martes, 20 de febrero de 2018

Oraciones eficaces que cuestan un segundo


Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.

Aunque es esencial dedicar un rato todos los días específicamente a la oración, también es importante evitar encasillar nuestra vida espiritual a un hueco fijo de 15 o 20 minutos diarios. Tenemos que asegurarnos de que no rezamos con la actitud de quien tacha una tarea de la lista de deberes: Bien, ya he hecho lo de la oración, ahora a seguir con la vida “real”.
Del mismo modo que las relaciones con nuestros prójimos necesitan más que unos ratos de 15 minutos, también nuestra relación con Dios necesita un “hola” espontáneo y un “qué tal te va” y un “te quiero”.
San Josemaría Escrivá lo expresó de esta forma:
Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. —Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.
Y está como un Padre amoroso —a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos—, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo… y perdonando.
Cuando tenemos una fe viva en la presencia de Dios, recurrimos a Él o a Su madre de forma natural con pequeños pensamientos y frases, algo que exige menos de un segundo de oración mental. Al igual que amantes que siempre están en la mente del otro, escribiéndose y llamándose a lo largo del día, estas aspiraciones contribuyen mucho a mantener nuestro amor con vida o a reavivarlo si se ha enfriado.
Aquí tenéis algunas ideas para esos pequeños “mensajes de texto” que podéis elevar a Dios durante el día:
  • Jesús, confío en ti. (de santa Faustina)
  • Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. (de la Medalla de la Milagrosa)
  • Jesus, recuérdame. (de la oración del “buen ladrón” en la cruz)
  • Dios proveerá. (lo que Abraham dijo a Isaac cuando le preguntó qué animal sacrificarían)
  • Permite que te alabe, oh Virgen Santísima, y dame fuerza contra los enemigos. (del beato Duns Scoto)
  • Jesús, María, José. Mi familia vuestra es. Guardadla en vuestro corazón.
  • Jesús mío, gracias.
  • Jesús en el Santo Sacramento del altar, te entrego mi corazón.
  • Jesús es mío, yo soy de Jesús.
  • Esperaré a mi Señor y Salvador.
  • Señor, a ti elevo mi corazón.
Una forma de profundizar en la liturgia es usar una frase de la Colecta o una de las demás oraciones de la misa como aspiración de la semana. Muchas de las antífonas de la Liturgia de las Horas también servirán como hermosas aspiraciones.
Pero lo importante es no limitarse a seguir algún tipo de fórmula, ya que eso conlleva el peligro de caer en una espiritualidad tediosa o mecánica. Permite que las aspiraciones surjan del corazón, tan breves y dulces como quieras.
De nuevo, en palabras de san Josemaría:
Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.
Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. —Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso…
Dale gracias por todo, porque todo es bueno.
Camino, 268

Martes de la primera semana de Cuaresma


Libro de Isaías 55,10-11. 

Así habla el Señor:
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca:
ella no vuelve a mí estéril,
sino que realiza todo lo que yo quiero
y cumple la misión que yo le encomendé.

Salmo 34(33),4-5.6-7.16-17.18-19. 
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia El y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

Los ojos del Señor miran al justo
y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.


Evangelio según San Mateo 6,7-15. 
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.