viernes, 6 de mayo de 2016

Oración para aprender a amar y ser feliz "Sana las heridas de mi corazón que han sembrado miedo y dolor, para poder así actuar con todas las capacidades que me has regalado..."

Jesús nos enseña que seremos medidos en el amor y que, al final de nuestra vida, no nos van a preguntar por nuestras posesiones o títulos
Creemos que los mandamientos son una imposición, pero en realidad son la senda para encontrar el sentido y el gozo en la vida, dicho por Aquel que sabe más que nosotros y nos ama mucho, y también nos quiere enseñar a amar.
Los caminos contrarios llevan a la infelicidad. Todo lo que nos ha enseñado Jesús, es para que encontremos “vida en abundancia”.
El camino del mal siempre tiene su atractivo, como si por él se consiguiese ser más feliz. Pero no es así. El que vive como Jesús, tiene mucha más felicidad en su corazón que el que va por la vía del mal.
Jesús es el Camino, la Verdad que nos lleva a la vida, a disfrutar de la vida. Él nos enseña que seremos medidos en el amor y que, al final de nuestra vida, no nos van a preguntar por nuestras posesiones o títulos.
La única pregunta será sobre el amor concreto a nuestros hermanos, porque en cada uno de ellos está Jesús mismo.
Oración
Señor, hoy vengo ante Ti, me rindo a tus pies para que guíes mis pasos. Enséñame a recorrer tus caminos, no quiero vivir lejos de Ti, de tu amor, de tu abrazo consolador. Ven y cambia mi corazón, reconozco que en mucho te he fallado, pero tu amor puede levantarme, puede sanarme y puede transformarme. Ven y enséñame a amar, a entender que sólo en Ti, encontraré verdadera felicidad, que sólo Tú puedes cambiar mi vida y mostrarme lo que mejor me conviene. Deseo abrir la puerta de mi corazón a tu presencia renovadora, al manantial de gracias que derramas a través de tus sacramentos. Concédeme el don de la alegría. Sana las heridas de mi corazón que han sembrado miedo y dolor, para poder así actuar con todas las capacidades que me has regalado. Confío en tu amor. Tú eres el dueño de mi vida.
Por Qriswell J. Quero
Artículo originalmente publicado por pildorasdefe.net

Premio Carlomagno: Discurso completo del Papa Francisco



Ilustres señoras y señores: 

Les doy mi cordial bienvenida y gracias por su presencia. Agradezco especialmente sus amables palabras a los señores Marcel Philipp, Jürgen Linden, Martin Schulz, Jean-Claude Juncker y Donald Tusk. Deseo reiterar mi intención de ofrecer a Europa el prestigioso premio con el cual he sido honrado: no hagamos un mero un gesto celebrativo, sino que aprovechemos más bien esta ocasión para desear todos juntos un impulso nuevo y audaz para este amado Continente. 

La creatividad, el ingenio, la capacidad de levantarse y salir de los propios límites pertenecen al alma de Europa. En el siglo pasado, ella ha dado testimonio a la humanidad de que un nuevo comienzo era posible; después de años de trágicos enfrentamientos, que culminaron en la guerra más terrible que se recuerda, surgió, con la gracia de Dios, una novedad sin precedentes en la historia. Las cenizas de los escombros no pudieron extinguir la esperanza y la búsqueda del otro, que ardían en el corazón de los padres fundadores del proyecto europeo. Ellos pusieron los cimientos de un baluarte de la paz, de un edificio construido por Estados que no se unieron por imposición, sino por la libre elección del bien común, renunciando para siempre a enfrentarse. Europa, después de muchas divisiones, se encontró finalmente a sí misma y comenzó a construir su casa. 

Esta «familia de pueblos», que entretanto se ha hecho de modo meritorio más amplia, en los últimos tiempos parece sentir menos suyos los muros de la casa común, tal vez levantados apartándose del clarividente proyecto diseñado por los padres. Aquella atmósfera de novedad, aquel ardiente deseo de construir la unidad, parecen estar cada vez más apagados; nosotros, los hijos de aquel sueño estamos tentados de caer en nuestros egoísmos, mirando lo que nos es útil y pensando en construir recintos particulares. Sin embargo, estoy convencido de que la resignación y el cansancio no pertenecen al alma de Europa y que también «las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad».

En el Parlamento Europeo me permití hablar de la Europa anciana. Decía a los eurodiputados que en diferentes partes crecía la impresión general de una Europa cansada y envejecida, no fértil ni vital, donde los grandes ideales que inspiraron a Europa parecen haber perdido fuerza de atracción. 

Una Europa decaída que parece haber perdido su capacidad generativa y creativa. Una Europa tentadade querer asegurar y dominar espacios más que de generar procesos de inclusión y de transformación;una Europa que se va «atrincherando» en lugar de privilegiar las acciones que promueven nuevos dinamismos en la sociedad; dinamismos capaces de involucrar y poner en marcha todos los actores sociales (grupos y personas) en la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas actuales, que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos; una Europa que, lejos de proteger espacios, se convierta en madre generadora de procesos (cf. Evangelii gaudium, 223). 

¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos? 

El escritor Elie Wiesel, superviviente de los campos de exterminio nazis, decía que hoy en día es imprescindible realizar una «transfusión de memoria». Es necesario «hacer memoria», tomar un poco de distancia del presente para escuchar la voz de nuestros antepasados. La memoria no sólo nos permitirá que no se cometan los mismos errores del pasado (cf. Evangelii gaudium, 108), sino que nos dará acceso a aquellos logros que ayudaron a nuestros pueblos a superar positivamente las encrucijadas históricas que fueron encontrando. La transfusión de memoria nos libera de esa tendencia actual, con frecuencia más atractiva, a obtener rápidamente resultados inmediatos sobre arenas movedizas, que podrían producir «un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana» (ibíd. 224). 

A este propósito, nos hará bien evocar a los padres fundadores de Europa. Ellos supieron buscar vías alternativas e innovadoras en un contexto marcado por las heridas de la guerra. Ellos tuvieron la audacia no sólo de soñar la idea de Europa, sino que osaron transformar radicalmente los modelos que únicamente provocaban violencia y destrucción. Se atrevieron a buscar soluciones multilaterales a los problemas que poco a poco se iban convirtiendo en comunes. 

Robert Schuman, en el acto que muchos reconocen como el nacimiento de la primera comunidad europea, dijo: «Europa no se hará de una vez, ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho». Precisamente ahora, en este nuestro mundo atormentado y herido, es necesario volver a aquella solidaridad de hecho, a la misma generosidad concreta que siguió al segundo conflicto mundial, porque —proseguía Schuman— «la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan». Los proyectos de los padres fundadores, mensajeros de la paz y profetas del futuro, no han sido superados: inspiran, hoy más que nunca, a construir puentes y derribar muros. Parecen expresar una ferviente invitación a no contentarse con retoques cosméticos o compromisos tortuosos para corregir algún que otro tratado, sino a sentar con valor bases nuevas, fuertemente arraigadas. Como afirmaba Alcide De Gasperi, «todos animados igualmente por la preocupación del bien común de nuestras patrias europeas, de nuestra patria Europa», se comience de nuevo, sin miedo un «trabajo constructivo que exige todos nuestros esfuerzos de paciente y amplia cooperación».

Esta transfusión de memoria nos permite inspirarnos en el pasado para afrontar con valentía el complejo cuadro multipolar de nuestros días, aceptando con determinación el reto de «actualizar» la idea de Europa. Una Europa capaz de dar a luz un nuevo humanismo basado en tres capacidades: la capacidad de integrar, capacidad de comunicación y la capacidad de generar. 

Capacidad de integrar 

Erich Przywara, en su magnífica obra La idea de Europa, nos reta a considerar la ciudad como un lugar de convivencia entre varias instancias y niveles. Él conocía la tendencia reduccionista que mora en cada intento de pensar y soñar el tejido social. La belleza arraigada en muchas de nuestras ciudades se debe a que han conseguido mantener en el tiempo las diferencias de épocas, naciones, estilos y visiones. Basta con mirar el inestimable patrimonio cultural de Roma para confirmar, una vez más, que la riqueza y el valor de un pueblo tiene precisamente sus raíces en el saber articular todos estos niveles en una sana convivencia. Los reduccionismos y todos los intentos de uniformar, lejos de generar valor, condenan a nuestra gente a una pobreza cruel: la de la exclusión. Y, más que aportar grandeza, riqueza y belleza, la exclusión provoca bajeza, pobreza y fealdad. Más que dar nobleza de espíritu, les aporta mezquindad. 

Las raíces de nuestros pueblos, las raíces de Europa se fueron consolidando en el transcurso de su historia, aprendiendo a integrar en síntesis siempre nuevas las culturas más diversas y sin relación aparente entre ellas. La identidad europea es, y siempre ha sido, una identidad dinámica y multicultural. 

La actividad política es consciente de tener entre las manos este trabajo fundamental y que no puede ser pospuesto. Sabemos que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas», por lo que se tendrá siempre que trabajar para «ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos» (Evangelii gaudium, 235). Estamos invitados a promover una integración que encuentra en la solidaridad el modo de hacer las cosas, el modo de construir la historia. Una solidaridad que nunca puede ser confundida con la limosna, sino como generación de oportunidades para que todos los habitantes de nuestras ciudades —y de muchas otras ciudades— puedan desarrollar su vida con dignidad. El tiempo nos enseña que no basta solamente la integración geográfica de las personas, sino que el reto es una fuerte integración cultural. 

De esta manera, la comunidad de los pueblos europeos podrá vencer la tentación de replegarse sobre paradigmas unilaterales y de aventurarse en «colonizaciones ideológicas»; más bien redescubrirá la amplitud del alma europea, nacida del encuentro de civilizaciones y pueblos, más vasta que los actuales confines de la Unión y llamada a convertirse en modelo de nuevas síntesis y de diálogo. En efecto, el rostro de Europa no se distingue por oponerse a los demás, sino por llevar impresas las características de diversas culturas y la belleza de vencer todo encerramiento. Sin esta capacidad de integración, las palabras pronunciadas por Konrad Adenauer en el pasado resonarán hoy como una profecía del futuro: «El futuro de Occidente no está amenazado tanto por la tensión política, como por el peligro de la masificación, de la uniformidad de pensamiento y del sentimiento; en breve, por todo el sistema de vida, de la fuga de la responsabilidad, con la única preocupación por el propio yo».

