jueves, 16 de febrero de 2017

¿Cómo me puedo relacionar con mi ángel de la guarda? Tu ángel de la guarda puede ayudarte más de lo que imaginas


¿Cómo me puedo relacionar con mi ángel de la guarda?






Ya sabemos cuál es la misión de los santos ángeles de la guarda: conducirnos al Cielo y a la salvación eterna. Pero, ¿cómo nos relacionamos concretamente con ellos, en el día a día?
Antes que nada, nuestros ángeles son nuestros amigos. No existen secretos entre nosotros. Ellos saben todo lo que hacemos y –al contrario de los demonios, que no ven a Dios cara a cara– saben también lo que pensamos.
En relación a ellos es bueno saludarlos e invocarlos durante el día, recordando también a los ángeles de los demás. Al saludar a alguien, es interesante crear el hábito de saludar también a su santo ángel. Eso, además de ayudar a la relación con la persona, nos ayuda a honrar a una persona santa, que está junto a ella y, al mismo tiempo, al lado de Dios.
En las Sagradas Escrituras, el ángel Rafael se ofrece para acompañar al joven Tobías en su viaje: “Díjole Tobías: ‘¿Conoces la ruta de Media?’ Respondió: ‘Sí; he estado allá muchas veces y conozco al detalle todos los caminos” (Tb 5, 5-6).
Los ángeles conocen las cosas mucho mejor que nosotros. Por eso, también les podemos pedir consejos, siempre que pasemos por alguna dificultad o peligro. Su ayuda es importante especialmente frente a las tentaciones; al final, ellos fueron colocados a nuestro lado para librarnos del infierno y llevarnos al cielo.
De los santos, también aprendemos valiosas lecciones para realizar con nuestros ángeles de la guarda.
El papa san Juan XXIII, por ejemplo, cuando tenía que resolver algún problema difícil durante su trabajo en la nunciatura de París, apostaba por la “diplomacia de los ángeles”: mandaba a su santo ángel a hablar con los ángeles de sus interlocutores, para que ellos ayudaran a solucionar cualquier cuestión.
El Padre Pío de Pietrelcina insistía mucho con sus hijos espirituales, para que le enviaran a sus ángeles de la guarda, frente a cualquier necesidad. Era frecuente que el santo no durmiera en la noche, al atender los pedidos de sus hijos espirituales que le presentaban por medio de sus ángeles.
Santa Teresita del Niño Jesús, en su poesía A mi Ángel de la Guarda, escribe:
“Tú que los espacios cruzas
más rápido que el relámpago,
vuela por mí muchas veces
al lado de los que amo.
Seca el llanto de tus ojos
con la pluma de tu ala,
y cántales al oído
cuán bueno es nuestro Jesús.
¡Oh, diles que el sufrimiento
tiene también sus encantos!
Y luego, murmúrales
quedo, muy quedo, mi nombre”.

Vale recordar también que no sólo las personas poseen ángeles de la guarda, también las instituciones, las parroquias, las diócesis, la ciudades y los países. Cuando san Juan María Vianney entró en Ars, impregnado de la conciencia de lo sobrenatural, no dejó de saludar al ángel de aquella parroquia, y a los ángeles de todos sus parroquianos.
San Francisco de Sales, en la carta a un obispo, recomendó que él invocara al ángel de su diócesis. Y en Portugal, existe una fiesta para el ángel del país, el mismo que se apareció a los pastorcillos de Fátima.
Al final, lo que es importante principalmente es imitar a los ángeles de la guarda, buscando ser como ángeles para los otros y haciendo todo lo posible para que ellos lleguen al cielo, donde, un día, contemplaremos todos juntos, el rostro de Dios.

Jueves de la sexta semana del tiempo ordinario


Libro de Génesis 9,1-13. 

Entonces Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles: "Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra.
Ante ustedes sentirán temor todos los animales de la tierra y todos los pájaros del cielo, todo lo que se mueve por el suelo, y todos los peces del mar: ellos han sido puestos en manos de ustedes.
Todo lo que se mueve y tiene vida les servirá de alimento; yo les doy todo eso como antes les di los vegetales.
Sólo se abstendrán de comer la carne con su vida, es decir, con su sangre.
Y yo pediré cuenta de la sangre de cada uno de ustedes: pediré cuenta de ella a todos los animales, y también pediré cuenta al hombre de la vida de su prójimo.
Otro hombre derramará la sangre de aquel que derrame sangre humana, porque el hombre ha sido creado a imagen de Dios.
Ustedes, por su parte, sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y domínenla".
Y Dios siguió diciendo a Noé y a sus hijos:
"Además, yo establezco mi alianza con ustedes, con sus descendientes,
y con todos los seres vivientes que están con ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras salvajes; con todos los animales que salieron del arca, en una palabra, con todos los seres vivientes que hay en la tierra.
Yo estableceré mi alianza con ustedes: los mortales ya no volverán a ser exterminados por las aguas del Diluvio, ni habrá otro Diluvio para devastar la tierra".
Dios añadió: "Este será el signo de la alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos los tiempos futuros:
yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi alianza con la tierra.

Salmo 102(101),16-18.19-21.29.22-23. 
Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.

Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.

Los hijos de tus servidores tendrán una morada
y su descendencia estará segura ante ti,
para proclamar en Sión el nombre del Señor
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan los pueblos y los reinos,
y sirvan todos juntos al Señor.


Evangelio según San Marcos 8,27-33. 
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas".
"Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías".
Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días;
y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".