viernes, 19 de mayo de 2017

Viernes de la quinta semana de Pascua


Libro de los Hechos de los Apóstoles 15,22-31. 

En aquellos días, los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos,
y les encomendaron llevar la siguiente carta: "Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia.
Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto,
hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo,
los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje.
El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber:
que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós".
Los delegados, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía donde convocaron a la asamblea y le entregaron la carta.
Esta fue leída y todos se alegraron por el aliento que les daba.

Salmo 57(56),8-9.10-12. 
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar al son de instrumentos:
¡despierta, alma mía!
¡Despierten, arpa y cítara,
para que yo despierte a la aurora!

Te alabaré en medio de los pueblos, Señor,
te cantaré entre las naciones,
porque tu misericordia se eleva hasta el cielo
y tu fidelidad hasta las nubes.
¡Levántate, Dios, por encima del cielo,
y que tu gloria cubra toda la tierra!



Evangelio según San Juan 15,12-17. 
Jesús dijo a sus discípulos:
«Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.
No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»

8 tips para vivir el mes de María

Virgen María con Jesús / Flickr Lawrence OP (CC-BY-NC-ND-2.0)

“Gran cosa es lo que agrada a Nuestro Señor cualquier servicio que se haga a su Madre”, decía Santa Teresa de Jesús. Por ello en mayo, mes de María, aquí algunos consejos que podrán ayudarte a vivir más intensamente estos días marianos.
1. Ambientar un lugar
Lo primero es ambientar la casa, la oficina o el lugar donde uno se encuentre. Hay hogares o centros de trabajo católicos que suelen armar un altar, en un lugar especial, con una estatua o cuadro de la Virgen, adornado de flores y telas.
En la oficina se puede poner una estampa al lado del teclado o una imagen de nuestra Señora como fondo de pantalla de la computadora y también del celular.
2. Lectura sobre la Virgen
Para profundizar más en las maravillas que Dios ha obrado y sigue obrando en la Virgen, es recomendable leer algunos pasajes bíblicoscomo la Anunciación, el Nacimiento de Jesús, la presentación del niño en el templo, y María al pie de la cruz.
Por otra parte, un hecho que también contiene muchos mensajes para el mundo y de labios de la propia Madre de Dios es la aparición de la Virgen de Fátima, a los tres pastorcitos, cuya fiesta es el próximo 13 de mayo, en la que habrán celebraciones especiales por el centenario de las apariciones.
3. Rezo del Rosario
Como se sabe, el rezo del Santo Rosario es una de las oraciones predilectas de la Iglesia que la misma Santísima Virgen le enseñó a rezar a Santo Domingo de Guzmán.
Dentro de las promesas de la Reina del Rosario tomadas de los escritos del Beato Alano de la Rupe están: prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario; el alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá.
4. Participar de procesiones
Una costumbre que aún se vive en algunos pueblos es el rezo de la aurora, en el que un grupo de fieles sale en procesión por las calles a tempranas horas con una imagen de la Virgen e invocando el auxilio de María con el Rosario, oraciones marianas y cantos.
5. Recibir los sacramentos
Asimismo, no puede haber verdadera devoción a la Virgen si no se participa de los sacramentos, especialmente de la Reconciliación y la Eucaristía donde Jesús espera a sus hermanos con los brazos abiertos.
6. Hacer obras de Misericordia
Convencidos del amor de María por la humanidad y fortalecidos con las gracias sacramentales de nuestro Señor Jesucristo, es tiempo de salir a la acción ayudando por ejemplo a alguna madre embarazada en necesidad o visitando el asilo de ancianos, en el que siempre hay alguna mujer mayor que se siente sola e incomprendida.
7. Apostolado
Es importante transmitir esta fe a las futuras generaciones y hace bastante bien a los niños, adolescentes y jóvenes el hablarles de lo mucho que la Virgen los ama como mamá y enseñarles a rezar a la Madre de Dios.
8. Regalar objetos bendecidos
También se recomienda regalar alguna medalla de la Medalla Milagrosa o el Escapulario de la Virgen del Carmen, bendecidos por algún sacerdote, para que siempre que vean la imagen se acuerden de la cercanía de la Madre de Dios y de lo mucho que los estimaba quien la regaló.

