domingo, 3 de junio de 2018

El himno que Santo Tomás de Aquino compuso para la fiesta del Corpus Domini

Eucaristía y música

O salutaris Hostia , Quae caeli pandis ostium
O Salutaris Hostia, es un célebre himno litúrgico y eucarístico católico compuesto por santo Tomás de Aquino para las lodes matutinas de la fiesta del Corpus Domini. Santo Tomás de Aquino, llamado también Doctor Angelicus, fue un fraile dominicano, teólogo y filósofo italiano. Es considerado doctor de la iglesia, representa de hecho uno de los principales pilares teológicos y filosóficos de la Iglesia católica y punto de unión entre la cristianidad y la filosofía clásica. Se cuenta que Tomás fue prisionero de su familia en el castillo del Monte San Giovanni Campano durante dos años con el fin de desanimarlo a la vida religiosa.
Durante su encarcelamiento, sus hermanos, intentaron disuadirlo de la vocación, introduciendo en su habitación a una joven mujer provocadora. El joven reafirmó su firme voluntad de dedicarse a la vida monástica y la echó con un tizón ardiente. Superada la prueba, el santo, cayó en un profundo sueño. Se dice que durante este sueño, dos ángeles ciñeron el cinturón de castidad. Santo Tomás, ayudado por las hermanas, se coló por una ventana con una cuerda para escapar de la prisión y reunirse con sus hermanos dominicanos en Nápoles.
La “Tentación de santo Tomás de Aquino” en el Castillo del Monte San Giovanni Campano es representada en un cuadro de Diego Rodríguez Velázquez que se encuentra en el Museo Diocesano de Alicante (España).

Por Costanza D’Ardia
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El mensaje de la Virgen de Fátima sobre el poder del Santo Rosario

El mensaje de la Virgen de Fátima sobre el poder del Santo Rosario

El mensaje de la Virgen de Fátima sobre el poder del Santo Rosario se reveló desde la primera de sus apariciones, el 13 de mayo de 1917.
En aquella ocasión Lucía preguntó si ella y Jacinta irían al cielo. La Virgen les dijo que sí, pero cuando preguntó por Francisco, la Madre de Dios contestó: “También irá, pero tiene que rezar antes muchos rosarios”.
La Virgen de Fátima abrió sus manos y les comunicó a los tres una luz divina muy intensa. Los niños cayeron de rodillas y alabaron a la Santísima Trinidad y al Santísimo Sacramento. Luego María señaló: “Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.
En la segunda aparición la Virgen María se les presentó después que ellos rezaron el Santo Rosario, y en la tercera ocasión Nuestra Señora les dijo: “Cuando recéis el Rosario, decid después de cada misterio: ‘Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas’”.
Para la cuarta aparición ya muchos sabían de las apariciones de la Virgen a los pastorcitos. Entonces Jacinta le preguntó a la Madre de Dios lo que quería que se hiciera con el dinero que la gente dejaba en Cova de Iría. María les indicó que el dinero era para la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario y que lo que quedaba era para una capilla que se debía construir.
Más adelante, tomando un aspecto muy triste, la Virgen les manifestó: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quién se sacrifique y rece por ellas”.
En el día de la quinta aparición, los niños llegaron a Cova de Iría con dificultad, pues muchas personas se les acercaban para pedirles que presentaran sus necesidades a Nuestra Señora. Los pastorcitos se pusieron a rezar el Rosario con la gente y la Virgen, al aparecérseles, animó nuevamente a los niños a seguir rezando esta oración para lograr el fin de la guerra.
En la última aparición, antes de producirse el famoso milagro del sol, en el que el astro pareció desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre, la Madre de Dios pidió que hicieran en ese lugar una capilla en su honor y se presentó como la “Señora del Rosario”.
Posteriormente, tomando un aspecto más triste dijo: “Que no se ofenda más a Dios Nuestro Señor, que ya es muy ofendido”. Esto sucedió el 13 de octubre de 1917.

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo


Deuteronomio 5,12-15. 

Observa el día sábado para santificarlo, como el Señor, tu Dios, te lo ha ordenado.
Durante seis días trabajarás y realizarás todas tus tareas.
Pero el séptimo día es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún otro de tus animales, ni tampoco el extranjero que reside en tus ciudades. Así podrán descansar tu esclavo y tu esclava, como lo haces tú.
Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor te hizo salir de allí con el poder de su mano y la fuerza de su brazo. Por eso el Señor, tu Dios, te manda celebrar el día sábado.

Salmo 81(80),3-4.5-6ab.6c-8a.10-11ab. 
Entonen un canto, toquen el tambor,
y la cítara armoniosa, junto con el arpa.
Toquen la trompeta al salir la luna nueva,
y el día de luna llena, el día de nuestra fiesta.

Porque esta es una ley para Israel,
un precepto del Dios de Jacob:
él se la impuso como norma a José,
cuando salió de la tierra de Egipto.

un decreto que impuso a José, cuando salió de la tierra de Egipto. Oyó, entonces, una voz desconocida:
Yo quité el peso de tus espaldas
y tus manos quedaron libres de la carga.
Clamaste en la aflicción, y te salvé.

No tendrás ningún Dios extraño,
no adorarás a ningún dios extranjero:
yo, el Señor, soy tu Dios,
que te hice subir de la tierra de Egipto.


Carta II de San Pablo a los Corintios 4,6-11. 
Porque el mismo Dios que dijo: "Brille la luz en medio de las tinieblas", es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo.
Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios.
Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados;
perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados.
Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Y así aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Evangelio según San Marcos 2,23-28.3,1-6. 
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar.
Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?".
El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre,
cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?".
Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado".
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.
Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.
Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante".
Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron.
Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada.
Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.