viernes, 15 de abril de 2016

La historia de Dios y un Papa Rebelde llegan a National Geographic Dos programas nuevos que arrojan luz sobre importantes cuestiones de fe

Una breve historia de Dios —y la de un joven de Buenos Aires llamado a servirle— vieron la luz el pasado fin de semana en la serie de premieres de Nat Geo.
En La Historia de Dios, el actor y presentador del documental Morgan Freeman deja a un lado sus representaciones bromistas de la deidad de bata blanca en Bruce Almighty (Como Dios en España y Todopoderoso en Hispanoamérica) y Evan Almighty (Sigo como Dios en España y Todopoderoso 2 en Hispanoamérica), para acercar a los espectadores un viaje espiritual más intelectual. “Siempre me ha fascinado Dios”, dice Freeman con su distintiva voz en el tráiler del documental. “Todos nos hacemos esta pregunta fundamental: ¿Quién es Dios?”.
Pero los espectadores no deberían seguir a Freeman con las esperanzas de un tratamiento adecuado (ni siquiera somero) de cómo las grandes religiones han respondido a dicha pregunta. De hecho, sólo dos de los seis episodios, Creación y ¿Quién es Dios?, parecen abordar la cuestión directamente.
En lugar de eso, la serie de documentales abre con un episodio sobre el más allá más orientado a los orígenes culturales y sociales de las prácticas y creencias religiosas. Freeman rastrea la creencia en un más allá hasta las tumbas grabadas con jeroglíficos del antiguo Egipto, visita los templos aztecas, el río Ganges y la Iglesia del Santo Sepulcro, todas representaciones de otras manifestaciones de esa creencia básica —es decir, sacrificio, reencarnación y resurrección— a través de la historia. Incluso visita a un médico en busca de evidencias científicas de que el alma sobrevive a la muerte y se reúne con un par de aspirantes a dioses muy afanosos en su intento de construir su propia inmortalidad.
Todo esto es muy interesante (y no podría ser más importante) pero, ¿qué sentido tiene?
Nuestro guía turístico en este diario de viajes espirituales, que confiesa tener “diferentes creencias” representadas en su biblioteca, ofrece en su investigación un cálido sentido de acercamiento entre culturas. Aunque es algo muy necesario en el clima político que vivimos, este acercamiento nos lleva inevitablemente a aguas abiertas y poco profundas donde sólo se llega a acuerdos superficiales.
“No importa cuál sea nuestra fe”, declara Freeman a modo de conclusión, “todos podemos hacernos eternos, como las estrellas”. Es un sentimiento borroso y vacío que, a fin de cuentas, no resuelve nada para nadie. La religión comparativa, bromeaba Chesterton, sólo es comparativamente competente a la hora de establecer comparaciones. Lo mismo pasa con La Historia de Dios.
Aun así, gracias a su espíritu de respeto mutuo y a sus aislados momentos de iluminación, el documental merece ser visto. Por ejemplo, ya adentrados en la serie, Freeman se sienta con el arzobispo Marcelo Sánchez Sorondo, director de la Cancillería de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, que aboga por la complementariedad de la razón y la fe frente a la creación del mundo por Dios.
De hecho, Roma desempeña cierto papel fundamental en el conjunto de la serie, cosa curiosa, puesto que Nat Geo acaba de publicar El Papa Rebelde, un nuevo documental sobre el papa Francisco.
Este especial de una hora cubre el mismo terreno que otros documentales sobre el papa Francisco, pero ofrece el valor añadido de unas dramatizaciones bien ejecutadas que traen a la vida su historia.
Desde la perspectiva de sus amigos y biógrafos, el vídeo nos lleva a través de los estudios de química de Francisco, pasando por su llamada al sacerdocio y por un periodo de agitación social y política en Argentina, un periodo que culminó para Bergoglio con el secuestro y la tortura de dos de sus sacerdotes más revolucionarios, Orlando Yorio y Franz Jalics, durante la denominada “Guerra Sucia”.
El Papa Rebelde tampoco es perfecta. La obra quiere sugerir (aunque sutilmente) que mientras el joven Bergoglio fue un autoritario miembro de la Iglesia que aleccionaba a sus compañeros jesuitas sobre la virtud de la obediencia, sus experiencias en Argentina durante el mencionado periodo le llevaron a renunciar a todo aquello, transformándolo en un revolucionario de mente abierta.
Sin embargo, a pesar de todos los intentos de la prensa y los medios de comunicación por acorralarle, encontrar al verdadero papa Francisco es encontrar a un hombre que, en todos los aspectos, cree y actúa con la sabiduría revolucionaria de la Iglesia.
No obstante, en general, ambos documentales son entretenidos y arrojan una luz necesaria sobre las dimensiones histórica, social e institucional de la fe que hacen posible, en primer lugar, su expresión individual.

Viernes de la tercera semana de Pascua

Libro de los Hechos de los Apóstoles 9,1-20. 
Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote
y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres.
Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor.
Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?".
El preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz.
Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer".
Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie.
Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco.
Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.
Vivía entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en una visión: "¡Ananías!". El respondió: "Aquí estoy, Señor".
El Señor le dijo: "Ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso.
El está orando y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista".
Ananías respondió: "Señor, oí decir a muchos que este hombre hizo un gran daño a tus santos en Jerusalén.
Y ahora está aquí con plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre".
El Señor le respondió: "Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel.
Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre".
Ananías fue a la casa, le impuso las manos y le dijo: "Saulo, hermano mío, el Señor Jesús -el mismo que se te apareció en el camino- me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo".
En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado.
Después comió algo y recobró sus fuerzas. Saulo permaneció algunos días con los discípulos que vivían en Damasco,
y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.



Salmo 117(116),1.2. 
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!

Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.

¡Aleluya!





Evangelio según San Juan 6,52-59. 
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.



Leer el comentario del Evangelio por : Santa Teresa Benedicta de la Cruz 
«El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mi y yo en él»