viernes, 28 de abril de 2017

VATICANO

La Santa Sede

BIOGRAFÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

BIOGRAFÍA 

DEL SANTO PADRE

FRANCISCO
Papa Francesco, Jorge Mario Bergoglio
El primer Papa americano es el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, arzobispo de Buenos Aires. Es una figura destacada de todo el continente y un pastor sencillo y muy querido en su diócesis, que ha visitado a lo ancho y a lo largo, incluso trasladándose en medios de transporte público, en los quince años de ministerio episcopal.
«Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos», ha dicho más de una vez para explicar la opción de vivir en un apartamento y de prepararse la cena él mismo. A sus sacerdotes siempre les ha recomendado misericordia, valentía apostólica y puertas abiertas a todos. Lo peor que puede suceder en la Iglesia, explicó en algunas circunstancias, «es aquello que De Lubac llama mundanidad espiritual», que significa «ponerse a sí mismo en el centro». Y cuando cita la justicia social, invita en primer lugar a volver a tomar el catecismo, a redescubrir los diez mandamientos y las bienaventuranzas. Su proyecto es sencillo: si se sigue a Cristo, se comprende que «pisotear la dignidad de una persona es pecado grave».
Su biografía oficial es de pocas líneas, al menos hasta el nombramiento como arzobispo de Buenos Aires. Llegó a ser un punto de referencia por sus fuertes tomas de posición durante la dramática crisis económica que devastó el país en 2001. 
En la capital argentina nació el 17 de diciembre de 1936, hijo de emigrantes piamonteses: su padre, Mario, era contador, empleado en ferrocarril, mientras que su madre, Regina Sivori, se ocupaba de la casa y de la educación de los cinco hijos.
Se diplomó como técnico químico, y eligió luego el camino del sacerdocio entrando en el seminario diocesano de Villa Devoto. El 11 de marzo de 1958 pasó al noviciado de la Compañía de Jesús. Completó los estudios de humanidades en Chile y en 1963, al regresar a Argentina, se licenció en filosofía en el Colegio San José, de San Miguel. Entre 1964 y 1965 fue profesor de literatura y psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe y en 1966 enseñó las mismas materias en el Colegio del Salvador en Buenos Aires. De 1967 a 1970 estudió teología en el Colegio San José, y obtuvo la licenciatura.
El 13 de diciembre de 1969 recibió la ordenación sacerdotal de manos del arzobispo Ramón José Castellano. Prosiguió la preparación en la Compañía de 1970 a 1971 en Alcalá de Henares (España), y el 22 de abril de 1973 emitió la profesión perpetua. De nuevo en Argentina, fue maestro de novicios en Villa Barilari en San Miguel, profesor en la facultad de teología, consultor de la provincia de la Compañía de Jesús y también rector del Colegio.
El 31 de julio de 1973 fue elegido provincial de los jesuitas de Argentina, tarea que desempeñó durante seis años. Después reanudó el trabajo en el campo universitario y entre 1980 y 1986 es de nuevo rector del colegio de San José, además de párroco en San Miguel. En marzo de 1986 se traslada a Alemania para ultimar la tesis doctoral; posteriormente los superiores le envían al colegio del Salvador en Buenos Aires y después a la iglesia de la Compañía de la ciudad de Córdoba, como director espiritual y confesor.
Es el cardenal Antonio Quarracino quien le llama como su estrecho colaborador en Buenos Aires. Así, el 20 de mayo de 1992 Juan Pablo ii le nombra obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. El 27 de junio recibe en la catedral la ordenación episcopal de manos del purpurado. Como lema elige Miserando atque eligendo y en el escudo incluye el cristograma ihs, símbolo de la Compañía de Jesús.
Concede su primera entrevista como obispo a un pequeño periódico parroquial, «Estrellita de Belén». Es nombrado enseguida vicario episcopal de la zona de Flores y el 21 de diciembre de 1993 se le encomienda también la tarea de vicario general de la arquidiócesis. Por lo tanto no sorprendió que el 3 de junio de 1997 fuera promovido como arzobispo coadjutor de Buenos Aires. Antes de nueve meses, a la muerte del cardenal Quarracino, le sucede, el 28 de febrero de 1998, como arzobispo, primado de Argentina. El 6 de noviembre sucesivo fue nombrado Ordinario para los fieles de rito oriental residentes en el país y desprovistos de Ordinario del propio rito. 
Tres años después, en el Consistorio del 21 de febrero de 2001, Juan Pablo ii le crea cardenal, asignándole el título de san Roberto Bellarmino. En esa ocasión, invita a los fieles a no acudir a Roma para celebrar la púrpura y a destinar a los pobres el importe del viaje. Gran canciller de la Universidad Católica Argentina, es autor de los libros Meditaciones para religiosos (1982), Reflexiones sobre la vida apostólica (1986) y Reflexiones de esperanza (1992).
En octubre de 2001 es nombrado relator general adjunto para la décima asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, dedicada al ministerio episcopal, encargo recibido en el último momento en sustitución del cardenal Edward Michael Egan, arzobispo de Nueva York, de presencia necesaria en su país a causa de los ataques terroristas del 11 de septiembre. En el Sínodo subraya en particular la «misión profética del obispo», su «ser profeta de justicia», su deber de «predicar incesantemente» la doctrina social de la Iglesia, pero también de «expresar un juicio auténtico en materia de fe y de moral».
Mientras, en América Latina su figura se hace cada vez más popular. A pesar de ello, no pierde la sobriedad de trato y el estilo de vida riguroso, por alguno definido casi «ascético». Con este espíritu en 2002 declina el nombramiento como presidente de la Conferencia episcopal argentina, pero tres años después es elegido y más tarde reconfirmado por otro trienio en 2008. Entre tanto, en abril de 2005, participa en el cónclave en el que es elegido Benedicto xvi.
Como arzobispo de Buenos Aires —diócesis de más de tres millones de habitantes— piensa en un proyecto misionero centrado en la comunión y en la evangelización. Cuatro los objetivos principales: comunidades abiertas y fraternas; protagonismo de un laicado consciente; evangelización dirigida a cada habitante de la ciudad; asistencia a los pobres y a los enfermos. Apunta a reevangelizar Buenos Aires «teniendo en cuenta a quien allí vive, cómo está hecha, su historia». Invita a sacerdotes y laicos a trabajar juntos. En septiembre de 2009 lanza a nivel nacional la campaña de solidaridad por el bicentenario de la independencia del país: doscientas obras de caridad para llevar a cabo hasta 2016. Y, en clave continental, alimenta fuertes esperanzas en la estela del mensaje de la Conferencia de Aparecida de 2007, que define «la Evangelii nuntiandi de América Latina».