Capacidad de diálogo 

Si hay una palabra que tenemos que repetir hasta cansarnos es esta: diálogo. Estamos invitados a promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear instancias para que esto sea posible y nos permita reconstruir el tejido social. La cultura del diálogo implica un auténtico aprendizaje, una ascesis que nos permita reconocer al otro como un interlocutor válido; que nos permita mirar al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado. Para nosotros, hoy es urgente involucrar a todos los actores sociales en la promoción de «una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones» (Evangelii gaudium, 239). La paz será duradera en la medida en que armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo, les enseñemos la buena batalla del encuentro y la negociación. De esta manera podremos dejarles en herencia una cultura que sepa delinear estrategias no de muerte, sino de vida, no de exclusión, sino de integración. 

Esta cultura de diálogo, que debería ser incluida en todos los programas escolares como un eje transversal de las disciplinas, ayudará a inculcar a las nuevas generaciones un modo diferente de resolver los conflictos al que les estamos acostumbrando. Hoy urge crear «coaliciones», no sólo militares o económicas, sino culturales, educativas, filosóficas, religiosas. Coaliciones que pongan de relieve cómo, detrás de muchos conflictos, está en juego con frecuencia el poder de grupos económicos. Coaliciones capaces de defender las personas de ser utilizadas para fines impropios. Armemos a nuestra gente con la cultura del diálogo y del encuentro. 

Capacidad de generar 

El diálogo, y todo lo que este implica, nos recuerda que nadie puede limitarse a ser un espectador ni un mero observador. Todos, desde el más pequeño al más grande, tienen un papel activo en la construcción de una sociedad integrada y reconciliada. Esta cultura es posible si todos participamos en su elaboración y construcción. La situación actual no permite meros observadores de las luchas ajenas. Al contrario, es un firme llamamiento a la responsabilidad personal y social. 

En este sentido, nuestros jóvenes desempeñan un papel preponderante. Ellos no son el futuro de nuestros pueblos, son el presente; son los que ya hoy con sus sueños, con sus vidas, están forjando el espíritu europeo. No podemos pensar en el mañana sin ofrecerles una participación real como autores de cambio y de transformación. No podemos imaginar Europa sin hacerlos partícipes y protagonistas de este sueño. 

He reflexionado últimamente sobre este aspecto, y me he preguntado: ¿Cómo podemos hacer partícipes a nuestros jóvenes de esta construcción cuando les privamos del trabajo; de empleo digno que les permita desarrollarse a través de sus manos, su inteligencia y sus energías? ¿Cómo pretendemos reconocerles el valor de protagonistas, cuando los índices de desempleo y subempleo de millones de jóvenes europeos van en aumento? ¿Cómo evitar la pérdida de nuestros jóvenes, que terminan por irse a otra parte en busca de ideales y sentido de pertenencia porque aquí, en su tierra, no sabemos ofrecerles oportunidades y valores? 

«La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral».

Si queremos entender nuestra sociedad de un modo diferente, necesitamos crear puestos de trabajo digno y bien remunerado, especialmente para nuestros jóvenes. Esto requiere la búsqueda de nuevos modelos económicos más inclusivos y equitativos, orientados no para unos pocos, sino para el beneficio de la gente y de la sociedad. Pienso, por ejemplo, en la economía social de mercado, alentada también por mis predecesores (cf. Juan Pablo II, Discurso al Embajador de la R. F. de Alemania, 8 noviembre 1990). Pasar de una economía que apunta al rédito y al beneficio, basados en la especulación y el préstamo con interés, a una economía social que invierta en las personas creando puestos de trabajo y cualificación. 

Tenemos que pasar de una economía líquida, que tiende a favorecer la corrupción como medio para obtener beneficios, a una economía social que garantice el acceso a la tierra y al techo por medio del trabajo como ámbito donde las personas y las comunidades puedan poner en juego «muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, una actitud de adoración. Por eso, en la actual realidad social mundial, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, es necesario que "se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo [...] para todos». (Laudato si’,127).

Si queremos mirar hacia un futuro que sea digno, si queremos un futuro de paz para nuestras sociedades, solamente podremos lograrlo apostando por la inclusión real: «esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario». Este cambio (de una economía líquida a una economía oportunidades concretas de integración e inclusión, sino que nos abrirá nuevamente la capacidad de soñar aquel humanismo, del que Europa ha sido la cuna y la fuente.

