martes, 31 de marzo de 2020

La oración del Padre Pío para expulsar el miedo, incluso el miedo a la muerte

PADRE PIO,MASS

Quédate conmigo esta noche, Jesús; con todos los peligros de esta vida, Te necesito

Quédate conmigo, oh Jesús,
porque el día empieza a morir y la vida pasa;
se acercan la muerte, el juicio y la Eternidad.
Es necesario que renueve mis fuerzas para no detenerme en el camino, y para eso Te necesito a Ti.
Se hace tarde y se acerca la muerte,
y yo tengo miedo a la oscuridad.
Temo a las tentaciones, la sequedad, la cruz, los sufrimientos.
¡Oh, cuánto Te necesito, Jesús mío, en esta noche de exilio!
Quédate conmigo esta noche, Jesús; con todos los peligros de esta vida, Te necesito.
Permíteme reconocerte como lo hicieron Tus discípulos al partir el pan, para que la Comunión sea luz que disperse las tinieblas,
la fuerza que me sostenga y el gozo de mi corazón.
Quédate conmigo, oh, Jesús, para que a la hora de mi muerte desee permanecer unido a Ti,
si no en la Comunión, al menos en gracia y amor.
Quédate conmigo, oh, Jesús; no Te pido consuelo divino, pues no lo merezco,
pero la gracia de Tu Presencia, oh, esa sí Te la pido.
Quédate conmigo, Jesús, porque solo a Ti, Te busco.
Tu Amor, Tu Gracia, Tu Corazón, Tu Espíritu,
porque Te amo y no pido más recompensa que la de amarte más y más.
Con un Amor firme Te amaré con todo mi corazón mientras viva
y seguiré amándote por toda la Eternidad.

¿Qué importancia tienen las Misas privadas en tiempos de una pandemia?

Imagen referencial / Crédito: Unsplash


Con las Misas públicas suspendidas en varios países, los obispos han pedido a los fieles vivir la Misa por Internet y la comunión espiritual, mientras que a los sacerdotes se les pide celebrar Eucaristías en privado, lo cual es de suma importancia y vale la pena ser explicado.
El P. Bonnin dijo que “aunque los fieles no puedan estar presentes físicamente en el templo en torno al altar, cuando un sacerdote celebra la Eucaristía en privado todas sus vidas también se unen al sacrificio de Cristo y es entregada a Dios como hostia, víctima y ofrenda”.
Además, recordó que el primer beneficio es “que sus vidas, a través del sacrificio eucarístico, se unen al sacrificio de Cristo y llegan a la presencia del Padre”.
“La Iglesia no cesa de alabar al Padre, no cesa de ofrecerle al Padre lo más agradable que tiene, que es la entrega, amor, obediencia de Jesucristo, su hijo eterno hecho hombre. Pero la Eucaristía es también el sacrificio de la Iglesia, la cual es la esposa que ofrece al Hijo al Padre y se ofrece a sí misma junto con Cristo”, indicó.
Asimismo, dijo que de algún modo “se puede decir que en el altar, junto con el sacrificio de Cristo, va toda la vida de los fieles que se eleva hacia lo alto”.
Un segundo beneficio es que “en cada Eucaristía, además de adorar y pedir perdón, se intercede”, dijo el P. Bonnin, y agregó que es entonces “cuando el sacerdote, sabiendo que está en presencia misma de nuestro Señor Jesús en la forma del pan y el vino, le pide al Padre que por los méritos de Cristo escuche las oraciones de toda la Iglesia”.
“En todas las Misas se pide por el Papa, por los obispos, por todos los hombres de buena voluntad, por todos los fieles y los difuntos. Entonces, cada celebración tiene en sí misma un poder de intercesión más elevada que cualquiera de las demás formas devocionales que existe en la Iglesia”, aseguró el P. Bonnin.
“La Eucaristía tiene una doble realidad, por un lado es la presencia y la actualización del sacrificio de Cristo, y en segundo lugar es un banquete con dos mesas: La mesa de la Palabra de Dios, y la mesa del Cuerpo y de la Sangre del Señor”, recordó el sacerdote argentino.  
En una entrevista realizada por CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– el P. James Bradley, profesor de derecho canónico en la Universidad Católica de América, también explicó que los católicos participan en la comunión de Dios con la Iglesia cada vez que se celebra la Misa, ya sea que estén físicamente presentes o no.
“La Misa no es algo que el sacerdote hace como individuo privado. Lo hace como ministro de la Iglesia, involucrándola. Cada Misa que se celebra, en cualquier lugar y en cualquier momento, es para todos los que forman parte de la Iglesia”, comentó. 
El P. Bradley recordó “que los ángeles y los santos están siempre presentes en cada celebración de la Misa” y que “toda la Iglesia está presente en la tierra y presente en el Cielo”.
“Entonces, en cierto sentido, el sacerdote nunca está solo cuando está parado en el altar. Siempre está rodeado por las nubes de testigos”, acotó.
Frente al problema que enfrenta el mundo ante el brote del coronavirus, el P. Bradley recuerda que “en primer lugar, la Iglesia siempre quiere cuidar a su rebaño”, y “eso significa que a veces tiene que hacer cosas que no querría hacer, pero que son necesarias”.
Aseguró que la suspensión de la Misa celebrada públicamente es “en última instancia, un acto de preocupación” y “bondad por parte del obispo”. 
“Está tratando de proteger a su rebaño, y es una circunstancia extraordinaria. No es ceder, no es una concesión a la sociedad civil. Es el obispo actuando responsablemente siguiendo el consejo de la sociedad civil cuando se ofrece, cuando presenta una ley razonable”, concluyó.

