jueves, 28 de septiembre de 2017

Virtudes y actitudes que todo catequista necesita tener


12 claves para responder con amor a la invitación de Dios

Ser catequista es responder a un llamado. Es Dios quien toca al corazón de la persona y le pide que hable en su Nombre. Es una vocación de vida, una misión, un reto que implica una enorme responsabilidad de hablar de LA VERDAD y con la verdad. Y aún más importante, VIVIR EN LA VERDAD. Es decir, con congruencia, sin hipocresías. Ser catequista es una invitación personal de Dios a la cual hay que responder con amor y prontitud porque “la mies es mucha, pero los obreros pocos”.
Ser catequista es una de las tareas más importantes y valiosas que Dios le puede encomendar a una persona. Le confía en sus manos la formación de almas-generalmente las de niños-. De ella -y obviamente de sus padres- aprenderá lo que realmente es amar a Dios, cómo hacerlo; a alcanzar la plenitud y la vida eterna. ¡Ser catequista es un privilegio!
Todo buen catequista sabe que su formación debe ser integral y que esta no termina nunca. Alguna vez en mi vida Dios me dio la oportunidad de dirigir por algunos años un catecismo donde tenía a mi cargo 40 catequistas y 300 alumnos que iban desde los 4 hasta los 15 años, además de padres de familia. En ese entonces tomé un fabuloso curso para formación de catequistas en la “Escuela de la Fe” y aprendí que hay ciertas virtudes y actitudes que todo catequista debe tener y las cuales debe de ir pulir y perfeccionando con el paso del tiempo.Ahora te las comparto:
1. Vida de Piedad. La piedad es una virtud que nos hace sentir profundamente hijos de Dios. La vida de piedad son todos esos actos de amor que nos hacen crecer en amor de Dios.
Los medios para educar la vida de piedad son:
• Comenzar y terminar el día agradeciendo a Dios.
• Lectura de los Evangelios para enamorarse de Jesús.
• Dirección espiritual.
• Tener un plan de vida -o vida de piedad- concreto el cual hay que hacer diariamente: lectura espiritual, oración mental, rezo del Rosario, Rezo del Ángelus, visita al Santísimo, etc.
• Recepción daría de la Eucaristía en la Santa Misa.
• Confesión sacramental semanal.
• Retiros espirituales.
• Examen de consciencia diario.

Los frutos de vivir una vida de piedad:
• Vivir enamorados de Dios y de sus obras.
• Amar a Dios por sobre todas las cosas.
• Amar al prójimo como a uno mismo.
• Ser luz para los demás.

2. Disciplina. Es el esfuerzo constante de la voluntad por cumplir las normas que rigen los deberes del propio estado de vida, a pesar de las dificultades exteriores y de los estados de ánimo adversos.
Los medios para educarla son:
• Formación de la voluntad.
• Cuidar los detalles.
• Exigencia de los propios deberes sin necesidad de un vigilante.
• Automotivación.
• Puntualidad.
• Autocontrol de nosotros mismos.
• Cumplimiento de unos momentos fijos del horario todos los días.
• Ejercer la autoridad con justicia, sin miedo al rechazo.
• Establecer reglas claras y definidas sobre la base de verdaderos valores.
• Explicar el sentido de las reglas establecidas.

Los frutos de ser disciplinado son:
• Dominio de las pasiones.
• Señorío y control de nosotros mismos.
• Perseverancia en la vocación.
• Fuerza para lograr metas.
• Fuerza para superar las tentaciones.

3. Verdadero amor. Es buscar el bien del otro, a pesar de los intereses personales.
Es una actitud que se caracteriza por la entrega que busca la felicidad de los demás sin condiciones de recibir.

Los medios para educar el verdadero amor son:
• Servicio constante.
• Sacrificio de los propios gustos. No supone renunciar a los propios principios.
• Motivación sobrenatural.
• Trato igual para todos.
• Servicio detallado. La caridad ostentosa no deja de causar sospechas.
• Servicio oculto. Dios que ve en lo oculto te recompensará.
• Hablar bien de todos y callar sus defectos.