La Iglesia puede y debe ayudar al renacer de una Europa cansada, pero todavía rica de energías y de potencialidades. Su tarea coincide con su misión: el anuncio del Evangelio, que hoy más que nunca se traduce principalmente en salir al encuentro de las heridas del hombre, llevando la presencia fuerte y sencilla de Jesús, su misericordia que consuela y anima. Dios desea habitar entre los hombres, pero puede hacerlo solamente a través de hombres y mujeres que, al igual que los grandes evangelizadores del continente, estén tocados por él y vivan el Evangelio sin buscar otras cosas. Sólo una Iglesia rica en testigos podrá llevar de nuevo el agua pura del Evangelio a las raíces de Europa. En esto, el camino de los cristianos hacia la unidad plena es un gran signo de los tiempos, y también la exigencia urgente de responder al Señor «para que todos sean uno» (Jn 17,21). 

Con la mente y el corazón, con esperanza y sin vana nostalgia, como un hijo que encuentra en la madre Europa sus raíces de vida y fe, sueño un nuevo humanismo europeo, «un proceso constante de humanización», para el que hace falta «memoria, valor y una sana y humana utopía. Sueño una Europa joven, capaz de ser todavía madre: una madre que tenga vida, porque respeta la vida y ofrece esperanza de vida. Sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio. Sueño una Europa que escucha y valora a los enfermos y a los ancianos, para que no sean reducidos a objetos improductivos de descarte. Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano. Sueño una Europa donde los jóvenes respiren el aire limpio de la honestidad, amen la belleza de la cultura y de una vida sencilla, no contaminada por las infinitas necesidades del consumismo; donde casarse y tener hijos sea una responsabilidad y una gran alegría, y no un problema debido a la falta de un trabajo suficientemente estable. Sueño una Europa de las familias, con políticas realmente eficaces, centradas en los rostros más que en los números, en el nacimiento de hijos más que en el aumento de los bienes. Sueño una Europa que promueva y protega los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos. Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía.

El papa Francisco recibe en sus manos el premio Carlomagno

El Santo Padre hizo una excepción, pensando a los valores que Europa debe reforzar

Motivaciones del Premio Carlomagno (Foto ZENIT cc).

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha recibido este viernes en el Vaticano, el Premio Internacional Carlomagno 2016, que reconoce la contribución dada por el Pontífice a la unidad europea y como voz de la conciencia en defensa de los valores de Europa.
La medalla del premio Carlomagno
El Santo Padre que no es favorable a recibir este tipo de galardones pero hizo esta excepción porque, tal y como dijo en su momento, quiere entregarlo a una Europa que debe reforzar su identidad cristiana.
Así en la Sala Regia del Palacio apostólico en el Vaticano, con la presencia de numerosas autoridades de nivel mundial, el alcalde de la ciudad alemana de Aquisgrán, Marcel Philipp, junto al director de la asociación Jurgen Linden, confirieron este premio ‘Para la unidad de Europa’.
En voz alta fue proclamado: “El 6 de mayo en el Vaticano (Roma) a su santidad el papa Francisco le es conferido el Premio internacional Carlomagno de Aquisgram en tributo a su extraordinario compromiso a favor de la paz, de la comprensión y de la misericordia en una sociedad europea de valores”.
La medalla que le fue entregada en las manos y no puesta al cuello, representa un antiguo sello con el emperador Carlomagno en su trono y tiene grabado: «Premio Carlomagno de Aquisgram 2016  Papa Francisco   Europa – una sociedad de valores».
Forma parte del premio un pergamino el cual indica: “Que el Santo Padre nos dé el coraje y la confianza para hacer nuevamente de Europa aquel sueño que hemos osado soñar durante 60 años”. El galardón concede también la suma simbólica de 5.000 euros.
Entre los presentes se encontraba el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz; el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker; y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. También estaba el rey de España, Felipe VI, y la canciller alemana Angela Merkel.
La Unión Europea (UE), está compuesta por 28 Estados ubicados en el continente europeo, desde donde hace más de 60 años no se registran guerras, un proceso de integración que inició en 1951 y establecida en 1993 con un tratado.
En el 2012 la Unión Europea recibió el premio Nobel de la Paz ‘por su contribución dada durante más de 60 años a la promoción de la paz y la reconciliación, de la democracia y de los derechos humanos’.
El papa Francisco estuvo el 25 de noviembre de 2014 en el Parlamento Europeo y ante la plenaria invitó a los eurodiputados a “construir juntos una Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, de los valores inalienables; una Europa que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente”.
El Premio Carlomagno fue concedido también Juan Pablo II, en el 2004, quien al recibirlo señaló: “La Europa a la que me refiero es una unidad política, es más, espiritual, en la que los políticos cristianos de todos los países actúen con la conciencia de las riquezas humanas que aporta la fe: hombres y mujeres comprometidos en hacer que estos valores sean fecundos, poniéndose al servicio de todos por una Europa del hombre, en el que resplandezca el rostro de Dios”.
El papa emérito Benedicto XVI en diversas ocasiones se batió en defensa de las raíces cristianas de Europa, invitando a reivindicarlas sin miedo y a redescubrirlas.

