domingo, 5 de junio de 2016

Primos, una amistad especial. Dicen que un primo ve la primera lágrima, seca la segunda e impide la tercera

niñas




Estamos acostumbrados a hablar de los hermanos como los primeros amigos de nuestra infancia, y de ese modo a veces olvidamos, injustamente, el valor que nuestros primos tienen en los primeros juegos, en los primeros cambios y en los primeros afectos.
Digamos que la amistad entre primos es una amistad especial dentro de nuestra familia.
Eso hace que, aunque no sean parte de nuestra vida diaria, logran aún así tener un lugar privilegiado en nuestros pensamientos, así como quedarse siempre grabados profundamente en nuestras memorias.
Los primeros amigos, nuestra familia
Quien tuvo el gusto y el placer de crecer con primos a su lado sabe cuán deseados son los encuentros que tanto tardan en llegar, las tardes de juegos, las historias que contar, las noches platicando durante horas, las peleas y las paces que se hacen bajo la mirada de los adultos.
¡Pídanse disculpas y dense la mano! –decían nuestros padres y tíos. Cómo era difícil darse la mano, pero después de eso era fácil olvidar las peleas. ¿Por qué? Porque cuando éramos niños sabíamos que cada segundo de juego era un tesoro precioso que no podíamos perder, y quedar enojados significaba justamente eso.
Con nuestros primos aprendemos a relacionarnos más allá de las fronteras de nuestro hogar seguro, más allá de las normas diarias y de los apuros cotidianos, nos apartaban incluso de la realidad para entrar en un mundo de sueños que nos hacía volar a lugares llenos de fantasía y diversión.
Los primos, una amistad para siempre
Las tardes de juegos y los secretos compartidos hicieron de esos momentos de nuestra infancia algo memorable.
Aprendimos a compartir, a resolver conflictos, a enjugar lágrimas, a escuchar, a curar heridas, a hacer perfumes con flores, a buscar tesoros, a considerar valiosa toda la naturaleza y a obtener una sabiduría emocionalque nos transmitió la existencia de una conexión tan especial como la que se establece entre los hijos de hermanos.
La relación que los padres y los tíos mantienen se refleja muchas veces en el clima que se establece en los juegos y en las relaciones entre los propios primos.
Así, si los hermanos pasan tiempo juntos, terminan ayudando a crear entre sus hijos una relación duradera, bien establecida y libre de conflictos cotidianos que, a veces, pueden llegar a oscurecer la belleza de esa etapa y ese momento.
En la medida que vamos creciendo, surge entre los primos una complicidad especial que se transforma en una permanencia emocional única.
Sabemos que están ahí incluso cuando no nos veamos, somos conscientes de que la distancia física no puede afectar ese sentimiento, y podemos apoyarnos y ayudarnos unos a otros sin ninguna duda o vacilación.
Si esa relación está muy bien enraizada, puede llegar a durar toda la vida, transformándose en una amistad maravillosa dentro del árbol genealógico, una amistad que nos ayuda a diseñar una complicidadextrema, como un postre sabroso que hace sonreír, algunas veces de nostalgia, sí, pero sobre todo de felicidad.
Felicidad que marca una vida y muchas etapas, felicidad que no puede borrarse y que nos hará llevar siempre dentro de nuestro corazón la belleza de tener primos con nosotros.

¿Qué dijo el Papa Francisco sobre los cobros en las parroquias?