Los frutos de practicar el verdadero amor son:
• Servicio auténtico a los demás, incluso a los que no saben agradecer.
• Control del egoísmo.
• Generosidad.
• Perdón a todos.
• Comprensión. No herir los sentimientos ajenos.
• Paciencia, cuando la gente no lleva tu paso.
• Sacrificio callado.

4. Convicción. Es la seguridad de poseer principios humanos, éticos o religiosos válidos y fundamentados.
Los medios para educarla son:
• Conocimiento de los principios de la recta razón y del Evangelio por el estudio.
• Saber los fundamentos o razones que validan los propios principios.
• Valoración de los propios principios conociendo sus frutos.
• Defender razonadamente los propios principios.
• Experiencias para descubrir el valor de los propios principios.
• Autoexamen para analizar la fidelidad a nuestros principios.
• Seguir siempre los consejos de un buen confesor o director espiritual.

Los frutos de vivir la convicción son:
• Identidad en la personalidad, definición de los propios criterios de acción.
• Estabilidad emocional. Sentido de ubicación.
• Defensa ante influjos nocivos del ambiente.
• Continuidad en los trabajos porque actúa por razones.

5. Comunicación asertiva. Es la capacidad para expresar con exactitud un mensaje según la capacidad de la persona que tratamos. Es también la capacidad de escuchar atentamente para comprender el mensaje de quienes nos hablan.
Los medios para educarla son:
• Hablar en positivo.
• Expresión sincera y sentida del mensaje.
• Uso de lenguaje sencillo, claro y directo.
• Escuchar con interés haciendo pequeñas preguntas aclaratorias a quien nos habla.
• No interrumpir a quien nos habla.
• Dar la palabra a quien desea hablar.
• Conversar sobre temas de interés para los demás por encima de nuestro propio gusto.
• Narrar vivencias y hechos de vida por encima de las ideas o explicaciones teóricas.
• Expresión serena y clara.
• Gestos tranquilos de las manos, que acompañen, pero no suplan al lenguaje hablado.

Los frutos son:
• Comprensión mutua y sin malentendidos.
• Convivencia serena.
• Mejor solución de los conflictos normales.
• Transmisión clara y precisa del mensaje.
• Motivación mayor en quien nos escucha.

6. Trato amable y cordial. Es el conjunto de gestos amables y corteses que damos a los demás durante los encuentros humanos para facilitar y hacer más agradable la convivencia.
Los medios para educar el trato amable y cordial son:
• Saludos espontáneos y sinceros.
• Conversaciones amenas y respetuosas.
• Cede el lugar más importante y cómodo a los otros.
• Atiende al que llega.
• Sonreír de corazón a los demás.
• Examinar el propio comportamiento cada día.
• Aceptar las correcciones para rectificar nuestros defectos.
• Cultivar la expresión serena y amable del rostro.

Los frutos de un trato amable y cordial son:
• Amistad sincera.
• Trabajo más atractivo.
• Serenidad de espíritu.
• Facilita la comunicación.
• Detalle de caridad.
• Dignifica y eleva a la persona.

7. Responsabilidad. Es la respuesta eficaz de alguien ante algo. Es la capacidad de asumir las consecuencias de los propios actos y decisiones.
Los medios para educar la responsabilidad son:
• Fijarse metas y fechas para conseguirlas.
• Avisar cuando una dificultad frena un trabajo.
• Puntualidad.
• Prever dificultades o necesidades.
• Analizar el propio programa de trabajo y acomodarlos según nuevas necesidades.
• Tener orden en las propias cosas.
• Entregar todos los trabajos a tiempo y bien realizados.
• Distinguir lo bueno de lo mejor, para superarse y no frenarse en excesivos detalles.
• Comprometerse a lo que se puede, no a los milagros.

Los frutos de vivir la responsabilidad son:
• Avances en los propios deberes.
• Cumplir los compromisos adquiridos.
• Resultados mejores y más seguros.
• Seguridad ante las dificultades.
• Confianza en quienes dependen de la persona responsable.

8. Limpieza y buena presentación. Es presentarnos siempre limpios y con buen gusto ante los demás. Arreglarse con la dignidad que nuestra persona merece.
Los medios para educarla son:
• Aseo y arreglo personal diario.
• Limpieza en los materiales de catequesis.
• Orden en la propia recamara.
• Vestir con sencillez y buen gusto.
• Apreciar la hermosura del arte y lo creado.
• Coser, planchar o desmanchar la ropa, aunque sea muy usada.
• Comer siempre con educación y buenas maneras.
• Respetar y tolerar a quienes descuidan su presentación.