Lecturas del Martes de la 5ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de los Números (21,4-9):

EN aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edón.
El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia».
El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel.
Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió:
«Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 101,2-3.16-18.19-21

R/. Señor, escucha mi oración, 
que mi grito llegue hasta ti

V/. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco,
escúchame enseguida. R/.

V/. Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R/.

V/. Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,21-30):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».
Y los judíos comentaban:
«¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y él les dijo:
«Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados».
Ellos le decían:
«¿Quién eres tú?».
Jesús les contestó:
«Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.
Y entonces dijo Jesús:
«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

Palabra del Señor

lunes, 30 de marzo de 2020

Lecturas del Lunes de la 5ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de Daniel (13,1-9.15-17.19-30.33-62):

EN aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y temerosa del Señor.
Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un jardín junto a su casa; y como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí.
Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo:
«En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo».
Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos.
A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear, y sintieron deseos de ella.
Pervirtieron sus pensamientos y desviaron los ojos para no mirar al cielo, ni acordarse de sus justas leyes.
Sucedió que, mientras aguardaban ellos el día conveniente, salió ella como los tres días anteriores sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie, excepto los dos ancianos escondidos y acechándola.
Susana dijo a las criadas:
«Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del jardín mientras me baño».
Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron:
«Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas».
Susana lanzó un gemido y dijo:
«No tengo salida: si hago eso, mereceré la muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar delante del Señor».
Susana se puso a gritar, y los dos ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar contra ella. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del jardín.
Al oír los gritos en el jardín, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.
Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron:
«Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín».
Fueron a buscarla, y vino ella con sus padres, hijos y parientes.
Toda su familia y cuantos la veían lloraban.
Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana.
Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor.
Los ancianos declararon:
«Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, salió esta con dos criadas, cerró la puerta del jardín y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella.
Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros, y, abriendo la puerta, salió corriendo.
En cambio, a esta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello».
Como eran ancianos del pueblo y jueces, la asamblea los creyó y la condenó a muerte.
Susana dijo gritando:
«Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».
Y el Señor escuchó su voz.
Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz:
«Yo soy inocente de la sangre de esta».
Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:
«Qué es lo que estás diciendo?».
Él, plantado en medio de ellos, les contestó:
«Pero ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».
La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:
«Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad».
Daniel les dijo:
«Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar».
Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:
«¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: “No matarás al inocente ni al justo”. Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».
Él contestó:
«Debajo de una acacia».
Respondió Daniel:
«Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».
Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:
«Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?».
Él contestó:
«Debajo de una encina».
Replicó Daniel:
«Tu calumnia también se vuelve contra ti. el ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros».
Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron.
Aquel día se salvó una vida inocente.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

V/. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

V/. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mí copa rebosa. R/.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):

EN aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Palabra del Señor

EVANGELIO (opcional para el año C) Jn 8, 12-20

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, Jesús habló a los fariseos, diciendo:
«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».
Le dijeron los fariseos:
«Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero».
Jesús les contestó:
«Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y e! que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me ha enviado, el Padre».
Ellos le preguntaban:
«Dónde está tu Padre?».
Jesús contestó:
«Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre».
Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor.

