jueves, 2 de marzo de 2017

El papa Francisco pide: ‘Recen conmigo por los cristianos perseguidos’ Cuando ejecutores asesinan a los cristianos, no hacen distinción entre las confesiones a las que pertenecen

El video del mes de marzo de 2017 con las intenciones de oración del papa Francisco fue publicado hoy. El Santo Padre  pide rezar por los cristianos perseguidos a causa de su fe.
“¡Cuántas personas son perseguidas por motivo de su fe, obligadas a abandonar sus casas, sus lugares de culto, sus tierras, sus afectos!”, dice el Papa. Y explica que “son perseguidos y ejecutados por ser cristianos, sin que los persecutores hagan distinción entre las confesiones a las que pertenecen”.
Les hago una pregunta, ¿cuántos de ustedes rezan por los cristianos que son perseguidos? Y el Pontífice prosigue: Anímense a hacerlo conmigo para que experimenten el apoyo de todas las Iglesias y comunidades, por medio de la oración y de la ayuda material.

¿Cuál es el origen de la Cuaresma? Desde los tiempos apostólicos, la Iglesia ha observado un periodo de oración, ayuno y limosna, aunque la Cuaresma como hoy la conocemos ha evolucionado a lo largo de los siglos.


¿Cuál es el origen de la Cuaresma?





1. En los idiomas romances, el término para designar este tiempo de preparación a la Pascua deriva del latín “quadragesima”. Por ejemplo, en español es “Cuaresma”, en portugués “Quaresma”, en francés “Carême” y en italiano “Quaresima”.
En los idiomas de origen germánico, incluido el inglés (Lent) el nombre dado a la Cuaresma deriva del término anglosajón "Lencten," que significa "primavera".
El sacerdote australiano del Opus Dei John Flader, en su libro "Question Time: 140 Questions and Answer on the Catholic Faith" (Tiempo de preguntas: 140 preguntas sobre la fe católica) escribe que el término “Cuaresma” se refiere a la estación en que el Hemisferio Norte se prepara para la Pascua, y que tiene lugar en primavera.
Aunque esto no corresponde en el Hemisferio Sour, donde vive este sacerdote australiano, éste observa que “este sigue siendo sin embargo un término apropiado, pues si la Cuaresma se vive bien, representa una verdadera primavera, un nuevo crecimiento en la vida espiritual".
"San Agustín", añade, "escribió que el tiempo de la Cuaresma simboliza esta presente vida en la tierra, con sus adversidades y tribulaciones, y que el tiempo de la Pascua simboliza el gozo de la vida futura".
La observancia de un periodo de oración, ayuno y limosna en preparación para la Pascua se remonta a los tiempos de los apóstoles, aunque durante los primeros siglos se limitaba sólo a unos pocos días.
2. El padre Flader observa que san León Magno (reinó entre el 440 y el 461) decía sobre la Cuaresma que “había sido instituida por los Apóstoles”, y que la Tradición sostiene que “siempre se ha vivido con una mayor atención a la vida de oración, ayuno y limosna”.
"En los primeros tres siglos, el tiempo de ayuno se limitaba a uno o dos días, o una semana como mucho”, observa el sacerdote. "La primera mención a cuarenta días fue en el Concilio Ecuménico de Nicea (325), pero hacia el final del siglo IV la costumbre se había extendido ampliamente tanto en Oriente como en Occidente".
Respecto a la fijación del número de días de Cuaresma a 40, el sacerdote explica que se refiere a los “cuarenta días de ayuno u oración que Cristo pasó antes del comienzo de su vida pública".
La forma en que las Iglesias de Oriente y las Iglesias de Occidente contaban los días de la Cuaresma eran diferentes, pues en Oriente los fieles estaban eximidos de ayunar los sábados y los domingos. Además, la Cuaresma duraba un total de siete semanas.
En Occidente, en cambio, sólo los domingos estaban exentos, y la Cuaresma sólo duraba seis semanas. Sin embargo, así los días de ayuno sumaban sólo 36, y no 40. “Fue en el siglo VII”, explica el padre Flader, “cuando la Cuaresma comenzó a iniciarse cuatro días antes, con el Miércoles de Ceniza, de manera que había 40 días de ayuno, como es en la actualidad”.
“Los domingos no se incluyen en los 40 días”, aclara.
La Iglesia siempre ha mantenido la tradición de ayunar y hacer abstinencia durante la Cuaresma, pero las normas han evolucionado a lo largo de los siglos.
 
3. Según la investigación del padre Flader, las reglas del ayuno se hicieron muy estrictas en el siglo V: “Sólo se permitía una comida, hacia la tarde-noche. La carne no se permitía, ni siquiera los domingos. Las carne y el pescado, y en muchos lugares los huevos y los productos lácteos estaban absolutamente prohibidos".