Hasta el inicio de la sede vacante era miembro de las Congregaciones para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, para el clero, para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica; del Consejo pontificio para la familia y de la Comisión pontificia para América Latina.

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A EGIPTO 28-29 DE ABRIL DE 2017


VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A EGIPTO
28-29 DE ABRIL DE 2017
Viaggio Apostolico in Egitto, 28-29 aprile 2017

Transmisiones en directo del CTV
(Centro Televisivo Vaticano)
Live CTV

Viernes 28 de abril de 2017
10.45Salida en avión desde el aeropuerto de Roma/Fiumicino hacia El Cairo
Saludo del Santo Padre a los periodistas durante el vuelo Roma-El Cairo
14.00Llegada al aeropuerto internacional de El Cairo
Recibimiento oficial
Ceremonia de bienvenida en el Palacio Presidencial de Heliópolis
Visita de cortesía al Presidente de la República
Visita de cortesía al Gran Imán de Al-Azhar
Discurso a los participantes en la Conferencia Internacional para la Paz
  • Discurso del Gran Imán
  • Discurso del Santo Padre
16.40Encuentro con las autoridades
  • Discurso del Presidente
  • Discurso del Santo Padre
Visita de cortesía a S.S. el Papa Tawadros II
  • Discurso del Papa Tawadros II
  • Discurso del Santo Padre

Sábado 29 de abril de 2017
10.00Santa Misa
12.15Almuerzo con los obispos egipcios y el séquito papal
15.15Encuentro de oración con el clero, religiosos/as y seminaristas
Ceremonia de despedida
17.00Salida en avión del aeropuerto de El Cairo
20.30Llegada al aeropuerto de Roma/Ciampino
__________________
huso horario
Roma: +2h UTC
El Cairo: +2h UTC

TODO LISTO PARA LAS IV JORNADAS NUEVA EVANGELIZACIÓN

Del 28 al 30 de abril, en el Seminario Diocesano, se celebrarán las IV Jornadas Nueva Evangelización (JNE). Esta iniciativa, ya consolidada en nuestra diócesis, es una de las citas más esperadas dentro del calendario pastoral. Este año, las jornadas llevan por lema "Involucrarse". Están dirigidas a cerca de 500 agentes de pastoral y pretenden ser un marco idóneo para crecer en la fe, en la formación y en la capacitación pastoral. Todo ello en sintonía con la Misión Diocesana en marcha y con la invitación del papa Francisco a ser mejores discípulos misioneros en una Iglesia que se siente llamada a ser y estar en estado permanente de Misión.
Como novedad para este año, del sábado al domingo y con un ritmo distinto, se celebrará un encuentro paralelo dirigido a jóvenes a partir de 18 años.
Otra de las novedades será la presencia como ponente del jesuita y sociólogo, José María Rodríguez Olaizola. Entre sus múltiples proyectos, Olaizola trabaja en el Grupo de Comunicación Loyola en Valladolid, y es coordinador del proyecto de evangelización digital "Rezandovoy" y de la web "pastoralsj". Desde hace años ha hecho de la comunicación un aspecto muy importante de su misión, a través de conferencias y libros (entre ellos "El corazón del árbol solitario", "La alegría, también de noche", "Contemplaciones de papel" y "Los forjadores de historias"). También está muy activo en las redes sociales como una forma de poner en diálogo la actualidad, la fe y la cultura contemporánea.
En cuanto a la parte práctica, los diferentes agentes de pastoral podrán elegir un taller de entre las cinco “Herramientas para la Misión” que se ofertan. 
Las jornadas, como ocurriera en pasadas ediciones, se complementan y enriquecen con otras iniciativas. En este sentido, destaca la exposición oficial sobre la vida y espiritualidad de la Madre Teresa de Calcuta, que se inaugurará el jueves 27, a las 19.00 horas, en el exconvento lagunero de Santo Domingo. Una muestra que permanecerá abierta hasta el próximo 14 de mayo.
Por último, la entera comunidad diocesana está invitada a orar por la Misión más intensamente  durante el fin de semana del 29 al 30 de abril, mientras se desarrollan las JNE. Se trata de "ofrecer un cauce más que haga patente que Dios nos “primerea” y que todos y cada uno podemos hacer algo por la Misión, aunque no todos hagamos lo mismo".

Viaje a Egipto: Encuentro del santo padre Francisco con el papa ortodoxo Tawadros II


El santo padre Francisco ha llegado al patriarcado copto ortodoxo, ubicado en el viejo Cairo cristiano, parte del edificio de la catedral dedicada a San Marcos. Allí se perpetró un grave atentado el 11 de diciembre de 2016.
Le esperaba Tawadros II, papa de la Iglesia copta ortodoxa y patriarca de Alejandría de Egipto, de toda África y de la Santa Sede de San Marco.
Después de un primer abrazo y de la presentación de las delegaciones, ambos se reunieron en la oficina de Tawadros en un encuentro privado. Concluido el mismo ambos hicieron un discurso y le siguió un intercambio de dones.
Francisco regaló un Icono de la “Madre de Dios de la Ternura”, copia fiel de esta obra en Tolga, que recuerda su milagros descubrimiento en las orillas del río Volga. Tawadros II le regaló un crucifijo característico y una imagen de bronce de San Francisco de Asís.