Cómo la consagración a san José puede cambiarte la vida

Consecration to St. Joseph

Una preparación de 33 días que puede realizarse en cualquier periodo del año

Aunque la Iglesia católica considera a san José un modelo y un ejemplo de virtud desde hace muchos siglos, se ha escrito relativamente poco sobre la devoción hacia él. En el último siglo, sin embargo, se ha escrito un creciente número de libros para arrojar más luz sobre su figura, entre ellos Consecration to St. Joseph, de Donald Calloway (por desgracia, aún no disponible en español).
El padre Calloway observaba esta discrepancia a nivel de escritos espirituales, y con este nuevo libro intentaba poner en marcha un movimiento mundial de devoción a san José.
Uno de los motivos por los cuales el sacerdote se dirige a san José es que “necesitamos de la paternidad espiritual de san José para que nos ayude a proteger el matrimonio y la familia. Matrimonio y familia siempre han estado bajo ataque, pero en los tiempos modernos las amenazas han alcanzado niveles extraordinarios… Para combatir y derrotar los engaños de Satanás, la Iglesia necesita a san José. Su ejemplo y su protección son la única salida en la situación de confusión en que nos encontramos”.
San José es un poderoso intercesor a favor de las familias, y por tanto es perfecto desde este punto de vista.
Muchos santos, además, han subrayado la devoción a san José como manera de acercarse a Jesús.
Este es el objetivo principal de la Consagración a san José del padre Calloway.
“La consagración total a san José significa que se lleva a cabo un acto de confianza filial a este espiritual para que pueda cuidar de nuestro bienestar espiritual y llevarnos a Dios. La persona que se consagra a san José quiere estar lo más cerca posible a su padre espiritual, hasta el punto de parecerse en virtud y santidad”.
Igual que quien se acerca a la Virgen María es llevado más cerca a Jesús, el que se dedica a san José podrá tener una relación más profunda con Dios.
El objetivo final, obviamente, no es la adoración a san José – dado que la adoración se reserva sólo a Dios –, sino la imitación de su virtud y de su ejemplo, que nos lleva más cerca de Dios.
El programa espiritual del padre Calloway consiste en una preparación de 33 días que puede realizarse en cualquier periodo del año. Si se quiere usar como una preparación a la fiesta de san José, 19 de marzo, se debe empezar la consagración el 16 de febrero (o el 15 de febrero, si no es año bisiesto).
La consagración propuesta por Calloway es relativamente fácil de realizar, porque incluye sólo una breve meditación al día, seguida de una pequeña serie de oraciones.
Si quieres cambiar tu vida, prueba a consagrarte a san José y a permitirle que te conduzca a Dios.
Santa Teresa de Ávila dijo: “Parecería que Dios haya concedido a otros santos el poder de ayudarnos solo en un tipo de necesidad, pero la experiencia muestra que san José puede ayudarnos frente a cualquier necesidad”.

Una oración para rezar en estos 33 días:

Glorioso San José, protector, modelo y guía de las familias cristianas: Te ruego protejas a la mía.
Haz reinar en ella el espíritu de fe y de religión, la fidelidad a los mandamientos de Dios y de la Iglesia, la paz y la unión de los hijos, el desprendimiento de los bienes temporales y el amor a los asuntos del cielo.
Dígnate velar sobre todos nuestros intereses.
Ruega al Señor que bendiga nuestra casa.
Otorga la paz a la familia, acierto a los hijos en la elección de estado.
Concede a todos los miembros de nuestra familia y de todas las familias de la tierra, la gracia de vivir y morir en el amor de Jesús y de María. Amén.

