miércoles, 29 de marzo de 2017

¿Qué es el “olor de santidad”?



Es un olor agradable que emana de cadáveres y cuyo origen se desconoce, la Iglesia lo considera a menudo como un signo de santidad

1. El olor de santidad designa un olor agradable que emana de cadáveres, de cuyo origen no se sabe nada: un hecho que, para los cristianos, siempre ha constituido una especie de milagro.
 
Se trata de un aroma (o fragancia, del latín fragrantia y del verbo fragrere, sentir) de una suavidad excepcional, un perfume perceptible por el olfato pero de origen desconocido para la ciencia.

En general, el perfume se nota en la proximidad de un humano (vivo o, más frecuentemente, fallecido) o de reliquias, o incluso al acercarse a un objeto litúrgico o a una pintura religiosa (icono). También se han observado casos de estigmas olorosos, como el de santa María Francisca de las Cinco Llagas (http://www.franciscanos.net/santoral/nombres/Maria%20Francisca%20de%20las%205%20Llagas.htm), el del santo Padre Pío (http://www.corazones.org/santos/pio_padre.htm), etcétera.
El espectro de fragancias es amplio; las esencias registradas en los anales de la mística se cuentan por centenares. El aroma de rosa figura en muy buena posición, evocando la presencia de la Virgen. La duración del fenómeno se extiende desde algunos minutos hasta varios años y, en casos raros, a varios siglos.
Es propiamente un milagro porque, por una parte no puede avanzarse ninguna explicación natural, y por otra, la Iglesia discierne en el olor de santidad el signo y la anticipación de aquello en lo que la carne está llamada a convertirse en el Reino de Dios: resucitada y eterna, más allá de toda corrupción.
Este vínculo entre perfume y santidad tiene una base bíblica: el Cantar de los cantares evoca ya la figura de la bien amada (o “la esposa”: la Iglesia por venir) con la forma de un jardín exquisito lleno de suaves perfumes (Cant 4,14).
La Edad Media evoca perfumes y olor de santidad. El paraíso se describe en términos de suavidades olorosas. Honorio de Autun (Honorius Augustodunensis, hacia 1120) describe estos olores extraordinarios (ElucidariumPL 172, col. 172); Pedro Damián (+ 1072), consejero de papas, uno de los autores de la reforma gregoriana, atribuye a los perfumes extraordinarios la función de anunciar alegrías celestiales (PL 145, col. 861).
2. La Iglesia considera este fenómeno como un signo de santidad, reflejo del carácter heroico de las virtudes de un fiel. Pero permanece prudente y se siempre se pregunta por su procedencia.
A partir de finales del siglo II y principios del III, los cristianos, obligados a vivir en la clandestinidad y a honrar a sus mártires en secreto, identificaron perfumes maravillosos y santidad. El relato de los funerales del mártir Policarpo de Esmirna  (+ 155) (http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=666) establece ya esa asociación.
La Iglesia reconoce poco a poco el dedo de Dios en estas fragancias inexplicables. Se trata de un signo positivo del carácter heroico de las virtudes de un fiel. A un creyente cuyo cuerpo exhala un perfume anormal (antes o después de la muerte) se le llama “santo miroblita”.
A lo largo de los siglos se han declarado unos 500 casos, entre ellos los de santos y santas muy conocidos: Rosa de Lima (http://www.corazones.org/santos/rosa_lima.htm), Teresa de Ávila (http://www.corazones.org/santos/teresa_avila.htm), el Padre Pío, etcétera.
Ciertamente es un signo indicador y no una prueba científica. La santidad, concepto teológico y espiritual, no se demuestra. Las autoridades eclesiásticas prestan más atención cuando hay convergencia (y coherencia) de fenómenos: olor de santidad, incorruptibilidad del cuerpo, elasticidad de los tejidos mucho tiempo después de la muerte, exudación de líquidos balsámicos de origen desconocido (san Charbel Makhlouf  (http://www.corazones.org/santos/charbel.htm), apariciones auténticas de la Virgen María (santuario de Nuestra Señora de Laus, reconocido el 4 de mayo de 2008 por Mons. Di Falco y lugar eminente de perfumes inexplicables desde el siglo XVII),…).
La Iglesia siempre permanece prudente en esta área. Una pregunta permanece: ¿la presencia de compuestos aromáticos y de un eventual embalsamiento no explicaría los perfumes extraordinarios?
En los casos contemporáneos, el uso de compuestos aromáticos y otros productos de embalsamiento tradicional no se plantea. Por contra, los recursos de la medicina y de la tanatología (estudios científicos sobre la muerte, sus causas y sus efectos) se ponen a servicio de los investigadores eclesiásticos en el marco del proceso de beatificación y de canonización.
3. Más allá de la muerte está “el buen olor de Cristo”.
El Nuevo Testamento y los cristianos reconocen a Dios el poder de resucitar a los muertos. La Resurrección de Jesús es por sí misma el fundamento de la fe. No se trata sólo de un renacimiento o de la reanimación de un cadáver, sino de una transformación, de una elevación en el orden del ser.
Varias veces, Cristo resucita a personas de su entorno, personas realmente muertas, como Lázaro de Betania (http://www.santopedia.com/santos/san-lazaro-de-betania/), sepultado “desde hacía cuatro días” (Jn 11,17); Marta (http://www.santopedia.com/santos/santa-marta-de-betania/), la hermana del difunto, le dice cuando le pide que quite la piedra que cierra el sepulcro: “Señor, huele mal” (Jn 11,39). Sin embargo, Jesús resucita a su amigo Lázaro contra todas las leyes naturales. Este no es el único ejemplo de resurrección realizada por Él (Lc 7,11-17,…) y después por los apóstoles (Hch 10,36-43) y los santos. La expresión “olor de santidad” tiene en consecuencia su origen en la realidad de un milagro y en la calidad espiritual excepcional de un fiel (su santidad).
La Iglesia siempre se pregunta si esos hechos podrían haber sido ocasionados por causas naturales: ¿contenían olores notables el lugar de residencia o la tumba del difunto? Los compuestos aromáticos (como los de la tradición judía) y un discreto embalsamamiento, ¿no explicarían los fenómenos? ¿Una aspersión a distancia de perfumes permitiría esos prodigios? La Iglesia quiere continuar razonando porque se trata cada vez de afirmar si –sí o no- el “buen olor de Cristo” se manifiesta aquí abajo, este cuerpo de Jesús que es el “más agradablemente perfumado entre todo lo que en todo el universo exhala perfumes” (Rimbertino, Liber de deliciis sensibilibus paradisi (Venecia, 1498).
“Olor de santidad” es una expresión elocuente y concreta: perfumes inexplicables, de una fuente desconocida, se refiere al “buen olor” de cuerpos santos y reliquias auténticas.
Bibliografía: Jean-Pierre Albert, Odeurs de sainteté. La mythologie chrétienne des aromates, París, Aubier, 1990 ; Joachim Bouflet, Une Histoire des miracles, París, Le Seuil, 2008, p. 124-127 ; Jean Guitton y Jean-Jacques Antier, Les Pouvoirs mystérieux de la foi, París, Perrin, 1993 ; Hubert Larcher, La Mémoire du soleil. Aux frontières de la mort, réed., Meolans-Revel, Ed. désIris, 1990 ; Hélène Renard, Des prodiges et des hommes, París, Pocket, 1989 ; Patrick Sbalchiero, « Myroblytes (saints) », Dictionnaire des miracles et de l’extraordinaire chrétiens, París, Fayard, 2002, p. 561 ; id., L’Église face aux miracles. De l’Évangile à nos jours, París, Fayard, 2007 ; Herbert Thurston SJ, Los fenómenos físicos de misticismo, Dinor, 1953; Patricia Treece, The Sanctified Body, Ligori, Triumph Books, 1989.