El encuentro tuvo la firma de un documento común.


Discurso del papa Francisco

El Señor ha resucitado, verdaderamente ha resucitado. [Al Massih kam, bilhakika kam!]

Santidad, querido Hermano:

Hace poco que ha concluido la gran Solemnidad de la Pascua, centro de la vida cristiana, que este año hemos tenido la gracia de celebrar en el mismo día. Así hemos proclamado al unísono el anuncio de la Resurrección, viviendo de nuevo, en un cierto sentido, la experiencia de los primeros discípulos, que en ese día «se llenaron de alegría al ver al Señor» (Jn 20,20). Esta alegría pascual se ha incrementado hoy por el don que se nos ha concedido de adorar juntos al Resucitado en la oración y de darnos nuevamente, en su nombre, el beso santo y el abrazo de paz.

Esto me llena de alegría: llegando aquí como peregrino, estaba seguro de recibir la bendición de un Hermano que me esperaba. Era grande el deseo de encontrarnos otra vez: mantengo muy vivo el recuerdo de la visita que Vuestra Santidad realizó a Roma, poco después de mi elección, el 10 de mayo de 2013, una fecha que se ha convertido felizmente en la oportunidad para celebrar cada año la Jornada de Amistad copto-católica.
Con la alegría de continuar fraternalmente nuestro camino ecuménico, deseo recordar ante todo ese momento crucial que supuso en las relaciones entre la sede de Pedro y la de Marcos la Declaración Común, firmada por nuestros Predecesores hace más de cuarenta años, el 10 de mayo de 1973.
En ese día, después de «siglos de una historia complicada», en los que «se han manifestado diferencias teológicas, fomentadas y acentuadas por factores de carácter no teológico» y por una creciente desconfianza en las relaciones, con la ayuda de Dios hemos llegado a reconocer juntos que Cristo es «Dios perfecto en su Divinidad y hombre perfecto en su humanidad» (Declaración Común firmada por el Santo Padre Pablo VI y por Su Santidad Amba Shenouda III, 10 mayo 1973).
Pero no menos importantes y actuales son las palabras que la precedían inmediatamente, con las que hemos reconocido a «Nuestro Señor y Dios y Salvador y Rey de todos nosotros, Jesucristo». Con estas expresiones la sede de Marcos y la de Pedro han proclamado la señoría de Jesús: juntos hemos confesado que pertenecemos a Jesús y que él es nuestro todo.
Aún más, hemos comprendido que, siendo suyos, no podemos seguir pensando en ir adelante cada uno por su camino, porque traicionaríamos su voluntad: que los suyos sean «todos […] uno […] para que el mundo crea» (Jn 17,21).
Delante del Señor, que quiere que seamos «perfectos en la unidad» (v. 23) no es posible escondernos más detrás de los pretextos de divergencias interpretativas ni tampoco detrás de siglos de historia y de tradiciones que nos han convertido en extraños. Como dijo aquí Su Santidad Juan Pablo II: «A este respecto no hay tiempo que perder. Nuestra comunión en el único Señor Jesucristo, en el único Espíritu Santo y en el único bautismo, ya representa una realidad profunda y fundamental» (Discurso durante el encuentro ecuménico, 25 febrero 2000).
En este sentido, no sólo existe un ecumenismo realizado con gestos, palabras y esfuerzo, sino también una comunión ya efectiva, que crece cada día en la relación viva con el Señor Jesús, se fundamenta en la fe profesada y se basa realmente en nuestro Bautismo, en el ser «criaturas nuevas» en él (cf. 2 Co 5,17): en definitiva, «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Ef 4,5).
De aquí tenemos que comenzar siempre, para apresurar el día tan esperado en el que estaremos en comunión plena y visible junto al altar del Señor.
En este camino apasionante, que –como la vida– no es siempre fácil ni lineal, pero que el Señor nos exhorta a seguir recorriendo, no estamos solos. Nos acompaña una multitud de Santos y Mártires que, ya plenamente unidos, nos animan a que seamos aquí en la tierra una imagen viviente de la «Jerusalén celeste» (Ga 4,26).
Entre ellos, seguro que los que hoy se alegran de manera especial de nuestro encuentro son los santos Pedro y Marcos. Es grande el vínculo que los une. Basta pensar en el hecho de que san Marcos puso en el centro de su Evangelio la profesión de fe de Pedro: «Tu eres el Cristo». Fue la respuesta a la pregunta, siempre actual, de Jesús: «Y vosotros,¿quién decís que soy?» (Mc 8,29).
También hoy hay mucha gente que no sabe dar una respuesta a esta pregunta; faltan incluso personas que la propongan y sobre todo quien ofrezca como respuesta la alegría de conocer a Jesús, la misma alegría con la que tenemos la gracia de confesarlo juntos. Estamos llamados a testimoniarlo juntos, a llevar al mundo nuestra fe, sobre todo, como es proprio de la fe: viviéndola, porque la presencia de Jesús se transmite con la vida y habla el lenguaje del amor gratuito y concreto.
