jueves, 17 de mayo de 2018

Personas ejemplares

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Hay personas que con su sola presencia son capaces de sacar lo mejor de los que tienen cerca. Y no hablo solo del modo de jugar al fútbol, que también. Sino por su modo de hablar, de actuar, de callar y de tratar a los demás. Hace unos días Andrés Iniesta –querido y aplaudido en casi todos los estadios del mundo– anunciaba entre lágrimas que dejaba el club de su vida, sencillamente porque veía que ya no daba su mejor versión. Personalmente me sumo a lista de aficionados que descubren en el jugador del Barça alguien más que un extraordinario futbolista.
No exagero si digo que últimamente tengo la sensación de que el mundo está cada vez más perdido. Que cuanto más progreso conseguimos, más animales nos volvemos, que lo ejemplar a veces se mezcla con lo mezquino y que las emociones, las ideologías y el grito tienen más peso que la palabra y la verdad. Que en el fondo de las discusiones –ya pasen por el deporte, lo personal, la política, la actualidad...– subyace una lucha de egos donde el argumento se convierte en una carcasa cada vez más vacía de humanidad. Parece que el mundo avanza sin saber muy bien hacia dónde, cómo ni por qué.
Hay muchos modos de ir por la vida. Iniesta eligió entre muchas posibilidades el camino de la humildad y de la sencillez. Conozco muchas personas que también lo son, pero quizás su clave está en demostrar que su modo de vivir no está reñido con ser excepcional, ambicioso –en el buen sentido de la palabra– y una sana referencia para mucha gente. El mundo sigue necesitando ejemplos capaces de brillar en su disciplina, no solo por sus jugadas sino por sus destellos de humanidad.

Mayo, Mes de María

Primer día: El mes de María

Jueves de la séptima semana de Pascua


Libro de los Hechos de los Apóstoles 22,30.23,6-11. 

Queriendo saber con exactitud de qué lo acusaban los judíos, el tribuno le hizo sacar las cadenas, y convocando a los sumos sacerdotes y a todo el Sanedrín, hizo comparecer a Pablo delante de ellos.
Pablo, sabiendo que había dos partidos, el de los saduceos y el de los fariseos, exclamó en medio del Sanedrín: "Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y ahora me están juzgando a causa de nuestra esperanza en la resurrección de los muertos".
Apenas pronunció estas palabras, surgió una disputa entre fariseos y saduceos, y la asamblea se dividió.
Porque los saduceos niegan la resurrección y la existencia de los ángeles y de los espíritus; los fariseos, por el contrario, admiten una y otra cosa.
Se produjo un griterío, y algunos escribas del partido de los fariseos se pusieron de pie y protestaron enérgicamente: "Nosotros no encontramos nada de malo en este hombre. ¿Y si le hubiera hablado algún espíritu o un ángel...?".
Como la disputa se hacía cada vez más violenta, el tribuno, temiendo por la integridad de Pablo, mandó descender a los soldados para que lo sacaran de allí y lo llevaran de nuevo a la fortaleza.
A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: "Animo, así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, también tendrás que darlo en Roma".

Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.9-10.11. 
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,

¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:

él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:

porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,

de felicidad eterna a tu derecha.



Evangelio según San Juan 17,20-26. 
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
"Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.
Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno
-yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste.
Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos".