domingo, 20 de mayo de 2018

¿Qué pasa en la misa?

EASTER VIGIL MASS


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El sentido y partes de la gran celebración católica explicados de manera sencilla

La misa es la gran celebración de la Iglesia porque nos reúne a escuchar la Palabra de Dios, recordar la Cena en que Cristo nos dejó su Cuerpo y su Sangre y renovar su sacrificio en la cruz. Cada momento de la misa es muy importante y especial, como verás a continuación:
Al iniciar:
Nos reunimos y saludamos todos bajo la mirada de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque en todo lo que sucederá dentro de la misa estará presente Dios.
Acto Penitencial y Gloria:
Decimos “Señor, ten piedad”, pidiendo a Dios que perdone nuestros errores, nuestras fallas hacia otros o hacia nosotros mismos por el pecado. Y como su Amor es tan grande y nos perdona, le cantamos “Gloria” alabando su Poder y la Paz que nos brinda.

Lectura de la Palabra

Dios nos habla y por eso escucharemos lecturas bíblicas, de profetas o apóstoles donde Él busca salvar a su pueblo, o quiere enseñarnos a ser mejores. Cantamos un “salmo”, una alabanza poética a Dios y también escuchamos a Jesucristo en el Santo Evangelio.
Homilía:
El sacerdote que está presidiendo nuestra misa y que ha estudiado la Palabra de Dios hará una “homilía”, una reflexión para explicarnos lo que Dios quiere decirnos en las lecturas. Nos animará y nos dará los consejos necesarios para mejorar nuestros pasos.
Ofertorio:
Nosotros “ofrecemos” a Dios nuestro trabajo diario en el pan y el vino que llegan al altar. Al dar un poco de nuestro dinero o alguna ofrenda en la misa, damos parte de nuestro esfuerzo diario a Dios y Él lo recibe junto con nuestras oraciones.
Consagración:
Bajo las manos del sacerdote y con la oración de todos, el Espíritu de Dios desciende y permite que el pan y el vino se transformen en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. El sacerdote eleva uno y otro, y de rodillas le adoramos junto con los ángeles y los santos que en ese momento no vemos, pero están ahí, diciendo junto con nosotros: “Señor mío y Dios mío”.
Comunión:
Tal como nos enseñó Jesús y unidos como hermanos, rezamos a Dios diciéndole “Padre Nuestro”, enseguida nos deseamos “la Paz del Señor” porque así pidió Jesús que lo hiciéramos. Y al encontrarnos todos en esa alegría y disposición, pasamos a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la comunión.
Al terminar la misa el padre nos dice: “pueden ir en paz”, porque iremos nada menos que con Dios en nuestros corazones a continuar nuestra labor en el mundo, y con Él a nuestro lado, irán también sus santos y sus ángeles para que alcancemos cada día la felicidad.
Artículo originalmente publicado por Desde la Fe

6 ideas para involucrar a los niños en un bautismo


¿Les gustaría que los niños participaran más en el bautismo de su hijo? ¡Excelente idea! Estarán encantados, orgullosos y comedidos durante la celebración. Pero, ¿qué se les puede proponer?

¿Tienen un bautismo pronto? ¿Por qué no hacer que los demás niños participen también en la celebración? Eso les permitiría compartir el significado del bautismo y de sus símbolos y, además, “canalizar” el tiempo de la ceremonia. No importa si son los padres, los abuelos, los tíos del futuro bautizado o cualquier otra persona la que proponga hacerse cargo de esta propuesta: aquí tienes algunas ideas para hacer que los niños crezcan en fe y en sabiduría.

Para los dibujantes en ciernes: colgar sus dibujos en un panel

Esta idea supone un poquito de anticipación, ya que, algunos días antes del bautismo, hay que pedir a los niños que hagan un dibujo que represente lo que significa para ellos el bautismo.
El día de la celebración, en un momento que concretarán con el sacerdote, los niños entregarán sus dibujos y los colgarán en un gran panel. Hermanos, hermanas, primos, primas, todos estarán orgullosos de haber participado en la elaboración de un recuerdo tan creativo del bautismo.

Para los tradicionales: repartir velas

Después de la entrega de la prenda blanca al bautizado, el sacerdote enciende el cirio pascual, símbolo de la fe cristiana, y lo entrega a los padres, padrino o madrina, recordándoles que su deber es mantener viva esa llama.
Es una buena ocasión para entregar a cada niño presente una vela pequeña que les recuerde su propio bautismo (si están bautizados) y la alegría de ser un Hijo de Dios.

Para los nostálgicos: traer su propio cirio bautismal

Un gesto todavía más simbólico es pedir a los niños que traigan su propio cirio, encendido el día de su bautismo, para encenderlo de nuevo con el cirio pascual. El cirio representa la luz de Cristo resucitado.

Para los privilegiados: ayudar en los preparativos

Preparar las cajas de peladillas, colgar etiquetas y decoraciones, vestir la mesa para los invitados, escribir los nombres de los niños y la fecha del bautismo en las cartas que se entregan a los invitados como recuerdo,… Pequeños preparativos en los que los niños puedan participar con alegría y solemnidad.

Para los más pequeños: intentar incluirles en cada etapa de la celebración

Con el acuerdo del sacerdote, los niños pequeños pueden participar en las diferentes etapas del bautismo. En el momento de recibir al futuro bautizado, los pequeños pueden, al igual que los padres, padrino y madrina, trazar el signo de la cruz sobre la frente del niño.
Antes del bautismo, un niño puede verter el agua, símbolo de purificación y de renacimiento, en la pila bautismal. Luego los niños pueden ser llamados a la primera fila ante el baptisterio.
Después del bautismo, el sacerdote puede darles a oler el Santo Crisma, aceite perfumado bendito, marca indeleble de Cristo sobre el recién bautizado.

Para los mayores: leer la Palabra y ayudar al sacerdote

Durante el momento de la Palabra, un niño que sea lo bastante mayor, puede leer una lectura o bien las intenciones de la oración universal, ante los congregados.
Algún otro puede ayudar al sacerdote durante la ceremonia, previa autorización del padre, acercándole por ejemplo, llegado el momento, la Biblia al ambón o el Santo Crisma. Hay muchas otras tareas con las que pueden participar en la celebración mientras aprenden a servir en la misa.

Solemnidad de Pentecostés


Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-11. 

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.
Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos?
¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?
Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor,
en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma,
judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios".

Salmo 104(103),1ab.24ac.29bc-30.31.34. 
¡Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
la tierra está llena de tus criaturas!

Si les quitas el aliento,
expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados,
y renuevas la superficie de la tierra.

¡Gloria al Señor para siempre,
alégrese el Señor por sus obras!
que mi canto le sea agradable,
y yo me alegraré en el Señor.


Carta de San Pablo a los Gálatas 5,16-25. 
Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne.
Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren.
Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje,
idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones
y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.
Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más,
porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos.
Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.

Evangelio según San Juan 15,26-27.16,12-15. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."