miércoles, 5 de octubre de 2016

Visita sorpresa del Papa a la población afectada por el terremoto en Italia Entró en la ‘zona roja’ y visitó a los desplazados de Amatrice y por la tarde visitó a las otras poblaciones



El papa Francisco en Amatrice (Osservatore Romano ©)
El Papa Francisco En Amatrice (Osservatore Romano ©)
El santo padre Francisco visitó hoy martes por la mañana a la población de la zona más afectada por el por el terremoto del pasado 24 de agosto en el centro de Italia, donde murieron al menos 290 personas.
La visita inició en el pueblo de Amatrice, uno de los más golpeados. “Estoy aquí solamente para decirles que me siento cerca de ustedes. Sólo esto, cercanía y oración”. Añadió que si bien desde el primer momento “sentía la necesidad de venir”, entretanto “no quería causar molestias llegando antes”. Y refiriéndose a los que han fallecido en el terremoto añadió: “Recemos a la Virgen por ellos”.
Conversó con los bomberos quienes le explicaron la dinámica del terremoto; visitó también una estructura escolar, en la cual los niños le regalaron sus dibujos y encontró a algunas personas a quienes le reiteró su dolor y prometió sus oraciones.
Después de bendecir a los presentes, el Santo Padre rezó con ellos un Ave María y añadió: “Sigamos adelante, siempre hay futuro. Hay tantos seres queridos que nos han dejado, que han perecido aquí, bajo los escombros. Recemos a la Virgen por ellos, hagámoslo todos juntos. Miren siempre hacia delante. Adelante, valor, y ayudaros unos a otros. Se camina mejor en compañía, solos no se va. Adelante. Gracias”.
Acompañado por el obispo de Rieti, monseñor Domenico Pompili, el Papa saludó al alcalde Sergio Pirozzi, a las fuerzas del orden e ingresó custodiado por los bomberos en la ‘zona roja’ del pueblo, cerrada por motivos de seguridad.
“Acercándose lo más posible a los edificios derrumbados y rezó en silencio.  También saludó al jefe de la Comunicación de Emergencia del Cuerpo de bomberos con estas palabras :”Rezo para que no tengan que trabajar, el vuestro es un trabajo doloroso. Les doy las gracias por lo que hacen”. Y pidió a los miembros del Cuerpo que se hicieran una foto con él porque son “los que salvan a la gente”.
El Pontífice había indicado el domingo pasado regresando de Azerbaiyán, que deseaba realizar una visita a estas poblaciones, “privadamente, como sacerdote, como obispo y como Papa, pero solo, porque querría poder estar cerca de la gente”.
Así hoy, en la festividad de san Francisco de Asís, patrono de Italia, quien vivió en la zona de Italia Central, el Santo Padre quiso realizarla, cumpliendo con lo que había prometido semanas atrás en el ángelus cuando dijo: “Queridos hermanos apenas pueda espero ir a visitarles, para llevarles personalmente el consuelo de la fe”.
Dos horas más tarde fue al puesto de bomberos de Cittàreale, campo base de las zonas del terremoto, desde donde se desplazó a Accumoli, una de las ciudades más afectadas, en la que saludó a varias personas, entre ellas el alcalde, y en la Plaza de san Francisco rezó ante la iglesia del mismo nombre destruida por el terremoto. Desde allí prosiguió hasta Pescara del Tronto y se detuvo tres veces en la carretera para saludar a pequeños grupos de personas. Poco después de las 14 llegó a Arquata del Tronto. En ambas localidades estuvo acompañado por el obispo de Ascoli Piceno, Mons. Giovanni D’Ercole.
En Arquata del Tronto el Papa saludó a más de 100 personas con las que rezó y después visitó la escuela habilitada en tiendas de campaña. “Buenas tardes a todos. Quiero estar con vosotros en estos momentos y decirles que les llevo en mi corazón y que conozco, sí, conozco vuestros sufrimientos y vuestras angustias y se también que han muerto personas que querían y estoy con ustedes. Y por eso hoy he querido estar aquí”.
“Ahora –continuó– recemos al Señor para que les bendiga y recemos también por vuestros seres queridos que se han quedado..allí debajo y ahora están en el cielo. Ave María”.
Después de impartir la bendición el Papa instó nuevamente a los presentes a “tener valor y a seguir siempre adelante. Los tiempos cambiarán  y se podrá salir adelante”.