Observa que en las Iglesias orientales se siguen aún reglas similares: "no se pueden comer vertebrados o productos de vertebrados, es decir, ni carne, ni pescado, ni huevos, ni queso, ni leche”.
En Occidente, sin embargo, las normas han cambiado. Al principio, se permitía un tentempié, y después se aceptó que se comiera pescado, y finalmente se aceptó la abstinencia de carne sólo el Miércoles de Ceniza y los viernes. Además, las reglas sobre los productos lácteos también se han relajado.
Actualmente, los católicos están obligados a ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y a abstenerse de carne esos días y todos los viernes de Cuaresma. El ayuno, como lo definen los obispos de Estados Unidos, consiste en comer una comida completa y dos tentempiés.

Homilía del Papa Francisco en la Misa del Miércoles de Ceniza

«Volved a mí de todo corazón... volved a mí» (Jl 2,12), es el clamor con el que el profeta Joel se dirige al pueblo en nombre del Señor; nadie podía sentirse excluido: llamad a los ancianos, reunid a los pequeños y a los niños de pecho y al recién casado (cf. v. 6). Todo el Pueblo fiel es convocado para ponerse en marcha y adorar a su Dios que es «compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad» (v.13).

También nosotros queremos hacernos eco de este llamado; queremos volver al corazón misericordioso del Padre. En este tiempo de gracia que hoy comenzamos, fijamos una vez más nuestra mirada en su misericordia. La cuaresma es un camino: nos conduce a la victoria de la misericordia sobre todo aquello que busca aplastarnos o rebajarnos a cualquier cosa que no sea digna de un hijo de Dios. La cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida. El gesto de las cenizas, con el que nos ponemos en marcha, nos recuerda nuestra condición original: hemos sido tomados de la tierra, somos de barro. Sí, pero barro en las manos amorosas de Dios que sopló su espíritu de vida sobre cada uno de nosotros y lo quiere seguir haciendo; quiere seguir dándonos ese aliento de vida que nos salva de otro tipo de aliento: la asfixia sofocante provocada por nuestros egoísmos; asfixia sofocante generada por mezquinas ambiciones y silenciosas indiferencias, asfixia que ahoga el espíritu, reduce el horizonte y anestesia el palpitar del corazón. El aliento de la vida de Dios nos salva de esta asfixia que apaga nuestra fe, enfría nuestra caridad y cancela nuestra esperanza. Vivir la cuaresma es anhelar ese aliento de vida que nuestro Padre no deja de ofrecernos en el fango de nuestra historia.

El aliento de la vida de Dios nos libera de esa asfixia de la que muchas veces no somos conscientes y que, incluso, nos hemos acostumbrado a «normalizar», aunque sus signos se hacen sentir; y nos parece «normal» porque nos hemos acostumbrado a respirar un aire cargado de falta de esperanza, aire de tristeza y de resignación, aire sofocante de pánico y aversión.

Cuaresma es el tiempo para decir «no». No, a la asfixia del espíritu por la polución que provoca la indiferencia, la negligencia de pensar que la vida del otro no me pertenece por lo que intento banalizar la vida especialmente la de aquellos que cargan en su carne el peso de tanta superficialidad. La cuaresma quiere decir «no» a la polución intoxicante de las palabras vacías y sin sentido, de la crítica burda y rápida, de los análisis simplistas que no logran abrazar la complejidad de los problemas humanos, especialmente los problemas de quienes más sufren. La cuaresma es el tiempo de decir «no»; no, a la asfixia de una oración que nos tranquilice la conciencia, de una limosna que nos deje satisfechos, de un ayuno que nos haga sentir que hemos cumplido. Cuaresma es el tiempo de decir no a la asfixia que nace de intimismos excluyentes que quieren llegar a Dios saltándose las llagas de Cristo presentes en las llagas de sus hermanos: esas espiritualidades que reducen la fe a culturas de gueto y exclusión.

Cuaresma es tiempo de memoria, es el tiempo de pensar y preguntarnos: ¿Qué sería de nosotros si Dios nos hubiese cerrado las puertas? ¿Qué sería de nosotros sin su misericordia que no se ha cansado de perdonarnos y nos dio siempre una oportunidad para volver a empezar? Cuaresma es el tiempo de preguntarnos: ¿Dónde estaríamos sin la ayuda de tantos rostros silenciosos que de mil maneras nos tendieron la mano y con acciones muy concretas nos devolvieron la esperanza y nos ayudaron a volver a empezar?

Cuaresma es el tiempo para volver a respirar, es el tiempo para abrir el corazón al aliento del único capaz de transformar nuestro barro en humanidad. No es el tiempo de rasgar las vestiduras ante el mal que nos rodea sino de abrir espacio en nuestra vida para todo el bien que podemos generar, despojándonos de aquello que nos aísla, encierra y paraliza. Cuaresma es el tiempo de la compasión para decir con el salmista: «Devuélvenos Señor la alegría de la salvación, afiánzanos con espíritu generoso para que con nuestra vida proclamemos tu alabanza»; y nuestro barro —por la fuerza de tu aliento de vida— se convierta en «barro enamorado».


Jueves después de Ceniza


Deuteronomio 30,15-20. 
Moisés habló al pueblo diciendo:
Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha.
Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella.
Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlos,
yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán.
Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes,
con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob.

Salmo 1,1-2.3.4.6. 
¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!

El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.



Evangelio según San Lucas 9,22-25. 
Jesús dijo a sus discípulos:
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?