Foto L'Osservatore Romano

VATICANO,  (ACI).- La homilía de la misa matutina del Papa Francisco en la residencia Santa Marta ha tenido como protagonistas a aquellos que tienen la tentación de hacer negocio en las parroquias en lugar de servir para que la gente se encuentre con el Señor.
El Pontífice ha comentado el popular pasaje del Evangelio en el que Jesús expulsa a los mercaderes del templo. Según ha explicado, Jesús actúa de esta manera porque “el templo había sido profanado”, profanado “con el pecado tan grave que es el escándalo”.
Comentando la escena, el Santo Padre ha explicado que “la gente es buena, iba al Templo, no tenía en cuenta estas cosas; buscaba a Dios, rezaba… pero debía cambiar las monedas para poder hacer ofrendas”.
El Pueblo de Dios “iba al templo, no por esta gente, por los que vendían, sino que iban al templo a encontrarse con Dios” y “allí se daba la corrupción que escandalizaba al pueblo”.
A continuación, se refirió al escándalo que un cristiano puede generar con su comportamiento, “con nuestras costumbres no sacerdotales en el Templo, el escándalo del comercio, el escándalo de la mundanidad… Cuantas veces vemos que entrando en una iglesia, todavía hoy, está la lista de precios”, por recibir el bautismo, la bendición, las intenciones de la Misa, lo que hace que se escandalice el pueblo.
El Papa Francisco contó una anécdota sobre este asunto: “una vez, apenas ordenado sacerdote, estaba con un grupo de universitarios, y quería casarse una pareja de novios. Habían ido a una parroquia: pero querían casarse con una Misa. Y allí, el secretario parroquial dijo: ‘No, no se puede’, ‘¿Pero por qué no se puede con la Misa? Si el Concilio recomienda hacerlo siempre con una Misa…’- ‘No, no se puede, porque si dura más de 20 minutos no se puede’ -‘Pero ¿por qué?- ‘Porque hay otros turnos’ -‘Pero nosotros queremos Misa’- ‘Entonces paguen dos turnos’. Y para casarse con la Misa tuvieron que pagar dos turnos. Esto es un pecado de escándalo”.
Para aclarar el asunto, el Papa precisó que “cuando los que están en el Templo, sean sacerdotes, laicos, secretarios, que tienen que manejar la pastoral del templo, se convierten en negociantes, el pueblo se escandaliza”.
“Y nosotros somos responsables de esto. También los laicos, ¿eh? Todos. Porque si hoy veo que en mi parroquia se hace esto, debo tener la valentía de decírselo al párroco a la cara. Y la gente sufre ese escándalo. Es curioso: el Pueblo de Dios sabe perdonar a sus sacerdotes, cuando tienen una debilidad, resbalan hacia un pecado…. Sabe perdonar".
"Pero hay dos cosas que el Pueblo de Dios no puede perdonar: un sacerdote apegado al dinero o un sacerdote que maltrata a la gente. ¡Esto no lo perdona! Y el escándalo, cuando el Templo, la Casa de Dios, se convierte en una casa de negocios, como el matrimonio: se alquila la Iglesia”.
En definitiva, “no se puede servir a dos señores: o le das culto al Dios viviente o le das culto al dinero, a las riquezas”, dijo el Papa, quien a continuación dio las claves para entender por qué Jesús actúa de esta manera: “Pero, ¿por qué Jesús la ha tomado contra el dinero, contra las riquezas? Porque la redención es gratis, la gratuidad de Dios es la que Él viene a traernos, la gratuidad total del amor de Dios. Y cuando la Iglesia se convierte en negocio, se dice que… la salvación no es tan gratuita… Por esto Jesús coge el látigo en la mano para hacer este rito de purificación en el Templo”.
Para terminar, el Pontífice recordó que la liturgia de hoy celebra la Presentación de la Virgen en el Templo. “Que Ella nos enseñe a todos, a todos los párrocos, a todos los que tienen responsabilidades pastorales, a mantener limpio el templo, a recibir con amor a los que vienen, como si cada uno de ellos fuese la Virgen”, concluyó.