Coptos ortodoxos y Católicos podemos hablar cada vez más esta lengua común de la caridad: antes de comenzar un proyecto para hacer el bien, sería hermoso preguntarnos si podemos hacerlo con nuestros hermanos y hermanas que comparten la fe en Jesús. Así, edificando la comunión con el testimonio vivido en lo concreto de la vida cotidiana, el Espíritu no dejará de abrir caminos providenciales e inimaginables de unidad.
Con este espíritu apostólico constructivo, Vuestra Santidad sigue brindando una atención genuina y fraterna a la Iglesia copta católica: una cercanía que agradezco tanto y que se ha concretado en la creación del Consejo Nacional de las Iglesias Cristianas, para que los creyentes en Jesús puedan actuar siempre más unidos, en beneficio de toda la sociedad egipcia.
Además, he apreciado mucho la generosa hospitalidad con la que acogió el XIII Encuentro de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas Orientales, que tuvo lugar aquí el año pasado siguiendo vuestra invitación. Es un bonito signo que el encuentro siguiente se haya celebrado en Roma, como queriendo señalar una continuidad particular entre la sede de Marcos y la de Pedro.
En la Sagrada Escritura, Pedro corresponde en cierto modo al afecto de Marcos llamándolo «mi hijo» (1 P 5,13). Pero los vínculos fraternos del Evangelista y su actividad apostólica se extienden también a san Pablo el cual, antes de morir mártir en Roma, habla de lo útil que es Marcos para el ministerio (cf. 2 Tm 4,11) y lo menciona varias veces (cf. Flm 24; Col 4, 10).
Caridad fraterna y comunión de misión: estos son los mensajes que la Palabra divina y nuestros orígenes nos transmiten. Son las semillas evangélicas que con alegría seguimos cultivando y juntos, con la ayuda de Dios, procuramos que crezcan (cf. 1 Co 3,6-7).
Nuestro camino ecuménico crece de manera misteriosa y sin duda actual, gracias a un verdadero y propio ecumenismo de la sangre. San Juan escribe que Jesús vino «con agua y sangre» (1 Jn 5,6); quien cree en él, «vence al mundo» (1 Jn 5,5). Con agua y sangre: viviendo una vida nueva en nuestro mismo Bautismo, una vida de amor, siempre y por todos, también a costa de derramar la sangre.
Cuántos mártires en esta tierra, desde los primeros siglos del Cristianismo, han vivido la fe de manera heroica y hasta el final, prefiriendo derramar su sangre antes que renegar del Señor y ceder a las lisonjas del mal o a la tentación de responder al mal con el mal.
Así lo testimonia el venerable Martirologio de la Iglesia Copta. Aun recientemente, por desgracia, la sangre inocente de fieles indefensos ha sido derramada cruelmente: su sangre inocente nos une.
Querido Hermano, igual que la Jerusalén celeste es una, así también nuestro martirologio es uno, y vuestros sufrimientos son también nuestros sufrimientos. Fortalecidos por vuestro testimonio, esforcémonos en oponernos a la violencia predicando y sembrando el bien, haciendo crecer la concordia y manteniendo la unidad, rezando para que los muchos sacrificios abran el camino a un futuro de comunión plena entre nosotros y de paz para todos.
La maravillosa historia de santidad de esta tierra no se debe sólo al sacrificio de los mártires. Apenas terminadas las antiguas persecuciones, surgió una nueva forma de vida que, ofrecida al Señor, nada retenía para sí: en el desierto inició el monaquismo.
Así, a los grandes signos que Dios obró en el pasado en Egipto y en el Mar Rojo (cf. Sal 106,21-22), siguió el prodigio de una vida nueva, que hizo florecer de santidad el desierto. Con veneración por este patrimonio común, he venido como peregrino a esta tierra, donde el Señor mismo ama venir: aquí, glorioso, bajó al monte Sinaí (cf. Ex 24,16); aquí, humilde, encontró refugio cuando era niño (cf. Mt 2,14).
Santidad, querido Hermano: que el mismo Señor nos conceda hoy seguir caminando juntos, como peregrinos de comunión y anunciadores de paz. Que en este camino nos lleve de la mano Aquella que acompañó aquí a Jesús y que la gran tradición teológica egipcia ha aclamado desde la antigüedad como Theotokos, Madre de Dios.
En este título se unen admirablemente la humanidad y la divinidad, porque, en la Madre, Dios se hizo hombre para siempre. Que la Virgen Santa, que siempre nos conduce a Jesús, sinfonía perfecta de lo divino con lo humano, siga trayendo un poco de Cielo a nuestra tierra.