TE SUPLICAMOS SAN JOSE

De los males que nos amenazan, libra nuestras familias.
De las discordias y roces, libra nuestras familias.
De las enfermedades y aflicciones, libra nuestras familias.
De la tristeza y desesperanzas, libra nuestras familias.
Del espíritu mundano, libra nuestras familias.
De los peligros de los falsos valores de hoy, libra nuestras familias.
De la ausencia y el abandono de los padres, libra nuestras familias.
De la inmoralidad matrimonial, libra nuestras familias.
De las modas y costumbres escandalosas, libra nuestras familias.
De la indiferencia y rebeldía religiosa, libra nuestras familias.
De la liviandad y la deshonestidad, libra nuestras familias.
De las amistades malas y peligrosas, libra nuestras familias.
De la falta de amor, libra nuestras familias.
De las incomprensiones y falta de diálogo, libra nuestras familias.
De la desunión y separaciones, libra nuestras familias.
De los abortos y descuidos de la vida, libra nuestras familias.
De la falta de fe, libra nuestras familias.
De las dificultades financieras, libra nuestras familias.
De la falta de pan y de casa, libra nuestras familias.
De las enfermedades y desgracias, libra nuestras familias.
De la muerte eterna, libra nuestras familias.
San José, ruega por nosotros!
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
OREMOS:
Dios de bondad y misericordia, por intercesión de San José, salva nuestras familias, haz que vivan unidas y firmes en el amor.
Así como las uniste en vida por la sangre, tu bondad las reúna por la caridad en el Reino eterno. Amén.

domingo, 29 de marzo de 2020

Histórica bendición de Papa Francisco al mundo amenazado por coronavirus

El pontífice impartió la bendición Urbi et Orbe a la Ciudad y el Mundo: “se concede la Indulgencia Plenaria a los fieles afectados por el Coronavirus”

“La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras”, dijo el papa Francisco recordando al mundo que Jesús liberó al mundo de la muerte y del miedo, este viernes 27 de marzo de 2020, en la tarde, a las 6:00 p.m., en la explanada desierta de la Basílica de San Pedro.
Francisco presidió, sin fieles, un extraordinario momento de oración que duró una hora para clamar al cielo por el final de la pandemia de coronavirus que flagela Italia y el mundo. “Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso”.
Este pastor vestido de ‘blanco’ solo, casi diminuto, ante la inmensidad de la tragedia y de una imagen de la plaza de San Pedro fantasmal, apenas iluminada afirmó: “Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa…Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca… todos necesitados de confortarnos mutuamente”.
Pope Francis Urbi et Orbe
YARA NARDI / POOL / AFP
Se realizó entretanto la Adoración del Santísimo Sacramento que fue expuesto en el altar del atrio de la Basílica Vaticana, se escuchó la Palabra de Dios (Mc 4,35) y luego Francisco hizo una meditación:
Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas”. 
Tras la lectura, Francisco recordó que es la única vez que en el Evangelio, Jesús aparece durmiendo—. Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40”). 
POPE URBI ET ORBI
Handout / VATICAN MEDIA / AFP
El Papa invitó a entenderlo, Jesús se interesa de sus discípulos: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, rutinas y prioridades”
Una tempestad que desenmascara “nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”. 
La tempestad ,aseguró, pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos. 
Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar”.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?», recordó las palabras de Jesús, actuales para un mundo  “codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa”. 
VINCENZO PINTO | AFP
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada”, afirmó. Una llamada a la fe y convertirse.  En un mundo “de guerras e injusticias”, donde “no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”.
“Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”. 
Jesús – dijo el Papa: “Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección”. 
Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida”
Recordó la fuerza operante del Espíritu derramada en valientes personas entregadas al servicio, personas “comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas”. 
El Papa recordó a: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”. 
En este contexto, invitó a la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21).  “Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. 
POPE URBI ET ORBI
YARA NARDI / POOL / AFP
Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración”. 
Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».  “En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado”. 
El Papa invitó a “abrazar su Cruz” que “es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión” e instó a “nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad”. 
“En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza.… Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza”.  
Luego rezó por el mundo: “Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de DiosSeñor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones”
Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7)”, afirmó. 
POPE URBI ET ORBI
ARA NARDI / POOL / AFP