Los 15 beneficios prometidos por la Virgen a quien reza el Rosario


Este es el contenido de las revelaciones al monje dominico Alan de la Roche

Las quince promesas de la Virgen a quien reza el Rosario. Las recoge el padre Livio Fanzaga con Saverio Gaeta en “Il Santo Rosario. La preghiera che Maria desidera” (El Santo Rosario. La oración que María desea, Sugarco edizioni)
El codificador más importante del Rosario fue el monje dominico Alan de la Roche, que murió en 1475 y está considerado el apóstol de la devoción por el Rosario en varios países de Europa. En sus memorias, Alan narra que recibió directamente de la Virgen quince promesas válidas para todos los devotos del santo Rosario, aún hoy de gran actualidad y que manifiestan la intensidad del amor que la Virgen siente por todos nosotros.
Primera promesa
“A todos los que recen devotamente mi Rosario, prometo mi especial protección”.
Es una garantía que la Virgen ha repetido muchas veces, y que recuerda la antigua oración Sub tuum praesidium (Bajo tu amparo nos acogemos).
Segunda promesa
“El que persevere en el rezo de mi Rosario recibirá gracias poderosísimas”.
Tercera promesa
“El Rosario es un arma poderosa contra el infierno: destruirá los vicios, librará del pecado y abatirá las herejías”.
Se trata de una promesa muy particular: aunque no se nombra a satanás, se habla de la lucha contra el infierno.
Cuarta promesa
“El Rosario hará florecer de nuevo las virtudes y las obras buenas, y obtendrá a las almas la más abundante misericordia de Dios”.
Esto nos impulsa a comprender que el Rosario rezado con Maria hace florecer en nosotros la vida y la imagen de la Virgen.
Quinta promesa
“El que confíe en mí rezando el Rosario no será oprimido por las adversidades”.
Satanás por una parte nos persigue y por la otra nos seduce, utilizando siempre su arma más insidiosa que es el desánimo. María se pone a nuestro lado y nos asegura que el que reza el Rosario encontrará siempre cerca su corazón maternal, dispuesto a sostenernos y a ayudarnos.
Sexta promesa
“Quien rece el Rosario meditando sus misterios no será castigado por la justicia de Dios: se convertirá si es pecador, crecerá en gracia si es justo y será hecho digno de la vida eterna”.
Con estas palabras se subraya que el Rosario traza una vía de santidad porque, rezado con María, hace que seamos guiados por ella. La Virgen ilumina el camino.
Séptima promesa
“Los devotos de mi Rosario, en la hora de la muerte, no morirán sin sacramentos”.
Viene a la mente una página de san Alfonso María de Ligorio, en su obra de arte, “Las glorias de María“, donde se dice que en el momento de la muerte, cuando los demonios se coaligan en el intento de llevar el alma a la desesperación, la Virgen debe ser invocada en la oración.
Octava promesa
“Los que rezan mi Rosario encontrarán, durante la vida y en la hora de la muerte, la luz de Dios y la plenitud de sus gracias, y participarán de los méritos de los beatos en el paraíso”.
Novena promesa
“Cada día libraré del purgatorio a las almas devotas de mi  Rosario”.
Por varias revelaciones privadas, en las que la Virgen se presenta como Reina del purgatorio y Reina de las almas purgantes, sabemos que la Virgen ha obtenido de Dios gracias especiales al respecto.
Décima promesa
“Los verdaderos hijos de mi Rosario gozarán de una gran gloria en el cielo”.
¿De qué gloria está hablando María? De la gloria de la que está revestida ella misma, haciendo reflejar en ellos su propia imagen, su propio fulgor.
Undécima promesa
“Todo lo que se pida mediante el Rosario será obtenido”.
Es la promesa de la intercesión más plena, que comprende en particular la gracia de la conversión.
Duodécima promesa
“Los que propaguen mi Rosario serán socorridos por mi en cada una de sus necesidades”.
Una referencia que podría referirse por ejemplo a los misioneros y misioneras que se empeñan de varias formas para difundir esta devoción, creando confraternidades, animando grupos de oración, difundiendo los rosarios.
Décimo tercera promesa
“He obtenido de mi Hijo que todos los devotos del Rosario tengan como hermanos en la vida y en la hora de la muerte a los santos del cielo”.
María, lo sabemos, es la Reina de todos los santos, y en el momento de la muerte, ella misma viene con todos los santos para hacernos partícipes de su comunión.
Décimo cuarta promesa
“Los que reciten mi Rosario fielmente serán todos hijos míos amadísimos, hermanos y hermanas de Jesús”.
Rezando el santo Rosario nos profesamos hijos de María. Por ello ella se manifestará a nosotros como Madre y así tendremos un lugar especial en su corazón maternal y bajo su manto.
Décimo quinta promesa
“La devoción a mi Rosario es un gran signo de predestinación”.
Ninguno de nosotros está seguro de ir al paraíso o al purgatorio, aunque obviamente todos esperamos no ir al infierno.