Los frutos de ser limpios y de tener buena presentación son:
• Trato caritativo y de estima a los demás.
• Mostrar a los demás que nos importan.
• Testimonio de disciplina y esfuerzo.
• Higiene y salud.
• Cultivo del valor artístico.
• Educación de la sensibilidad y buen gusto.
• Facilita la comunicación y aceptación del mensaje que transmitimos.
• Dignifica y eleva a la persona.

9. Constancia. Es el esfuerzo continuo y constante por conseguir una meta.
Los medios para educar la constancia son:
• Cumplir siempre un compromiso, aunque exija disminuir el sueño, una diversión sana o algo de mucho interés.
• Tener un horario personal.
• Puntualidad.
• Preparar siempre las clases de catequesis.
• Concederse pocas excepciones en el trabajo.
• No abandonar nunca una misión sin la aprobación de la autoridad.

• Los frutos de vivir la constancia son:
Fortalecimiento de espíritu
• Voluntad firme
• Disminución del estrés
• Vivir en la virtud por la constante repetición del hábito operativo bueno.

10. Respeto. Es admitir diferentes criterios o costumbres a otros con el testimonio de los propios valores al mismo tiempo.
Los medios para educar el respeto son:
• Convicción en los propios criterios o costumbres.
• Solidaridad con el apoyo sincero a quienes lo necesitan, aunque tengan diferentes principios.
• No criticar a quienes siguen otros criterios.
• Vivir sinceramente los propios valores.
• Exigir respeto a quienes nos tratan con intransigencia.
• Defender con serios fundamentos los propios valores.

Los frutos de vivir el respeto son:
• Permitir el pluralismo necesario en la sociedad para que todos todos tengan las mismas oportunidades y puedan ejercer sus cualidades.
• No renunciar a los propios valores.
• Armonía social, porque se respeta el derecho de todos.
• Difusión de los propios valores por el auténtico testimonio.
• Desinterés sincero en el servicio a los demás.

11. Hablar lo bueno y callar lo malo. Es practicar la caridad de palabra difundiendo lo positivo y respetando los fallos ajenos.
Los medios para educarla son:
• Acudir a quienes tienen autoridad y pueden resolver los problemas.
• Resaltar los puntos positivos, disminuir o pasar imperceptibles los negativos.
• No creer sino el mal que se ve y procurar excusarlo.
• Recordar que también nosotros fallamos, aunque sea en otros puntos.
• Callar ante quienes critican o tratar de cambiar la conversación.

Los frutos de hablar lo bueno y callar lo malo son:
• Ganar/reforzar autoridad y confianza.
• Caridad purificada.
• Armonía comunitaria.
• Fuerte autocontrol.
• Motivar al bien.
• Facilitar la convivencia.

12. Obediencia. Es la virtud por la que una persona acepta como decisiones propias las de quien ejerce autoridad sobre ella por amor a Dios y con tal que no se opongan a la justicia.
Los medios para educar la obediencia son:
Se funda en la justicia y en la humildad. Es una demostración práctica del amor a Dios.
Obedecer motivadamente, por amor a Dios y a la comunidad.
Apoyarla en motivos adaptados a la madurez de la persona, e importantes para ella.
Descubriendo la bondad que hay en obedecer.
Mantener las reglas para que siempre la gente sepa lo que se espera de ella.

Los frutos de vivir la obediencia son:
Armonía social, porque se respeta la autoridad legítima.
Sacrificio cristiano de nuestra voluntad que sigue caminos de Dios diferentes al propio cálculo.
Unión de esfuerzos y mejores resultados bajo la dirección de la autoridad.

¿A qué se dedican los ángeles?


Los oficios que les son propios según san Roberto Belarmino deduce de las Sagradas Escrituras: interceder por nosotros, anunciar los asuntos de Dios, proteger a los hombres, reprender,...

Después del artículo sobre el primero de los oficios propios de los ángeles, que trataba del primer oficio propio de los ángeles, cantar alabanzas e himnos al Creador, este nuevo artículo aborda los cuatro restantes: el segundo de ellos que consiste en presentar a Dios las preces de los hombres, e interceder por ellos.
 
