jueves, 20 de septiembre de 2018

Cómo alabar a Dios como Él lo merece: desde lo profundo del corazón

 
hombre de espaldas viendo el altar de dios misa levanta manos oracion alabanza a dios

Alabar a Dios. Los medios que más me han ayudado a desarrollar mi propio lenguaje de alabanza y adoración son las oraciones de los santos
¿Cómo aprender a alabar a Dios cómo el se lo merece?. Ésta es una pregunta muy conmovedora, el sólo hecho de hacerla es un gesto muy bello.
Los medios que más me han ayudado a desarrollar mi propio lenguaje de alabanza y adoración son las oraciones de los santos.
Por ejemplo, una de mis oraciones preferidas durante la Cuaresma es el Viacrucis en la versión de san Alfonso María de Ligorio. En su reflexión en para la segunda estación dice:
"Amabilísimo Jesús mío, abrazo todas las tribulaciones que me tienes destinadas hasta la muerte y te ruego, por los méritos de la pena que sufriste llevando tu cruz, me des fuerza para llevar la mía con tu perfecta paciencia y resignación. Te adoro, Jesús, mi amor. Me arrepiento de haberte ofendido. Nunca permitas que me separe de Ti. Concédeme amarte siempre y luego haz de mí lo que Tú quieras".
La primera vez que recé esto me sentí incomodo. Simplemente no sentía que era del todo cierto.
Sí, amo a Jesús, pero sé que mi corazón está dividido. Lo amo con lo que a mí me parece es un amor profundo, pero también estoy muy consciente de mi pecado y del hecho que mi amor no siempre es como yo desearía que fuera.
Por lo tanto, me sentía un poco falso diciendo las palabras
"Te amo Jesús, amor mío".
Parecía más honesto rezar:
"No te amo tanto como debiera, pero quiero amarte mucho más de lo que lo hago".
Mi rescate llegó con los escritos de santa Catalina de Siena. Ella transmite que no es posible para nosotros expiar ni siquiera el más pequeño pecado (si es que acaso existe un pequeño pecado).
Y ella, hace notar que, aunque esto es cierto, con la gracia de Diostrabajando a través de nosotros para amarlo, estamos mucho más capacitados para arrepentirnos, por la virtud desbordante de esa gracia que nos lleva amar a Dios de manera más completa.
Me di cuenta que cuando expreso aun la alabanza más parca, poco entusiasta y pobremente redactada, mis palabras están llegando a Dios de una manera que tiene mucha más belleza y gracia de la que yo pudiera musitar por mí mismo.
Es algo así como un niño pequeño, poco habilidoso, haciendo una pintura que expresa su amor a Dios. El pequeño trabaja lo mejor que puede, pero desde un punto de vista humano la pintura es artísticamente deplorable. Sin embargo, por la gracia poderosa de Dios, Él recibe, a través del deseo del niño y de su propia gracia abundante, una pintura que es más hermosa cualquiera que Miguel Ángel pudo jamás pintar.
Las asombrosas palabras de un poema escrito por santa Teresa Margarita del Sagrado Corazón, O.C.D. me confortaron aún más:
"...¿Cómo puedes decir que no amas a Dios cuando tu propio deseo de amar es amor en sí mismo?
Es la dulce flama que escapa desde el crisol secreto de tu corazón..."

Oración a los santos

Con respecto a rezar con los santos, hay muchos libros disponibles. Uno que yo he encontrado de gran ayuda es Intimidad Divina.
Siguiendo el calendario litúrgico, este libro presenta, para cada día del año, meditaciones y oraciones muy hermosas de los santos carmelitas y de otros hombres y mujeres santos. Rezar estas oraciones y hacerlas propias realmente me ha ayudado.
Otra forma que he encontrado útil es personalizar el tesoro de nuestras oraciones tradicionales.
Por ejemplo, comienzo casi todas mis meditaciones con una adaptación de los actos de fe, esperanza y caridad. Cuando inicié con esta práctica, simplemente los rezaba como son.
Poco a poco, empecé a rezar improvisando sobre las ideas y sentimientos que contenían. Esto es, hice míos esos actos rezándolos ya fuera en la forma tradicional o adaptándolos a mi experiencia personal y al estado de mi corazón cada vez que empezaba la meditación. Esta mañana, recé algo así para mi acto de fe:
"Señor, creo en ti. Gracias por estar presente en mi vida. Agradezco que anheles mi presencia a pesar de mi pecado. Desde antes de la creación del mundo Tú me formaste de la nada para poder estar en comunión contigo. Tú enviaste a tu Hijo para ayudarme a comprender que, sin importar lo profundo de mi pecado, hay redención para mí. Creo en tu amor, por eso espero en Ti..."
Cuando me siento menos capaz de expresarme, simplemente vuelvo a las formas tradicionales y las rezo como si fueran mis propias oraciones o sólo me siento en silencio y suavemente repito:
"Te amo Jesús, mi amor. Concédeme que siempre te ame y luego haz de mí lo que Tú quieras".
Para todos nuestros amigos devotos que nos leen, ¿qué formas de oración han adoptado para mejorar su habilidad de alabar a Dios?

Jueves de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Lucas 7,36-50.

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa.
Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.
Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!".
Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él.
"Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta.
Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?".
Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien".
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies.
Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor".
Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados".
Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?".
Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".