Por qué deberías intentar rezar una coronilla de la Divina Misericordia La misericordia tiene una manera de llegar hasta el fondo que todos necesitamos, especialmente ahora


Jesús de la Divina Misericordia 2

Yo estaba alejada de la Iglesia cuando empezó a hacerse popular la devoción de la Divina Misericordia. Recuerdo a un colega editor haciendo referencia a la recién canonizada santa Faustina Kowalska, preguntando “¿santa quién?”.
La primera vez que contemplé la imagen de Jesús de la Divina Misericordia quedé menos que impresionada. Confieso que pensé que era algún tipo de obra de arte como las que se venden junto a pinturas de Elvis sobre terciopelo o de perros jugando al póker.
Nada de esto me predisponía a abrirme a lo que para mí era una práctica devocional desconocida, rezar la Coronilla de la Divina Misericordia.
Pero la misericordia, a diferencia de la economía, se abre camino indefectiblemente, encuentra las grietas en los corazones que se volvieron duros y cínicos, y los reblandece y prepara para la curación.
A través de la misericordia de amigos míos, fui a Roma como peregrina en 2010. Nuestra primera misa matinal se celebró en la iglesia Santo Spirito in Sassia, un espléndido templo justo al lado del Vaticano, consagrado por san Juan Pablo II a la Divina Misericordia.
Y allí estaba Esa Imagen, en un cartel que se elevaba por encima de nuestro grupo de peregrinos.
Yo seguía separada de la Iglesia por entonces, así que me abstenía de comulgar. Pero aquella mañana sentí un anhelo profundo y auténtico de regresar. Así obra la misericordia, ablandando e invitando.
Y sí volví a la Iglesia, en el Adviento de 2010, movida inexorablemente por el fruto de aquella peregrinación.
Sin embargo, aunque encontré una dicha renovada en las prácticas que una vez abandoné –el rosario, la Adoración–, no sentía ninguna llamada a explorar la Divina Misericordia.
Luego, otra peregrinación en 2012, esta vez a los santuarios marianos de Portugal, España y Francia, me puso en compañía de peregrinos que tenían el hábito de rezar regularmente la Coronilla de la Divina Misericordia: todos los días, a las 3 pm, la hora (tradicionalmente asociada con el momento de la muerte de Jesús en la cruz) que santa Faustina denominó “la hora de la misericordia”.
Nuestro grupo empezaba a rezar la coronilla todos juntos cada día a las tres, deteniéndonos allá donde estuviéramos o uniéndonos en oración en los autobuses.
En la catedral de la Almudena en Madrid, nuestro director de la visita arregló que se hiciera una grabación de nuestra oración, conducida por una joven peregrina filipina que estaba discerniendo su vocación a la vida religiosa.
Al final del viaje, recibimos copias en CD de la grabación, para que pudiéramos revivir la experiencia de nuevo en nuestros hogares.
Las oraciones de la coronilla, compuestas por santa Faustina, son sencillas y poco sentimentales, se centran en la ofrenda de los sufrimientos de Jesús como expiación del pecado personal y global, e imploran a Dios a que “tenga misericordia de nosotros y del mundo entero”.
La repetición de esta letanía –Señor, ten piedad, Kyrie eleison– es una de las oraciones más antiguas de la Iglesia, Oriental y Occidental, y nunca está desfasada.
En especial ahora, sobre todo ahora. La sugerencia de esta semana para actuar con misericordia, conforme a este Año Jubileo —Reza una Coronilla de la Divina Misericordia camino del trabajo o de vuelta a casa—  es una forma sencilla de presentar ante Dios nuestra necesidad, y la del mundo entero, de que se filtre en nosotros la misericordia, de que sintamos su efervescencia en nosotros.
Si nunca has rezado la Coronilla de la Divina Misericordia, este podría ser un buen momento para conocerla.
Para los que no estén familiarizados con las coronillas, constan de grupos de oraciones que se van contando en círculos de cuentas.
La Coronilla de la Divina Misericordia usa las cuentas de un rosario dominico estándar (de 5 decenas).
Después de una oración inicial opcional y las oraciones tradicionales rezadas sobre la cruz y las cuentas introductorias, la coronilla consiste en 5 “decenas” de oración e intercesión. En las cuentas de Padre Nuestro, rezamos:
“Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, en expiación de nuestros pecados y los del mundo entero”.
Y en cada una de las diez cuentas de cada decena, rezamos:
Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
La coronilla cierra con la oración “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero”, tres veces, y luego oraciones de cierre opcionales. (Para más información sobre cómo rezar la coronilla, haz clic aquí).
Puedes rezar la Coronilla de la Divina Misericordia, como un rosario, a solas o en grupo, en silencio o en voz alta, usando las cuentas o contando con los dedos.
Si vas y vuelves del trabajo acompañado, podéis rezar juntos. Si vas conduciendo a solas, puedes rezar con una grabación.
La coronilla es fácil de rezar en transporte público (doy fe de ello) y, además, aquello que veas a través de las ventanas del autobús o en los rostros de tus compañeros de tren puede moverte a pedir la misericordia de Dios con mayor fervor si cabe.
Pruébalo. Como quien dice, daño no va a hacerte.