¿Cómo y por qué estar a solas ante la Eucaristía? Guía para la adoración al Santísimo Sacramento


WEB-SACRAMENT-FRIAR-ADORATION-CHURCH-LIGHT-Fr Lawrence Lew, O.P.-CC



Van a una propiedad, llamada Getsemaní, y dice a sus discípulos: ‘Sentaos aquí, mientras yo hago oración’. Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia. Y les dice: ‘mi alma está muy triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad’. Y adelantándose un poco, cayó en tierra y oraba que a ser posible pasara de él aquella hora” (Mc 14, 32-34).
Jesús usó, según el evangelio de san Juan, las palabras día y hora. La palabra día se relaciona con Dios, y la palabra hora se relaciona con el maligno.
La palabra “hora”, en el evangelio de san Juan, aparece siete veces; y siempre en referencia al demonio y a los momentos en los que Cristo estuvo en manos de los hombres.
Es por esto que Jesús, en el huerto de Getsemaní, quiso contrastar dos horas: una la del mal y la otra de unión amorosa con Cristo acompañándolo hasta la cruz. 
Y Jesús les dice a sus apóstoles: “¿No pueden velar una hora conmigo?”. En otras palabras Jesús quiso que ellos pasaran una hora de reparación para combatir la hora del mal.
En relación con la hora dolorosa de Jesús, en Paray le Monial (de donde partió la devoción moderna al Sagrado Corazón), santa Margarita María Alacoque recibió de Jesús este mandato: “En adelante, todas las semanas, la noche del jueves al viernes, practicarás una Hora Santa, para hacerme compañía y participar en mi oración del Huerto“.
Por tanto, si la devoción al Corazón de Jesús no se centra en la Eucaristía es una devoción truncada, pues la devoción al Corazón de Jesús tiene como expresión concreta el estar en actitud de adoración ante el Santísimo.
En una carta encíclica el papa Pío XI, sobre la expiación que todos deben al Sagrado Corazón de Jesús, señaló: “El Corazón de Jesús para reparar las culpas recomendó esto, especialmente grato para Él: que usasen las súplicas y preces durante una hora (que con verdad se llama Hora Santa), ejercicio de piedad no sólo aprobado, sino enriquecido con abundantes gracias espirituales” (Miserentissimus Redemptor, 9).
La oración personal durante una hora ante el Santísimo Sacramento, estando o no expuesto, consiste básicamente en esto: acompañar con el corazón al Señor en sus últimos momentos y buscar asimilar su amor puesto en ellos a nuestro favor.
Es pues una hora para aprender de Jesús, agradecer su sacrificio y para corresponder a su amor.
En este sentido se dice que la adoración ante el Santísimo sacramento es la prolongación de la misa.
¿Y qué es la misa? Es la actualización incruenta del sacrificio de Cristo en la cruz. Por tanto la adoración al Santísimo sacramento, en espíritu y en verdad, es una participación en la obra de la Redención y no una simple devoción.
Acuérdense (los fieles), de prolongar por medio de la oración ante Cristo, el Señor, presente en el Sacramento, la unión con él conseguida en la comunión y renovar la alianza que los impulsa a mantener en sus obras, costumbres y en su vida la que han recibido en la celebración eucarística por la fe y el Sacramento” (Decreto El Culto Eucarístico fuera de la Misa, 81).
Es importante estar ante el Santísimo y fijar la mirada en Él para crecer más en la fe contemplando su amor asiduamente y así identificarnos con Él.
Es lo que nos recuerda san Pablo: “Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos…” (2 Cor 3, 18).
Estar en la presencia del Santísimo es como salir a calentarnos un poco al sol, absorber sus rayos y recibir vida; no por nada la gran mayoría de las custodias parecen el sol con sus rayos.
Y así como el sol es la fuente natural de la energía que da vida, así también Jesús sacramentado es la fuente sobrenatural de todo amor y gracia.
Estar en la presencia del Señor genera una amistad íntima con él que nos entusiasma en la vida; cosa que no lo hacen muchas cosas como, por ejemplo, el estudio teológico y/o la acción apostólica. Esto es consecuencia de aquello.