OBRA DE MISERICORDIA PARA MAYO: PERDONAR LAS INJURIAS




Comenzamos mayo. En este mes se nos propone reflexionar con el Plan de Formación de la diócesis sobre las obra de misericordia: Perdonar las injurias.
Tal y como recoge el cuaderno para la formación y reflexión sobre El Año de la Misericordia, se trata de experimentar el infinito perdón de Dios muestra de su también infinito amor. En este sentido, se recuerda que para que nuestro perdón se parezca algo a éste, es necesario unirnos al amor infinito de Dios.
"Solo desde la experiencia de un amor que me ama haga lo que haga, pase lo que pase; solo desde la experiencia de que el amor de Dios es un amor gratuito y no dependiente de mis actos o actitudes, podré empezar a perdonar las injurias que me puedan hacer. Porque habrá un amor primero y mayor que es capaz de sanar cualquier daño", indica el cuaderno de formación.

¿Te has consagrado a la Virgen María? Aquí un “método” seguido por grandes santos

REDACCIÓN CENTRAL,  (ACI).- San Luis María Grignon de Montfort en su “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen” propone un método de consagración a María seguido por grandes santos, con el que el Movimiento Lazos de Amor Mariano(LAM) prepara a miles de fieles en diversos países que desean consagrarse a la Madre de Dios.
En declaraciones a ACI Prensa, Wilson Tamayo, Subdirector General de LAM, explicó que en la historia de la Iglesia siempre se han dado actos de consagración a la Virgen, “pero lo que hace San Luis de Montfort es dar un paso más y decir que esta consagración no solamente es un acto devocional, sino que es un acto de entrega verdadera, entrega total”.
En este sentido, los temas de preparación que San Luis propone en su Tratado son desarrollados y profundizados durante 33 semanas en los grupos de consagración de Lazos de Amor Mariano. Esto da providencialmente 9 meses y es entendido simbólicamente como “una especie de gestación en María para nacer en Jesucristo”, señaló Tamayo.
Los contenidos que se trabajan se dividen en cuatro bloques y son en referencia al conocimiento del mundo, de uno mismo, de la Virgen y de Jesucristo. Al final los participantes realizan su consagración, generalmente en una fiesta mariana especial y con una Eucaristía solemne.
Dentro de los Papas y Santos que han destacado la Consagración a la Virgen María por el método de Montfort están el Beato Pío IX, quien afirmó que la verdadera devoción propuesta por San Luis es la mejor y más aceptable, mientras que San Pío X aprobó la fórmula de consagración del Santo.
San Juan Pablo II expresó en la encíclica Redemptoris Mater que le era grato recordar “la figura de San Luis María Grignion de Montfort, el cual proponía a los cristianos la consagración a Cristo por manos de María, como medio eficaz para vivir fielmente el compromiso del bautismo”.
Más adelante, al final de su vida, en una carta dirigida a la familiamontfortiana (2004), contó que en su juventud la lectura del “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen” le ayudó mucho porque allí encontró la respuesta a sus dudas sobre el temor del culto excesivo a María que podría dejar de lado la supremacía del culto a Cristo.
“Bajo la guía sabia de San Luis María comprendí que, si se vive el misterio de María en Cristo, ese peligro no existe. En efecto, el pensamiento mariológico de este santo ‘está basado en el misterio trinitario y en la verdad de la encarnación del Verbo de Dios’", señaló el Pontífice polaco.
Luego explicó que el lema “Totus tuus” que aparecía en su escudo episcopal se inspiraba en las enseñanzas de Montfort. “La doctrina de este Santo ha ejercido un profundo influjo en la devoción mariana de muchos fieles y también en mi vida. Se trata de una doctrina vivida, de notable profundidad ascética y mística, expresada con un estilo vivo y ardiente, que utiliza a menudo imágenes y símbolos”.
¿Cómo acceder a la preparación?
Los interesados en consagrarse a María según el método de San Luis María Grignon de Monfort pueden contactarse con el Movimiento Lazos de Amor Mariano, que actualmente se encuentra en varias ciudades de Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Venezuela, Panamá, Uruguay, Brasil, México y Perú.
Asimismo, con el objetivo de que más personas se consagren, el Movimiento ha creado la consagración online donde los fieles que tal vez tienen dificultades para unirse físicamente a algún grupo, pueden prepararse a través de internet con videos formativos y tutores virtuales, quienes los acompañarán en su proceso.
“No tengan miedo de recibir a María en su casa, de abrirle las puertas de par en par. Ella lo único que sabe hacer es llevarnos a Jesús y esta consagración es un tesoro de la Iglesia”, puntualizó Wilson Tamayo.
Lazos de Amor Mariano es una Asociación Privada de Fieles que nació en Colombia el 16 de julio de 1999, día de la Virgen del Carmen, encabezada por su actual director general Rodrigo Jaramillo. El movimiento se ha expandido rápidamente y a través de sus misioneros promueve el amor a la Virgen María, Jesús Eucaristía y al Papa.




Sigue en directo el premio Carlomagno al Papa Francisco


El Papa: ‘El llanto de Jesús es el antídoto contra la indiferencia’

En la Vigilia ‘Enjugar las lágrimas’, el Santo Padre escucha conmovedores testimonios, reza por los males del mundo y recuerda que la oración es la verdadera medicina para nuestro sufrimiento.

