domingo, 5 de marzo de 2017

¿Qué representa el velo que las mujeres llevan o llevaban en misa? Conoce una tradición llena de simbolismo


¿Qué representa el velo que las mujeres llevan o llevaban en misa?




El velo, como una tradición, es una costumbre muy antigua que ahonda sus raíces en el pueblo de Israel; era un elemento que expresaba sumisión a Dios y respeto.
Uno de los motivos para el pueblo de la Antigua Alianza de usar el velo era la costumbre de cubrir lo que se consideraba digno de respeto, de veneración. Un ejemplo de esto lo vemos en el Antiguo Testamento con el Arca de la Antigua Alianza que se guardaba detrás del velo del Santo de los Santos. Y se sabe además que Moisés se cubrió el rostro al “ver” a Dios.
Y la Iglesia ha retomado esta norma por los mismos motivos; de esta manera se cubren, por ejemplo, el cáliz, el sagrario, el copón, los altares, etc.. El velo denota además respeto por el lugar y la conciencia de estar en una situación y en un lugar especiales; lo vemos, por ejemplo, cuando a las mujeres se les pide llevar mantilla en situaciones de solemnidad ante el Papa.
La mujer, que suele ser más espiritual y más sensible a lo religioso que el hombre, usa el velo sobre la cabeza exteriorizando de esta manera una profunda reverencia al ser ella consciente de estar en la presencia de Dios.
La mujer, al cubrirse la cabeza, se recoge en oración, entre otras cosas, evitando así la distracción propia como ajena. De esta manera el velo es símbolo de modestia, de lucha contra la vanidad (cubrir la propia gloria para dársela a Dios), de recogimiento, de entrega a Dios, de imitación a María la sierva del Señor.
No es por tanto el velo algo estético o un adorno, sino un instrumento que llama al recogimiento y al silencio; es un elemento que llena majestuosamente la iglesia de piedad y de reverencia al ver a las mujeres recogidas en oración y entregadas a Dios sin dispersiones dándole a Dios el lugar central en la vida.
El velo ayuda a entender lo verdaderamente importante a los ojos de Dios: “Que vuestro adorno no sea lo de fuera, peinados, joyas de oro, vestidos llamativos, sino lo más íntimo vuestro, lo oculto en el corazón, ataviado con la incorruptibilidad de un alma apacible y serena. Esto es de inmenso valor a los ojos de Dios” (1 Pe 3, 3-4).
Aunque el velo no sea una cuestión de dogma, es, al menos, una cuestión de tradición eclesial. Es por esto que, dada su importancia, el uso del velo o mantilla por parte de la mujer durante la misa fue, desde muy antiguo, una práctica obligatoria que incluso estaba consignado tanto en el Código de Derecho canónico del año 1917 (Can. 1262) como en el ritual de la misa preconciliar.
Sin embargo en el nuevo código de Derecho Canónico (del 1983) ya no aparece esa obligación, como tampoco aparece en el nuevo misal del año 1969 promulgado por el Papa Pablo VI.
Al dejar de ser prescrito su uso como obligatorio durante la misa por la ley eclesiástica, el velo quedó como una venerable tradición.
Y si la Iglesia vio la necesidad de no tener en consideración el velo durante la misa, como algo obligatorio, sus motivos válidos habrá tenido; que no significa esto acabar con lo que él significa o representa. Lo que el velo representa debe ser tenido en cuenta tanto por hombres como por mujeres, usen estas o no el velo en misa.
Por consiguiente hoy en día ya no se usa, aunque esto no quiere decir que esté prohibido; la mujer que quiera llevar el velo en misa lo puede hacer. Y en ese caso debe hacerlo con libertad, y como un elemento más de devoción personal; usarlo como objeto de piedad y no para quedar bien.
Eso sí, nadie debe juzgar los motivos de quien lo lleve o no lo lleve; es bueno dejar a cada mujer libertad en el asunto.
El velo es obligatorio única y exclusivamente para las religiosas (siempre y cuando el instituto religioso así lo prescriba en sus constituciones) dentro y fuera de la misa. El velo es también símbolo de consagración para las vírgenes consagradas. Tanto las religiosas como las vírgenes consagradas consideran a Jesús como su esposo y por esto llevan el velo como signo de fidelidad a Él (1 Cor 7, 34).

¿Es normal un altar sin flores ni adornos? ¿Cómo se debe regular el uso de las flores en Adviento y otros tiempos particulares?



¿Es normal un altar sin flores ni adornos?



Las flores son símbolo de la belleza y manifiestan la alegría, el clima de fiesta que acompaña a la liturgia. En la Biblia la flor recuerda también la caducidad de nuestra vida (ver Isaías 40,6: “Todo hombre es como la hierba y toda su gracia es como una flor del campo”) y por tanto el paso de las estaciones.
Por esto deben ser renovadas y elegidas de forma que se muestre el recorrido del año litúrgico con las fiestas que lo caracterizan. Con todo, sería mejor no colocarlas sobre el altar -el cual es símbolo de Cristo mismo y representa tanto la mesa como el lugar del sacrificio-, sino más bien alrededor. Esto es lo que prevé la última edición del Ordenamiento general de la Misa.
Resumo por tanto lo previsto por la normativa: ante todo, el altar debe ser adornado con moderación; las flores, además, se deben usar de forma moderada, disponiéndolas no encima sino alrededor del altar.
De hecho, sobre la mesa sólo se puede disponer lo necesario para la misa: el Evangeliario hasta la proclamación del Evangelio; el cáliz con la patena, la píxide, si es necesaria, el corporal, el purificatorio, la palia y el Misal a partir de la ofrenda.
Respecto a las flores, se prevé que, en el tiempo de Adviento, el altar se adorne con la discreción propia de este tiempo, evitando anticipar la alegría plena de la Navidad. En Cuaresma, en cambio, está prohibido adornar el altar con flores; con excepción del domingo Laetare (IV de Cuaresma), las solemnidades y las fiestas.
Por Antonio Rizzolo, artículo publicado en la revista italiana Credere

¿Cómo permanecer en la presencia de Dios? 8 claves para sintonizar con Él

Existen muchas maneras de buscar la unión con Dios. Sin querer acabar toda la espiritualidad en este artículo, les comparto 8 acciones que nos ayudarán a buscar a Dios en lo cotidiano y a unirnos a Él sea donde sea o hagamos lo que hagamos. 
La clave de lectura de estos consejos está en la intención, es decir, en un corazón que quiere corresponder a Dios, en ese deseo de acercarse a Él y ofrecerle lo que tiene, aunque sean solo dos minutos. Verás que tu vida “rutinaria” irá cambiando, que Dios irá permeando tus costumbres. Estarás dejándote moldear por Dios.

1. Meditación

Hablar de meditación puede asustar incluso a los más veteranos en la vida espiritual. Y es que no hablamos de yoga, reiki o similares, aquí hablamos de la oración, el diálogo entre dos personas en la unidad del amor. Es como cuando hablas con tu papá o tu mamá, pero esto es con Dios. Sí, es un diálogo. Pero no necesitas muchas palabras, basta abrirle el corazón al Señor que ya sabe lo que te sucede. Hablamos principalmente de cinco tipos de oración: bendición, adoración, petición e intercesión, acción de gracias y alabanza. Te recomiendo que dediques unos 30 minutos al día para esto. De preferencia por la mañana, antes de hacer cualquier otra cosa, así permeas todo tu ser y hacer de Dios. ¡Este será tu momento para Él! Lo importante es saberte buscado, esperado, amado por Él.¡Ahh!, también deberás aceptar los momentos de silencio de Dios: cuando no te habla y parece alejarse, esas ocasiones son las mejores para unirse a Él con fe verdadera.
«Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mateo 6,6).