Ni la formación teológica ni la experiencia pastoral, por sí solas, son suficientes para mantenernos enamorados de Jesucristo.
Debemos pues conocer más a Jesucristo, que saber más sobre Él; y para esto el trato personal con Él es fundamental. Y recordemos que el verbo conocer en lenguaje bíblico significa amar.
Pasar una hora ante el Señor sacramentado es fomentar un encuentro personal y profundo con Él. Él nos invita constantemente a acercarnos a Él, conversar con Él, y pedirle las cosas que necesitamos y para experimentar la bendición de su amistad.
la hora de adoración se puede ofrecer por varios motivos, especialmente por la conversión de los pecadores.
Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el “arte de la oración”, ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?” (Encíclica Ecclesia de Eucharistia, 25).
Para la hora de adoración personal la Iglesia no ha establecido nada; cada quien gestionará su hora de adoración como mejor crea conveniente; y, sin fijarse en el reloj, terminarla cuando se crea que se ha acabado.
Cada quién hará el esfuerzo de acercarse místicamente, por ejemplo, al significado de la gran humillación del Señor y de su sacrificio poco o nada valorado, poco o nada correspondido, etc.
Quizás podamos comenzar por visitar al Santísimo unos minutos al día y dos o tres veces por semana. Lo ideal es hacer de la visita al Santísimo un hábito diario de una hora que tendrá muchos frutos en nuestra vida espiritual.
Cuando nos encontramos en presencia de Jesús Sacramentado, lo primero es hacer un acto de fe y tomar conciencia de que Dios está ahí realmente presente. 
Y para empezar necesitamos silencio interior y recogimiento para visitarlo.
Si bien es cierto que podemos rezar con las palabras que espontáneamente pasen por nuestro corazón, cuando vamos a visitar al Señor Jesús por un tiempo más prolongado ayuda muchísimo preparar nuestra visita.
Hay muchos devocionarios eucarísticos que se pueden utilizar en nuestras visitas. En ellos encontraremos textos valiosos, oraciones de santos, oraciones de la Iglesia, etcétera.
Las posibilidades son muy variadas y nos ayudarán a mantenernos enfocados y concentrados sin dispersar la mente.
El fiel también se puede hacer ayudar de algunas pías devociones que hará en silencio y con la posturaque crea más conveniente sin que incomode a los demás fieles que hacen también su hora de adoración.
Dichas devociones pueden ser: leer el Evangelio, sobre todo la agonía del Señor y luego meditar lo leído; o hacer el rezo del Vía Crucis, con momentos de meditación; o rezar los misterios dolorosos del Rosario acompañados por alguna meditación, etc.
Con respecto a las devociones, éstas se pueden hacer sin importar el orden; como también se puede hacer una o varias.
Hay que tener en cuenta, al leer el Evangelio, que el Señor, del cual habla el Evangelio, está delante del fiel adorador.
Por tanto no hay que disociar nunca la presencia del Señor en el Santísimo con la lectura que hagamos ni con el Rosario que recemos. Que no esté la persona por un lado con su oración y por el otro el Señor allá solo. 
Volviendo al Evangelio, es muy recomendable la Lectio Divina. Esta práctica muy antigua es orar con la Palabra de Dios.
Ahora bien, puede ocurrir que a veces los fieles se puedan sentir muy cansados o muy contrariados por lo que les ha tocado vivir en la vida o en el día, o que estén pasando por una prueba muy seria.
En esos casos no se hace nada y/o no se dice nada. Simplemente es suficiente identificarse con el Señor sufrientesentarnos y descansar un rato en su presencia y compañía; ofrecer al Señor el dolor personal para permitir que su consuelo toque el corazón y lo llene de paz interior; y recibir su inspiración divina para encontrar luz en las difíciles circunstancias.
También se puede rezar con los salmos apropiados a la situación que se está viviendo.
Finalmente 3 recomendaciones:
1. Estar atentos. No propiciar distracciones: Apagar teléfonos móviles, por ejemplo.