Francisco a los pies de la reliquia de las lágrimas de la Virgen de Siracusa
Francisco A Los Pies De La Reliquia De Las Lágrimas De La Virgen De Siracusa 
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Tenemos necesidad de la misericordia, del consuelo que viene del Señor. Todos lo necesitamos; es nuestra pobreza, pero también nuestra grandeza: invocar el consuelo de Dios, que con su ternura viene a secar las lágrimas de nuestros ojos. Así lo ha indicado el papa Francisco en su predicación tras los conmovedores testimonios que han protagonizado la vigilia “Enjugar las lágrimas” en la Basílica de San Pedro, celebrada en el marco del Año Jubilar haciendo referencia a una de las obras de misericordia ‘consolar al triste’. 
La familia Pellegrino fue tocada por el drama del suicidio de un hijo de 15 años. La historia de Felix Qaiser, refugiado político, periodista pakistaní católico que huyó a Italia para proteger a su familia. Maurizio Fratamico con su hermano gemelo Enzo, cuya conversión marca la historia de Maurizio, que siendo con gran éxito trabajador turístico perdió el sentido de la vida y que ahora lo ha encontrado de nuevo. 
El Santo Padre ha querido recordar que en los momentos de tristeza, en el sufrimiento de la enfermedad, en la angustia de la persecución y en el dolor por la muerte de un ser querido, “todo el mundo busca una palabra de consuelo”. Sentimos una gran necesidad de que alguien esté cerca y sienta compasión de nosotros, ha precisado. Asegurando que la razón por sí sola no es capaz de iluminar nuestro interior, de comprender el dolor que experimentamos y dar la respuesta que esperamos, en esos momentos  “es cuando más necesitamos las razones del corazón, las únicas que pueden ayudarnos a entender el misterio que envuelve nuestra soledad”.
Al respecto ha observado “cuántas lágrimas se derraman a cada momento en el mundo; cada una distinta de las otras” que “juntas forman como un océano de desolación, que implora piedad, compasión, consuelo”. Las más amargas –ha advertido– son las provocadas por la maldad humana.
El Pontífice ha aseverado que en este sufrimiento “no estamos solos”. También Jesús “experimentó una profunda conmoción y rompió a llorar” cuando murió Lázaro. Al repecto, el Santo Padre ha observado que esta descripción del Evangelio “muestra cómo Jesús se une al dolor de sus amigos compartiendo su desconsuelo”. Lágrimas que a lo largo de los siglos “han lavado a muchas almas, han aliviado muchas heridas”.
Asimismo, ha recordado a los presentes que “si Dios ha llorado, también yo puedo llorar sabiendo que se me comprende”. El llanto de Jesús –ha añadido– es el antídoto contra la indiferencia ante el sufrimiento de mis hermanos.
El Santo Padre ha explicado que ese llanto “enseña a sentir como propio el dolor de los demás, a hacerme partícipe del sufrimiento y las dificultades de las personas que viven en las situaciones más dolorosas”. Y ha añadido: “me provoca para que sienta la tristeza y desesperación de aquellos a los que les han arrebatado incluso el cuerpo de sus seres queridos, y no tienen ya ni siquiera un lugar donde encontrar consuelo”.
La oración –ha proseguido el Santo Padre– es la verdadera medicina para nuestro sufrimiento. La ternura de la mirada de Dios “nos consuela, la fuerza de su palabra nos sostiene, infundiendo esperanza”. En esta misma línea ha subrayado que “el amor de Dios derramado en nuestros corazones nos permite afirmar que, cuando se ama, nada ni nadie nos apartará de las personas que hemos amado”.
Para finalizar, ha indicado que la Madre de Jesús, con su manto “enjuga nuestras lágrimas”. Con su mano “nos ayuda a levantarnos y nos acompaña en el camino de la esperanza”.
A continuación, los presentes han escrito en un papel una intención de oración que han sido depositadas en unas cestas y entregadas en el altar para que se unan simbólicamente a la oración universal de los fieles.

Francisco recibe hoy el premio Carlomagno por ser “la voz de la conciencia” de Europa




El Papa Francisco recibirá hoy, 6 de mayo de 2016, el premio Carlomagno en la Sala Regia del Vaticano

Se trata de un galardón concedido a personas distinguidas por su aportación a la paz mundial, a la unidad de Europa y a la promoción de los valores del viejo continente.

Fue instituido en Aquisgrán, a finales de 1949 y el jurado lo forman algunas de las principales personalidades de la ciudad alemana.

El pontífice argentino se convertirá en el galardonado número 58 y en el segundo papa que lo recibe tras Juan Pablo II en 2004.

A la ceremonia de entrega acudirá la canciller alemana, Angela Merkel, los presidentes de la Comisión Europea, del Parlamento europeo y del Consejo de la UE. Todos ellos se reunirán con el Papa antes del acto. Además acudirán otras personalidades como el rey Felipe VI de España.

Habitualmente los papas no aceptan galardones, pero Francisco lo ha hecho y ha levantado grandes expectativas el discurso que pronunciará en el acto de entrega. De hecho, una de las motivaciones del premio es que se le considera "la voz de la conciencia” del viejo continente.