2. Santo Rosario

Cuando el hombre está contento y agradecido suele ofrecer rosas a la “mujer más hermosa del mundo” (su madre o su esposa). El rosario es lo mismo pero con nuestra Madre del Cielo, la Santísima Virgen María. A diario podemos ofrecerle nuestras oraciones como un ramo de flores que luego ella lleva a su Hijo Jesucristo. De esta forma la Madre intercede por sus hijos. Es un alago, una caricia, una sonrisa que se eleva al Cielo y nos acerca muchísimas gracias. Ese es el santo rosario. Se me ponen los pelos de punta al solo pensar en cuántos murieron con su rosario en la mano, dando la vida por Jesús a través de la intercesión de María. Cuántos otros sufrieron persecuciones y allí estaban rezando un misterio tras otro. Cuántos más se vieron libres de las ataduras del demonio al solo pronunciar el Inmaculado nombre de María.
«No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo de Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la descendencia de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin» (Lucas 1, 30-33).

3. Lectura Espiritual

Consiste en leer un libro espiritual durante 15 o 30 minutos al día. Puede ser la vida de un santo, los escritos del papa, libros sobre la oración, los sacramentos, etc,. Siempre que sea una lectura “espiritual”. Esta práctica no sustituye la lectura diaria de la Biblia que incluso podemos hacer en la meditación de la mañana, pero si será una gran oportunidad de abrir tu mirada a la obra espiritual de la Iglesia. Debes tener cuidado con los libros de apariencia espiritual pero que al final terminan por confundirte más. Fíjate si está aprobado por un obispo o por el Papa. Que sea de alguna editorial católica o tenga buenas referencias bibliográficas. Te aseguro que haciendo esto poco a poco irás conociendo más a Jesús, a la Iglesia, a los santos, etc,.
«Porque la palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta lo más profundo del ser y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreros 4, 12).

4. Ángelus

Esta oración data del s. XIII. Es una muy breve oración que recuerda los tres grandes misterios de la Santísima Virgen María: el anuncio que hace el ángel a María de que sería Madre del Salvador, el «Sí» de María a Dios y a su plan redentor, y la Encarnación del Hijo de Dios. Se reza tres veces al día: una por la mañana (puede ser después de la meditación), otra a las 12 en punto (mediodía), y otra por la tarde (luego del rosario).Haciendo esta oración con fe nos unimos a los cristianos que en el mundo elevan sus plegarias a Dios. No olvides que recordar los misterios de la vida de la Santísima Virgen nos va centrando en lo verdaderamente importante, en Jesús, y es que es inevitable que la Madre nos lleve a su Hijo.
«Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces: -Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?… ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lucas 1, 42-43.45).

5. Visita Eucarística

Es breve y muy fácil de hacer. Cuando pasas por una iglesia y no dispones sino de 3 minutos, esto es perfecto para tí. Entras a la capilla y haces un acto de fe, visitas al Señor Jesús Sacramentado. Aquí puedes decirle lo que desees, por ejemplo: «Aquí estoy, Señor, paso muy rápido a verte sólo para decirte gracias…». San Francisco cada vez que entraba en una iglesia decía: «Te alabamos, Santísimo Señor Jesucristo, aquí y en todas las iglesias del mundo, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo». Es sencillo. ¡Cuántas veces pasamos de largo al ver una capilla! No se trata tampoco de detenerte en cada capilla que veas, sobre todo si vives en Roma o España donde hay muchas iglesias, sino de buscar estar con Dios, ocupar tu tiempo con Él aunque sea breve. En caso de que no puedas ir a una iglesia, puedes detenerte un momento y unirte a Dios con una “comunión espiritual”, diciéndole a Dios: «Señor, te amo, quiero recibirte a Tí Sacramentado, pero no pudiendo hacerlo ahora, te recibo espiritualmente en mi corazón». Esto sí que renueva tu día, sobre todo en momentos de dificultad.
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed… La voluntad de mi Padre es que todos los que vean al Hijo y crean en él tengan vida eterna, y yo los resucitaré en el último día» (Juan 6, 35.40).