Papa Francisco: “Hoy se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos”



Denuncia la proliferación de armas y muestra la única alternativa a la barbarie: La cultura del encuentro

“¡Este es un viaje de unidad y fraternidad!”. Así se expresaba el Papa Francisco a los periodistas nada más partir del aeropuerto de Fiumicino en Roma, y esta frase fue el núcleo central de su viaje a El Cairo. La llamada al mundo musulmán a construir juntos sociedades estables y pacíficas basadas en la convivencia religiosa es ya el centro de su breve visita a Egipto.
El Santo Padre realizó una visita de cortesía al Gran Imán de Al-Azhar, la institución más alta de educación religiosa y teológica islámica Sunita en el mundo, y la más antigua universidad islámica. Allí fue recibido por el Gran Imam Ahmad Al-Sheikh Tayeb y tras un intercambio de regalos se dirigió para participar en la Conferencia Internacional de Paz.
Allí lo dejó muy claro: “Sólo la paz es santa y ninguna violencia puede ser perpetrada en nombre de Dios porque profanaría su nombre”. Papa Francisco incidió mucho en cómo la violencia “es la negación de toda auténtica religiosidad”.
Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad, apoyándose en la absolutización de los egoísmos antes que en una verdadera apertura al Absoluto” y continuaba en el núcleo central de su mensaje: “Estamos obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios”.
Su profundo discurso comenzó con el reconocimiento de Egipto como “Tierra de civilización”: “En Egipto ha brillado la luz del conocimiento, que ha hecho germinar un patrimonio cultural de valor inestimable, hecho de sabiduría e ingenio, de adquisiciones matemáticas y astronómicas, de admirables figuras arquitectónicas y artísticas”.
Y añadió que no son cosas del pasado, sino que son cuestiones del futuro: “La educación se convierte de hecho en sabiduría de vida cuando consigue que el hombre, en contacto con Aquel que lo trasciende y con cuanto lo rodea, saque lo mejor de sí mismo, adquiriendo una identidad no replegada sobre sí misma”.
Sobre esta sabiduría explicó que “aprende que del mal sólo viene el mal y de la violencia sólo la violencia, en una espiral que termina aislando” . Asimismo afirmó que en el campo del diálogo interreligioso “estamos llamados a caminar juntos con la convicción de que el futuro de todos depende también del encuentro entre religiones y culturas.” 
Para que se produzca este diálogo, continuó el Papa, se deben conjugar tres indicaciones: “el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones”. “La única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro” y pidió acompañar y hacer madurar en los jóvenes que al mal hay que responder “con el paciente crecimiento del bien”.
Papa Francisco reconoció que se trata de un desafío “urgente y emocionante” para cristianos, musulmanes, y todos los creyentes: “La religión no es un problema sino parte de la solución”. 
Se refirió al mandamiento “No Matarás” y explicó que “todas las religiones están llamadas a poner en práctica este imperativo, ya que mientras sentimos la urgente necesidad de lo Absoluto, es indispensable excluir cualquier absolutización que justifique cualquier forma de violencia. La violencia, de hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad”.
“Sólo la paz es santa ninguna violencia puede ser perpetrada en nombre de Dios porque profanaría su nombre”, incidió el Papa que mostró “un «no» alto y claro a toda forma de violencia, de venganza y de odio cometidos en nombre de la religión o en nombre de Dios. Juntos afirmamos la incompatibilidad”.
Durante su discurso mostró que la tarea de las religiones en este campo es “la de rezar los unos por los otros, pidiendo a Dios el don de la paz, encontrarnos, dialogar y promover la armonía con un espíritu de cooperación y amistad.” 
Llegado a este momento, Papa Francisco realizó su más fuerte y redundante denuncia: la utilización y la venta de armas: “No sirve de mucho levantar la voz y correr a rearmarse para protegerse: hoy se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción”.
Papa Francisco también tuvo palabras para los populismos demagógicos: “que ciertamente no ayudan a consolidar la paz y la estabilidad. Ninguna incitación a la violencia garantizará la paz, y cualquier acción unilateral que no ponga en marcha procesos constructivos y compartidos, en realidad, sólo beneficia a los partidarios del radicalismo y de la violencia”.
“Es necesario detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y comercializando, tarde o temprano llegarán a utilizarse. Sólo sacando a la luz las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales”, denunció fuertemente el Papa Francisco.