Cada colegio concertado ahorra al Estado 1,16 millones de euros. Si hay 2.453 colegios católicos concertados, la Iglesia ahorra al estado 2.850 millones de euros cada año.


Francisco en Santa Marta: ¿Cómo anuncio el Evangelio en mi vida?

Durante su homilía en Casa Santa Marta, el 22/4/2016, el Papa dijo que un cristiano debe anunciar el Evangelio como lo hicieron los apóstoles por el mundo entero. 

Para eso, explicó, es necesario ser hombres de esperanza, que confían en la ayuda de Dios y que saben que no les dejará en ningún momento.

FRANCISCO
"Podemos preguntarnos cada uno de nosotros: ¿Cómo es el anuncio en mi vida? ¿Cómo es mi relación con Jesús que intercede por mí? ¿Cómo es mi esperanza? ¿Creo de verdad que el Señor ha resucitado? ¿Creo que reza por mí el Padre?Cada vez que lo llamo Él está rezando por mí, intercede. ¿Creo de verdad que el Señor volverá, que vendrá? Nos hará bien preguntarnos esto sobre nuestra fe”.

Anuncio, esperanza e intercesión de Dios por los hombres. Francisco explicó que son tres aspectos importantes sobre los que se debe reflexionar.

Precisamente en este día el Papa cumple 43 años de su profesión religiosa solemne en la Compañía de Jesús.

Debemos dar testimonio cristiano sin temor a habladurías o críticas, advierte el Papa


Papa Francisco / Foto: L'Osservatore Romano


VATICANO,  (ACI/EWTN Noticias).- Durante la Misamatutina en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco continuó sus reflexiones sobre el papel del Espíritu Santo en la vida del cristiano para señalar que es el Paráclito quien da las fuerzas para soportar las persecuciones, sean grandes como las que pueden costar la vida, o pequeñas como las habladurías y las críticas.
El Pontífice recordó que estamos cercanos a Pentecostés y las lecturas se refieren más al Espíritu Santo, como el Evangelio de este lunes que habla de un doble testimonio: aquel del Paráclito que nos da el testimonio de Jesús y de nuestro testimonio.
Nosotros somos testigos del Señor con la fuerza del Espíritu, afirmó el Papa. Recordó que Cristo invita a los discípulos a no escandalizarse, porque el testimonio lleva consigo las persecuciones; desde las “pequeñas persecuciones de las habladurías” y las críticas, a aquellas grandes, de las cuales “la historia de la Iglesia está llena, que lleva a los cristianos a la cárcel o los lleva incluso a dar la vida”.
Ambas persecuciones son “el precio del testimonio cristiano”. Jesús advirtió que “’los echarán de las sinagogas, es más, llega la hora en la que quienquiera los asesinará, creerá que rinde culto a Dios’”.
Sin embargo, “el cristiano, con la fuerza del Espíritu, da testimonio de que el Señor vive, que el Señor ha resucitado, que el Señor está entre nosotros, que el Señor celebra con nosotros su muerte, su resurrección, cada vez que nos acercamos al altar. También el cristiano da testimonio, ayudado por el Espíritu, en su vida cotidiana, con su modo de actuar. Es el testimonio continuo del cristiano. Pero tantas veces este testimonio provoca ataques, provoca persecuciones”.
Luego el Papa abordó un pasaje del Hechos de los Apóstoles que refieren que el Señor abrió el corazón de una mujer llamada Lidia, una comerciante de púrpura que en la ciudad de Tiatira escuchaba las palabras de Pablo.
“Esta mujer, algo sintió dentro de sí que la empujaba a decir: ‘¡esto es verdad! Yo estoy de acuerdo con aquello que dice este hombre, este hombre da testimonio de Jesucristo. ¡Es verdad lo que dice!’ Pero, ¿quién ha tocado el corazón de esta mujer? ¿Quién le ha dicho: ‘escuchen, porque es verdad'?”, preguntó Francisco.
“Es precisamente el Espíritu Santo, que le hizo sentir que Jesús era el Señor; le hizo sentir a esta mujer que la salvación estaba en las palabras de Pablo; le hizo sentir un testimonio. El Espíritu da testimonio de Jesús. Y cada vez que nosotros escuchamos en el corazón algo que nos acerca a Jesús, es el Espíritu que trabaja dentro”, señaló.
“El Espíritu Santo que nos ha hecho conocer a Jesús es el mismo que nos empuja a hacerlo conocer, no tanto con las palabras, sino con el testimonio de vida”.
Por ello, antes de culminar, el Pontífice invitó a los fieles a “pedir al Espíritu Santo que venga a nuestro corazón, para dar testimonio de Jesús, decirle: ‘Señor, que yo no me aleje de Jesús. Hazme recordar lo que ha dicho y hecho Jesús. Y también ayúdame a llevar el testimonio de estas cosas. Que la mundanidad, las cosas fáciles, las cosas que vienen precisamente del padre de la mentira, del príncipe de este mundo, el pecado, no me aleje del testimonio”.