Bendición Urbi et Orbi

Cerca de la puerta central de la Basílica del Vaticano, se lució la imagen de la Virgen Patrona de Roma, la Salus Populi Romani y el Crucifijo de San Marcelo. 
Se trata del crucifijo “milagroso” que en 1552 fue llevado en procesión a través de los barrios de Roma para terminar la “Gran Plaga”. Hace 20 años que el Crucifijo no salía de la Iglesia de San Marcello al Corso para ser llevado hasta San Pietro.
Al final de la Celebración, el Papa impartió la Bendición “Urbi et Orbi“, dirigida a la Ciudad de Roma y al mundo. Sucesivamente, el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica, pronunció la fórmula para la proclamación de la indulgencia.
Esta bendición especial, normalmente, se otorga desde lo alto del Balcón central en la Plaza de San Pedro, dos veces al año, en Navidad y en Pascua, o cuando un cardenal sube al Solio de Pedro y se presenta al pueblo. La de hoy ha sido una bendición extraordinaria e histórica por la emergencia del Coronavirus.

Indulgencia plenaria 

La indulgencia es la cancelación total o parcial de la pena temporal debida por los pecados ya confesados y sacramentalmente perdonados. Avvenire, el diario de los obispos italianos, la explica así: “A menudo se utiliza el ejemplo del agujero en la pared y el clavo que lo obtuvo. El clavo es el pecado que una vez confesado y perdonado a través de la confesión “ya no existe”. Queda en cambio el efecto del mal cometido, el agujero, que la indulgencia, por así decirlo, cierra”. 
Según la doctrina de la Iglesia Católica, el pecado grave tiene una doble consecuencia: la privación de la comunión con el Señor (castigo eterno, infierno) y el apego malsano a las criaturas (castigo temporal que se debe cumplir en el purgatorio). 
Al pecador arrepentido, Dios, a través de la confesión, le da el perdón de los pecados y la remisión del castigo eterno. Con la indulgencia, la misericordia divina entra en acción por los pecados confesados, ayuda a superar la inquietud dejada en el hombre por el mal cometido. La indulgencia plenaria es una gracia extraordinaria que cura completamente al hombre. 
Ante la emergencia de Covid-19, “se concede la Indulgencia Plenaria a los fieles afectados por el Coronavirus”, ha establecido el Vaticano, “que están sujetos a cuarentena por orden de la autoridad sanitaria en los hospitales o en sus propias casas si su alma se desprende de cualquier pecado”, se unirán espiritualmente” a través de los medios de comunicación a la celebración “de la Santa Misa o la Divina Liturgia, el rezo del Santo Rosario”. 

¿Por qué la bendición del Papa este viernes ha sido única en la historia?

POPE BLESSING

“Urbi et Orbi”, un acto sin igual de acercamiento del sucesor de Pedro a cada creyente

¿Cuál es el acto con el que un Papa puede hacerse más cercano a los creyentes esparcidos por el planeta en momentos de gravísimo peligro? 
Esta es la pregunta que sin duda alguna se planteó Francisco al estallar el coronavirus a nivel planetario.
La respuesta, a diferencia de lo que alguno habría podido pensar, no consiste en celebrar misa para que todos le puedan seguir por Internet, radio o televisión, como ya realiza todas las mañanas. 
De hecho, “seguir” la celebración de la misa a través de los medios de comunicación, según la teología, no es “participar”. No existen los sacramentos mediáticos. La misa televisiva no remplaza el sacramento de la Eucaristía. Si uno no puede asistir a misa, la misa televisiva puede convertirse en una gran ayuda, pero no es un sacramento.

Un gesto único del Papa

Entonces, ¿cuál es ese gesto al que el Papa puede recurrir para hacerse activamente presente en la vida de cada fiel? Existe un acto único en su género: la bendición papal “Urbi et Orbi”, traducido del latín “a la ciudad [de Roma] y al mundo”.
Se trata de un acto que ningún otro obispo puede realizar y que puede tener lugar de manera eficaz a través de los medios de comunicación para el bien del alma de los fieles.
De hecho, según la tradición teológica católica, la bendición “Urbi et Orbi” otorga la remisión por las penas de pecados ya perdonados, es decir, confiere una indulgencia plenaria bajo las condiciones determinadas por el Derecho Canónico y explicitadas por el Catecismo de la Iglesia (números 1471-1484).
Las condiciones para recibir la indulgencia plenaria son (Cf. El don de la indulgencia según la Penitenciaría Apostólica):
  • disposición interior de un desapego total del pecado, incluso venial;
  • confesar los pecados;
  • recibir la sagrada Eucaristía
  • rezar según las intenciones del Romano Pontífice.