Discurso del Papa Francisco a los participantes en la Conferencia Internacional sobre la Paz en Egipto

El Papa Francisco en Egipto: Desenmascarar la violencia que se disfraza de sacralidad
El Papa Francisco junto al Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed el-Tayeb. – RV
(RV, 28-5-2017).- Egipto tierra de civilización y tierra de alianzas. Alrededor de estas dos denominaciones el Papa Francisco desarrolló el primer discurso de su 18º  Viaje Apostólico Internacional, durante la Conferencia Internacional sobre la Paz que se lleva a cabo en Al-Azhar, la más antigua Universidad islámica.
Tierra de civilización. En primer lugar, de esta Tierra de civilización, “donde la luz del  conocimiento ha hecho germinar un patrimonio cultural inestimable, gracias a las iniciativas de los antiguos habitantes” son necesarias iniciativas para el futuro, que sean de paz y por la paz, porque “no habrá paz sin una adecuada educación de las jóvenes generaciones”. Una educación que se convierte en sabiduría de vida cuando consigue que el hombre, en contacto con Aquel que lo trasciende y con cuanto lo rodea, saque lo mejor de sí mismo, señaló el Papa. Entre otras cosas el Obispo de Roma puntualizó que la sabiduría sabe valorizar el pasado y hacerlo dialogar con el presente, sin renunciar a una adecuada hermenéutica, y está centrada en la dignidad del hombre. De ahí la alusión al llamado común, en el ámbito del diálogo interreligioso, a caminar juntos con la convicción de que el futuro de todos depende también del encuentro entre religiones y culturas, en un diálogo que además puede ser favorecido si se conjugan tres indicaciones fundamentales, que son el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones.
Así fue como en la primera parte de su articulado discurso, la educación fue el cimiento y punto de partida indicado para “dialogar con el otro reconociendo sus derechos y libertades”, y “para construir el futuro”, teniendo presente que  “la única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro”.  Y en esa vía, indicó la necesidad del acompañamiento a los jóvenes para que “como árboles plantados” “transformen cada día el aire contaminado de odio en oxígeno de fraternidad”.
Tierra de alianza. Prosiguiendo con su discurso, el Pontífice puso énfasis en la urgencia de alianzas como la de tierras egipcias, en donde “creencias religiosas diferentes se han encontrado y culturas diversas se han mezclado sin confundirse, reconociendo la importancia de aliarse para el bien común”,  frente a “la peligrosa paradoja que por una parte tiende a reducir la religión a la esfera privada, y por la otra, confunde la esfera religiosa y la política sin distinguirlas adecuadamente”. Es por ello que el Papa afirmó– tal como lo hiciera el Papa Tawadros II en la conferencia islam-cristiana de Al-Azhar en el pasado mes de marzo, que “la religión no es un problema sino parte de la solución”, y que ella nos recuerda que es necesario “elevar el ánimo hacia lo Alto para aprender a construir la ciudad de los hombres”.
En ese sentido, con la mente en los mandamientos que se promulgaron en el monte Sinaí, el Papa hizo resonar el mandato de Dios «no matarás» (Ex 20,13), recordando que todas las religiones están llamadas a poner en práctica ese imperativo: “Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad”, a “denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos”, a “poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios: su nombre es santo, Él es el Dios de la paz”; “rezar los unos por los otros, pidiendo a Dios el don de la paz”, “sin caer – aclaró- en sincretismos conciliadores”. “No sirve de mucho levantar la voz y correr a rearmarse para protegerse, – añadió-, se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción”.
En los últimos párrafos de su extenso discurso Francisco reiteró los requisitos necesarios para prevenir los conflictos y construir la paz a los que están obligados los responsables de las naciones, instituciones, de la información y de la cultura: eliminar las situaciones de pobreza, de explotación y detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y comercializando -dijo – tarde o temprano llegarán a utilizarse. “Sólo sacando a la luz las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales”.
(Griselda Mutual – Radio Vaticano)
A continuación el texto del discurso del Papa a los participantes en la Conferencia Internacional sobre la Paz en Egipto
Al Salamò Alaikum! / La paz sea con vosotros.
Es para mí un gran regalo estar aquí, en este lugar, y comenzar mi visita a Egipto encontrándome con vosotros en el ámbito de esta Conferencia Internacional para la Paz. Agradezco al Gran Imán por haberla proyectado y organizado, y por su amabilidad al invitarme. Quisiera compartir algunas reflexiones, tomándolas de la gloriosa historia de esta tierra, que a lo largo de los siglos se ha manifestado al mundo como tierra de civilización y tierra de alianzas.
Tierra de civilización. Desde la antigüedad, la civilización que surgió en las orillas del Nilo ha sido sinónimo de cultura. En Egipto ha brillado la luz del conocimiento, que ha hecho germinar un patrimonio cultural de valor inestimable, hecho de sabiduría e ingenio, de adquisiciones matemáticas y astronómicas, de admirables figuras arquitectónicas y artísticas. La búsqueda del conocimiento y la importancia de la educación han sido iniciativas que los antiguos habitantes de esta tierra han llevado a cabo produciendo un gran progreso. Se trata de iniciativas necesarias también para el futuro, iniciativas de paz y por la paz, porque no habrá paz sin una adecuada educación de las jóvenes generaciones. Y no habrá una adecuada educación para los jóvenes de hoy si la formación que se les ofrece no es conforme a la naturaleza del hombre, que es un ser abierto y relacional.
La educación se convierte de hecho en sabiduría de vida cuando consigue que el hombre, en contacto con Aquel que lo trasciende y con cuanto lo rodea, saque lo mejor de sí mismo, adquiriendo una identidad no replegada sobre sí misma. La sabiduría busca al otro, superando la tentación de endurecerse y encerrarse; abierta y en movimiento, humilde y escudriñadora al mismo tiempo, sabe valorizar el pasado y hacerlo dialogar con el presente, sin renunciar a una adecuada hermenéutica. Esta sabiduría favorece un futuro en el que no se busca la prevalencia de la propia parte, sino que se mira al otro como parte integral de sí mismo; no deja, en el presente, de identificar oportunidades de encuentro y de intercambio; del pasado, aprende que del mal sólo viene el mal y de la violencia sólo la violencia, en una espiral que termina aislando. Esta sabiduría, rechazando toda ansia de injusticia, se centra en la dignidad del hombre, valioso a los ojos de Dios, y en una ética que sea digna del hombre, rechazando el miedo al otro y el temor de conocer a través de los medios con los que el Creador lo ha dotado.
Precisamente en el campo del diálogo, especialmente interreligioso, estamos llamados a caminar juntos con la convicción de que el futuro de todos depende también del encuentro entre religiones y culturas. En este sentido, el trabajo del Comité mixto para el Diálogo entre el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y el Comité de Al-Azhar para el Diálogo representa un ejemplo concreto y alentador. El diálogo puede ser favorecido si se conjugan bien tres indicaciones fundamentales: el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones. El deber de la identidad, porque no se puede entablar un diálogo real sobre la base de la ambigüedad o de sacrificar el bien para complacer al otro. La valentía de la alteridad, porque al que es diferente, cultural o religiosamente, no se le ve ni se le trata como a un enemigo, sino que se le acoge como a un compañero de ruta, con la genuina convicción de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos. La sinceridad de las intenciones, porque el diálogo, en cuanto expresión auténtica de lo humano, no es una estrategia para lograr segundas intenciones, sino el camino de la verdad, que merece ser recorrido pacientemente para transformar la competición en cooperación.