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Mike Hopkins, el astronauta que llevó al espacio al Santísimo. No quería dejar de comulgar y lo logró aun estando fuera de la Tierra

En la Estación Espacial Internacional hay un lugar en donde -a pesar de que esté lleno de equipo robótico- a los astronautas les gusta reunirse. Conocido como la Cúpula, es un módulo pequeño con siete ventanas de proyección hacia el exterior por donde los miembros de la tripulación pueden gozar vistas panorámicas de la Tierra.
En su primera y hasta ahora única misión al espacio, iniciada en septiembre del 2013, el astronauta Michael (Mike) Hopkins se encontraba deseoso de estar en la Cúpula.
Lo que vio le dejó maravillado. “Cuando ves la Tierra desde esa posición tan ventajosa y observas toda la belleza natural que existe, resulta difícil no permanecer allí y concluir que debe de haber una fuerza suprema que ha creado esto“, afirma Hopkins, quien es un fiel católico.
Conversión justo antes de partir
Era en la Cúpula donde Hopkins rezaba y cada cierto tomaba la Comunión… Sí, pues gracias a un acuerdo especial con la arquidiócesis de Galveston-Houston y con la ayuda del padre James H. Kuczynski, párroco de la iglesia Santa María Reina en Friendswood, Texas, que es la parroquia de Hopkins, el astronauta novato pudo llevar consigo un píxide con seis hostias consagradas partidas (cada una) en cuatro piezas.
Eran así suficientes para que pudiera comulgar una vez a la semana durante las 24 semanas que permanecería a bordo de la ISS (Estación Espacial Internacional/ siglas en inglés).
“Esto era extremadamente, extremadamente importante para mí”, cuenta Hopkins, hoy a sus 47 años de edad, quien creció en una zona rural en las afueras de Richland, Missouri, en una familia que pertenecía a los Metodistas Unidos.
Posteriormente completó la catequesis del Rito de Iniciación Cristiana de Adultos y se convirtió así en católico, justo antes de irse al espacio.
Su conversión, dice, no estuvo motivada solo porque su esposa y sus dos hijas adolescentes eran católicas, sino porque “yo sentí que algo faltaba en mi vida”.
Sólo con Jesús podía salir al vacío del espacio
Hopkins completó dos caminatas espaciales para cambiar una bomba del módulo, junto con su compañero astronauta Rick Mastracchio. Pero antes de salir de la ISS, Mike cuenta que también comulgó.
“Esas actividades pueden ser bastante estresantes” –continúa narrando a Catholic News Service desde su oficina en Houston, y agrega….: “Saber que Jesús estaba conmigo cuando salí fuera, al vacío del espacio, fue importante para mí“.
Cuenta Mike que las prácticas de fe son usuales, especialmente entre el grupo de astronautas católicos. Y se les respeta.
“Mis compañeros (en la ISS) sabían que yo tenía la Eucaristía conmigo”, corrobora. “De hecho, yo me coordinaba con mi comandante ruso. Él sabía de qué se trataba. Todos lo sabían, pero yo nunca traté de hacer alarde de ello y publicitarlo. Ellos respetaban mi fe y mi deseo de vivirla, incluso (allí) estando en órbita espacial”.

Viernes de la sexta semana de Pascua

Libro de los Hechos de los Apóstoles 18,9-18. 
Una noche, el Señor dijo a Pablo en una visión: "No temas. Sigue predicando y no te calles.
Yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano sobre ti para dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso que me está reservado".
Pablo se radicó allí un año y medio, enseñando la Palabra de Dios.
Durante el gobierno del procónsul Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra Pablo y lo condujeron ante el tribunal,
diciendo: "Este hombre induce a la gente a que adore a Dios de una manera contraria a la Ley".
Pablo estaba por hablar, cuando Galión dijo a los judíos: "Si se tratara de algún crimen o de algún delito grave, sería razonable que los atendiera.
Pero tratándose de discusiones sobre palabras y nombres, y sobre la Ley judía, el asunto les concierne a ustedes; yo no quiero ser juez en estas cosas".
Y los hizo salir del tribunal.
Entonces todos se apoderaron de Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon ante el tribunal. Pero a Galión todo esto lo tuvo sin cuidado.
Pablo permaneció todavía un cierto tiempo en Corinto. Después se despidió de sus hermanos y se embarcó hacia Siria en compañía de Priscila y de Aquila. En Cencreas, a raíz de un voto que había hecho, se hizo cortar el cabello.



Salmo 47(46),2-3.4-5.6-7. 
Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría;
porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra.

El puso a los pueblos bajo nuestro yugo,
y a las naciones bajo nuestros pies;
él eligió para nosotros una herencia,
que es el orgullo de Jacob, su predilecto.

El Señor asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas.
Canten, canten a nuestro Dios, canten,
canten a nuestro Rey.




Evangelio según San Juan 16,20-23a. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo."
La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.
También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar.
Aquél día no me harán más preguntas."



Leer el comentario del Evangelio por : San Gregorio de Nisa  
“Sabemos, en efecto, que la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el presente.” (Rm 8,22)