No es algo mágico

Según la teología católica (Catecismo de la Iglesia Católica números 1422-1498), la culpa del pecado es remitida por el Sacramento de la Reconciliación (Confesión), de manera que la persona vuelve a estar en gracia de Dios, por lo cual se salvará si no vuelve a caer en pecado mortal.
Ahora bien, la Confesión, al igual que esta bendición, no es algo mágico. El pecado acarrea en la vida del creyente un desorden, que permanece tras la Confesión. Por este motivo, es necesaria la penitencia impuesta en el sacramento. 
El creyente necesita purificarse por medio de otras obras buenas y, en último caso, por medio del sufrimiento del Purgatorio, según la teología católica. 
Dado que la indulgencia plenaria remite completamente esa pena debida, el fallecido sin haber caído nuevamente en pecado no ha de pasar por el Purgatorio y accede directamente al cielo (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1030-1032). 
Según la Tradición, los efectos de la bendición “Urbi et orbi” se cumplen para toda aquella persona que la reciba con fe y devoción, incluso si la recibe, en directo, a través de los medios de comunicación de masas. Este es precisamente el gesto único de compañía que el Papa ha querido dar a cada creyente.

Un acto único en la historia

El Papa solo imparte la bendición en tres ocasiones: al ser elegido sucesor de Pedro, en Navidad y Pascua. 
Por este motivo, es posible afirmar que en la historia no había tenido lugar nunca antes una bendición “Urbi et Orbi” de un Papa en la soledad de la Plaza de San Pedro del Vaticano, seguido mundialmente por los creyentes a través de medios de comunicación. Será un acto único en la historia.
Esta es la traducción al español de la fórmula de la bendición “Urbi et Orbi”, que el Papa pronunció en latín este viernes a las 18:00 horas de Roma.

* * *

«Que los santos Apóstoles Pedro y Pablo, en cuyo poder y autoridad confiamos, intercedan por nosotros ante el Señor».
Todos: «Amén».
«Que por las palabras y los méritos de la Bienaventurada siempre Virgen María, de san Miguel Arcángel, de san Juan el Bautista, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, Dios todopoderoso tenga misericordia de vosotros y, perdonados todos vuestros pecados, os conduzca por Jesucristo hasta la vida eterna».
Todos: «Amén».
«Que el Señor todopoderoso y misericordioso os conceda la indulgencia, la absolución y la remisión de todos vuestros pecados, tiempo para una verdadera y provechosa penitencia, el corazón siempre contrito y la enmienda de vida, la Gracia y el consuelo del Espíritu Santo y la perseverancia final en las buenas obras».
Todos: «Amén».
«Y la bendición de Dios todopoderoso (Padre, Hijo y Espíritu Santo) descienda sobre vosotros y permanezca para siempre».
Todos: «Amén».

Aquí le presentamos el texto en latín, si usted quiere seguir las palabras textuales del Papa Francisco:
– Sancti Apostoli Petrus et Paulus, de quorum potestate et auctoritate confidimus, ipsi intercedant pro nobis ad Dominum.
– Amen.
– Precibus et meritis beatæ Mariæ semper Virginis, beati Michælis Archangeli, beati Ioannis Baptistæ et sanctorum Apostolorum Petri et Pauli et omnium Sanctorum misereatur vestri omnipotens Deus et dimissis peccatis vestris omnibus, perducat vos Iesus Christus ad vitam æternam.
– Amen.
– Indulgentiam, absolutionem et remissionem omnium peccatorum vestrorum, spatium veræ et fructuosæ penitentiæ, cor semper penitens et emendationem vitæ, gratiam et consolationem Sancti Spiritus et finalem perseverantiam in bonis operibus, tribuat vobis omnipotens et misericors Dominus.
– Amen.
– Et benedictio Dei omnipotentis (Patris et Filli et Spiritus Sancti) descendat super vos et maneat semper.
– Amen.