lunes, 8 de enero de 2018

3 oraciones a Padre Pío para pedir por una causa urgente


Si tienes una urgencia, no lo dudes...¡Funciona!

Cada vez que un fiel se acercaba a Padre Pío para pedir ayuda y consejos espirituales por alguna necesidad o urgencia por la que estaban pasando él siempre les repetía sin descanso: “Tengamos la firme esperanza de ser escuchados, confiados en la promesa que nos hace el Divino Maestro: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá… Porque todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os será dado”
Si tienes una urgencia, no lo dudes, llénate de esperanza y pide a nuestro Señor por intercesión de Padre Pío rezando una de estas tres oraciones:

Oración al Padre Pio para pedir su intercesión

Oh Dios,
que a San Pío de Pietrelcina,
sacerdote capuchino,
le has concedido
el insigne privilegio
de participar, de modo admirable,
de la pasión de tu Hijo:
concédeme,
por su intercesión,
La gracia de(……)
que ardientemente deseo
y otórgame, sobre todo,
que yo me conforme
a la muerte de Jesús
para alcanzar después
la gloria de la resurrección.

Gloria al Padre….. (3 veces)

Oración para pedir la glorificación

Oh Jesús, lleno de gracia y de caridad y víctima por los pecadores, que, impulsado por el amor a nuestras almas, quisiste morir crucificado, te ruego humildemente glorificar, también sobre esta tierra, el Siervo de Dios, Padre Pío de Pietrelcina, que en la participación generosa a tus sufrimientos, tanto te amó y tanto se prodigó por la gloria del Eterno Padre
y por el bien de las almas !

Te suplico, oh Jesús, que me concedas,
por su intercesión, la gracia (…) que
ardientemente deseo.

Recitar tres Glorias

Oración para pedir humildad

Padre Pío,
tú viviste en el siglo del orgullo,
y fuiste humilde.

Padre Pío,
tú pasaste entre nosotros en la época
de las riquezas soñadas, jugadas y adoradas,
y permaneciste pobre.

Padre Pío,
junto a ti ninguno oía la Voz,
y tú hablabas con Dios.
Cerca de ti ninguno veía la Luz,
y tú veías a Dios.

Padre Pío,
mientras nosotros corríamos afanosos,
tú te quedabas de rodillas
y veías el Amor de Dios clavado a un Madero,
herido en las manos, en los pies y en el corazón,
para siempre!

Padre Pío,
ayúdanos a llorar delante de la Cruz,
ayúdanos a creer delante del Amor,
ayúdanos a sentir la Misa como llanto de Dios,
ayúdanos a buscar el perdón como abrazo de paz,
ayúdanos a ser cristianos con las heridas
que derraman sangre de caridad fiel y silenciosa,
como las heridas de Dios!
Amén.

Lunes de la primera semana del tiempo ordinario


Primer Libro de Samuel 1,1-8. 

Había un hombre de Ramataim, un sufita de la montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Ierojám, hijo de Eliú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita.
El tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Peniná. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno.
Este hombre subía cada año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor en Silo. Allí eran sacerdotes del Señor, Jofni y Pinjás, los dos hijos de Elí.
El día en que Elcaná ofrecía su sacrificio, daba a su esposa Peniná, y a todos sus hijos e hijas, porciones de la víctima.
Pero a Ana le daba una porción especial, porque la amaba, aunque el Señor la había hecho estéril.
Su rival la afligía constantemente para humillarla, porque el Señor la había hecho estéril.
Así sucedía año tras año cada vez que ella subía a la Casa del Señor, la otra la afligía de la misma manera. Entonces Ana se ponía a llorar y no quería comer.
Pero Elcaná, su marido, le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué estás triste? ¿No valgo yo para ti más que diez hijos?".

Salmo 116(115),12-13.14-17.18-19. 
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo? 
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor. 
Cumpliré mis votos al Señor
en presencia de todo su pueblo. 

¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos! 
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas. 
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

e invocaré el nombre del Señor. 
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.
en los atrios de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
¡Aleluya!


Evangelio según San Marcos 1,14-20. 
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".
Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores.
Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó,
y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.