Educar, para abrirse con respeto y dialogar sinceramente con el otro, reconociendo sus derechos y libertades fundamentales, especialmente la religiosa, es la mejor manera de construir juntos el futuro, de ser constructores de civilización. Porque la única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro. Y con el fin de contrarrestar realmente la barbarie de quien instiga al odio e incita a la violencia, es necesario acompañar y ayudar a madurar a las nuevas generaciones para que, ante la lógica incendiaria del mal, respondan con el paciente crecimiento del bien: jóvenes que, como árboles plantados, estén enraizados en el terreno de la historia y, creciendo hacia lo Alto y junto a los demás, transformen cada día el aire contaminado de odio en oxígeno de fraternidad.
En este desafío de civilización tan urgente y emocionante, cristianos y musulmanes, y todos los creyentes, estamos llamados a ofrecer nuestra aportación: «Vivimos bajo el sol de un único Dios misericordioso. […] Así, en el verdadero sentido podemos llamarnos, los unos a los otros, hermanos y hermanas […], porque sin Dios la vida del hombre sería como el cielo sin el sol».‎  Salga pues el sol de una renovada hermandad en el nombre de Dios; y de esta tierra, acariciada por el sol, despunte el alba de una civilización de la paz y del encuentro. Que san Francisco de Asís, que hace ocho siglos vino a Egipto y se encontró con el Sultán Malik al Kamil, interceda por esta intención.
Tierra de alianzas. Egipto no sólo ha visto amanecer el sol de la sabiduría, sino que su tierra ha sido también iluminada por la luz multicolor de las religiones. Aquí, a lo largo de los siglos, las diferencias de religión han constituido «una forma de enriquecimiento mutuo del servicio a la única comunidad nacional».  Creencias religiosas diferentes se han encontrado y culturas diversas se han mezclado sin confundirse, reconociendo la importancia de aliarse para el bien común. Alianzas de este tipo son cada vez más urgentes en la actualidad. Para hablar de ello, me gustaría utilizar como símbolo el «Monte de la Alianza» que se yergue en esta tierra. El Sinaí nos recuerda, en primer lugar, que una verdadera alianza en la tierra no puede prescindir del Cielo, que la humanidad no puede pretender encontrar la paz excluyendo a Dios de su horizonte, ni tampoco puede tratar de subir la montaña para apoderarse de Dios (cf. Ex 19,12).
Se trata de un mensaje muy actual, frente a esa peligrosa paradoja que persiste en nuestros días, según la cual por un lado se tiende a reducir la religión a la esfera privada, sin reconocerla como una dimensión constitutiva del ser humano y de la sociedad y, por el otro, se confunden la esfera religiosa y la política sin distinguirlas adecuadamente. Existe el riesgo de que la religión acabe siendo absorbida por la gestión de los asuntos temporales y se deje seducir por el atractivo de los poderes mundanos que en realidad sólo quieren instrumentalizarla. En un mundo en el que se han globalizado muchos instrumentos técnicos útiles, pero también la indiferencia y la negligencia, y que corre a una velocidad frenética, difícil de sostener, se percibe la nostalgia de las grandes cuestiones sobre el sentido de la vida, que las religiones saben promover y que suscitan la evocación de los propios orígenes: la vocación del hombre, que no ha sido creado para consumirse en la precariedad de los asuntos terrenales sino para encaminarse hacia el Absoluto al que tiende. Por estas razones, sobre todo hoy, la religión no es un problema sino parte de la solución: contra la tentación de acomodarse en una vida sin relieve, donde todo comienza y termina en esta tierra, nos recuerda que es necesario elevar el ánimo hacia lo Alto para aprender a construir la ciudad de los hombres.
En este sentido, volviendo con la mente al Monte Sinaí, quisiera referirme a los mandamientos que se promulgaron allí antes de ser escritos en la piedra.  En el corazón de las «diez palabras» resuena, dirigido a los hombres y a los pueblos de todos los tiempos, el mandato «no matarás» (Ex 20,13). Dios, que ama la vida, no deja de amar al hombre y por ello lo insta a contrastar el camino de la violencia como requisito previo fundamental de toda alianza en la tierra. Siempre, pero sobre todo ahora, todas las religiones están llamadas a poner en práctica este imperativo, ya que mientras sentimos la urgente necesidad de lo Absoluto, es indispensable excluir cualquier absolutización que justifique cualquier forma de violencia. La violencia, de hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad.
Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad, apoyándose en la absolutización de los egoísmos antes que en una verdadera apertura al Absoluto. Estamos obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios: su nombre es santo, él es el Dios de la paz, Dios salam.  Por tanto, sólo la paz es santa y ninguna violencia puede ser perpetrada en nombre de Dios porque profanaría su nombre.
Juntos, desde esta tierra de encuentro entre el cielo y la tierra, de alianzas entre los pueblos y entre los creyentes, repetimos un «no» alto y claro a toda forma de violencia, de venganza y de odio cometidos en nombre de la religión o en nombre de Dios. Juntos afirmamos la incompatibilidad entre la fe y la violencia, entre creer y odiar. Juntos declaramos el carácter sagrado de toda vida humana frente a cualquier forma de violencia física, social, educativa o psicológica. La fe que no nace de un corazón sincero y de un amor auténtico a Dios misericordioso es una forma de pertenencia convencional o social que no libera al hombre, sino que lo aplasta. Digamos juntos: Cuanto más se crece en la fe en Dios, más se crece en el amor al prójimo.
Sin embargo, la religión no sólo está llamada a desenmascarar el mal sino que lleva en sí misma la vocación a promover la paz, probablemente hoy más que nunca.  Sin caer en sincretismos conciliadores,  nuestra tarea es la de rezar los unos por los otros, pidiendo a Dios el don de la paz, encontrarnos, dialogar y promover la armonía con un espíritu de cooperación y amistad. Como cristianos «no podemos invocar a Dios, Padre de todos los hombres, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios».  Más aún, reconocemos que inmersos en una lucha constante contra el mal, que amenaza al mundo para que «no sea ya ámbito de una auténtica fraternidad», «a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles».  Por el contrario, son esenciales: En realidad, no sirve de mucho levantar la voz y correr a rearmarse para protegerse: hoy se necesitan constructores de paz, no provocadores de conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no vendedores de destrucción.
Asistimos perplejos al hecho de que, mientras por un lado nos alejamos de la realidad de los pueblos, en nombre de objetivos que no tienen en cuenta a nadie, por el otro, como reacción, surgen populismos demagógicos que ciertamente no ayudan a consolidar la paz y la estabilidad. Ninguna incitación a la violencia garantizará la paz, y cualquier acción unilateral que no ponga en marcha procesos constructivos y compartidos, en realidad, sólo beneficia a los partidarios del radicalismo y de la violencia.
Para prevenir los conflictos y construir la paz es esencial trabajar para eliminar las situaciones de pobreza y de explotación, donde los extremismos arraigan fácilmente, así como evitar que el flujo de dinero y armas llegue a los que fomentan la violencia. Para ir más a la raíz, es necesario detener la proliferación de armas que, si se siguen produciendo y comercializando, tarde o temprano llegarán a utilizarse. Sólo sacando a la luz las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales. A este compromiso urgente y grave están obligados los responsables de las naciones, de las instituciones y de la información, así como también nosotros responsables de cultura, llamados por Dios, por la historia y por el futuro a poner en marcha —cada uno en su propio campo— procesos de paz, sin sustraerse a la tarea de establecer bases para una alianza entre pueblos y estados. Espero que, con la ayuda de Dios, esta tierra noble y querida de Egipto pueda responder aún a su vocación de civilización y de alianza, contribuyendo a promover procesos de paz para este amado pueblo y para toda la región de Oriente Medio.
Al Salamò Alaikum! / La paz esté con vosotros.

