lunes, 5 de febrero de 2018

Papa Francisco: Atención a ese demonio que entra en nuestras vidas sin hacer ruido


Homilía  en Casa Santa Marta

Solo Cristo crucificado nos salvará de los demonios que nos hacen “deslizar lentamente hacia la mundanalidad”, salvándonos también de la “necedad” – de la que habla san Pablo a los Gálatas – y “de la seducción”.
Así lo dijo  Papa Francisco en la Misa en Casa Santa Marta, reflexionando sobre el evangelio del día, en el que Jesús dice: “Si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, entonces ha llegado a ustedes el Reino de Dios”. El Pontífice exhorta a hacer examen de conciencia, a las obras de caridad, “las que cuestan”, pero que “nos llevarán a estar más atentos” y vigilantes para que no entren “astutos” personajes, o sea, los demonios.
El Señor, explica, “nos pide estar vigilantes”, para no caer en tentación. Por eso el cristiano está siempre “vigilando, está atento”, como un “centinela”. El evangelio habla de la lucha entre Jesús y el demonio, de “algunos” que decían que Cristo tenía el “permiso de Belcebú” para hacerlo.
Jesús no cuenta una parábola, sino que “dice una verdad”: cuando el espíritu impuro “sale del hombre”, vaga “por lugares desiertos”, buscando alivio y, al no encontrarlo, decide volver de donde había venido, donde vive el hombre “libre”. Entonces el demonio decide tomar “otros siete espíritus peores que él”, de manera que la condición del hombre sea “peor que antes”. Justo la palabra “peor”, subraya el Papa, tiene “mucha fuerza” en el pasaje, porque los demonios entran “en sordina”.
“Empiezan a formar parte de la vida. También con sus ideas y aspiraciones – aclara el Papa – ayudan a ese hombre a vivir mejor … y entran en la vida del hombre, entran en su corazón y desde dentro empiezan a cambiar a ese hombre, pero tranquilamente, sin hacer barullo. Es distinto, este modo es distinto del de la posesión diabólica que es fuerte: esta es una posesión diabólica un poco ‘de salón’, digamos así”.
“Esto es lo que el diablo hace lentamente, en nuestra vida, para cambiar los criterios, para llevarnos a la mundanalidad. Se mimetiza en nuestra manera de actuar, y nosotros difícilmente nos damos cuenta. Y así, ese hombre, liberado de un demonio, se vuelve un hombre malo, un hombre oprimido por la mundanalidad. Esto es lo que quiere el diablo: la mundanalidad”.
La mundanalidad, por otra parte, es “un más en la ‘posesión’ del demonio”, añade Francisco. Es un “encantamiento”, es la “seducción”. Porque es el “padre de la seducción”. Y cuando el demonio entra “tan suavemente, educadamente y toma posesión de nuestras actitudes”, explica el Papa, nuestros valores “van del servicio de Dios a la mundanalidad”.
Así se vuelven “cristianos tibios, cristianos mundanos”, con una “mezcla” – que el Pontífice define “macedonia” – entre “el espíritu del mundo y el espíritu de Dios”. Todo ello “aleja del Señor”. Francisco responde entonces a la pregunta de cómo se puede hacer para “no caer” y para salir de esta situación. Reafirma el tema de la “vigilancia”, sin “asustarse”, con “calma”.
Vigilar significa comprender lo que pasa en mi corazón, significa detenerme y poco y examinar mi vida. ¿Soy cristiano? ¿Educo más o menos bien a mis hijos? ¿Mi vida es cristiana o es mundana? ¿Y cómo puedo entender esto? La misma receta de Pablo: mirar a Cristo crucificado. La mundanalidad sólo se entiende dónde está y se destruye ante la cruz del Señor. Y este es el objetivo del Crucificado ante nosotros: no es un adorno; es justo lo que nos salva de estos encantamiento, de estas seducciones que te llevan a la mundanalidad”.
El Pontífice exhorta a preguntarnos si miramos a “Cristo crucificado”, si hacemos el “Via Crucis para ver el precio de la salvación” no sólo de los pecados “sino también de la mundanalidad”.
“Después, como dije, el examen de conciencia. Pero siempre ante el Cristo Crucificado. La oración. Y después, hará bien una fractura, pero no de los huesos: una fractura en las actitudes cómodas: las obras de caridad. Yo estoy cómodo, pero haré esto, que me cuesta. Visitar a un enfermo, ayudar a alguien que lo necesita… no sé, una obra de caridad. Y esto rompe la armonía que intenta crear este demonio, estos siete demonios con su jefe, para hacer la mundanalidad espiritual”.

Lunes de la quinta semana del tiempo ordinario

Primer Libro de los Reyes 8,1-7.9-13. 
Entonces Salomón reunió junto a él en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión.
Todos los hombres de Israel se reunieron junto al rey Salomón en el mes de Etaním - el séptimo mes - durante la Fiesta.
Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes levantaron el Arca,
y subieron el Arca del Señor, con la Carpa del Encuentro y todos los objetos sagrados que había en la Carpa. Los que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes y los levitas.
Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular.
Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en el lugar santísimo de la Casa - el Santo de los santos - bajo las alas de los querubines.
Porque los querubines desplegaban sus alas sobre el sitio destinado al Arca, y resguardaban por encima el Arca y sus andas.
En el Arca se encontraban únicamente las dos tablas de piedra que Moisés, en el Horeb, había depositado allí: las tablas de la Alianza que el Señor había hecho con los israelitas a su salida de Egipto.
Mientras los sacerdotes salían del Santo, la nube llenó la Casa del Señor,
de manera que los sacerdotes no pudieron continuar sus servicios a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba la Casa.
Entonces Salomón dijo: "El Señor ha decidido habitar en la nube oscura.
Sí, yo te he construido la Casa de tu señorío, un lugar donde habitarás para siempre".

Salmo 132(131),6-7.8-10. 
Sí, oímos hablar del Arca en Efratá,
y la encontramos en los campos de Jaar.
¡Entremos en su Morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies!

¡Levántate, Señor,
entra en el lugar de tu Reposo,
tú y tu Arca poderosa!
Que tus sacerdotes se revistan de justicia

y tus fieles griten de alegría.
Por amor a David, tu servidor,
no rechaces a tu Ungido.


Evangelio según San Marcos 6,53-56. 
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí.
Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús,
y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba.
En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.