Para cuando los hijos “abandonan el nido”: Una reflexión Ese momento de realización y al mismo tiempo de pérdida que todo padre y madre tienen que vivir

Mi primer hijo se ha casado, fue ciertamente un feliz y emotivo acontecimiento, entre felicitaciones, sentidas palabras de los asistentes, expresiones de solidaria alegría, música, bebida, rica comida y… el vals.
No soy sentimental, pero como toda madre, tuve mi momento de nostalgia y algunas lagrimillas al momento de bailar con él y ver su resplandeciente semblante, mientras me decía cosas que en la algarabía no puede escuchar ni entender del todo, pero que aun así, me trasmitían vivamente lo que yo bien sabía: que me amaba, y que había crecido.
Mi esposo y yo nos veíamos en esos momentos con sentimientos encontrados, habríamos querido retrasar su partida, y al mismo tiempo nos sentíamos orgullosos de ella.
Ya desde sus tiempos de universidad nos lo imaginábamos como un polluelo recién emplumado que agitaba sus alas, fortaleciéndolas para volar en busca de sus propios sueños. Inevitablemente conquisto poco a poco una independencia propia de una juventud bien lograda; mientras nosotros tratábamos de asumirlo, conscientes de que la gran meta de los padres es lograr que los hijos dejen el nido, comenzando a descubrir por ellos mismos lo que valen.
Al final nos habremos de quedar en un nido vacío convertido en amor refugio, para cuando según las estaciones, vuelvan nuestros hijos acompañados de sus propios polluelos.
Mis otros hijos siguen su mismo camino, y mientras lo hacen nos esforzamos por compartir con ellos intensamente todo lo que nos acontece en constante dialogo. Sabiendo bien que esa intima comunicación, esa permeabilidad de ideas, emociones y vivencias, no continuara igual toda la vida. Es así que mi esposo y yo nos enfocamos en volver a vivir redescubriendo el mundo desde sus ojos para volver a asombrarnos junto con ellos, y luego dejarlos hablar hasta por los codos de todas sus vivencias, escuchando sin interrumpirlos, con todo nuestro tiempo para ellos. Después de todo compartimos en común que es la primera vez que vivimos, y lo celebramos juntos. 
Lo felizmente compartido lo plasmamos en indelebles recuerdos, muchas veces en una fotografía o en anécdotas chispeantes que tanto gratifican nuestras convivencias. Como aquella tarea que terminaron tarde en casa de los amigos mientras mi esposo y yo nos congelábamos esperándolos en el coche; unas vacaciones en las que el mas cegatón perdió los lentes; la tragedia familiar por la muerte de una mascota; los nervios por el vestido o traje de graduación que no ajustaba; conflictos por diferencias de temperamento; cumpleaños, navidades… el primer noviazgo.
Nuestros hijos también van recibiendo golpes, como la perdida de una valiosa beca, enfermedades, romances truncados; la muerte de un ser querido; tropezones inesperados… En momentos como esos, muchas veces el dialogo es sustituido por un silencioso abrazo o apretón de manos, dándoles la certeza de que en medio de las pruebas, vale la pena vivir.
El tiempo pasa y los hijos crecen por dentro y por fuera.
Mi esposo y yo también hemos crecido en nuestro interior, pues hubo un tiempo en que pensamos que esa permeabilidad continuaría toda la vida, que esa fuerte intimidad siempre sería posible, pero hemos comprendido que a medida que se adentren en la adultez, se podrán dar momentos en que surgirá nuevamente esa intima conexión, pero aceptando que pueden ser momentos extraordinarios, fugaces, ya sin continuidad o vigencia permanente.
Hemos crecido, porque si bien cuando los trajimos a la vida tuvimos la ilusión de que nunca se iban a desentender de tal forma de nosotros, por la simple razón de que nos amarían tanto que nuestra vida sería totalmente indispensable para la suya. Ahora, hemos aceptado y corregido nuestra intención, pues en el fondo lo que queríamos era que no nos dejaran de necesitar nunca, y eso, no sería justo para nadie. No ha de ser así, la vida es bella y sus propios intereses los lanzaran con entusiasmo hacia un futuro que les pertenece.
Lo mejor, lo normal y lo más sano, es que no nos necesiten mucho, pues en eso consiste precisamente su crecimiento personal, sin que eso signifique que dejen de querernos.
Finalmente, también hemos crecido como matrimonio, porque hemos revivido nuestros propios intereses con nuevos proyectos, preparándonos para permanecer activos y vigentes hasta donde Dios nos lo permita, acompañándolos y marchando a su lado por nuestro propio camino.
Los padres debemos esperar que nuestros hijos en su madurez, con plena libertad, nos abran las puertas de sus vidas hasta donde ellos lo consideren. Unas puertas que tendremos mucho cuidado de cruzar, para ayudar sin interferir ni quitar responsabilidades, estando siempre ahí cuando nos necesiten.