2. Recordar: No es una hora de lectura.
3. Estar alerta. Alternar posiciones: Sentarse, arrodillarse, pararse con respeto. Se trata de no ponerse en situación cómoda de dormir.
Como se decía antes, no hay un “ritual” para ser vivido a nivel personal; aun así a manera de propuesta, el fiel puede tener en cuenta el siguiente esquema muy personal que practico y quiero compartir:
1. El fiel se persigna.
2. Oración de preparación (espontánea o propuesta).
3. Lectura espiritual (de libre elección) y meditación. Lectio divina.
4. El santo rosario y/o viacrucis y/o liturgia de las horas.
5. Oración personal. Privilegiar este momento.
6. Comunión eucarística espiritual (a través de una oración personal o propuesta).
7. Estación ante el Santísimo.
8. Alabanzas de desagravio.
9. Oración final (puede ser personal o propuesta).
10. El fiel se santigua.
En la oración personal, el punto cinco, más que hablarle al Señor es crear un momento de silencio.
El silencio es capaz de abrir un espacio interior en lo más íntimo de nosotros mismos para hacer que allí actúe Dios, para que su Palabra permanezca en nosotros, para que el amor a Él arraigue en nuestra mente y en nuestro corazón y anime nuestra vida.
En este momento conviene no sacar tanto oraciones escritas cuánto escuchar más. No digamos: Oye, Señor, que tu siervo te habla, sino habla, Señor, que tu siervo escucha.
Claro, no es fácil hacer silencio porque llevamos mucho ruido interior y, más aún, hay ruido exterior. Pero a adorar se aprende adorando y el silencio interior algún día llegará.
Hay que dejarse amar y abrazar por el Señor en cada momento de adoración. Eso es entrar en su intimidad.
ORACIÓN DE PREPARACIÓN:
Oh Dulcísimo Jesús, que escondido bajo los velos eucarísticos, escuchas piadoso nuestras súplicas humildes, para presentarlas al trono del Altísimo, acoge ahora los anhelos ardientes de nuestros corazones. Ilumina nuestras inteligencias, reafirma nuestras voluntades, revitaliza nuestra constancia y enciende en nuestros corazones la llama de un santo entusiasmo, para que, superando nuestra pequeñez y venciendo toda dificultad, sepamos ofrecerte un homenaje no indigno de tu grandeza y majestad y adecuado a nuestras ansias y santos deseos. Amen. (Pío XII).
COMUNIÓN EUCARISTICA ESPIRITUAL:
Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.(Pausa en silencio para adoración).
Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén. (San Alfonso María de Ligorio).
O bien.
Creo, Jesús mío, que eres el Hijo de Dios vivo, que has muerto en la cruz por mí, y estás ahora real y verdaderamente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te pido perdón de todos mis pecados. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte. Ven a mi corazón. Te abrazo. No Te apartes jamás de mí.
O bien: Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos. Jaculatoria: ¡¡Señor mío y Dios mío!!
O bien: Eterno Padre os ofrezco la Sangre, el Alma, el Espíritu, el Cuerpo y la Divinidad preciosísima de Tu Hijo Jesús en expiación de mis pecados, los pecados del mundo entero y las necesidades de nuestra Santa Iglesia católica. Amén.
ESTACIÓN AL SANTÍSIMO:
Cinco Padrenuestros, Avemarías y Glorias (por las cinco llagas).
ALABANZAS DE DESAGRAVIO:
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima, la excelsa Madre de Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción a los Cielos.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
ORACIÓN FINAL:
Tú eres el Cristo, Hijo de Dios vivo, Tú eres quien revela al Dios invisible, el primogénito de toda creatura, el fundamento de todas las cosas; Tú eres el maestro de la humanidad, Tú eres el Redentor; Tú naciste, moriste y resucitaste por nosotros; Tú eres el centro de la historia y del mundo; Tú eres aquel que nos conoce y nos ama; Tú eres el compañero y el amigo en nuestra vida; Tú eres el hombre del dolor y de la esperanza; Tú eres quien debe venir y el que ha de ser un día nuestro juez, y en quien nosotros esperamos nuestra felicidad. Amén. (Pablo VI).