El Papa Francisco reza en Santa María la Mayor por su viaje a Egipto

El Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, informó que el Papa Francisco se dirigió este jueves 27 de abril a la Basílica de Santa María la Mayor en Roma para encomendar su próximo viaje a Egipto que realizará este jueves 28 y viernes 29 de abril.
“El Papa Francisco esta noche en Santa María la Mayor para rezar ante la Salus Populi Romani antes del viaje” a Egipto, indicó Burke en su cuenta de Twitter en la que publicó una foto del Santo Padre ante la imagen mariana.

El Pontífice tiene como costumbre rezar ante la imagen de la Salus Populi Romani (Protectora del Pueblo Romano) antes de iniciar y después de concluir sus viajes internacionales.
El Santo Padre aterrizará en el Aeropuerto Internacional de El Cairo el viernes 28 a las 14.00. Allí tendrá lugar la acogida oficial, mientras que la ceremonia de bienvenida se realizará inmediatamente después en el Palacio Presidencial de Heliópolis.
A continuación, Francisco realizará una visita de cortesía al Presidente de la República y al Gran Imán de la Universidad y Mezquita de Al-Azhar. Luego, pronunciará un discurso ante los participantes en la Conferencia Internacional sobre la Paz.
A las 16.40 se encontrará con diversas autoridades y finalizará el día con una visita al Papa de la Iglesia Copta Ortodoxa Tawadros II, ante quien pronunciará otro discurso.
El sábado 29, el Papa celebrará Misa a las 10.00. A las 12.15 almorzará con los obispos egipcios y con el séquito papal. A las 15.15 mantendrá un encuentro de oración con sacerdotes, religiosos, religiosas y con seminaristas.
Tras la ceremonia de despedida, el Papa regresará a Roma a las 17.00 y aterrizará en la capital italiana a las 20.30.

El elevado “Pater Noster” de este fraile te conmoverá e inspirará

Si nunca has oído hablar de Fray Alessandro, ¡agárrate!

La voz de Fray Alessandro pertenece al escenario. Su fuerte tenor es robusto incluso al alcanzar las notas más altas y su voz es rica y entera en lugar de nasal o pequeña. Inmediatamente captura tu oído y te transfiere a este arrebatador arreglo del Pater Noster (Padrenuestro).
Hay muchas cosas increíbles en este video, y no sabría por donde empezar. Las imágenes de fray Alessandro al cantar en habitaciones monásticas, o frente a espectaculares paisajes son consoladoras y te quitarán el aliento. La orquestación es intrincada y llena de un estilo romántico del siglo XIX. Lo más impresionante de todo es la actuación dominante de fray Alessandro y su sonrisa. 
Con un talento tan obvio, es fácil ver a fray Alessandro convertirse en el primer religioso en conseguir un contrato internacional. No podríamos estar más aliviados, ya que esconder una voz como esta en un monasterio parecería casi un pecado. No vemos la hora de oír más de fray Alessandro.

Benedicto XVI advierte frente a los radicalismos ateo e islamista


El Papa emérito rompe su silencio con una carta dirigida a un simposio sobre su concepción del Estado celebrado en Varsovia

Benedicto XVI ha roto su silencio para pedir que se superen dos concepciones del Estado que incurren en sendos radicalismos de signo distinto. Por un lado, está el del “Estado radicalmente ateo”, y por otro, el “surgir de un Estado radicalmente religioso en los movimientos islamistas”. Las consecuencias de uno y otro exceso, advierte el Papa emérito, se dejan sentir hoy “cada día”.
Joseph Ratzinger hacía estas consideraciones, recogidas por la agencia Zenit, en una carta enviada a los participantes a un simposio en su honor en Varsovia, con el título El concepto del Estado en la perspectiva de la enseñanza del cardenal Joseph Ratzinger.
El encuentro está patrocinado por la Fundación Ratzinger y por la agencia católica polaca Kai, y ha sido organizado por los obispos polacos, con el apoyo también del presidente de Polonia, Andrzej Duda.
Durante su pontificado, Benedicto XVI reivindicó con frecuencia el derecho natural como lugar de encuentro para creyentes de diversas religiones o de ninguna, y abogó insistentemente por un diálogo fe y razón, señalando como patología el racionalismo extremo que se cierra a las preguntas de la religión, al tiempo que denunciaba que “no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios”.
Pronunciamientos en ese sentido como su célebre discurso en Ratisbona (de esa intervención procede la cita anterior) fueron no pocas veces malinterpretados como hostiles hacia el islam.
A finales de abril, precisamente, el papa Francisco emprenderá un viaje a Egipto, epicentro de un importante debate en el seno de la comunidad musulmana sobre un concepto de ciudadanía integrador que no discrimine a las minorías religiosas.
Uno de los lugares que visitará el Obispo de Roma es la universidad de Al Azhar, en El Cairo, una de las principales instituciones académicas en el islam sunita, que rompió relaciones con el Vaticano después de que Benedicto XVI pidiera genéricamente protección para las minorías pocos días después de un atentado en Alejandría durante las celebraciones de año nuevo de 2011. Las autoridades egipcias interpretaron entonces esas palabras como una injerencia en sus asuntos internos.
En su carta al simposio de Varsovia, Benedicto pide a los líderes políticos polacos que desarrollen “urgentemente” una concepción de Estado que supere tanto el radicalismo laicista como el integrista. Como ejemplo, les pone a Juan Pablo II y al cardenal Stefan Wyszynski, obispo durante los años más duros del régimen comunista. Estas grandes personalidades que “Polonia ha dado a la humanidad”, afirma, marcan hoy el “camino hacia el futuro”.

Vienres de la segunda semana de Pascua


Libro de los Hechos de los Apóstoles 5,34-42. 

Un fariseo, llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en medio del Sanedrín. Después de hacer salir por un momento a los Apóstoles,
dijo a los del Sanedrín: "Israelitas, cuídense bien de lo que van a hacer con esos hombres.
Hace poco apareció Teudas, que pretendía ser un personaje, y lo siguieron unos cuatrocientos hombres; sin embargo, lo mataron, sus partidarios se dispersaron, y ya no queda nada.
Después de él, en la época del censo, apareció Judas de Galilea, que también arrastró mucha gente: igualmente murió, y todos sus partidarios se dispersaron.
Por eso, ahora les digo: No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo,
pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios". Los del Sanedrín siguieron su consejo:
llamaron a los Apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron.
Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús.
Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús.

Salmo 27(26),1.4.13-14. 
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.



Evangelio según San Juan 6,1-15. 
Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.
Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?".
El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan".
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
"Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?".
Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.
Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada".
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo".
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.