Eso lo atestigua claramente la Escritura: "Cuando tú orabas con lágrimas, y enterrabas los muertos, y dejabas tu cena, yo [San Gabriel] presenté tus oraciones al Señor". (Tob. 12,12)
 
Y en el libro del Apocalipsis San Juan describe una visión en la cual un Ángel portaba un turíbulo de oro a la espera de incienso, que eran las oraciones de los santos, a fin de ofrecerlo a Dios. (Cf Ap 8,3)
 
¡Qué gran gesto de bondad habernos Dios establecido tan poderosos intercesores! No satisfecho con enviar profetas que nos exhortasen, y hasta incluso su propio Hijo Unigénito para redimirnos, quiso además constituir a los ángeles como vehículo para hacer llegar al Creador nuestras oraciones.
 
¿Cuál no debe ser nuestra confianza y abandono en las manos de esos guardianes?
 
No apenas celosos en cumplir este oficio por ser voluntad de Dios, lo hacen por amor a nosotros que somos, en el orden de la gracia, sus hermanos y coherederos de la misma bienaventuranza, destinados a vivir juntos por toda eternidad.
 
El tercer oficio
 
El tercero es el de anunciar a los hombres los asuntos más importantes de Dios, como lo es la redención y la salvación eterna.
 
En efecto así habla el Apóstol en su Epístola a los Hebreos: "¿No son, por ventura, todos ellos (los ángeles) espíritus administradores, enviados para servir a favor de aquellos que han de heredar la salvación?" (Hb 1,14).
 
Fue un ángel que anunció a Zacarías el nacimiento del Precursor: "Yo soy Gabriel, aquel que está delante de Dios, y fui enviado para hablarte y anunciar esta Buena Nueva." (Lc 1,19)
 
Y a la Virgen María anunció el mayor de todos los acontecimientos habido en la historia de la humanidad: "Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; y el nombre de la Virgen era María. Le dijo el ángel: ‘María, no temas, pues encontraste gracia delante de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al cual pondrás el nombre de Jesús. Él será grande y va llamarse Hijo del Altísimo. El Señor Dios va darle el trono de su padre David, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin‘" (Lc 1,26-27,30-33).
 
Podríamos además citar muchos otros episodios: después de la resurrección del Señor, a las mujeres que estaban en el Sepulcro, (Mt 28, 2-5) y después de la ascensión, a todos sus discípulos. (At 1, 10-11)
 
"La razón porque Dios, que está en todo lugar, y puede por sí mismo hablar fácilmente al corazón de los hombres, quiere todavía mandar ángeles, es, por lo que parece, para que los hombres sepan que Dios tiene cuidado de las cosas humanas, y que es para ellos que gobierna y dirige el universo.
 
"Además de eso, los hombres podrían juzgar fácilmente, a veces, que sus inspiraciones divinas no eran sino sus propios pensamientos, o fruto de su propia imaginación.
 
Pero cuando ven, u oyen que ángeles son mandados por Dios, y que aquello que esos Ángeles predicen sucede puntualmente como habían dicho, no pueden dudar de que la providencia de Dios gobierna las cosas humanas, y dirige y dispone particularmente aquellas que conciernen la salvación eterna de los electos."[3]
 
El cuarto oficio
 
El cuarto oficio angélico es de proteger a los hombres

. Eso puede darse individualmente o en conjunto.
 
"Satisfaga a la inmensa bondad de Dios nuestro Padre, confiar a sus potentísimos siervos a la debilidad de los mortales, a fin de que cuiden de ellos como los preceptores de los niños, los tutores de sus pupilos, los abogados de sus partes, los zagales de sus ovejas, los médicos de los enfermos, los defensores de sus protegidos, o como los protectores de aquellos que son incapaces de defenderse si no se abrigan debajo de alas de los poderosos."[4]
 
Así lo testifica David cuando dice: "Mandó a sus Ángeles cerca de ti, que te guarden en todos tus caminos" (Sl 99,11).
 
