jueves, 22 de diciembre de 2016

San José, custodia nuestra vida, como lo hiciste con la Sagrada Familia Himno a san José

Himno a San José



HIMNO A SAN JOSÉ
Hoy a tus pies ponemos nuestra vida;
hoy a tus pies, ¡Glorioso San José!
Escucha nuestra oración y por tu intercesión
obtendremos la paz del corazón.
En Nazaret junto a la Virgen Santa;
en Nazaret, ¡Glorioso San José!
cuidaste al niño Jesús pues por tu gran virtud
fuiste digno custodio de la luz.
Con sencillez humilde carpintero;
con sencillez, ¡Glorioso San José!
hiciste bien tu labor obrero del Señor
ofreciendo trabajo y oración.
Tuviste Fe en Dios y su promesa;
tuviste Fe, ¡Glorioso San José!
Maestro de oración alcánzanos el don
de escuchar y seguir la voz de Dios.


Con esta dulce canción, artistas y músicos, resaltan la figura de san José, que con cuidadoso amor y cariño protegió a Jesús y a la Virgen María en la tierra. Él fue la persona encargada de custodiar a la Sagrada Familia de Nazaret y supo seguir la voluntad de Dios en todo momento, gracias a su trabajo diario y oración. 
Con gran sencillez nos muestra la manera de glorificar a Dios, cumpliendo fielmente los deberes cotidianos, ofreciendo el trabajo, convirtiéndolo en oración, y sirviendo a la familia.
Esta canción nos invita al recogimiento y a la reflexión de la figura paternal de san José, que a pesar del cansancio y las pruebas materiales de la vida, su alma estaba llena de profunda paz y alegría 
por el íntimo trato que tenía con el Hijo de Dios,
 que le fue confiado, y con María, su tierna Madre. 
¡San José, nos abandonamos a tu paternal protección, llévanos a nuestro hogar y dirige nuestros corazones al Corazón de la Madre y al Corazón del Niño!

Por Elena Sànchez Gallardo 


Papa Francisco explica por qué es importante el pesebre en casa en Adviento y Navidad

El Papa Francisco en el Aula Pablo VI en la catequesis de hoy. Foto: Lucía Ballester (ACI Prensa)


Durante la Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco explicó la importancia de tener el pesebre en casa, además de la necesidad de contemplar cada uno de sus elementos en el tiempo del Adviento y la Navidad, porque ahí también podemos encontrar una fuente de esperanza.
“En las casas de los cristianos, durante el tiempo de Adviento, se prepara el pesebre, según la tradición inaugurada por San Francisco de Asís. En su simplicidad, el pesebre transmite la esperanza”, señaló el Papa.
“En primer lugar, nos fijamos en el lugar en el que nace Jesús: Belén. Una pequeña aldea de Judea donde mil años antes había nacido David, el pastor elegido por Dios para ser Rey de Israel”.
El Pontífice recordó que Belén no era una capital, “y por eso fue el lugar preferido por la providencia divina, que ama actuar por medio de los pequeños y los humildes”. “En aquel lugar nace el ‘hijo de David’ tan esperado, Jesús, en el cual se encuentran la esperanza de Dios y la esperanza de los hombres”.
Después “podemos mirar a María, Madre de la esperanza”. Francisco subrayó que María, con su “sí” abrió a “Dios la puerta de nuestro mundo: su corazón joven estaba lleno de esperanza, animada por la fe. Por eso Dios la eligió a ella, que ha creído en su Palabra”.
Francisco también subrayó la importancia de la presencia de San José: “Junto a María está José, descendiente de Jesé y de David, quien también ha creído en la palabra del ángel, y mirando a Jesús en el pesebre, medita acerca de aquel Niño que viene del Espíritu Santo, y que el mismo Dios ordenó llamarle ‘Jesús’. En ese nombre está la esperanza de cada hombre, porque mediante aquel hijo de mujer, Dios salvará a la humanidad de la muerte y del pecado”.
Asimismo, destacó que “en el pesebre también están los pastores, que representan a los humildes y a los pobres que esperaban al Mesías, y en Él, al consuelo de Israel, a la redención de Jerusalén. En aquel Niño encuentran la realización de esa promesa, y confían en que la salvación de Dios llegue finalmente a cada uno de ellos”.
Por último, destacó que “el coro de los ángeles anuncia desde lo alto el gran designio que ese Niño realiza: ‘gloria a Dios en lo alto del cielo, y sobre la tierra paz a los hombres que ama’. La esperanza cristiana se refleja en la alabanza y en el agradecimiento a Dios, que ha inaugurado su Reino de amor, de justicia y de paz”.
El Papa Francisco enseñó que el Nacimiento del Mesías marca “el momento en que la esperanza entró en el mundo por la encarnación del Hijo de Dios”.
El Obispo de Roma recordó las profecías de Isaías: ‘Mirad que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo que será llamado Emmanuel’; y también: ‘Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces’”.
“En estas dos citas se transmite el sentido de la Navidad: Dios cumple su promesa de convertirse en hombre; no abandona a su pueblo, se acerca despojándose de su divinidad. De esta manera, Dios demuestra su fidelidad e inaugura un Reino nuevo, que entrega una nueva esperanza a la humanidad: la vida eterna”.
Francisco indicó que “a menudo, cuando nos hablan de esperanza, se refieren a algo que no está al alcance del hombre, o que no es visible. Por el contrario, la Navidad de Cristo, que inaugura la redención, nos habla de esperanza de una forma diferente, una esperanza en la que se puede confiar, visible y comprensible, porque se fundamenta en Dios”.
Esta esperanza, explicó el Pontífice, “entra en el mundo y nos da la fuerza para caminar con Él hacia la plenitud de la vida y de permanecer en el presente de una manera nueva, aunque sea fatigosa”.
Para el cristiano, por lo tanto, “la esperanza significa la certeza de estar en el camino con Cristo hacia el Padre, que nos espera. Esta esperanza, que el Niño de Belén nos entrega, nos ofrece una meta, un destino bueno en el presente, la salvación de la humanidad, la santidad de quien confía en Dios misericordioso. San Pablo resume esto con esta expresión: ‘En la esperanza hemos sido salvados’”.

Feria de Adviento: Semana antes de Navidad (22 dic.)


Primer Libro de Samuel 1,24-28. 

Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño.
Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
Ella dijo: "Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor.
Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía.
Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él; para toda su vida queda cedido al Señor". Después se postraron delante del Señor.

Primer Libro de Samuel 2,1.4-5.6-7.8abcd. 
Mi corazón se regocija en el Señor,
tengo la frente erguida gracias a mi Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque tu salvación me ha llenado de alegría.

El arco de los valientes se ha quebrado,
y los vacilantes se ciñen de vigor;
los satisfechos se contratan por un pedazo de pan,
y los hambrientos dejan de fatigarse;
la mujer estéril da a luz siete veces,
y la madre de muchos hijos se marchita.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el Abismo y levanta de él.
El Señor da la pobreza y la riqueza,
humilla y también enaltece.

El levanta del polvo al desvalido
y alza al pobre de la miseria,
para hacerlos sentar con los príncipes
y darles en herencia un trono de gloria.



Evangelio según San Lucas 1,46-56. 
María dijo entonces:
"Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.