¿Qué significan las Témporas? ¿Por qué dar gracias? Antiquísima tradición que hoy se celebra




Las Témporas, y con ellas las Rogativas, son una antiquísima institución litúrgica ligada a las cuatro estaciones del año. Su finalidad consistía en reunir a la comunidad, para que, mediante el ayuno y la oración, se diese gracias a Dios por los frutos de la tierra y se invocase su bendición sobre el trabajo de los hombres.
Las Témporas nacieron en Roma y se difundieron con la liturgia romana, al mismo tiempo que sus libros litúrgicos. Al principio tuvieron lugar en las estaciones del otoño, invierno y verano, exactamente, en los meses de septiembre, diciembre y junio. Pero muy pronto debió de añadirse la celebración correspondiente a la primavera, en plena Cuaresma.
Por algunos sermones de San León Magno se conoce el significado de estas jornadas penitenciales, que comprendían la eucaristía, además del ayuno, los miércoles y los viernes de la semana en que tenían lugar. El sábado había una vigilia, que terminaba con la eucaristía también, bien entrada la noche, de forma que ésa era la celebración eucarística del domingo.
La proximidad con algunas grandes solemnidades, como Navidad y Pentecostés, y la coincidencia con algún tiempo litúrgico, proporcionaban un colorido especial a la celebración de las respectivas Témporas. Pretender relacionarlas con cultos naturalistas precristianos es pura imaginación, aunque es evidente su relación con la vida agraria y campesina, la vida propia de aquellos tiempos.
En el fondo, las Témporas son un acercamiento mutuo de la liturgia y la vida humana, en el afán de encontrar en Dios la fuente de todo don y la santificación de la tarea de los hombres.
Por eso, hoy, considerada la extensión de la Iglesia y su presencia en los pueblos más diversos, se imponía una revisión y una adaptación de esta vieja celebración litúrgica, que ya no tiene por qué ser agraria ni campesina únicamente, sino que puede ser muy bien urbana y cercana a las preocupaciones del hombre del cemento y del reloj de cuarzo.
Lo importante es que en un día, o en tres, según la duración elegida, se viva y se celebre la obra de Dios en el hombre y con la ayuda del hombre; con un espíritu de fe y de acción de gracias propios del creyente, que sabe que lo temporal tiene su propia autonomía, pero sin romper con Dios y sin ir en contra de su voluntad salvadora: «Todo es vuestro; pero vosotros sois de Cristo, y Cristo, de Dios» (1 Cor 3,22-23).

Miércoles de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario


Carta de San Pablo a los Gálatas 2,1-2.7-14. 

Hermanos:
Al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo a Tito.
Lo hice en virtud de una revelación divina, y les expuse el Evangelio que predico entre los paganos, en particular a los dirigentes para asegurarme que no corría o no había corrido en vano.
Al contrario, aceptaron que me había sido confiado el anuncio del Evangelio a los paganos, así como fue confiado a Pedro el anuncio a los judíos.
Porque el que constituyó a Pedro Apóstol de los judíos, me hizo también a mí Apóstol de los paganos.
Por eso, Santiago, Cefas y Juan -considerados como columnas de la Iglesia- reconociendo el don que me había sido acordado, nos estrecharon la mano a mí y a Bernabé, en señal de comunión, para que nosotros nos encargáramos de los paganos y ellos de los judíos.
Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres, lo que siempre he tratado de hacer.
Pero cuando Cefas llegó a Antioquía, yo le hice frente porque su conducta era reprensible.
En efecto, antes que llegaran algunos enviados de Santiago, él comía con los paganos, pero cuando estos llegaron, se alejó de ellos y permanecía apartado, por temor a los partidarios de la circuncisión.
Los demás judíos lo imitaron, y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por su simulación.
Cuando yo vi que no procedían rectamente, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas delante de todos: "Si tú, que eres judío, vives como los paganos y no como los judíos, ¿por qué obligas a los paganos a que vivan como los judíos?".

Salmo 117(116),1.2. 
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!

Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.

¡Aleluya!



Evangelio según San Lucas 11,1-4. 
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.







Leer el comentario del Evangelio por : San Agustín