sábado, 31 de marzo de 2018

En la noche : Santa Vigilia Pascual





Libro del Exodo 14,15-31.15,1a. 
Después el Señor dijo a Moisés: "¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.
Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie.
Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros.
Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros".
El Angel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de delante hacia atrás,
interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron,
y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda.
Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar.
Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos.
Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: "Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto".
El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros".
Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.
Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó.
Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda.
Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar,
y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor.
Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:

Libro del Exodo 15,1b-2.3-4.5-6.17-18. 
«Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria:
él hundió en el mar los caballos y los carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección,
él me salvó.
El es mi Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.

El Señor es un guerrero,
su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército,
lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.

El abismo los cubrió,
cayeron como una piedra en lo profundo del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza,
tu mano, Señor, aniquila al enemigo.

Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia,
en el lugar que preparaste para tu morada,
en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.
¡El Señor reina eternamente!»


Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-11. 
Hermanos:
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.
Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.
Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios.
Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Evangelio según San Marcos 16,1-7. 
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús.
A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro.
Y decían entre ellas: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?".
Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.
Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas,
pero él les dijo: "No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto.
Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho". 

5 cosas que tal vez no sabías del Bautismo católico


“Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión”, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (CCI 1213). Aquí 5 cosas que tal vez no sabías de este Sacramento, puerta para los otros sacramentos.
1. Se inició con los Apóstoles
“Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: ‘Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo’ (Hch 2,38)” (CCI 1226).
San Higinio, pontífice aproximadamente entre los años 138 al 142, instituyó el padrino y la madrina en el bautismo de los recién nacidos para que guíen a los pequeños en la vida cristiana.
2. Tiene varios nombres
Bautizar, del griego “baptizein”, significa “sumergir” o “introducir dentro del agua”. Esta inmersión simboliza el acto “el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él” (CCI 1214).
Este Sacramento también es llamado “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”, así como “iluminación” porque el bautizado se convierte en “hijo de la luz”.
San Gregorio Nacianceno decía que es “Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”.
3. Se renueva cada año
“En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana” (CCI 1254).
4. Puede bautizar un no bautizado
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1256) que “son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria”.
“La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16)”(CCI 1253).
5. Sello único y permanente
“El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado” (CCI 1272).

¿Es Tierra Santa la Tierra Prometida?


Responde el padre Charles K. Samson autor de "Vengan y vean: Guía católica para la Tierra Santa"

El padre Charles K. Samson es sacerdote en la archidiócesis de San Luis, Misuri, y autor de lo que describe como una “guía portátil que mezcla arqueología, la Escritura, historia cristiana antigua, teología, oración” y su propia experiencia en Tierra Santa. Todo un desafío de tarea, y es decir poco.
Sin embargo, el padre Samson parece ser la persona apropiada para llevar a cabo esta empresa: obtuvo su grado en Teología Sagrada en la Pontificia Universidad Gregoriana y una licenciatura en Escritura Sagrada en el Pontificio Instituto en Roma, tiempo durante el cual estudió lenguaje, historia y arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Como doctorando en el departamento de Teología Bíblica de la Pontificia Universidad Gregoriana, ahora el padre Samson ayuda a dirigir el Retiro y Peregrinación a Tierra Santa del Seminario Kenrick-Glennon y ofrece a todos los interesados en la visita un ejemplar de Come and See: A Catholic Guide to the Holy Land [Vengan y vean: Guía católica para la Tierra Santa], un libro escrito no solo para los peregrinos, sino también los católicos que viven en la región. Todas las ganancias de las ventas del libro se distribuirán al Seminario Patriarcal Latino en Beit Jala, Palestina.
Aleteia: Comúnmente se piensa en la arqueología bíblica como una actividad relacionada principalmente con excavaciones en Israel, la Tierra Prometida. Sin embargo, un examen más detenido podría revelar que La Tierra Santa se compone también de otros territorios (Siria, Jordania, Líbano, Palestina, Irak y demás). ¿Estaría usted de acuerdo en diferenciar Tierra Prometida de Tierra Santa? ¿Es esto algo que podamos encontrar en su libro?
Padre Samson: Estaría de acuerdo con tal diferenciación, aunque no sin algunas observaciones. La antigua tierra de Canaán —también llamada Tierra Prometida, que los romanos nombraron “Palestina”— es la que Dios mostró a Moisés desde la cima del monte Nebo (Deuteronomio 34,1-3). 
En la terminología actual, eso significaría que Moisés vio todas las franjas de tierra que pertenecen tanto al Estado de Israel como a la Autoridad Palestina, cuya tierra se conoce comúnmente como Cisjordania, a la orilla oeste del río Jordán. 
De hecho, hoy en día, si uno se aventura hasta la cima del monte Nebo (que está en Jordania) y mira hacia el este, se pueden ver, en un panorama ciertamente espectacular, las inmensas franjas de tierra que se extienden desde el mar de Galilea hasta el sur del mar Muerto. Esta es la tierra de la que habló el Señor a Moisés: “Esta es la tierra que prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, cuando les dije: ‘Yo se la daré a tus descendientes’. Te he dejado verla con tus propios ojos” (Deuteronomio 34,4).
Deberíamos subrayar algunas cosas de toda esta discusión. En primer lugar, muchos peregrinos identifican la “Tierra Prometida” simplemente con “Israel”, la cual asocian inconscientemente con la Israel de hoy en día. Al hacerlo, estos peregrinos pasan por alto sin darse cuenta el hecho de que, en realidad, partes de la tierra prometida por Dios a los hebreos incluyen territorios pertenecientes a la actual Palestina. Por tanto, creo que es mejor hablar, en el marco de peregrinaciones, bien de “Tierra Prometida” o bien de “la Tierra del Antiguo Israel”, en vez de llamarlo a todo simplemente “Israel”. 
En segundo lugar, además, sin duda debería hacerse una distinción entre “Tierra Prometida” y “Tierra Santa”, ya que en realidad la “Tierra Santa” se extiende más allá de los territorios de la antigua Canaán, incluyendo partes de lo que ahora es Jordania, localizada en el lado oriental del río Jordán (de ahí el nombre del país). El que esta tierra debiera incluirse en la denominación “Tierra Santa” se basa, entre otras cosas, en el hecho de que, según leemos en el historiador eclesiástico Eusebio, se cree que los cristianos judíos que vivían en Jerusalén huyeron de la Ciudad Santa antes de que Tito la quemara y emigraron cruzando el río Jordán para vivir en Pella, que era parte de una región de la Tierra Santa denominada “Transjordania” (porque estaba “más allá” —trans, en latín— del río Jordán).
Así que, recapitulando, esto es lo que deberíamos sacar en claro de este debate: por “Tierra Prometida” deberíamos entender la tierra de la antigua Canaán / “Palestina” romana / Estado de Israel y Autoridad Palestina actuales… Estos tres elementos son más o menos sinónimos; por “Tierra Santa” deberíamos entender la Tierra Prometida y secciones de tierra cercana más allá del río Jordán y ubicadas hoy en Jordania. En efecto, estas consideraciones se encuentran en mi libro, que contiene también mapas y diagramas complementarios que explican cómo se ordenaba la Tierra Santa en tiempos de Jesús, particularmente.