6. “Credo” antes de dormir

Esto debe ser lo que más cuesta, si es así, vas por buen camino. Cuando llega la noche lo único que uno desea es acostarse y dormir, así que ofrecerle cinco minutos a Dios para rezar el “Credo” será un sacrificio. Este acto de desprendimiento de sí mismo Dios lo ve, tenlo por seguro. Costará más al principio, luego formarás el hábito y te será de gran gusto. Rezar el “Credo” antes de dormir será una ayuda clave incluso frente a las tentaciones: conectarte a Internet hasta la madrugada, ver pornografía o visitar sitios inadecuados, responder mensajes durante horas, etc. Confía tu sueño a Dios, haz la señal de la cruz y dile al Señor: «Sálvanos, Señor, despiertos; protégenos mientras dormimos para que velemos con Cristo y descansemos en paz».
«Sepan que el Señor me ha mostrado su amor. El Señor me escucha cuando lo invoco… Me acuesto tranquilo y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces descansar en paz» (Salmo 4, 4.9).

7. Via Crucis (viernes)

Esta práctica es de gran ayuda, como todas las anteriores pero especialmente, para centrarte en el misterio pascual de Jesucristo. Recorrer las catorce estaciones te ayudará a sobrellevar la cruz por muy pesada que sea, a unirte al sufrimiento de Nuestro Señor, a encomendar a tantas personas que pasan por momentos difíciles. Luego de varias veces vas descubriendo la estación que más te ayuda, en la cual necesitas profundizar más.Cuando llegas a la estación número quince, que es la Resurreción del Señor, agradece a Dios por tu vida, por tu familia, por todo lo que te ha dado; precisamente es allí donde todo calvario triunfa en la vida nueva. Las heridas sanan. Es hermoso pensar en esto: caminamos con Jesús en esta vida, llevamos nuestra cruz, pero nuestros pasos no son estériles, son semillas de fe para otros, son luz en las tinieblas, son la sal de la tierra. Nuestro caminar es fecundo, ¡atrévete a darle un sentido cristiano a tu vida!
«Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará» (Mateo 16, 24-25).

8. Jaculatorias

La palabra jaculatoria viene del latín «iaculum» que significa lanza. El término se ha usado en el deporte con la variante “jabalina”. En la vida espiritual las jaculatorias son pequeñas frases que se repiten durante el día, sobre todo en momentos difíciles, para unirnos a Dios. Imagínate que son pequeñas flechas de luz que se lanzan al cielo, donde cada frase es una breve oración que llega directo a Dios. Pueden ser: «Jesús, en tí confío», «Señor, tú sabes que te amo», «Haz de mí un instrumento de tu paz», «Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo», etc. Versículos bíblicos, invocaciones, pedacitos de oraciones, una frase de fe. Aquí tu mismo puedes crearlas, lo importante es repetir constantemente esta frase, de manera que se haga vida, y brote de allí una esperanza o una luz en medio de las tinieblas.
«Que la palabra está cerca de tí; en tu boca y en tu corazón. Pues bien, ésta es la palabra de fe que nosotros anunciamos… Cuando se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama con la boca se obtiene la salvación» (Romanos 8, 10).

Estos consejos no deben ser entendidos en una visión matemática. No significa que mientras más actos hagas, más cerca estás de Dios. Lo que importa es la pureza de intención que tengas, ese deseo auténtico de unirte a Dios, de decirle “aquí estoy”. Una vez comprendido lo anterior estamos listos para cambiar de vida, haciéndola más espiritual, más cercana a Dios. Antes de terminar es necesario que conozcas una máxima muy cierta: «El que no avanza en la vida espiritual, retrocede». No es lo mismo unirte a Dios que no unirte a Él. Tu vida espiritual sin la oración no sigue igual, al contrario, vas retrocediendo, porque el mundo es como un río correntoso, y nosotros vamos contracorriente, cualquier descuido o parada te hará caer en la corriente. Sin caer en angustias o desalientos, debemos luchar para que Cristo reine en mi vida y luego en la sociedad. 
Termino con San Pío de Pietrelcina que decía: «Ora, ten fe y no te preocupes».