El propio Cristo, siempre verdadero, lo atestigua: "Mirad, no despreciéis a ninguno de estos pequeños, porque yo os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre, que está en los cielos." (Mt 18,10)
 
San Juan, en el Apocalipsis, menciona el ángel de la Iglesia de Éfeso, el ángel de la Iglesia de Esmirna, y también los ángeles de otras Iglesias. (Cf Ap 2, 1-8)
 
"De modo que en cada Nación hay dos Jefes: uno visible, hombre, y uno invisible, Ángel; y en cada Iglesia dos son los Obispos: uno visible, hombre, y uno invisible, Ángel; y en la Iglesia Católica Universal hay dos Sumos Pontífices, establecidos por Nuestro Señor Jesucristo, uno visible, hombre, y uno invisible, Ángel, el cual creemos ser el Arcángel San Miguel, venerado primero como protector por la Sinagoga de los Judíos, y venerado ahora por la Iglesia de los Cristianos, como su protector."[5]
 
¿Qué decir de la ingratitud de despreciar semejante auxilio? ¿Tenemos un ángel designado por Dios para custodiarnos ininterrumpidamente y hacemos poco caso?… 
 
¿Cómo extraviarse de las sendas de la virtud teniendo a nuestro lado, y siempre a nuestra disposición, un tan admirable consejero? ¿Cómo desanimar y desistir de recurrir al auxilio sobrenatural en nuestras contrariedades y fracasos, y, hasta incluso pecados y vicios, cuando tenemos a alguien dispuesto a escucharnos y curar las heridas de nuestra alma?
 
¡Oh terrible juicio nos aguarda si no cambiamos nuestra conducta con nuestro celeste guardián! No tendremos qué alegar delante del Juez, pues que nos dio la más excelente protección, el Consejero más sabio y el Protector más perspicaz para guardarnos.
 
El quinto oficio
 
"Es de ser soldados, o jefes armados para tomar venganza de las naciones y reprender a los pueblos. (Sl 149, 7)
 
"Son esos ángeles que quemaron con el fuego y el azufre las ciudades infames (Gn 19,24); que mataron todos los primogénitos de Egipto (Ex 12, 29); que postraron muchos millares de asirios con un solo golpe (IV Reyes, 19,35); serán esos ángeles que en el día final separarán a los hombres malos, de los justos, y los lanzarán al fuego ardiente del infierno. (Mt 13, 41, 42)
 
"Amen, pues, los hombres piadosos sus conciudadanos los santos ángeles; tiemblen los impíos delante del poder de los ángeles, ministros de la cólera de Dios omnipotente, de cuyas manos nadie podrá librarlos."[6]
___
[2]San Roberto Belarmino, Elevación de la mente a Dios por los grados de las cosas creadas, Noveno grado, Capítulo VI .
[3] Idem.
[4] Idem.
[5] Idem.
[6] Idem.

Jueves de la vigésima qunita semana del tiempo ordinario


Libro de Ageo 1,1-8. 

En el segundo año del rey Darío, el primer día del sexto mes, la palabra del Señor fue dirigida, por medio del profeta Ageo, a Zorababel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá y a Josué, hijo de Iehosadac, el Sumo Sacerdote, en estos términos:
Así habla el Señor de los ejércitos: Este pueblo dice: "Todavía no ha llegado el momento de reconstruir la Casa del Señor".
Y la palabra del Señor llegó, por medio del profeta Ageo, en estos términos:
¿Es este acaso el momento de que ustedes vivan en sus casas revestidas de madera, mientras esta Casa está en ruinas?
Ahora bien, así habla el Señor de los ejércitos: ¡Consideren la situación en que se encuentran!
Ustedes han sembrado mucho, pero han cosechado poco; han comido, pero no se han saciado; han bebido, pero no han apagado su sed; se han vestido, pero no se han abrigado; y el asalariado ha puesto su jornal en saco roto.
a Así habla el Señor de los ejércitos:
Suban a la montaña traigan madera y reconstruyan la Casa; yo la aceptaré gustoso y manifestaré mi gloria, dice el Señor. ¡Consideren la situación en que se encuentran!

Salmo 149(148),1-2.3-4.5-6a.9b. 
Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.

Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes.

Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas;
ésta es la victoria de todos sus fieles.



Evangelio según San Lucas 9,7-9. 
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado".
Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado".
Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.