Miércoles de la cuarta semana de Cuaresma


Libro de Isaías 49,8-15. 

Así habla el Señor: En el tiempo favorable, yo te respondí, en el día de la salvación, te socorrí. Yo te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir las herencias devastadas,
para decir a los cautivos: "¡Salgan!", y a los que están en las tinieblas: "¡Manifiéstense!". Ellos se apacentarán a lo largo de los caminos, tendrán sus pastizales hasta en las cumbres desiertas.
No tendrán hambre, ni sufrirán sed, el viento ardiente y el sol no los dañarán, porque el que se compadece de ellos los guiará y los llevará hasta las vertientes de agua.
De todas mis montañas yo haré un camino y mis senderos serán nivelados.
Sí, ahí vienen de lejos, unos del norte y del oeste, y otros, del país de Siním.
¡Griten de alegría, cielos, regocíjate, tierra! ¡Montañas, prorrumpan en gritos de alegría, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de sus pobres!
Sión decía: "El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí".
¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!

Salmo 145(144),8-9.13cd-14.17-18. 
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus criaturas.

El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados.

El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus acciones;
está cerca de aquellos que lo invocan,
de aquellos que lo invocan de verdad.



Evangelio según San Juan 5,17-30. 
Jesús dijo a los judíos:
"Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo".
Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.
Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: "Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo.
Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.
Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo,
para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.
Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán.
Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella,
y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.
No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz
y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio.
Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.