente al pasar por delante del sagrario: unos –pocos—hacen una genuflexión, hincan la rodilla derecha hasta el suelo, otros hincan la rodilla izquierda, otros unos centímetros la rodilla, otros –los más—pasan por delante del Sagrario como por delante de un árbol o de una piedra, y otros inclinan la cabeza. ¡Ya no es lo de antes!”.
Me sorprendió este análisis meticuloso de mi amigo sobre un tema que no es central en la vida de la Iglesia ni en la liturgia. Me documenté y le expliqué qué pasa con la genuflexión de los fieles.
Lo más importante, dije, es la fe en Jesucristo, centro y cabeza de la Iglesia. Los fieles van a misa porque aman a Jesucristo y van los domingos porque quieren cumplir con un precepto muy importante de la Iglesia: participar en el sacrificio de la cruz de nuestro redentor. Gracias al sacrificio somos Hijos de Dios en Él y podemos participar en la vida de la gracia que se nos da en los sacramentos.
Por consiguiente, quien va a misa los domingos o los días de labor, es porque ama a Jesucristo y lo quiere hacer el centro de su vida. Este amor se manifiesta externamente en la Iglesia cuando uno pasa por delante del Sagrario en que está el Sacramento de la Eucaristía guardado.
Y por respeto y cariño hacia este gran sacramento, en el que Jesús se nos dio para siempre, los fieles hacen un acto externo (y también interno) de adoración -como hace el sacerdote después de la elevación del Cuerpo y Sangre de Cristo— y también es como un saludo a quien preside dentro del templo, Jesucristo.
En consecuencia, la genuflexión es la manifestación del afecto y sumisión hacia el Redentor que está presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de modo sacramental en la Sagrada Hostia. Los que pasan por delante del sagrario como su fuese una piedra demuestran escaso amor y respeto para Dios allí presente.
Genuflexión viene del latín “genu” (rodilla) y “flexio” (flexión), que desde la Edad Media se utiliza en Occidente para venerar al Santísimo Sacramento. Es un acto de sumisión, pues no es una casualidad que la genuflexión al principio era usada por los vasallos ante sus reyes para mostrarles su sumisión.
Después se aceptó en la liturgia cristiana con la diferencia de que ante los reyes se hincaba la rodilla izquierda y ante el Santísimo Sacramento la rodilla derecha hasta tocar el suelo, con el cuerpo erguido.
Hoy nadie hinca la rodilla ante reyes o autoridades humanas, y la genuflexión (con la derecha o con la izquierda) ha quedado reservada en Occidente solo a Dios presente en la Eucaristía.
En Oriente, el rito habitual de saludo, cariño, reverencia y sumisión es la inclinación profunda del cuerpo, ya que no existe la práctica de la genuflexión ante nadie, ni ante las deidades antiguas. También se hace inclinación profunda en Occidente cuando una persona tiene problemas en la rodilla, ya sea por edad o por lesión o enfermedad.
La liturgia prevé también la adoración de la Eucaristía, en actos solemnes, hincando las dos rodillas al suelo y haciendo una reverencia con la cabeza, si esta es la tradición y siempre que no haya impedimentos físicos.
En resumen, le dije a mi amigo, en la Iglesia no somos un ejército que desfila disciplinadamente en los templos. Cada uno venera y adora a Dios en la Eucaristía según el cariño, el afecto y el amor que le sale de dentro ante Jesús Sacramentado. Se puede hincar la rodilla derecha, la izquierda o inclinar el cuerpo. Todo es válido si hay amor a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Viernes de la tercera semana del tiempo ordinario


Carta a los Hebreos 10,32-39. 

Hermanos:
Recuerden los primeros tiempos: apenas habían sido iluminados y ya tuvieron que soportar un rudo y doloroso combate,
unas veces expuestos públicamente a injurias y atropellos, y otras, solidarizándose con los que eran tratados de esa manera.
Ustedes compartieron entonces los sufrimientos de los que estaban en la cárcel y aceptaron con alegría que los despojaran de sus bienes, sabiendo que tenían una riqueza mejor y permanente.
No pierdan entonces la confianza, a la que está reservada una gran recompensa.
Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa.
Porque todavía falta un poco, muy poco tiempo, y el que debe venir vendrá sin tardar.
El justo vivirá por la fe, pero si se vuelve atrás, dejaré de amarlo.
Nosotros no somos de los que se vuelven atrás para su perdición, sino que vivimos en la fe para preservar nuestra alma.

Salmo 37(36),3-4.5-6.23-24.39-40. 
Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón.

Encomienda tu suerte al Señor,
confía en él, y él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol
y tu derecho, como la luz del mediodía.

El Señor asegura los pasos del hombre
en cuyo camino se complace:
aunque caiga no quedará postrado,
porque el Señor lo lleva de la mano.

La salvación de los justos viene del Señor,
él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en él.



Evangelio según San Marcos 4,26-34. 
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,
pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.